La hidroterapia deriva de las palabras griegas hydro (agua) y therapeia (curación). Es la aplicación del agua de forma interna o externa para el tratamiento de cualquier disfunción física o psicológica.

Los baños se han considerado parte de una terapia saludable desde el comienzo de los tiempos, y a lo largo de diferentes culturas esto se ha puesto de manifiesto. La cosmogonía babilonia señala que los dos primeros seres que existieron fueron Apsu (principio masculino, el de las aguas dulces) y Tiamat (principio femenino, madre de las aguas saladas). Cuando Tiamat se unió con Apsu aparecieron los dioses y los animales. En el Antiguo Egipto el Benben fue la montaña primordial o esencial que se vincula al dios creador y de la cual emergieron las aguas primordiales.

En la Grecia clásica

Ya desde la óptica más terapéutica, en Macedonia existía la costumbre de someter a las mujeres a un baño de agua fría después del parto para evitar los sangrados, además de tener un significado de purificación. Homero, diez siglos antes de Cristo, destacaba el uso interno y externo del agua, y escribía que los baños totales eran un procedimiento absolutamente corriente y popular. Pitágoras lideró una orden filosófica que recomendaba el uso de agua fría y la dieta vegetariana para armonizar el cuerpo y la mente. Los griegos llamaban Tetis a la diosa del mar, de la que nacieron los ríos y las fuentes. Y Heracles era la divinidad que ejercía mayor influencia en el poder curativa de las aguas, por lo que la mayoría de las fuentes estaban bajo su advocación, considerándose estas como una bendición de los dioses. El número de manantiales empleados por los griegos era muy elevado y algunos tenían el carácter de verdaderos balnearios, como los del Peloponeso, Cos, Pérgamo o Rodas. El tratamiento mezclaba la acción terapéutica de los dioses con la aplicación de diferentes técnicas hidroterápicas.

Hipócrates, padre de la medicina, consideraba la enfermedad como un disturbio de los humores corporales. Para curar, recomendaba el aire fresco y sano, el ayuno, el reposo químico y corporal, el masaje y la hidroterapia. Consideraba que este era un método terapéutico de primer orden, y que las aplicaciones tanto frías como calientes podían beneficiar la salud de las personas. Recomendó los baños de agua fría para combatir los dolores articulares o las contracturas musculares. Los baños de agua del mar eran los más indicados para tratar las erupciones cutáneas como eccemas o úlceras. Y los baños de agua caliente podían servir para combatir el insomnio y determinados dolores musculares.

Muchos de los tratamientos que se emplean hoy en los más modernos balnearios ya los empleaba Hipócrates, como los baños de vapor, las compresas húmedas, las bolsas de agua caliente o las aplicaciones de barro y fango. Hipócrates de Cos (430-377ac), escribió en el célebre Corpus Hipocraticum, así como en el Tratado de agua, aires y de los lugares, acerca de la hidroterapia, incluso recomendaba que el médico debía analizar la composición del agua, procurando evitar las aguas estancadas, haciendo énfasis en la individualidad de cada paciente tratado.

Durante el Imperio romano

Los romanos construyeron termas y balnearios al modo que lo hicieron los griegos. Fue el médico personal de Cicerón, Asclepíades de Bitinia quien dio el impulso necesario a la hidroterapia. Enseñó que todas las enfermedades ocurren debido a un desequilibrio en la armonía natural del cuerpo y que el movimiento de sus átomos tenía relación directa con las enfermedades. A partir de ahí, trató a sus pacientes con terapia natural, recomendó dietas, ejercicios, masajes y baños. Aprovechó que el gobierno romano estimuló la enseñanza médica y promovió la salud pública creando leyes especiales respecto a la higiene para elaborar los fundamentos básicos de la escuela médica romana que sus seguidores identificaron como metódica.

En casi todas las ciudades del Imperio existían termas públicas. Eran construcciones que incluían baños y un gimnasio. Las más famosas fueron si dudas las de Caracalla, de extraordinarias dimensiones y que pueden aún visitarse hoy en día.

Las termas romanas más antiguas que se han conservado hasta nuestros días son las de Stabiano en Pompeya, construidas hacia el siglo II aC. Su disposición es similar al resto de las que se conservan por todo el Imperio romano. Alrededor de un patio central, llamado palestra, donde se puede practicar ejercicio, se encuentra el apodyterium o vestuario; el caldarium o habitación que contiene el alveus, que es la piscina (alberca) de agua caliente; el laconicum o baño de vapor; el tepidarium o piscina de agua templada, y el frigidarium o piscina fría. En algunas ocasiones todas estas instalaciones se duplican, a un tamaño más reducido, para las mujeres. El agua se traía desde las fuentes, a menudo lejanas, mediante acueductos. Para calentar el interior de todas las estancias se utilizaban una serie de conductos de agua caliente bajo los suelos, que se cubrían con mosaicos decorativos.

El arquitecto y tratadista romano Vitrubio sostenía que las aguas salitrosas tenían la virtud de ser excelentes purgantes y escribió que las aguas podían dividirse en sulfurosas, aluminosas, saladas y bituminosas. Creía que las fuentes calientes tenían importantes virtudes medicinales y que, después de haber sido calentadas en el seno de la tierra, adquirían una nueva fuerza y un uso completamente diferente del agua común.

Fueron Galeno y Celso quienes demostraron en la Antigua Roma los efectos curativos de la hidroterapia, curando al emperador Augusto de una enfermedad resistente a todos los tratamientos. Galeno, entre los años 129 y 199 dC, hizo uso del agua fría para tratar gran número de enfermedades.

Las termas se utilizaban como sitios de reunión a los cuales asistían los plebeyos o los esclavos. En los lugares destinados al baño había departamentos separados para hombres y mujeres, y si no había espacios separados, el establecimiento abría unas horas al día para mujeres y unas horas para los hombres.

Hidroterapia en el Islam

El Islam consideraba la hidroterapia como algo prestigioso, muy útil para la higiene y los cuidados corporales. Avicena es uno de los médicos que desarrolló una técnica curativa a base de baños y bebidas para curar todo tipo de quemaduras y hemorragias.

La necesidad de purificación ritual previa a la oración hacía que, en la cultura árabe, el agua fuese un elemento imprescindible. Este momento se realizaba en el llamado hamman, un edificio que normalmente se hallaba en las cercanías de las mezquitas, ya que existía en un vínculo religioso entre ambos.

En plena época de la dominación romana, en España se crearon algunos balnearios que continuaron siendo usados durante la dominación árabe. Son los baños de Alange, Caldes de Montbui, Caldes de Malavella, Lugo y Sacedón, entre otros. Las influencias árabe y judías promovieron la proliferación de baños públicos en esta época. Un médico cristiano de Bagdad llamado Ibn Butlan creó las Tacuina Sanitatis, una obra magna en la que los aspectos de la salud se clasifican en unas tablas que reúnen las nociones de higiene y estética esenciales. La estructura de cada tabla responde al siguiente esquema:

hidro2

En esos momentos, en el mundo cristiano se desarrolla un sentimiento de aversión por todo lo relacionado con los baños públicos, influencia de la religión y el oscurantismo, que veía en la desnudez un motivo de pecado. La Iglesia católica controló el mantenimiento de algunos baños, que servían como lugar caritativo para atender a los peregrinos, a los enfermos y a los pobres.

Edad Media: la hidroterapia cae en el olvido

En la Europa cristiana, la dimensión física o corporal sufre una importante involución, relegando la hidroterapia a un injusto olvido. Se abandona el culto al cuerpo y a la higiene.

Las normas de los monasterios establecen que los monjes sólo pueden tomar un baño una o dos veces al año a menos que, por causa de enfermedad, necesitaran un baño con finalidades terapéuticas. La Iglesia consideraba el baño como una actividad burguesa donde la gente acudía a efectuar relaciones sociales y comerciales, y dejaba de lado los fines caritativos, médicos y religiosos.

Primeros tratados sobre termalismo

A partir del siglo XV y XVI se reinicia el uso de la hidroterapia. En 1498 Juan Savonarola escribe Balneis et Thermis, considerado el primer tratado sobre termalismo. Y en 1571 aparece una obra clave: De Termis, de Andrea Bacius. En 1697 el inglés J. Floyer promociona el agua como agente preventivo y curativo de enfermedades como el raquitismo. Titula su trabajo An Inquiry into riht use of baths, fundando el primer establecimiento hidroterápico, donde en sus modestas instalaciones se administraba a los pacientes una revolucionaria terapéutica que consistía en la provocación de calor mediante la aplicación de envolturas calientes y posteriormente afusiones de agua fría. El alemán Hoffman publica un tratado que titula El agua, medicina universal que influirá notablemente en muchos médicos en su estudio de la hidroterapia. Y otro compatriota suyo, Ovelgün elabora en 1725 una memoria balnearia en la que destaca las virtudes del agua y la ordenación adecuada de las actividades diarias, desde los períodos de ejercicio hasta los momentos de reposo diarios. En efecto, se trata de una auténtica terapia holística a partir de los diferentes campos que determinan la salud. En 1712 Frederic Hoffmann publica en 1712 De aqua medicina universali, donde habla de las enfermedades que surgen por la obstrucción de los órganos debido a impurezas o estancamiento de los humores. Y, como remedio, menciona las virtudes terapéuticas del agua. Sigmund y Johann Hahn defienden las aplicaciones de la balneoterapia como preventivo y también en el tratamiento de distintas enfermedades. Johann fue médico personal del rey de Prusia y fomentaba el uso del agua en las enfermedades crónicas, agudas y fiebres, haciendo especial hincapié en su utilización contra la viruela y el sarampión.

En el siglo XVIII resurgen de nuevo las técnicas que empleaba Hipócrates y enemas, sangrías y purgantes se hacen muy populares entre la gente. En 1752 el médico español Vicente Pérez publica El promotor de la salud de los hombres sin dispendio el menor de sus caudales: Admirable método de curar todo mal con brevedad, seguridad y a placer. Para algunos fue el primer introductor y defensor de la aplicación del agua con fines terapéuticos, ya que curó diversas epidemias en algunas ciudades andaluzas gracias a la aplicación del agua. En Madrid, más tarde, adquirió gran reputación y clientela, y su fama y prodigiosas curaciones corrieron de boca en boca. Pérez afirma que el agua es la causa de toda curación y prescribe purgantes y sangrías como formas esenciales de la práctica médica.

En 1771, el ruso Samolowits, que era médico personal de la emperatriz Catalina II utilizó, contra la peste que asoló Moscú, lociones y aplicaciones de agua helada con innegable éxito. Los médicos que se emplearon en aquella época del empleo del agua como agente terapéutico trataron de buscar un procedimiento diferente para cada patología, utilizándola aisladamente como método para reprimir los síntomas de las enfermedades. Ello supuso que el agua fuese perdiendo parte del aprecio obtenido entre la gente, buscando otros tratamientos y soluciones para el tratamiento de las enfermedades.

Fue el austriaco Vinzenz Priessnitz (4 de octubre de 1799 - 28 de noviembre de 1851) el encargado de hacer resurgir de nuevo los principios de la hidroterapia. Priessnitz elaboró un efectivo sistema terapéutico basado en la aplicación de los recursos naturales como el aire fresco y el agua de montaña para el acrecentamiento de la salud. Sus principios básicos pueden resumirse en que la salud es el estado natural del cuerpo y que el hombre es un ser organizado y sujeto a las leyes orgánicas. Y, además, señala que:

Priessnitz utilizó compresas de agua fría y baños para lograr una acción desinflamatoria y tratar problemas articulatorios. Su técnica no se basaba en la patología sino en la observación de la reacción del enfermo al tratamiento. Para Priessnitz, la fuerza curativa estaba en el organismo y el agua no era más que el agente que favorecía esa fuerza facilitando los procesos vitales.

Principios básicos de la hidroterapia de Priessnitz

Lo principios básicos de la hidroterapia de Priessnitz pueden resumirse en cuatro puntos:

  1. El agua fría dirige la sangre, la fuerza y el calor del organismo a todas las partes del cuerpo.
  2. La respuesta fisiológica al frío del agua es calentamiento de la zona estimulada, lo que produce una vasodilatación local.