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Editados por HARLEQUIN IBÉRICA, S.A.

Núñez de Balboa, 56

28001 Madrid

 

© 2004 Nalini Singh. Todos los derechos reservados.

DESPERTAR AL PLACER, Nº 1350 - agosto 2012

Título original: Awaken to Pleasure

Publicada originalmente por Silhouette® Books.

Publicada en español en 2004

 

Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial. Esta edición ha sido publicada con permiso de Harlequin Enterprises II BV.

Todos los personajes de este libro son ficticios. Cualquier parecido con alguna persona, viva o muerta, es pura coincidencia.

® Harlequin, logotipo Harlequin y Harlequin Deseo son marcas registradas por Harlequin Books S.A.

® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia. Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

 

I.S.B.N.: 978-84-687-0772-3

Editor responsable: Luis Pugni

 

Conversión ebook: MT Color & Diseño

www.mtcolor.es

Capítulo Uno

 

La lluvia golpeaba con fuerza el limpiaparabrisas del coche. Jackson, consciente de los peligros de la noche invernal, mantenía bajo control la velocidad de su potente vehículo y estaba alerta ante la posibilidad de que apareciera algún peatón descuidado.

Pero esa noche, al contrario que cualquier otro viernes normal, el iluminado centro de Auckland parecía desértico. Jackson sabía que esa no era la realidad. La gente estaba allí, pero se divertía en los pisos o sótanos donde el bullicio de la música acallaba el ruido de la lluvia. Al salir de su oficina, había pasado por uno de esos lugares y una esbelta rubia lo había invitado a acompañarla. Desgraciadamente para ella, Jackson ya no seguía esos juegos y, desde Bonnie, prefería mantenerse alejado de las rubias.

Después del día que había tenido, lo único que quería era un coñac y un baño caliente. Parecía que a Taylor también le vendrían bien las dos cosas. La pobre estaba esperando al autobús, bajo la lluvia y helada de frío. Probablemente, también le vendría bien el calor de un hombre en la cama, pero...

–¿Taylor? –dijo Jackson después de parar el coche al ver a la joven bajo la lluvia–. Entra en el coche.

–El autobús no tardará en venir –respondió ella temblando. La lluvia le caía con fuerza y estaba tiritando de frío a pesar de su ropa de abrigo.

–Sube ahora mismo, Taylor –dijo Jackson con autoridad, aún sabiendo que ella no le tenía ningún miedo, aunque en ese momento pensó que se podía vislumbrar una sombra de temor.

Parecía que Taylor no iba a ceder, pero la intensidad de la lluvia aumentó y finalmente entró en el coche. Él subió la calefacción y cambió el rumbo hacia la casa de Taylor. Ella vivía al otro lado de la ciudad, en el extremo opuesto a la casa de Jackson.

–Estoy empapada... te voy a mojar el coche... –dijo Taylor. Sus manos temblaban de frío y buscaban el aire caliente que salía de la calefacción del coche.

–Ya se secará –dijo Jackson mientras dirigía a Taylor una mirada furiosa–. ¿Qué demonios hacías esperando un autobús a estas horas de la noche? –le preguntó como si le estuviera reprochando su posición vulnerable.

–Eso no es asunto tuyo –respondió Taylor todavía temblando.

–Taylor... –dijo Jackson en un tono de advertencia que solamente utilizaba cuando estaba a punto de estallar.

–Ya no eres mi jefe, Jackson, así que deja de tratarme como si lo fueras.

Jackson estaba acostumbrado a que lo obedecieran, especialmente las mujeres jóvenes. Todo el mundo amaba al hombre que les pudiera conseguir un trabajo en el cine. Pero él recordaba perfectamente que Taylor no tenía esa ambición. También recordaba la fortaleza interior que mantenía esa extraordinaria belleza.

–Simplemente te estoy llevando a casa, no te lo tomes a mal –dijo Jackson con más calma, sabiendo que de otro modo no conseguiría nada.

–He tenido un problema con el hombre que me llevaba a casa y me tuve que bajar del coche –dijo finalmente Taylor, tras una pausa. Jackson volvió a enfurecer pero, de repente, sintió cómo surgía en él su instinto más protector.

–¿Te hizo daño?

–No.

–Taylor, dime la verdad.

–No me des órdenes –gritó ella–. Pensaba que era alguien en quien yo podía confiar –gimió–. Estábamos en una fiesta que daba la empresa en la que he estado trabajando los tres últimos meses. Mi contrato terminaba ayer, pero me invitaron de todas formas. Uno de los directores se ofreció a llevarnos a casa a algunos de nosotros. Yo no me di cuenta de que me quedaría la última en el coche hasta que ya era demasiado tarde. Pensaba que me dejaría a mí primero porque los demás vivían más lejos, pero, por lo visto, decidieron quedarse en el centro para irse a bailar a algún sitio. Él no me lo había dicho... y cuando los demás se fueron... empezó a hablar de pasar la noche conmigo.

–¿Te hizo daño? –repitió Jackson fuera de sí, sin poder reprimir su instinto protector hacia ella–. Respóndeme, Taylor.

–Me rasgó la manga de la camisa cuando salía del coche y tiene mi monedero. No mucho.

–Dime cómo se llama –dijo Jackson cada vez más furioso.

–Jackson, yo...

–Dime cómo se llama –insistió él.

–¿Por qué? –preguntó Taylor. Su verdadero carácter rebelde empezaba a resurgir después de su perturbadora experiencia.

–¿Cómo vas a recuperar tu monedero?

–No te vas a meter en esto, ¿verdad?

–¿Qué te crees que soy yo? ¿Una especie de gángster? –dijo Jackson sabiendo que en realidad podría ser uno. Era grande, de piel morena y musculoso. Eso en parte se debía a ser mitad italiano y mitad viquingo, pero también se debía a sus pesadillas. El ejercicio hacía que se olvidara de ellas. Si hubiera tenido el pelo y los ojos negros habría podido pasar por un mafioso.

–Podrías serlo –dijo ella sin timidez.

–Sólo voy a recuperar tu monedero, no te preocupes –mintió Jackson.

–Prométeme que no le vas a hacer daño.

–¿Por qué? –preguntó él sintiendo celos ante la posibilidad de que hubieran podido ser amantes. –Porque no quiero que te metas en líos –respondió Taylor.

–Dime su nombre –dijo Taylor aliviado.

–Prométemelo primero o no te lo digo.

–Te prometo que no lo voy a tocar –prometió Jackson, pero pensando otra forma de venganza, quizá algún detective de delitos sexuales...

–Donald Carson –dijo Taylor finalmente.

–¿Ya has entrado en calor? –preguntó Jackson, por fin satisfecho de que Taylor obedeciera sus órdenes. Pensó que ella debería quitarse aquella ropa empapada, pero él no se lo iba a sugerir. La idea de estar a solas con Taylor desnuda le despertaba su naturaleza primitiva y lo impulsaba a señalarla con su marca.

–Sí, ya estoy mejor –dijo ella con una voz suave que despertó el deseo de Jackson.

–Te puedes tapar con una manta que hay en el asiento de atrás –sugirió él con un tono que se volvía menos brusco a medida que sus instintos se despertaban. La lluvia seguía golpeando los cristales de las ventanas con fuerza–. ¿Todavía vives en New Lynn?

–Sí –dijo ella mientras se cubría con la manta.

Jackson la miró durante unos instantes y tan sólo pudo vislumbrar su rizado pelo negro y sus cansados ojos azules. Sintió el impulso de llevarla a su regazo, de besarla y de acariciarla hasta que se deshiciera en sus brazos. Su reacción hacia Taylor iba en contra de todo lo que se había propuesto tras la terrible venganza de Bonnie después de que él la hubiera dejado. Ante la tumba de su esposa, se había prometido a sí mismo que nunca más se acercaría tanto a una mujer, ni dejaría que lo volvieran a herir de esa manera tan terrible. Pero con Taylor era diferente. No había podido escapar de su atracción por ella desde el momento en que la había visto por primera vez ante la puerta de su despacho. En ese momento todavía estaba casado y había pensado que su atracción por Taylor tan sólo se debía a que era una buena chica y muy trabajadora. Pero ya no estaba Bonnie y se dio cuenta de que su atracción por Taylor iba más allá.

–¿Dónde está tu hermano? –preguntó Jackson intentando desviar su atención de los pechos apretados de Taylor.

–Nick está en un campamento con su clase, fuera de la ciudad.

Eso explicaba por qué Taylor no estaba en casa a esas horas de la noche. Normalmente organizaba su vida alrededor de las necesidades de Nick. Jackson sólo lo había visto un par de veces, pero su hermana hablaba tanto de él que tenía la impresión de que lo conocía con mucha más profundidad.

–¿Todavía trabajas para la misma agencia de trabajo?

–Sí.

–Siempre te he pedido a ti cuando he necesitado alguien temporal

–No lo sabía –dijo Taylor–. Ya no trabajo para la industria cinematográfica.

–¿Por qué no? –dijo él preguntándose si lo habría estado evitando a él.

–No es el tipo de ambiente en el que quiero estar. Demasiados excesos, glamour y obsesión por el dinero.

–La pobre Taylor se ha desilusionado demasiado joven –dijo Jackson con ironía. Él siempre había sabido que ella había luchado por no entrar en ese mundo.

–No me hables así, Jackson –dijo Taylor con autoridad.

De todas las secretarias que Jackson había tenido, Taylor era la única que se había atrevido a responderle. Él le había ofrecido un puesto permanente, pero ella no lo había aceptado. Jackson la deseaba más que a nada en su vida, pero su honor le había obligado a dejarla ir antes de robarle su juventud y su inocencia. Sin embargo, todavía seguía esperando a que algún día volviera a atravesar aquella puerta.

–Lo siento.

–No, no lo sientes –dijo Taylor

–¿Qué quieres que te diga? Eres muy cínica para tu edad –dijo Jackson. A los treinta y dos años sólo era ocho más mayor que ella, pero él sentía como si fueran siglos.

 

 

–No me trates como si fuera una niña, Jackson –le dijo Taylor empezando a perder los nervios. En el fondo reconocía que sus sentimientos hacia él eran los de una persona adulta. La presencia de Jackson le removía su interior de una forma que la asustaba y le despertaba uno deseo ardiente que no sabía cómo alimentar. Su pasado le impedía amar a ningún hombre, pero cuando había conocido a Jackson Santorini, se había dado cuenta de que no podía evitar sentirse atraída hacia él.

–Comparada conmigo, eres una niña.

–Eso son tonterías –dijo ella enrojecida de furia–. La edad no importa cuando te conviertes en un adulto –añadió ella con la esperanza de que Jackson la viera como a una mujer.

–Claro que importa –respondió él–. Cuanto más se viva, más experiencias se tienen.

–Más años no significan más experiencias –dijo ella–. Por ejemplo, yo estoy criando a un niño. Tú no podrías decir lo mismo.

–No –respondió Jackson con frialdad, sintiéndose ofendido.

–Lo siento –dijo ella disculpándose por su falta de tacto–. No debería haber dicho eso.

–Es la verdad.

–Sí, pero... no lo debería haber dicho, especialmente después de haber pasado tan poco tiempo desde la muerte de Bonnie –insistió Taylor.

Fue su propia angustia por la posibilidad de perder la custodia de Nick lo que la había llevado a no pensar lo que decía. Su padrastro, Lance, quería recuperar a su hermano y eso era lo que le estaba produciendo tanta inquietud. Había pasado un día infernal.

–Ya han pasado doce meses desde la sobredosis de Bonnie y sabes que nuestro matrimonio ya se había acabado mucho antes. Todo el mundo lo sabía.

Su matrimonio había sido ficticio desde que Bonnie había empezado a tomar drogas. No habían dormido juntos desde hacía dos años, excepto un día, cuatro meses antes de su muerte. Ese día había estado maravillosa, era como un recuerdo de la mujer con la que se había casado, antes de que la muerte de su padre le hubiera robado la alegría. Ella se había vuelto a acercar a él en busca de consuelo y él no había sido capaz de negárselo. Y habían engendrado un niño. Un niño al que Bonnie había asesinado al quitarse la vida con un cocktail de drogas. Si no lo hubiera hecho, él sería padre. Todavía recordaba con dolor los momentos en que le habían comunicado que la autopsia había revelado que ella estaba embarazada. Pero ese dolor no había sido nada comparado con lo que había sentido al descubrir que Bonnie ya sabía que estaba embarazada antes de haberse tomado las pastillas. En ese momento, el odio le había recorrido el cuerpo como un virus y le había diezmado su capacidad de amar.