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Llegada a las islas

José Óscar López

 

 

 

 

Baile del Sol

Sea cual fuere su refinamiento, el estilo siempre tiene algo en bruto: es una forma sin objetivo, el producto de un empuje, no de una intención, es como la dimensión vertical y solitaria del pensamiento. Sus referencias se hallan al nivel de una biología o de un pasado, no de una Historia: es la «cosa» del escritor, su esplendor y su prisión, su soledad.

Roland Barthes

Hay algo, en efecto, algo un poco misterioso, que aparece a ratos, o que se transparenta, y que parece tener una existencia confusa, a medio camino entre el concepto y el plano preconceptual, que va de uno a otro. Por el momento, se trata del Idiota.

Gilles Deleuze y Felix Guattari

Maestros de la elocuencia
relucen en las páginas de tu libro
como montañas veladas por las aguas o el firmamento.

John Ashbery

Haga un poema
o cualquier otra cosa

José Ángel Valente

¿Qué quieres decir?

P.I.L

1
De A a B

 

Una cierta deficiencia que todavía no es, o no es ya ausencia, negatividad, no–ser, carencia, silencio. Ni habla plena ni círculo perfecto.

Jacques Derrida

He visto archipiélagos siderales e islas
cuyos cielos delirantes se abren al que boga:
¿Es en estas noches sin fondo donde duermes
y te exilias?

Arthur Rimbaud

La simulación es la mejor arma para penetrar
en la complejidad del mundo

Jorge Wagensberg

VIAJE IMAGINARIO

¿A decide marchar en dirección a B o es B quien deja que A se acerque? ¿Puede A atraer a B y hacerlo A, o viceversa? ¿Han sido A y B siempre distintos?

 

¿Fue antes la tortuga o su caparazón?, y ¿qué cayó dentro de qué, en la carrera: afuera, antes, o después, cuando ese dentro o ese fuera es el mismo lugar: allí, entonces, sí, y más allá de ese animal que pareciera no llegar jamás y, sin embargo, está esperándonos en el lugar adonde vamos o queremos llegar, allí donde quizás nunca lleguemos?

 

¿Llegar donde el caparazón del pensamiento segrega más caparazón,

 

pero se trata de buscar un río y no un muro, y todo va a seguir moviéndose igual que un río que no existe, y sin embargo fluye,

 

fluye y se va alejando?

 

¿Por qué esta sucesión nos sigue protegiendo al delegar en ella nuestra ausencia, muros que construimos sin saberlo, y sabemos de ellos porque tratamos, cada día, de tirarlos abajo, de entender cómo funcionan para poder ir desmontándolos? Y seguimos moviéndonos, viajando, tan despacio, pero también tan necesariamente, llevando con nosotros estos pequeños muros a cuestas, muros que deshacemos y que se erigen solos otra vez, muros que en todo caso nos contienen. ¿Estamos dentro de verdad? ¿Por qué el movimiento, si viajar sólo nos lleva una y otra vez a nosotros mismos, cuando nosotros ya no estamos pero seguimos insistiendo?

 

¿Por qué los ríos son de uno y son más nuestros cuando son de cualquiera?

 

¿Qué tiene que ver todo esto con el motivo de la exposición de esta noche? ¿Contar, acaso, alguna anécdota probable? ¿Una nueva vía o mixtificación que sea el fin de las mixtificaciones y el venero de un río más, un río nuevo que es el mismo y diferente?

 

¿Con qué historia fantasear si acaba la jornada, estamos solos y nos sentimos felices, de alguna manera, y también, es posible, acompañados? ¿La historia del visir y la princesa? ¿O el mago que a los sueños descendía a rescatar almas errantes –esas almas que miraban partir cada noche (y así eran sus miradas las errantes) bajeles imaginarios y suspiros de cartón piedra en el alféizar que da al leve rumor de la plaza de vasijas móviles (y a eso lo llamaban cielo),

 

o considerando a Reed Richards (también conocido como Mr. Fantástico) un interlocutor válido, y aunque dejemos en suspenso toda la historia de su amigo Silver Surfer (si es que alguien como él puede tener entre los terrestres eso que convenimos en llamar amigo, atrapado por siempre o hasta el siguiente arco argumental en la atmósfera de nuestro planeta; él, que surcó a su pesar, como heraldo de Galactus, destructor de mundos, los confines del universo),

 

y así podríamos seguir toda la noche, ciertamente, con éste y otros recursos habituales de la novela gótica, según apunta una voz imaginaria que reconocemos como antigua y al tiempo como próxima, nuestra y de alguien más, más grande que nosotros y también íntima, pequeña y delicada, fuerte y acaso eterna, indestructible?