REGANDO EL ALMA


Historias para Buscadores

 

 

Enrique Álvarez Mérida

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Regando el Alma. Historias para buscadores.

© 2014 Enrique Álvarez Mérida

© 2014 Productora de Emociones Positivas, S.L.

www.regandoelalma.com

Primera edición: Octubre de 2014

ISBN: 978-84-617-1748-4

Depósito Legal:

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La felicidad, en lugar de ser la resultante

de lo agradable que ocurre fuera de mí,

es la consecuencia natural de un estado del Ser

y por tanto, una elección que cada uno debe hacer.

Enrique Álvarez

 

Agradecimientos

Quiero empezar estas páginas dando las gracias a mi querido hijo Pablo, por haber sido el motor del cambio profundo que se ha producido en mi vida. A mis queridos hijos Nacho y Paula por haber escogido estar en mi vida y aprender con ellos. A mi querida mujer Mamen que, si es realmente guapa por fuera, mas bella es por dentro, gracias por querer estar a mi lado y compartir tu inmensa Paz y sabiduría. Gracias a mi querida madre por la cantidad de horas, días, años que nos ha dedicado y nunca sabremos sus hijos agradecérselo tanto como se merece, a mi querido padre por haber sido y seguir siendo, un gran maestro en mi vida, gracias a todos y cada uno de mis hermanos y familiares. Gracias al escritor, no desea que figure su nombre, que me ha ayudado con los textos, a Eva del Fraile por los dibujos de portada, y a todas las personas con las que he tenido ocasión de relacionarme en la vida, de todas ellas he aprendido y sigo aprendiendo. Gracias a la Vida y a todas las situaciones/experiencias que me plantea, confío ser cada vez mas consciente en cada una de ellas, ese es mi empeño actual.

 

 

 

Me amo.

Te Amo a Ti, querido lector.

Amo este libro

y Amo todo cuanto es y no es.

 

Me presento

Querido lector: este libro que ahora lees, cosa que te agradezco, el primero que me decido a publicar, ha sido escrito con toda mi ilusión y Amor. Espero que al explorarlo sientas el cariño con el que ha sido tratado desde la primera a la última página. Pero antes de nada, permíteme que me presente. 

Mi nombre es Enrique Álvarez Mérida, nací en España, en la ciudad de Málaga, en el seno de una familia de clase media, hace ya unas cuantas décadas. A los tres años mi familia se trasladó a vivir a Sevilla, donde resido actualmente. Mi profesión es Economista, asesor de empresas y auditor inscrito en el Registro Oficial de Auditores de Cuentas, Ministerio de Economía, con el nº 1643. Soy miembro del Ilustre Colegio de Economistas, del Registro de Economistas Auditores, del Registro de Economistas Asesores Fiscales, del Registro de Economistas Forenses, del Registro de Economistas Auditores de Sistemas de Información; también Censor Jurado de Cuentas, Auditor Jefe de Sistemas de Calidad ISO, Auditor de Protección de Datos, y Auditor de Internet Sello WebTrust. Coach de Equipos y tengo un Master en Administrador Concursal.

La que acabas de leer sería mi presentación formal, tradicional o dicho con otras palabras, la que todo el mundo espera. Pero hay otra distinta, más personal, más real y para mi más apropiada que, de momento, sólo he hecho en círculos más íntimos. Hoy voy a compartirla contigo.

Soy un Ser Espiritual que, en estos momentos, habito un cuerpo físico, el cual animo, doy vida. Todas mis experiencias humanas tienen como único fin el descubrir/recordar el Dios interior que se halla oculto en mi interior, y en el de todos –también en el tuyo–. Una vez logrado, trato de manifestarlo conscientemente en cada instante de mi vida, en mis relaciones con todo y con todos, aunque muchas veces, te he de confesar, no lo recuerdo y sigo comportándome como si fuera un humano dormido.

Para poder explicarte como llego a ser consciente de esta realidad personal, veo preciso contarte mi historia. Seré breve.

Llevo mas de treinta años ejerciendo mi profesión. Empecé en una importante entidad financiera de mi país, pero cuando ya había adquirido un puesto de cierta relevancia y una experiencia que consideré suficiente, y deseando hacer otras cosas, pedí la baja voluntaria y me dediqué al ejercicio de mi actividad profesional. Fue una decisión que muchos la calificaron de arriesgada pero yo nunca la consideré así, mas bien era una nueva aventura, nuevos campos a explorar, para divertirme, pasármelo bien. Por aquel entonces, incluso desde mucho más joven, he considerado que la vida me trataba muy bien. Me sentía merecedor de todo lo maravilloso que me traía, por lo que vi normal el alcanzar muy pronto, un estatus cómodo, o como se le suele llamar: éxito en la vida. Tenía una magnífica familia, saludable y feliz, vivía en un buen chalet, con casa en Marbella, barco, buenos coches, empresas propias, inversiones de diversos tipos, viajes en los mejores hoteles y a los destinos más sofisticados, y dinero para atender todos los caprichos que pudiéramos tener.

Todas esas cosas me daban durante un cierto tiempo, cada vez mas corto, lo que por entonces yo creía que era la felicidad. Sin embargo, ahora recuerdo esa etapa de mi vida como una frenética huida hacia delante. Una de mis frases de entonces era el mundo es de los insatisfechos, has de estar siempre insatisfecho para luchar por conseguir más y más. Era como si tuviera miedo de mí mismo de, parar un instante a reflexionar sobre las cosas realmente importantes en la vida. Por lo tanto, ni podía, ni me planteaba, detenerme un segundo. Vivía inmerso en una actividad frenética, con gran carga de trabajo en el despacho, negocios que debían ser atendidos constantemente, inversiones, etc.. En resumen, y aunque me gustaba mi trabajo, tenía tiempo de ocio para mí y me lo pasaba realmente bien, todo era muy artificial.

Esta artificialidad terminó afectando a mi relación de pareja. Cada vez me sentía mas alejado de mi mujer. Ella no se planteaba aquella locura de seguir creciendo y, para mi, era la única salida por lo que decidí tomar distancia. Hablé con mi mujer, después con mis hijos –de 14 y 11 años– y les comuniqué mi decisión de tomarme un tiempo para recapacitar sobre mi relación con su madre.

De modo que alquilé un apartamento donde, entre mis cosas personales, me trasladé a mí también. La separación no sirvió para arreglar nada, nuestra relación seguía tensa, y cada vez fui viendo más lejana la posible reconciliación. A esto tampoco ayudó que ambos trabajásemos en el mismo despacho, compartiendo espacio, clientes y negocios. La situación se volvió insostenible y la única salida que nos quedaba, era la ruptura definitiva de todo tipo de relación, nada fácil, por cierto, dado lo complejo de la estructura empresarial montada.

En esas circunstancias, a los pocos meses, en el patio del colegio, durante el recreo, murió de forma súbita mi querido hijo mayor: Pablo.

Es muy difícil expresar con palabras lo que sentí en ese momento. Fue como si se me rompiera el alma, nada comparable con nada. Nunca. Recuerdo estar en el hospital, en la rampa del garaje, apartado por mi propia voluntad de los demás, solo, llorando desde el alma, con todo mi ser, sin que nada ni nadie me pudiera consolar ni siquiera un segundo. De pronto, sentí en mi interior la voz de Pablo. Me estaba hablando con una claridad meridiana:

“Tranquilo papá, yo estoy bien, tranquilízate, no pasa nada, todo está bien”, fueron sus palabras.

Los meses siguientes, una gran cantidad de ellos, se pasaron sumidos en una profunda tristeza, llanto, desconsuelo, no se muy bien como definirlo. Nada me podía calmar, nadie me podía ayudar, nada me interesaba. ¡Todo lo dejé entonces de lado! La separación de mi mujer se hizo efectiva, incrementada exponencialmente por el dolor inmenso del que ambos éramos presa. Incluso el abandono por completo de los negocios. No había nada que me apeteciera continuar, y lo que es peor, no vislumbraba ningún consuelo procedente de nada ni de nadie. Entre mis vehículos había una moto de gran cilindrada y, aunque nunca en mi vida he deseado mi propia muerte, ni siquiera entonces, no me hubiese importado haber tenido un accidente fatal para dejar de sufrir de esa manera tan tremenda.

Al no atender debidamente los negocios, éstos empezaron a cerrarse de forma caótica, perdiendo clientes y tirando por tierra el trabajo de muchos años. Pronto llegaron los embargos, las ejecuciones y la inevitable ruina económica. Me había quedado en la estacada, se había caído mi vida en todos los sentidos y lo peor era, que no me importaba en absoluto.

No recuerdo quien fue, pero poco tiempo después alguien me regaló un libro de Brian Weiss, jefe de Psiquiatría del Centro Médico Monte Sinaí en Miami. En él hablada de la reencarnación, de la experiencia del alma a través de distintas vidas, aportando como pruebas las regresiones realizadas en sus pacientes. El autor de ese libro tan raro empezó a experimentar con esta técnica tras la muerte de su hijo pequeño, llegando a increíbles –y entonces para mí, imposibles– conclusiones. Aquella lectura me abrió un nuevo mundo de posibilidades y me ayudó a pasar la fase de duelo intenso. Así dio inicio un cambio importante en mí. Tal vez no lo sabía aún, pero comencé una búsqueda que irremediablemente debía llevarme a conocer nuevas respuestas. En aquel momento, todavía muy influido por mi deformación profesional, me preguntaba insistentemente qué había pasado, y sobre todo por qué. Ahora sé que la pregunta correcta era, para qué.

Hasta ese momento, yo me había considerado una persona normal: procuraba no hacer daño a nadie, pretendía ser siempre honesto y trabajaba con total diligencia. No recuerdo si me lo llegué a plantear alguna vez en serio, pero para mí con eso era suficiente. Sin embargo, todo había cambiado. Fui consciente de que lo anterior no era ya suficiente ni por asomo. Había algo, no sabía dónde, que hasta entonces había permanecido oculto a mis ojos, y que sin duda escondía los secretos del sentido real de la vida. Era consciente por primera vez, de que la vida no podía ser como me la habían contado y yo, inocentemente, me había creído; tienes que hacerte un hombre de provecho, labrarte un futuro. Para ello has de luchar, trabajar duro, competir, ser el mejor, hacer una buena carrera, tener propiedades que te darán seguridad/felicidad y cosas por el estilo. Así fue cómo comencé a devorar muchos de esos libros raros, a reflexionar sobre sus enseñanzas, a experimentar, a ver más allá, a sentir de otra manera. Empecé a asistir a todo tipo de conferencias, talleres, charlas espirituales, prácticas energéticas y un sinfín de otros eventos relacionados con este nuevo mundo. Comencé a practicar Yoga, Tai Chi y meditación de diversos tipos. Entré en varios grupos religiosos, primero católicos, después budistas, salí de ellos, entré en distintos grupos de trabajo interior, luego de meditación, más tarde fui discípulo de un maestro hindú, luego empecé a meditar por mi cuenta, formé parte de ONGs, asociaciones benéficas... fui entrando y saliendo de grupos y asociaciones constantemente, absorbiendo sus enseñanzas y siguiendo solo lo que resonaba en mí en cada momento. Aprendí a escucharme y poco a poco, fui encontrando un sentido a mi vida al ir llegando las respuestas, válidas para mi, a las grandes preguntas que, nunca me había hecho pero ahora, cobraban un sentido importante, ¿quién soy? ¿de donde vengo? ¿a dónde voy? ¿qué hago aquí?…

Gracias a ello, me fui sintiendo cada vez más equilibrado, más en Paz conmigo mismo y con todo lo que previamente había vivido. Así, casi sin darme cuenta, comencé a rehacer mi vida. Retomé mi trabajo y, al mismo tiempo, inicié una nueva relación de pareja con una chica que, aunque la conocía desde hacía varios años, hasta entonces no me había encontrado preparado para formalizar nuestra relación. Tras un tiempo viviendo juntos, decidimos tener un hijo. Así llegó, hace ahora 12 años, nuestra querida hija Paula, una auténtica bendición y ejemplo-maestra en mi vida.

Como una consecuencia natural de todo lo anterior, en los últimos años he compaginado mi actividad profesional consciente con actividades que, podría decirse, están dedicadas al colectivo. He tenido la oportunidad y el placer de dar charlas e impartir talleres con distintas temáticas: “La Economía desde la Espiritualidad”, “No estamos en crisis, es una mutación del sistema”, “Protocolo para la creación consciente de mi realidad”, “Crisis global salida, en principio, individual”, “Leyes Espirituales para las Empresas”, “Abundancia y Espiritualidad ¿opuestos o complementarios? Tú decides”, “Crear desde el Sentir”, etc. Todo ello me ha hecho sentir bien pero, seguía sin ser suficiente.

En agosto de 2013, a la vuelta de unos trabajos energéticos realizados en Los Alpes, decidí tomarme un año sabático para reflexionar qué deseaba hacer el resto de mi vida. En este tiempo he llegado a muchas conclusiones, siendo una de ellas que quiero dedicarme por completo a poner mi experiencia personal y profesional en beneficio del colectivo. Con este ánimo, he tomado la firme decisión de no volver a ejercer mi actividad profesional, por lo que he ido soltando escalonadamente hasta mi último cliente, dándole las gracias a todos y cada uno de ellos, despidiéndome y deseándoles lo mejor.

Y mientras nuevos proyectos siguen tomando forma, me van llegando sueños, propuestas, actividades de todo tipo y desde distintas fuentes que, merecen ser sentidas y estudiadas con detenimiento. Una de ellas es escribir. Tengo unos diez títulos de libros esperando su momento de ver la luz y así compartir mis experiencias. Este que tienes entre tus manos es el primero que, espero lo disfrutes y confío que nos veamos en el siguiente.

Yo Soy Amor. Yo Soy Paz. Yo Soy.

Yo Soy Tú, como Tú Eres Yo.

 

Nunca dudes de que un pequeño grupo de ciudadanos

conscientes y comprometidos, pueden cambiar el mundo,

de hecho siempre ha sido así.

Margaret Mead 

 

Introducción

Estoy convencido de que hay una sola Realidad, humana para entendernos, y unas siete mil millones de maneras de interpretarla. La manera de interpretar la Realidad de cada uno está basada, principalmente, en el paradigma en el que se nace y es la resultante de las elecciones que cada uno toma a lo largo de su vida. Por tanto, somos, además de nuestra herencia genética, lo que comemos, bebemos, respiramos, y en mayor medida, lo que sentimos, creemos, pensamos y hacemos. Dado que los medios de comunicación nos transmiten, por lo general, información que directa o, subliminalmente, nos incitan al consumo, a la violencia, al miedo, al sexo, al materialismo, a la competencia, a sentirnos separados de nuestros hermanos, a no pensar más que en lo que a ciertos grupos de poder/control interesa, etc., una gran parte de nuestra sociedad está, mayoritariamente, anclada en dichas pautas de comportamiento.

Sin embargo, hay –cada vez más– personas que deseamos estar concentradas en Ser; que no precisamos aferrar nuestra razón de vivir a la posesión de bienes materiales o a conseguir un buen empleo; que creemos que la famosa crisis de la que no paran de hablar, es la gran oportunidad que estábamos esperando para buscar respuestas en otro lugar; que preferimos emplear una parte de nuestro tiempo en crecer como personas plenas y en realizar actividades que puedan ser útiles y edificantes para otros; que creemos que no estamos en este mundo para sufrir o sólo trabajar; que nos sentimos parte de algo mucho más grande; que llevamos el control de nuestras vidas desde nuestro interior, con nuestra voluntad, nuestra intención, nuestros actos. En definitiva, que estamos descubriendo que hay otra forma de vivir –distinta a la que nos han contado– que nos puede aportar mucha Paz. A nosotros mismos primero, y luego a los que nos rodean.

Entendemos que una vida equilibrada consiste en la adecuada interrelación entre los aspectos físicos, mentales y espirituales, con una actitud siempre positiva, favorecida por la total coordinación de lo humano y lo divino, y la aplicación diaria de lo que vamos aprehendiendo/recordando.

Una sonrisa, la palabra siempre amable, el pensamiento cariñoso, momentos de silencio, los pequeños actos bondadosos, las cosas aparentemente insignificantes que agradan el corazón, es la forma de ir creciendo con paciencia, la ciencia de la Paz.

En la Biblia se dice amaos los unos a los otros. Jesús lo repitió, pero al parecer no lo hemos entendido. Aunque no nos lo parezca, tenemos absoluta libertad para crear este mundo a nuestra voluntad, y sin embargo, le solemos echar la culpa de todo lo malo que pasa a Dios. ¿Es que no nos damos cuenta de las consecuencias de nuestros propios actos? Solemos decir “yo no tengo la culpa”, cuando soy parte de la Sociedad y me debo sentir co-responsable, como para implicarme personalmente en su mejora.

La mejor forma de cambiar lo que no nos gusta es, aceptando plenamente nuestra actual situación de vida y siendo conscientes de que hemos contribuido a crearla, transformarnos a nosotros mismos. Siguiendo la Ley Universal como es Arriba es Abajo, como es lo Pequeño es lo Grande, como es Fuera es Dentro: todo lo externo es un reflejo de lo que tenemos en nuestro interior. Es como si al mirarnos en un espejo y si lo que vemos no nos gusta, fuéramos contra nuestra imagen en el espejo. Puede sonar absurdo, pero es lo que solemos hacer, en lugar de aceptarnos tal y como nos vemos. Por tanto, si deseamos cambiar lo que hay fuera de nosotros, hemos de trabajar desde nuestro interior. Si conseguimos vivir cada vez más en Paz con nosotros mismos y con todo lo que nos ocurre y rodea, si somos más abiertos, más humanos, más tolerantes, pacientes, si devolvemos bien por mal, perdonamos, amamos a todos y todo; entonces iremos cambiando desde dentro y ese cambio se irá reflejando poco a poco en nuestro exterior: familia, amigos, compañeros. Todos ellos vivirán nuestra transformación y, de la misma forma, si así lo eligen, ellos también irán introduciendo cambios en sus vidas.

Solemos ser haces de reflejos condicionados, es decir, muy predecibles. Por ejemplo, si alguien nos insulta, se espera de nosotros que respondamos con mayor dureza, con lo que no sólo dejamos nuestra Paz en manos de terceros, sino que seguimos alimentando la espiral de violencia en la que mayoritariamente estamos inmersos. Pero tenemos opciones. Podemos no responder, no sentirnos ofendidos y enviarle a esa persona que nos pretende herir, sentimientos de Paz, de Amor. Jesús dijo “….oísteis: amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo. Pero yo os digo: amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen"1. Es una opción que, si la realizamos cada vez con mayor frecuencia, cambiará radicalmente nuestras vidas. Y si cada vez somos más los que soñamos un mundo en Paz, regido por la Ley del Amor en lugar de la del miedo, de la del poder económico, de las armas, de los mercados, etc., esta nueva realidad no tardará en manifestarse. De hecho, ya se puede ver en nuevos proyectos de todo tipo que están surgiendo por todo el mundo, a través de muchas personas que, cuando hablamos con ellas, nos transmiten una inmensa Paz. Aunque, por el momento, esta nueva realidad no parezca interesar a los grandes medios de comunicación.

"Paz en la Tierra” ¿son sólo palabras o existe un auténtico potencial de que se haga realidad? ¿Cómo se logrará? Empezando justo dentro de nosotros mismos. ¿Nos gustaría que cesara todo tipo de violencia? ¿Qué tal si alcanzamos un acuerdo entre nuestro ego y nuestro Ser para que cesen en su lucha y se integren?

Está en La Biblia y en los textos sagrados de todas las religiones. Nos han dicho desde siempre que hemos sido creados a Imagen y semejanza de Dios, que Somos Hijos de Dios. Evidentemente, debido a la de/formación que nos han inculcado no lo hemos creído. Pero, ¿y si fuera cierto? y si fuéramos Uno con la Fuerza Creadora, Uno con Dios. ¿Y si ese 90% del ADN que los científicos considera basura, si ese 90% del cerebro que nos dicen no utilizamos, si ese 90% del Universo que no saben explicarnos qué tipo de energía contiene; si todo eso fuera también espiritual, sagrado, divino? Nos consideraríamos seres realmente poderosos, tanto como para cambiar la realidad que parece imperar en nuestros días, basada en el miedo en lugar de en el Amor.

¿Merecería la pena que lo intentáramos?

En el preámbulo de la Constitución de la UNESCO de 1945, entre otras cosas, se dice: “…. que, puesto que las guerras nacen en la mente de los hombres, es en la mente de los hombres donde deben erigirse los baluartes de la Paz”.

Ya que realmente somos seres de Amor y de Paz, sólo hemos de  recordarlo, por lo que me gusta terminar la frase anterior de otra forma: “… es en la mente y en los corazones de los hombres donde están las Semillas de la Paz. Sólo hay que Regarlas para que florezcan.”

La intención de este libro es la de convertirse en un lugar donde encuentres momentos especiales. También donde puedas descubrir alguna creencia de la que no eras consciente, quizás en alguna respuesta que te llegue, tras tu reflexión a alguna pregunta…

Lo puedes leer de muchas maneras. Si lo lees de seguido, te puede servir como distracción. Lo puedes leer pausadamente, reflexionando sobre algo que te pueda haber llamado la atención, haciendo momentos de silencio, escuchándote.

Después de cada frase introductoria, de cada historia o, en cualquier instante, cuando sientas una emoción positiva, como Paz Interior, Amor, Alegría … deja de leer, cierra los ojos, quédate en silencio y disfruta ese Momento Rey, en el que estarás conectado con tu Ser. Procura mantener esa conexión todo el tiempo que te sea posible, ten en cuenta que tanto el Amor Incondicional, como la Paz Profunda o, una Intensa Alegría, son mucho más que emociones, son estados del Ser.

De lo que se trata es de estar continuamente regando las Semillas de Amor y de Paz que cada uno Es. No sólo leyendo lo que nos hace sentir bien, asistiendo a seminarios, sesiones de yoga, o meditando, entre otras cosas. Todo eso está muy bien pero no es suficiente. Es preciso actuar, practicar, y hay que hacerlo en nuestra vida diaria, todos los días, a todas horas; en nuestras relaciones con todos y con todo, siendo conscientes de la tremenda influencia que tiene todo lo que decimos, hacemos, pensamos y sentimos. Así, siempre lo haremos de la mejor forma posible y así es, cuando nos sale del Corazón, desde nuestro Ser, en lugar de nuestra mente. La clave, siempre, es el Amor.

Cuantas más veces al día "Reguemos nuestra Alma" y nos sintamos en Paz, más se irá convirtiendo esto en una norma en nuestra vida. Y casi sin darnos cuenta, comenzará nuestra transformación interior. Con ella vendrá la exterior, irradiando Paz a nuestro alrededor, a nuestros seres más cercanos. Y con plena seguridad, se expandirá a gran velocidad, "contagiando" todo lo que toque. Y  cuando seamos muchos sintiéndonos cada vez mas en Paz con nosotros mismos, casi sin darnos cuenta, el mundo entero habrá cambiado.

 



Notas: Algunas historias tienen su origen en cuentos zen. Si encuentras alguna palabra o frase que no sepas interpretar o no estás conforme con su significado, por favor, no le des importancia, es preferible que sientas con el corazón, a que leas con la mente.

 

Cuando hay una tormenta los pajaritos se esconden

pero las águilas vuelan más alto.

Gandhi

 

La determinación de Silvia

Silvia era una niña de la calle. Nacida en plena favela, había pasado la mayor parte de su corta vida ganándose el pan para poder ayudar a su madre a mantener a sus cuatro hermanos pequeños. Había trabajado en casi todo tipo de empleos en los que una niña como ella podría trabajar. Tuvo que afrontar grandes adversidades, pero finalmente encontró un hueco en una panadería, donde su función era entregar el pan a domicilio. Para ello se servía de una vieja bicicleta, la única herencia que le había podido dejar su difunto padre.

La chica era muy trabajadora y compensaba con creces su corta edad con el entusiasmo que ponía día a día en su labor. Esto no hacía que ella pudiera conseguir ascenso alguno en un negocio que no daba para más, pero Silvia tenía suficiente para sacar adelante a su humilde familia. Así, pasó varios años completando los envíos que su jefe le pedía.

Ocurrió que un día, el dueño de la panadería decidió jubilarse y entregarle el negocio a uno de sus hijos. Éste era un joven emprendedor, fanático de las nuevas técnicas empresariales y del marketing. Tenía un ambicioso proyecto para la panadería, que incluía cambios sensibles en todas las parcelas, incluida la del reparto.

–Muy bien, Silvia –le dijo a la joven–. Estamos muy satisfechos contigo, pero lo que has estado haciendo hasta ahora se queda un poco corto. En adelante, además de hacer el reparto, deberás llevar un diario donde apuntarás la cantidad entregada, el lugar, la hora, si ha habido algún error y cuál ha sido. Con los datos de ese diario tendrás que realizar un informe mensual detallado donde todo quede bien explicado.

–Creo que eso no va a ser posible, señor –contestó ella abrumada–. Yo nunca he ido a la escuela porque siempre he tenido que trabajar para ayudar a mi mamá.

El nuevo jefe la inspeccionó por lo alto torciendo el gesto.

–Pero esto es algo que hay que hacer a partir de ahora –se reafirmó.

–Yo no puedo, señor –tartamudeó ella.

–Entonces tendrás que abandonar la panadería.

–Pero, señor, no me puede despedir –rogó ella–. Llevo años trabajando para su padre. Este trabajo es todo lo que tengo para ayudar en mi casa.

–Lo siento mucho, chica, pero si no sabes leer ni escribir no me sirves de nada. Eres joven, encontrarás alguna otra cosa.

Silvia intentó convencer a aquel hombre como pudo, pero no logró hacerle cambiar de opinión. Así, después de haber estado todo el tiempo sin preocuparse por el empleo, sabiendo que tenía una cantidad suficiente asegurada, ahora se encontraba sin nada. Sintió que el cielo se arrugaba y se le derrumbaba encima. Sabía que no podía volver a casa y decirle a su madre que ya no podría darle más dinero, así que buscó trabajo por su cuenta.

Pasó todo el día recorriendo la favela de arriba a abajo sin suerte. Desesperada y angustiada ante la idea de no tener nada con lo que dar de desayunar al día siguiente a sus hermanitos, decidió vender la bicicleta. Era consciente de que ninguno de sus vecinos podría darle por ella tanto dinero como en el barrio más cercano de la ciudad. Allá se encaminó con triste andar.

La favela era enorme, llena de callejuelas intrincadas que daban la vuelta a la colina cientos de veces. Allí vivían miles de personas, pero en realidad todos se conocían y las noticias volaban. De ese modo, la nieta de una vecina muy anciana la paró y le dijo:

–Silvia, mi abuela me ha dado estas monedas para que le compre lentejas en la ciudad. Me he enterado de que vas hacia allá y te pido que las compres tú y se las lleves. Me ha dicho que me quede con la vuelta, te la puedes quedar tú.

Silvia aceptó el encargo con una sonrisa. A los pocos metros, otra vecina también la paró.

–Oye, que necesito medicinas, y como me he enterado de que vas a la ciudad, te quiero pedir que me traigas anti-inflamatorios. Lo haría yo, pero es que me duele muchísimo la rodilla. Te puedes quedar con el cambio.

Silvia también aceptó sin problemas a esto, y a otros cuatro encargos que recibió por parte de amigos de la favela. La chica se apresuró a hacer los recados que le mandaron antes de que cerrasen los comercios. Lo consiguió por poco, pero no fue lo suficientemente rápida como para vender la bici. Entonces se volvió a casa con la intención de acudir a la ciudad al día siguiente para sacar lo que pudiera sin falta.