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Con agradecimiento
a Edmund P. Clowney

y mis otros mentores.




Introducción



El propósito de este breve libro es exponer las cuestiones esenciales del mensaje cristiano, del evangelio. Por lo tanto, puede servir como introducción a la fe cristiana para quienes no estén familiarizados con sus enseñanzas o se hayan apartado de ellas durante un tiempo.

Sin embargo, esta obra no es solo para los que están buscando. Muchos creyentes cristianos de toda la vida creen que entienden lo fundamental de la fe cristiana bastante bien y no necesitan un manual básico. No obstante, una de las señales de que quizás no comprendas la naturaleza única y radical del evangelio es que tienes claro que sí la entiendes. En algunas ocasiones, un entendimiento renovado del mensaje cristiano deslumbra y conmueve tanto a los miembros veteranos de la iglesia, que sienten que se han “reconvertido”. Por tanto, este libro se ha escrito tanto para los de afuera, que tienen curiosidad, como para los de dentro de la fe; tanto para los que Jesús llama “hermanos menores”, como para los “hermanos mayores” en la famosa parábola del hijo pródigo.

Recurro a esta conocida historia, que se encuentra en el capítulo 15 del Evangelio de Lucas, con el fin de llegar al fundamento de la fe cristiana. El argumento de la parábola y el elenco de personajes son muy simples. Había un padre que tenía dos hijos. El menor pidió su parte de la herencia, la recibió y rápidamente se fue a un país lejano donde lo despilfarró todo en placeres sensuales y frívolos. Regresó a casa compungido y, para su sorpresa, su padre lo recibió con los brazos abiertos. Este recibimiento distanció y enfadó en gran manera al hermano mayor. La historia termina con el padre rogando a su primogénito que se una a la bienvenida y perdón de su hermano menor.

A primera vista, la narrativa no es muy fascinante. Sin embargo, creo que si la enseñanza de Jesús se puede comparar a un lago, la parábola del hijo pródigo sería uno de los lugares más transparentes de dicho lago, donde se puede ver el fondo con toda claridad. En los últimos años se han escrito muchos estudios de gran calidad acerca de este texto bíblico, pero mi comprensión de este pasaje se basa en un sermón del Dr. Edmund P. Clowney que escuché predicar por primera vez hace alrededor de 30 años. Este sermón transformó mi entendimiento del cristianismo1. Casi me sentía como si hubiese descubierto el fundamento secreto del cristianismo. A lo largo de los años he vuelto a esta parábola para predicar o aconsejar a partir de ella. He visto cómo, cuando explicaba su verdadero significado, animaba, iluminaba y ayudaba a más personas que cualquier otro pasaje2.

Una vez fui al extranjero y prediqué este sermón a la audiencia a través de un intérprete. Poco después, el traductor me escribió para decirme que, a medida que predicaba el sermón, se había dado cuenta de que la parábola era como una flecha apuntando a su corazón. Después de un tiempo de lucha y reflexión, le llevó a tener fe en Cristo. Muchos otros me han contado que, una vez que entendieron esta historia de Jesús, recuperaron su fe, salvaron sus matrimonios e incluso, en algunos casos, literalmente su vida.

En los cinco primeros capítulos, revelaré el significado básico de la parábola. En el capítulo 6, demostraré cómo esta historia nos ayuda a ver la Biblia como un todo y, en el capítulo 7, cómo su enseñanza afecta a nuestra manera de vivir en el mundo.

No emplearé el nombre más común de esta parábola: la parábola del hijo pródigo. No está bien seleccionar solo a uno de los hermanos como el único en la historia. Incluso Jesús no la llama la parábola del hijo pródigo, sino que comienza la historia diciendo: “un hombre tenía dos hijos”. La narración habla del hermano mayor como del menor, y de la misma manera del padre y de los hijos. Y lo que Jesús dice sobre el hermano mayor es uno de los mensajes más importantes que nos comunica la Biblia. La parábola debería haberse llamado de “los dos hijos perdidos”.

La palabra “pródigo” no significa “rebelde o caprichoso”, sino que, según el Diccionario de la Real Academia Española, es “Dicho de una persona: Que desperdicia y consume su hacienda en gastos inútiles, sin medida ni razón”; es decir, gastar hasta que no te quede nada. Este término, por tanto, es apropiado para describir al padre en la historia así como para el hijo menor. La bienvenida del padre al hijo arrepentido es literalmente excesiva y un desperdicio ya que se niega a tener en cuenta o calcular el pecado del hijo en contra suya o pedirle que le pague lo que le debe. Esta respuesta ofendió al hermano mayor y probablemente a la comunidad local.

En esta historia, el padre representa al Padre Celestial que Jesús conocía tan bien. Pablo escribe: “Dios estaba en Cristo reconciliando al mundo consigo mismo, no tomando en cuenta a los hombres sus transgresiones” (2 Corintios 5:19 – LBLA). Jesús nos muestra al Dios que lo entregó o gastó todo y que no es otra cosa sino pródigo con nosotros, sus hijos. La gracia desmesurada de Dios es nuestra mayor esperanza, una experiencia que transforma vidas y el tema principal de este libro.

LA PARÁBOLA

Lucas 15:1-3, 11-32

(Basado en la Nueva Versión Internacional, con dos pequeños cambios del autor)

1Muchos recaudadores de impuestos y pecadores se acercaban a Jesús para oírlo, 2de modo que los fariseos y los maestros de la ley se pusieron a murmurar: «Este hombre recibe a los pecadores y come con ellos.» 3Él entonces les contó esta parábola.

11Un hombre tenía dos hijos —continuó Jesús—. 12El menor de ellos le dijo a su padre: “Papá, dame lo que me toca de la herencia”. Así que el padre repartió sus bienes entre los dos. 13Poco después, el hijo menor juntó todo lo que tenía y se fue a un país lejano; allí vivió desenfrenadamente y derrochó su herencia. 14Cuando ya lo había gastado todo, sobrevino una gran escasez en la región, y él comenzó a pasar necesidad. 15Así que fue y consiguió empleo con un ciudadano de aquel país, quien lo mandó a sus campos a cuidar cerdos. 16Tanta hambre tenía que hubiera querido llenarse el estómago con la comida que daban a los cerdos, pero aun así nadie le daba nada. 17Por fin recapacitó y se dijo: “¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen comida de sobra, y yo aquí me muero de hambre! 18Tengo que volver a mi padre y decirle: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti. 19Ya no merezco que se me llame tu hijo; trátame como si fuera uno de tus jornaleros”. 20Así que emprendió el viaje y se fue a su padre. Pero todavía estaba lejos cuando su padre lo vio y se compadeció de él; salió corriendo a su encuentro, lo abrazó y lo besó. 21El joven le dijo: “Padre, he pecado contra el cielo y contra ti. Ya no merezco que se me llame tu hijo”.

22Pero el padre ordenó a sus siervos: “¡Pronto! Traed la mejor ropa para vestirlo. Ponedle también un anillo en el dedo y sandalias en los pies. 23Traed el ternero más gordo y matadlo. Vamos a tener una fiesta, vamos a celebrar. 24Porque este hijo mío estaba muerto, pero ahora ha vuelto a la vida; se había perdido, pero ya lo hemos encontrado”. Así que empezaron a hacer fiesta.

25Mientras tanto, el hijo mayor estaba en el campo. Al volver, cuando se acercó a la casa, oyó la música del baile. 26Entonces llamó a uno de los siervos y le preguntó qué pasaba. 27“Ha llegado tu hermano —le respondió—, y tu papá ha matado el ternero más gordo porque ha recobrado a su hijo sano y salvo”. 28Indignado, el hermano mayor se negó a entrar. Así que su padre salió a suplicarle que lo hiciera. 29Pero él le contestó: “¡Fíjate cuántos años te he servido sin desobedecer jamás tus órdenes, y ni un cabrito me has dado para celebrar una fiesta con mis amigos! 30¡Pero ahora llega ese hijo tuyo, que ha despilfarrado tu fortuna con prostitutas, y tú mandas matar en su honor el ternero más gordo!”

31“Hijo mío —le dijo su padre—, tú siempre estás conmigo, y todo lo que tengo es tuyo. 32Pero teníamos que hacer fiesta y alegrarnos, porque este hermano tuyo estaba muerto, pero ahora ha vuelto a la vida; se había perdido, pero ya lo hemos encontrado”.

Las personas alrededor de Jesús