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CIENCIA, TECNOLOGÍA, SOCIEDAD


LAS FRONTERAS DE LA MUERTE

Comité de selección de obras

Dr. Antonio Alonso
Dr. Héctor Nava Jaimes
Dr. León Olivé †
Dra. Ana Rosa Pérez Ransanz
Dr. Ruy Pérez Tamayo
Dra. Rosaura Ruiz
Dr. Elías Trabulse

LAURA BOSSI

Las fronteras de la muerte

Traducción
Liliana Padilla Villagómez

Fondo de Cultura Económica

Primera edición en francés, 2012
Primera edición en español, 2017
Primera edición electrónica, 2017

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ÍNDICE

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Las técnicas de trasplantes de órganos suponen, en las sociedades donde se llevan a cabo, una actitud generalizada de indiferencia por el problema de la identidad congénita de los individuos con el todo de su organismo. A excepción de los casos de donación voluntaria de los órganos, esta práctica implica que hemos racionalizado el fenómeno de la muerte al fragmentarlo. Cuando sabemos definir la muerte cerebral a partir de los criterios de irreversibilidad de la desintegración funcional, podemos permitirnos sustraer un órgano que sigue vivo, como el corazón. Inventamos entonces protocolos de intercambio de órganos separados. Nos parece posible la constitución de un pool nacional, o incluso internacional, de vísceras separadas, disponibles a petición. Al inventar de esta manera —para el beneficio de una élite de pacientes— una técnica de producción de órganos anónimos, ¿los médicos han olvidado o no que la racionalidad de su disciplina se manifestó a todos en un principio mediante las pruebas que les dio de su poder de asistencia para el cumplimiento de uno de sus sueños más viejos, la conservación y el buen uso de su salud?

GEORGES CANGUILHEM, 1978


1 L. Bossi, Histoire naturelle de l’âme, PUF, París, 2003, pp. 379 y ss. [Versión en español: Historia natural del alma, Antonio Machado Libros, Madrid, 2008.]

2 Platón, Fedón, 117e-118a.

3 E. H. Ackerknecht, “Death in the History of Medicine”, Bulletin of the History of Medicine, 42 (1): 19-23, 1968; M. Alexander, “ ‘The Rigid Embrace of the Narrow House’: Premature Burial and Signs of Death”, The Hastings Center Report, 10 (3): 25-31, 1980.

4 C. Milanesi, Mort apparente, mort imparfaite. Médecine et mentalités au XVIIIe siècle, Payot, París, 1991.

5 Según Philippe Ariès, la familiaridad entre el hombre y la muerte en la sociedad del Medievo habría conocido una primera ruptura en el mundo de lo imaginario, expresada por los temas macabros de la civilización barroca del siglo XVII; el miedo a la inhumación prematura del siglo XVIII sería la transición entre la muerte macabra del periodo barroco y la muerte moderna, escondida y encerrada en los hospitales. P. Ariès, Essais sur l’histoire de la mort en Occident, du Moyen Âge à nos jours, Seuil, París, 1975.

6 P. Ariès, op. cit.; C. Milanesi, op. cit.

7 C. Milanesi, op. cit.; P. Brullard y A. Larcan, “Histoire des gestes et techniques de réanimation au XVIIIe siècle”, Histoire des Sciences Médicales, 13 (3): 261-274, 1979.

8 N. P. Pia, Détail des succès de l’établissement…, Ámsterdam, 1773, p. 62, apud C. Milanesi, op. cit., p. 233.

9 Ibid., p. 190.

II. LA MUERTE COMO PROCESO

HASTA el siglo XVII la muerte es “el gran pasaje” de la vida en la tierra hacia una “mejor vida”. Es en el siglo XVIII cuando, con el nacimiento de la ciencia moderna y el debilitamiento de la fe en la resurrección de los cuerpos, la muerte comienza a ser comprendida como un proceso.

Esta idea es formulada claramente por primera vez en la obra de Buffon. En su Historia natural del hombre1 él describe la desecación progresiva del cuerpo del anciano bajo el efecto de una muerte que se lleva a cabo “poco a poco y por partes”. “El cuerpo muere entonces poco a poco y por partes, su movimiento disminuye por grados; la vida se apaga por matices sucesivos, y la muerte no es más que el término final de esta secuencia de grados, el último matiz de la vida.”

En el artículo “Muerte” de la Enciclopedia, redactado por el médico vitalista2 originario de la ciudad de Montpellier, Ménuret de Chambaud, encontramos las mismas ideas. El organismo es concebido como una “máquina estático-hidráulica” organizada en dos niveles: las “moléculas orgánicas” de Buffon, y la vida general del cuerpo concebida como resultado de la vida particular de los órganos.3 A estos dos niveles de organización corresponden dos etapas sucesivas de la muerte: la muerte “imperfecta”, causada por el paro de las funciones vitales como la respiración o la circulación (muerte clínica), y la muerte “irrevocable”, absoluta, irreversible, el punto de no retorno, que alcanza el nivel de las “moléculas orgánicas” (muerte biológica).

La diferenciación rigurosa entre la vida del organismo y la vida de sus componentes funcionales (órganos) será consecuencia del trabajo del gran anatomista Xavier Bichat,4 cuya breve existencia transcurre en la época de la Revolución francesa, lo que le ofrece la oportunidad de estudiar numerosos cadáveres de guillotinados. Es Bichat quien distingue claramente la vida “orgánica” (que llamaremos “vegetativa”) de la vida “animal” o de relación. La primera es continua y tiene como centro el corazón: la circulación, la respiración, la secreción y la nutrición no se detienen jamás. La segunda es intermitente y sus órganos (el cerebro, los nervios, los músculos) tienen necesidad de descansar durante el sueño, lo que Bichat llama “el sueño parcial de los órganos”. La vida orgánica comienza con la concepción, antes que la vida animal, que no comienza realmente sino hasta el nacimiento, y en la vejez y agonía la primera puede sobrevivir a la muerte de ésta última.

Bichat describe con asombro esta persistencia de la vida orgánica cuando “el animal de afuera” se ve fulminado por una apoplejía o se apaga poco a poco durante la vejez. Así, el individuo cuyo cerebro es abatido puede todavía vivir varios días “por dentro”, mientras que la vida animal es tan dependiente de la vida orgánica que no dura mucho después de su interrupción. El hombre “muere a detalle”. El estado del hombre o del animal, que la muerte natural va a destruir, se asemeja a aquél en el que se encontraba cuando estaba en el seno materno, o incluso al estado de un vegetal “que no vive más que por dentro, y para quien toda la naturaleza es silencio”.5 La descripción desemboca en una pregunta que es también una confesión amarga de impotencia: ¿por qué, cuando hemos dejado de ser “por fuera”, seguimos existiendo “por dentro”?

Bichat no podía saber que un día las técnicas médicas de reanimación buscarían justamente perfeccionar y prolongar esta desconexión de lo orgánico y de lo animal para hacer realidad la pesadilla de una vida vegetativa que sobreviviría indefinidamente a la vida de relación. Él, por el contrario, se imagina una muerte en el sentido contrario, que permitiera al hombre conservar sus funciones animales, destruyendo por completo aquéllas de la vida orgánica:

Si fuera posible imaginar un hombre cuya muerte se limitara al cese de las funciones internas como la circulación, la digestión, las secreciones, etc., y dejara subsistir el conjunto de su vida animal, este hombre vería con diferentes ojos la cercanía del fin de su vida orgánica, porque sentiría que el bien de la existencia no tiene ningún vínculo con ésta, y que seguiría siendo capaz, después de este tipo de muerte, de sentir casi todo lo que antes constituía su felicidad.

Estos sueños serán retomados por la ciencia ficción moderna, que imaginará varias maneras de liberar al “animal de afuera” de su cuerpo orgánico: cabeza separada del cuerpo, conciencia transferible de un cuerpo a otro, entre otras.6 También la idea, cercana a los funcionalistas, de poder transferir un día la conciencia humana a una computadora, nace quizá de la misma confirmación desesperada de nuestra dependencia a un cuerpo que nos abandona, función tras función, y nos convierte en animal inconsciente, más tarde en vegetal mudo y silencioso, y nos hace finalmente regresar al mundo inorgánico.7

Bichat llevará aún más lejos la fragmentación de la muerte al ser el primero en describir cómo la muerte comienza con la muerte de uno de los órganos vitales, y se propaga más tarde a los demás. Así, la muerte del corazón lleva consigo la del cerebro y la de los pulmones por el paro de la circulación; la muerte del pulmón (por asfixia, por ejemplo) conlleva las del corazón y el cerebro por la llegada de “sangre negra” (no oxigenada); finalmente, la muerte del cerebro conlleva directamente la de los pulmones e indirectamente la del corazón, así como la de los otros órganos. El momento supremo de la muerte es así fraccionado en una sucesión de muertes parciales, muertes de subconjuntos funcionales del organismo que, finalmente, causarán la muerte del conjunto.

Esta empresa de fragmentación de la muerte continúa durante la década de 1950 con el trabajo de biólogos celulares, de estos “biólogos de los órganos” —que son los cirujanos especialistas en trasplantes— y de los médicos “reanimadores”.

La biología moderna demostró así que el tiempo de la muerte después del cese de la circulación es diferente para cada tipo de célula y para cada órgano. Se puede, por ejemplo, mantener vivas en cultivo células de la piel extraídas de un cadáver 24 horas después de su muerte; células cerebrales (neuronas) extraídas ocho horas después de la muerte pueden sobrevivir en cultivo hasta 78 días.8 También, la resistencia de los órganos a la privación de oxígeno es variable, tanto en la vida como en la muerte: la córnea resiste hasta siete días después de la muerte, los riñones son más resistentes que el hígado, el cerebro es el menos resistente de todos los órganos.9


1 P. Mollaret y M. Goulon, “Le coma dépassé”, Revue Neurologique, 101: 3-15, 1959; H. Fischgold y P. Mathis, Obnubilations, comas et stupeurs. Études électroencéphalographiques, Masson et Cie., París, 1959.

2 “Medical Aspects of the Persistent Vegetative State (1). The Multi-society Task Force on PVS”, The New England Journal of Medicine, 330 (21): 1499-1508, 1994; “Medical Aspects of the Persistent Vegetative State (2). The Multi-society Task Force on PVS”, The New England Journal of Medicine, 330 (22): 1572-1579, 1994; S. Laureys, A. M. Owen y N. D. Schiff, “Brain Function in Coma, Vegetative State and Related Disorders”, Lancet Neurology, 3 (9): 537-546, 2004.

3 P. Mollaret y M. Goulon, “Le coma dépassé”, op. cit.

4 M. Jouvet, “Diagnostic électro-sous-cortico-graphique de la mort du système nerveux central au cours de certains comas”, Electroencephalography and Clinical Neurophysiology, 11 (4): 805-808, 1959; P. Wertheimer, M. Jouvet y J. Descotes, “À propos du diagnostic de la mort du système nerveux dans les comas avec arrêt respiratoire traités par respiration artificielle”, Presse Médicale, 67 (3): 87-88, 1959.

5 G. Arfel, Problèmes électroencéphalographiques de la mort, Masson et Cie., París, 1970, pp. 1-8.


1 “A Definition of Irreversible Coma. Report of the Ad Hoc Committee of the Harvard Medical School to Examine the Definition of Brain Death”, The Journal of the American Medical Association, 205 (6): 337-340, 1968.

2 Traducción del autor [del inglés original, traducción al español de la versión francesa].

3 En una versión anterior del informe, Henry Beecher habría sido todavía más explícito mencionando como razón del cambio de los criterios de la muerte “la gran necesidad de órganos y de tejidos de estos pacientes, cuyo cerebro ha sido destruido de manera irremediable, para ayudar a aquellos que son susceptibles de ser salvados”. Citado por P. Singer, “Is the Sanctity of Life Terminally Ill?”, Bioethics, 9 (3-4): 327-342, 1995.

4 N. L. Childs y W. N. Mercer, “Late Improvement in Consciousness after Post-traumatic Vegetative State”, The New England Journal of Medicine, 334 (1): 24-25, 1996; D. A. Shewmon, “A Critical Analysis of Conceptual Domains of the Vegetative State: Sorting Fact from Fancy”, NeuroRehabilitation, 19 (4): 343-347, 2004; B. Jennett, “Thirty Years of the Vegetative State: Clinical, Ethical and Legal Problems”, Progress in Brain Research, 150: 537-543, 2005.

5 The NINCDS Collaborative Study of Brain Death, National Institute of Neurological and Communicative Disorders and Stroke, Bethesda, 1980; véase en particular: G. F. Molinari, “The NINCDS Collaborative Study of Brain Death. A Historical Perspective”, pp. 1-32.

6 President’s Commission for the Study of Ethical Problems in Medicine and Biomedical and Behavioral Research, Defining Death. A Report on the Medical, Legal, and Ethical Issues in the Determination of Death, Government Printing Office, Washington, D. C., 1981.

7 Presidida por Morris B. Abram, la comisión estaba constituida por 10 miembros: médicos, científicos y especialistas en bioética, y se apoyó en un equipo de una treintena de profesionistas.

8 “Guidelines for the Determination of Death. Report of the Medical Consultants on the Diagnosis of Death to the President’s Commission for the Study of Ethical Problems in Medicine and Biomedical and Behavioral Research”, The Journal of the American Medical Association, 246 (19): 2184-2186, 1981.

9 Se refieren particularmente al trabajo de la historiadora de los trasplantes Renée Fox, quien es miembro de la comisión. Véase R. C. Fox y J. P. Swazey, The Courage to Fail. A Social View of Organ Transplants and Dialysis, Transaction Publishers, Piscataway, 1978. Se publicó una segunda edición en 2001.

10 Conference of Medical Royal Colleges and their Faculties in the United Kingdom, “Diagnosis of Brain Death”, British Medical Journal, 2 (6045): 1187-1188, 1976; Conference of Medical Royal Colleges and their Faculties in the United Kingdom, “Diagnosis of Brain Death. Memorandum”, British Medical Journal, 1 (6159): 332, 1979.

11 C. Pallis y D. H. Harley, ABC of Brainstem Death, 2ª ed., BMJ Publishing Group, Londres, 1996. Christopher Pallis, fallecido en 2005, fue un neurólogo eminente y un socialista libertario comprometido; traductor de Castoriadis, publicó panfletos políticos bajo el nombre de Maurice Brinton. También redactó la definición de “muerte” de la Enciclopedia británica.

12 P. McL. Black, “Brain Death” [primera parte], The New England Journal of Medicine, 299: 338-344, 1978, y P. McL. Black, “Brain Death” [segunda parte], The New England Journal of Medicine, 299: 393-401, 1978.

13 J. L. Bernat, C. M. Culver y B. Gert, “On the Definition and Criterion of Death”, Annals of Internal Medicine, 94, (3): 389-394, 1981.

14 Bernat y su equipo encontraron la expresión “the organism as a whole” [el organismo como un todo] en el libro del fisiólogo alemán Jacques Loeb, The Organism as a Whole, from a Psychochemical Viewpoint, Putnam, Nueva York, 1916.

15 Entre los defensores de la “muerte neocortical” figura particularmente el bioético de Georgetown, Robert Veatch (véase R. M. Veatch, “The Whole-brain Oriented Concept of Death. An Out-moded Philosophical Formulation”, Journal of Thanatology, 3 [1]: 13-30, 1975, y R. M. Veatch, “The Impending Collapse of the Whole-brain Definition of Death”, The Hastings Center Report, 23 [4]: 18-24, 1993). Otros filósofos han relacionado la integridad del cerebro con la identidad de la persona, en particular Peter Singer (Rethinking Life and Death: The Collapse of Our Traditional Ethics, The Text Publishing Company, Melbourne, 1994; otra edición: St. Martin’s Press, Nueva York, 1995).

16 La familia y los médicos de esta joven mujer de 21 años, en estado vegetativo persistente, habían obtenido en 1976 la autorización de la Corte Suprema de Nueva Jersey para detener la ventilación artificial. A pesar de esto, ella sobrevivió todavía nueve años con alimentación artificial.

17 En los Estados Unidos, las donaciones de órganos fueron regularizadas por la Uniform Anatomical Gift Act, publicada en 1968, y revisada en 1987 y en 2006.

18 “Practice Parameters: Determining Brain Death in Adults (Summary Statement). Report of the Quality Standards Subcommittee of the American Academy of Neurology”, Neurology, 45 (5): 1012-1014, 1995.

19 “Practice Parameters: Assessment and Management of Patients in the Persistent Vegetative State (Summary Statement). Report of the Quality Standards Subcommittee of the American Academy of Neurology”, Neurology, 45 (5): 1015-1018, 1995.


1 Circular núm. 27 del 24 de abril de 1968.

2 Ley 76-1181 del 22 de diciembre de 1976, relativa a la extracción de órganos, Journal officiel de la République Française del 23 de diciembre de 1976, p. 7365; Circular concerniente al decreto 78-501 promulgado para la aplicación de la ley 76-1181 del 22 de diciembre de 1976, relativa a la extracción de órganos.

3 Ley 94-653 del 29 de julio de 1994, relativa al respeto del cuerpo humano (la no patrimonialidad del cuerpo, de sus elementos y productos; anonimato de la donación); ley 94-654 del 29 de julio de 1994, relativa a la donación y a la utilización de los elementos y productos del cuerpo humano, a la asistencia médica, a la procreación y al diagnóstico médico; decreto del Consejo de Estado del 2 de diciembre de 1996, relativo a la constatación de la muerte previo a la extracción de órganos, de tejidos y de células con fines terapéuticos o científicos, Journal officiel de la République Française del 4 de diciembre de 1996, p. 17615.

4 Artículo 56 de la ley 94-43 del 18 de enero de 1994, relativa a la salud pública.

5 Ley 2004-800 del 6 de agosto de 2004; decreto 2005-420 del 4 de mayo de 2005.

6 Conferencia de expertos organizada por la Société Française d’Anesthésie et Réanimation [Sociedad Francesa de Anestesia y Reanimación] en colaboración con el Établissement Française de Greffes [Instituto Francés para los Trasplantes] y la Société Française de Transplantation [Sociedad Francesa de Trasplantes], texto breve, “Réanimation du sujet en état de mort encéphalique en vue de prélèvement d’organes”, Annales Françaises d’Anesthésie-Réanimation, 18: 4-12, 1999.

7 G. Boulard et al. (coords.), “Prise en charge des sujets en état de mort encéphalique dans l’optique d’un prélèvement d’organes”, texto breve de la Conferencia de Expertos SFAR / SRLF / Agence de la Biomédecine, 2005.

8 Conference of Medical Royal Colleges and their Faculties in the United Kingdom, “Diagnosis of Brain Death”, Bristol Medical Journal, 2 (1645): 1187-1188, 1976, y “Diagnosis of Brain Death. Memorandum”, Bristol Medical Journal, 1 (1659): 332, 1979.

9 Conference of Medical Royal Colleges and their Faculties in the United Kingdom, “Criteria for the Diagnosis of Brainstem Death”, Journal of the Royal College of Physicians of London, 29 (5): 381-382, 1995; véase también: Conference of Medical Royal Colleges and their Faculties in the United Kingdom, “Diagnosis of Brain Death”, The Lancet, 2 (7994): 1069-1070, 1976.

10 C. Pallis y D. H. Harley, ABC of Brainstem Death, 2ª ed., BMJ Publishing Group, Londres, 1996.

11 La sustancia reticulada del tronco cerebral forma parte de lo que llamamos la “formación reticular”, que se extiende de la médula espinal, pasa por el tronco hasta el tálamo y más tarde proyecta vías ascendentes hasta la corteza del cerebro. Juega un papel importante en la regulación de los ciclos sueño/vigilia y en la percepción del dolor.

12 Véase, por ejemplo, M. M. Grigg et al., “Electroencephalographic Activity after Brain Death”, Archives of Neurology, 44 (9): 948-954, 1987; G. P. Zaloga, “Endocrine Function after Brain Death”, Critical Care Medicine, 18 (7): 785-786, 1990.

13 B. Jennett, J. Gleave y P. Wilson, “Brain Death in Three Neurosurgical Units”, British Medical Journal, 282 (6263): 533-539, 1981.

14 Véase en particular D. A. Shewmon, “Chronic ‘Brain Death’: Meta-analysis and Conceptual Consequences”, Neurology, 51 (6): 1538-1545, 1998; D. A. Shewmon, “Brain-body Disconnection: Implications for the Theoretical Basis of Brain Death”, en Roberto de Mattei (coord.), Finis Vitae. Is Brain Death Still Life?, Consiglio Nazionale delle Ricerche/Rubbettino, Soveria Mannelli/Roma, 2006, pp. 211-250.

15 M. Siegler y D. Wikler, “Brain Death and Live Birth”, The Journal of the American Medical Association, 248 (9): 1101-1102, 1982; W. P. Dillon et al., “Life Support and Maternal Brain Death During Pregnancy”, The Journal of the American Medical Association, 248 (9): 1089-1091, 1982; E. H. Loewy, “The Pregnant Brain Dead and the Fetus: Must We Always Try to Wrest Life from Death?”, American Journal of Obstetrics and Gynecology, 157 (5): 1097-1101, 1987; I. M. Bernstein et al., “Maternal Brain Death and Prolonged Fetal Survival”, Obstetrics and Gynecology, 74 (3): 434-437, 1989; J. E. Kantor e I. A. Hoskins, “Brain Death in Pregnant Women”, Journal of Clinical Ethics, 4 (4): 308-314, 1993; D. M. Feldman et al., “Irreversible Maternal Brain Injury During Pregnancy: A Case Report and Review of the Literature”, Obstetrical and Gynecological Survey, 55 (11): 708-714, 2000; D. J. Powner e I. M. Bernstein, “Extended Somatic Support for Pregnant Women after Brain Death”, Critical Care Medicine, 31 (4): 1241-1249, 2003; R. A. Farragher y J. G. Laffey, “Maternal Brain Death and Somatic Support”, Neurocritical Care, 3 (2): 99-106, 2005.

16 D. J. Hill, “Brain Stem Death: A United Kingdom Anaesthetist’s View”, en M. Potts , P. A. Byrne y R. G. Nilges (coords.), Beyond Brain Death: The Case Against Brain Based Criteria for Human Death, Kluwer Academic Publishers, Dordrecht, 2000, pp. 159-169.

17 R. C. Wetzel et al., “Hemodynamic Responses in Brain Dead Organ Donor Patients”, Anesthesia and Analgesia, 64 (2): 125-128, 1985.

18 P. J. Young y B. F. Matta, “Anaesthesia for Organ Donation in the Brainstem Dead – Why Bother?”, Anaesthesia, 55 (2): 105-106, 2000.

19 Real Decreto 426/1980 del 22 de febrero de 1980 (artículo 10). Véase D. Rodríguez-Arias Vailhen, “Lumières et ombres du modèle espagnol de transplantation d’organes”, 2007; D. Rodríguez-Arias Vailhen, “La mort encéphalique: actualités et controverses. Approche comparative en Europe”, 2009, y D. Rodríguez-Arias Vailhen y M. Wolf, “La transplantation d’organes en Espagne et en France: Éléments pour la compréhension du modèle espagnol”, 2006.

20 Sociedad Española de Neurofisiología Clínica, Diagnóstico neurofisiológico de muerte cerebral en la donación de órganos, Saned, Madrid, 1986.

21 Ley 578 del 29 diciembre de 1993, “Norme per l’accertamento e la certificazione di morte”, Gazzetta Ufficiale della Repubblica Italiana, 135 (5): 4-5, 1994. Véase el artículo 2, “Accertamento di morte”.

22 Ministerio de Salud, decreto 582 del 22 de agosto de 1994, “Regolamento recante le modalità per l’accertamento e la certificazione di morte”, Gazzetta Ufficiale della Repubblica Italiana, 245: 4-7, 1994. Véanse los artículos 2 (“Condizioni che inducono all’accertamento della morte nei soggetti affetti da lesioni encefaliche e sottoposti a misure rianimatorie”) y 3 (“Accertamento della morte nei soggetti affetti da lesioni encefaliche e sottoposti a misure rianimatorie”).

23 A. Bompiani y E. Sgreccia (comps.), Trapianti di organi. Progressi tecnologici, aspetti etici, prospettive di legislazione, Vita e Pensiero, Milán, 1989. Para un análisis crítico véase P. Becchi, Morte cerebrale e trapianto di organi. Una questione di etica giuridica, Morcelliana, Brescia, 2008.

24 J. Vollmann, “Das Hirntodkriterium heute. Begriffsklärung und medizinische Kontroversen”, en T. Schlich y C. Wiesemann (comps.), Hirntod. Zur Kulturgeschichte der Todesfeststellung, Suhrkamp, Fráncfort del Meno, 2001, pp. 45-65; C. Wiesemann, “Notwendigkeit und Kontingenz. Zur Geschichte der ersten Hirntod-Definition der Deutschen Gesellschaft für Chirurgie von 1968”, en T. Schlich y C. Wiesemann, op. cit., pp. 209-235.

25 “Der Hirntod wird definiert als Zustand der irreversibel erloschenen Gesamtfunktion des Großhirns, des Kleinhirns und des Hirnstamms. Dabei wird durch kontrollierte Beatmung die Herz- und Kreislauffunktion noch künstlich aufrechterhalten.” Dritte Fortschreibung der Richtlinien zur Feststellung des Hirnstodes des Wissenschaftlichen Beirates der Bundesärztekammer vom 9. Mai 1997. [“La muerte cerebral se define como el estado de cese irreversible de las funciones generales del cerebro, del cerebelo y del tallo cerebral. Aquí se mantiene en funcionamiento de manera artificial el sistema cardiocirculatorio a través de la respiración controlada”. Tercera Actualización de las Pautas para la Determinación de la Muerte Cerebral del Comité Científico de la Cámara Federal de Médicos del 9 de mayo de 1997.]

26 L. F. Hogle, “Transforming ‘Body Parts’ into Therapeutic Tools. A Report from Germany”, Medical Anthropology Quarterly, 10 (4): 675-682, 1996; L. F. Hogle, Recovering the Nation’s Body: Cultural Memory, Medicine, and the Politics of Redemption, Rutgers University Press, New Brunswick, 1999.

27 J. Hoff y J. in der Schmitten (comps.), Wann ist der Mensch tot? Organverpflanzung und Hirntodkriterium, Rowohlt, Reinbek, 1994; T. Schlich y C. Wiesemann (comps.), Hirntod, op. cit.

28 V. Kalitzkus, Dein Tod, mein Leben. Warum wir Organspenden richtig finden und trotzdem davor zurückschrecken, Suhrkamp, Fráncfort del Meno, 2009.

29 M. Keller, Ausgeschlachtet. Die menschliche Leiche als Rohstoff, Econ , Berlín, 2008.

30 Estos casos han sido recientemente evocados en Alemania, en el marco de la revisión de la Ley de Trasplantes. Véase B. Albrecht, “Aus einer Leiche geboren”, Der Spiegel, (25): 112-116, 2011. Véase también la nota 15, p. 39.

31 Para un análisis antropológico de la historia de los trasplantes en los Estados Unidos y Japón, véase el libro de M. Lock, Twice Dead. Organ Transplants and the Reinvention of Death, University of California Press, Londres, 2001, en particular las páginas 130 y ss., y 307-309. Sobre la muerte encefálica en Japón véase también Y. Kita et al., “Japanese Organ Transplant Law: A Historical Perspective”, Progress in Transplantation, 10 (2): 106-108, 2000; M. Morioka, “Reconsidering Brain Death: A Lesson from Japan’s Fifteen Years of Experience”, The Hastings Center Report, 31 (4): 41-46, 2001; A. Bagheri, “Criticism of ‘Brain Death’ Policy in Japan”, Kennedy Institute Ethics Journal, 13 (4): 359-372, 2003; A. Bagheri y S. Shoji, “The Model and Moral Justification for Organ Procurement in Japan”, Journal International de Bioéthique, 16 (1-2): 79-90, 194-195, 2005; K. Kondo, “The Organ Transplant Law of Japan. The Past, the Present, and the Future”, Journal International de Bioéthique, 16 (1-2): 91-102, 195, 2005; K. Aita, “Japan Approves Brain Death to Increase Donors: Will It Work?”, The Lancet, 374 (9699): 1403-1404, 2009.

32 “The Declaration of Istanbul on Organ Trafficking and Transplant Tourism”, Clinical Journal of the American Society of Nephrology, 3 (5): 1227-1231, 2008; F. L. Delmonico et al., “A Call for Government Accountability to Achieve National Self-sufficiency in Organ Donation and Transplantation”, The Lancet, 387 (9800): 1414-1418, 2011.