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Título original: The Coconut Ketogenic Diet: Supercharge your Metabolism, Revitalize Thyroid Function and Loss Excess Weight

Traducido del inglés por Celia Quilez Díaz

Diseño de portada: Editorial Sirio S.A.

Composición ePub por Editorial Sirio S.A.

1

METRO

La dieta
no-dieta

Consume grasas y pierde peso: ¿acaso es posible?

Leah, una mujer de cuarenta y dos años, vino a verme quejándose de varias dolencias: frecuentes migrañas, estreñimiento, cambios de humor, irritabilidad, depresión, menstruaciones irregulares, fatiga y recurrentes infecciones por hongos. Aunque no lo mencionó, Leah padecía sobrepeso. Medía 1,65 metros y pesaba 82 kilos –común en muchas mujeres de mediana edad en la actualidad.

Estaba tan frustrada con los médicos y los tratamientos que decidió pedir ayuda a alguien con experiencia en el campo de la medicina alternativa o natural. Como nutricionista y naturópata, mi objetivo es ayudar a la gente a superar sus problemas de salud a través de métodos naturales y seguros usando una dieta y una alimentación nutritivas.

Leah me comentó que comía muchos productos de harina blanca refinada (pan, bollos y panecillos, pasta, galletas, etc.), cereales para el desayuno, productos congelados y preparados, y algunos tentempiés como golosinas y patatas fritas. Ella estaba convencida de que se alimentaba de forma sana porque evitaba la grasa. Bebía leche desnatada y comía alimentos bajos en grasas; desmenuzaba los trozos de carne y les quitaba la grasa visible. Huía de la mantequilla como de la peste y, en su lugar, usaba margarina, además de preparar las comidas con lo que ella misma calificaba de aceites vegetales «sanos». Aunque los platos que preparaba acostumbraban a ir acompañados de pequeñas raciones de verduras, pocas veces incluían alimentos frescos. La dieta de Leah es un ejemplo de lo que come la mayoría de la gente en nuestra sociedad actual –una dieta carente de nutrientes y que conduce al sobrepeso.

Lo primero que hice fue cambiar su dieta. Le dije:

—No comas nada que lleve la etiqueta de bajo en grasas o bajo en calorías, y olvídate de los dulces y la comida basura. Come alimentos sanos con mantequilla y aceite de coco, y no tengas miedo de la grasa de la carne. Come el queso con todas sus grasas, nata y otros productos lácteos. Come frutas y hortalizas frescas. Come tanto como quieras, pero sin empacharte, y disfruta de tu nueva dieta.

Estaba sorprendida.

—¡Todos estos productos ricos en grasas me van a hacer engordar! –exclamó.

—No –le aseguré–. No tienes que preocuparte de tu peso.

—Bueno... Sí que me preocupo. Trato de contar las calorías y controlar las grasas que consumo.

—Lo que te estoy ofreciendo es una nueva manera de comer que te va a ayudar a mejorar tu salud. Va a proveer a tu cuerpo de todos los nutrientes que necesita para superar los problemas de salud que acabas de mencionar. Y a medida que te empieces a sentir más sana, también perderás esos kilos que te sobran.

—¿Así que lo que me estás diciendo es que puedo comer cosas deliciosas, mejorar mi salud y perder peso, todo al mismo tiempo?

—Sí – le contesté.

Durante los siguientes meses estuvo viniendo a varias visitas de seguimiento. Cada vez que nos veíamos me decía que se encontraba mejor y que estaba adelgazando. No se lo podía creer. Estaba comiendo más alimentos ricos en grasas que antes, y encima perdía peso. Con el tiempo, me contó que todos esos síntomas que padecía prácticamente habían desaparecido y, para su sorpresa, además había perdido veinte kilos, por lo que ahora tenía un aspecto mucho más delgado (61 kilos). En la actualidad, varios años después, Leah continúa poniendo en práctica mis recomendaciones dietéticas y sigue manteniendo una figura delgada.

Cuando la gente me viene a ver, a menudo está preocupada por problemas de salud crónicos como la enfermedad de Crohn, la diabetes o la artritis. Aunque el tratamiento varía para cada persona, la dieta que recomiendo seguir es básicamente la misma –baja en carbohidratos refinados, rica en productos frescos y llena de grasas saludables–. Puedo decir que he tenido mucho éxito, especialmente con pacientes que sufren diabetes. Son capaces de llevar una vida normal sin depender de fármacos ni de inyecciones diarias de insulina.

La gente a menudo comenta encantada que con mi programa ha conseguido perder peso. Mi principal objetivo es ayudarles a mejorar su salud; la pérdida de peso es una consecuencia natural de este proceso. Para muchas personas, sin embargo, su gordura es su principal preocupación. Así que he tenido que diseñar mi programa de salud dirigiéndolo específicamente a sus preocupaciones. Este libro es el resultado.

Las dietas bajas en grasas pueden matarte

«Odio las dietas. Nunca me han funcionado. Lo he intentado. He tratado de controlar lo que comía, eliminando todos esos alimentos que tanto me gustan y reduciendo las calorías. Me he privado de muchas cosas. Lo odiaba. Estaba hambrienta todo el tiempo y me sentía muy mal. Solo perdí unos cuantos kilos. No sirvieron de nada las calamidades por las que pasé. Y cuando dejé de hacer dieta, volví a ganar peso.»

¿Esto te resulta familiar? Debería. La mayoría de nosotros hemos probado a hacer dieta por lo menos una vez en la vida. ¿Por qué? Porque la mayoría de nosotros tenemos sobrepeso. El 60% de la población estadounidense tiene sobrepeso; el 30% son obesos. En la actualidad, un tercio de la población infantil tiene sobrepeso. Estas cifras están aumentando rápidamente. Hace cincuenta años, era un problema que solo afectaba a un porcentaje muy pequeño de la población. Ahora se ha convertido en una epidemia. Esto no es solo en Estados Unidos. Lo mismo ocurre en Canadá, en Europa y, de hecho, en todas partes.

¿Por qué estamos engordando tanto? No comemos mucho más de lo que comían nuestros antepasados. De hecho, nunca antes se han ingerido tan pocas grasas como ahora. Nuestros abuelos obtenían el 40% de sus calorías diarias de las grasas. En la actualidad, nuestro porcentaje está alrededor del 32% –es un descenso bastante notable–. Cuando vas a comprar al supermercado, por todas partes te bombardean etiquetas que anuncian «Bajo en grasas», «Sin grasas» y «Bajo en calorías». Cuando vas al restaurante, te pides un refresco que sea de dieta o bajo en calorías y un plato de comida bajo en grasas. Parece que hoy en día todo ha de ser bajo en grasas o sin grasas. Hemos sustituido las grasas saturadas por grasas poliinsaturadas o grasas falsas. El azúcar se ha reemplazado por edulcorantes artificiales. Hoy en día comemos más productos bajos en grasas y bajos en calorías que nunca y, sin embargo, padecemos más sobrepeso. ¿Por qué ocurre esto?

La respuesta es muy sencilla: ¡las dietas bajas en grasas no funcionan! No son naturales, ni tampoco saludables y, a largo plazo, hacen que se gane peso, en vez de que se pierda.

Las investigaciones corroboran este hecho. El mayor estudio que se ha realizado en la historia que relaciona la dieta con la salud de las personas es el estudio Framingham. Comenzó en 1948, con la intención de seguir la trayectoria de vida de los voluntarios que se sometieron al estudio. Incluye a casi toda la población de Framingham (Massachusetts), una población de 5.127 habitantes. Después de más de cuarenta años de investigación, el director del estudio, el doctor William Castelli, admitió que «en Framingham, cuantas más grasas saturadas, colesterol y calorías ingerían las personas, más bajo era su colesterol en sangre... Descubrimos que quienes ingerían más colesterol, grasas saturadas y calorías eran los que menos pesaban».1 Lo que tú esperabas que sucediera es que las personas que ingerían menos grasas saturadas, colesterol y calorías, consecuentemente, serían las que menos iban a pesar, pero esto no fue así, como el estudio de Framingham revela.

Parece que para perder peso debemos evitar las dietas bajas en grasas. Tratar de adelgazar con una dieta baja en grasas puede ser una auténtica pesadilla de privación y hambre. Muchos de nosotros preferiríamos morir antes que padecer tantas calamidades. Existe una forma mucho mejor de conseguirlo.

La dieta cetogénica del coco

¿Cómo te alimentas normalmente? ¿Comes muy poquito, normal, bastante o mucho? ¿Eres un comedor quisquilloso, un comedor normal, un comedor de recreo o un comedor profesional? A juzgar por la medida de nuestras cinturas, la mayoría de nosotros estamos en la lista de los profesionales.

Hace años, cuando empecé a trabajar como dietista y nutricionista para ayudar a la gente a mejorar su salud, creía en la filosofía de las dietas bajas en grasas. Pensaba que reducir las calorías era la única forma de perder peso y que eliminar tantas grasas como se pudiera de la dieta era la mejor manera de conseguirlo. Esto es lo que se me enseñó en la facultad. La carne y las grasas era algo que se tenía que evitar a toda costa. Las grasas saturadas y el colesterol se consideraban villanos dietéticos capaces de causar un gran número de enfermedades, desde problemas de corazón y obesidad hasta el pie de atleta y los padrastros, o al menos eso parecía por la forma en que las grasas saturadas fueron criticadas. Se nos hizo creer que los aceites vegetales y la margarina eran mucho más saludables.

Yo seguía lo que creía que era una dieta saludable y eso mismo recomendaba a mis pacientes. Muchas de las personas a las que les aconsejé una dieta baja en grasas mejoraron y superaron sus problemas de salud, pero en muchas otras, la mejora fue lenta. En algunas ocasiones me sentí frustrado; algunas personas no mejoraban, o mejoraban durante un tiempo pero después empeoraban.

La primera pista que necesitaba para cambiar mi manera de pensar sobre las grasas me vino cuando atendí a una reunión de un grupo de nutricionistas. Durante la reunión, uno de los miembros del grupo declaró que el aceite de coco era saludable y que todos deberíamos usarlo. Nos quedamos boquiabiertos con su comentario. El aceite de coco es muy rico en grasas saturadas, y se creía que las grasas saturadas aumentaban el colesterol en sangre, que a su vez se creía que contribuía a las enfermedades cardiovasculares.

Todos nosotros respetábamos a ese miembro del grupo, así que escuchamos lo que tenía que decir. Respaldó su declaración citando varios estudios publicados en revistas médicas. Estos estudios mostraban que los animales de laboratorio a los que se les había suministrado aceite de coco vivían más y contraían menos enfermedades que aquellos a los que se les había dado aceite de soja, de maíz u otros aceites vegetales. También me enteré de que el aceite de coco, de un modo u otro, se había estado utilizando con éxito para tratar enfermedades graves en pacientes de hospitales y que habían tenido una recuperación bastante rápida. Además, el aceite de coco posee más propiedades nutritivas que otros aceites y, cuando se añade a las fórmulas para bebés, aumenta la tasa de supervivencia de los prematuros. Por todas estas razones, a menudo se utiliza en las soluciones de terapia intravenosa de los hospitales y en las fórmulas para bebés.

Me marché de esa reunión con curiosidad por saber más. De hecho, fue algo más que eso. Estaba decidido –decidido a encontrar la verdad–. Intuía que lo que pensaba sobre las grasas, en concreto sobre las grasas saturadas, era erróneo. En ese punto, me prometí a mí mismo que iba a encontrar la respuesta. Empecé a investigar todo lo que se había escrito sobre esta cuestión en el campo de la medicina, leyendo todo lo que encontraba sobre el aceite de coco, las grasas saturadas, el colesterol y los aceites vegetales. Lo que descubrí fue tan impactante que hizo que mi punto de vista sobre la grasa saturada y los aceites cambiara por completo.

Durante los años siguientes, comencé a incorporar más grasa saturada en mis programas dietéticos, especialmente aceite de coco, y cada vez menos aceites vegetales. Empecé a ver grandes cambios en pacientes que otros habían dado por casos perdidos. Una de las mayores mejoras fue la pérdida de peso. La gente añadía más grasa a sus dietas, en concreto grasa saturada procedente del coco, y perdía peso. Lo que observé, así como lo demuestra el estudio de Framingham, es que las dietas que contienen una cantidad adecuada de grasa, incluyendo grasa saturada, dan mejores resultados que las dietas bajas en grasas. Cuando digo «mejores resultados», me refiero a que todo mejoraba –no solo el peso corporal, sino también los niveles de colesterol, el azúcar en sangre, la presión arterial y los niveles de energía–. En general, toda su salud mejoró. Los problemas de salud que padecían se aliviaron.

La gente perdía peso sin siquiera proponérselo. Algunas personas lo único que hicieron fue sustituir los aceites que normalmente usaban por aceite de coco, y los kilos de más se desvanecieron. Básicamente siguieron comiendo lo mismo de siempre, pero introduciendo un pequeño cambio en cuanto al aceite que usaban. Esto es exactamente lo que me pasó a mí.

A lo largo de los años, como muchas otras personas, había ido ganando algunos kilos de más. Seguía lo que se consideraba una dieta sana y equilibrada. Usaba margarina y aceites vegetales poliinsaturados en lugar de mantequilla y grasas saturadas naturales.

Tenía un poco de sobrepeso. Intenté hacer dieta, pero me sentía frustrado. Llegó un punto en el que perdí toda esperanza y acepté el hecho de que tenía sobrepeso y de que así me iba a quedar. Ropa que ya no me ponía, pero que aún guardaba por si adelgazaba, al final tuve que tirarla. «Esta ropa nunca me volverá a caber», me decía a mí mismo.

Esto fue antes de que aprendiera lo beneficioso que es el aceite de coco. Cuando sustituí todos los aceites vegetales que solía utilizar por el de coco, empecé a adelgazar. Fui perdiendo peso poco a poco, pero con constancia, y después de seis meses, había perdido nueve kilos. No había cambiado mi dieta. Lo único que había hecho era cambiar el aceite que usaba. Mantuve ese peso. De eso hace bastantes años, y sigo en mi peso ideal para mi altura y mi estructura ósea. Y lo conseguí comiendo más grasas que nunca.

Enseñé a mis pacientes a comer carne y productos lácteos con todas sus grasas. También les dije que dejaran de comer trigo y cereales, ricos en carbohidratos, y que comieran más verduras. Cuando la gente comía sano usando los aceites adecuados, perdía peso. Empecé a centrarme en el diseño de una dieta especialmente creada para ayudar a la gente a perder peso, pero también para que mejorara toda su salud en general. Esto es justamente de lo que trata este libro.

Gracias a este descubrimiento creé un nuevo sistema para perder peso como nunca antes visto. Yo lo llamo «la dieta cetogénica del coco» o, simplemente, «la dieta del coco cetosis». Pero no me gusta llamarlo «dieta» porque es mucho más que eso. No se trata de una dieta temporal que puedes hacer para perder unos cuantos kilos. Es un auténtico cambio de estilo de vida.

De hecho, muchas personas no lo consideran una dieta, al menos no como las típicas dietas bajas en calorías y en grasas. Las directrices que se dan en este programa te permiten comer hasta que te sacies. Y no se trata de comer como un conejo. Vas a ingerir una gran variedad de alimentos deliciosos –filetes, gambas, huevos, nata, queso, salsas y mojes cremosos, y, por supuesto, coco. No te vas a morir de hambre. Esta es una de las ventajas de este programa dietético. Comes alimentos que te llenan y te sacian hasta la siguiente comida. Es casi como una «no-dieta». ¡Vas a disfrutar comiendo y encima perderás peso! Lo puedes llamar la dieta «no-dieta».

El programa se divide en tres fases: la introducción, la pérdida de peso y el mantenimiento. La primera fase te introduce en una alimentación baja en carbohidratos y te prepara a ti y a tu cuerpo para una serie de cambios inminentes. La segunda, también llamada fase de cetosis, es donde pierdes la mayoría de la grasa corporal indeseada y donde tu salud mejora a todos los niveles. La tercera fase te conduce a un estado de salud duradero, reduciendo los carbohidratos de tu plan alimenticio, lo que a su vez te permite que mantengas tu peso y hace que tu estado de salud sea el óptimo.

Existen muchos programas de pérdida de peso que no son saludables. Quizá te ayuden a adelgazar, pero son nutricionalmente desequilibrados, y eso a la larga puede crear nuevos problemas de salud. El riesgo es demasiado alto. Pero con este programa que presento, disfrutarás comiendo, perderás peso y mejorarás tu salud. He tenido mucho éxito con este programa ayudando a las personas a revertir sus problemas de diabetes, a deshacerse de varios desórdenes digestivos, a resolver la irritabilidad de la piel, a superar la fatiga crónica, a detener recurrentes infecciones de cándida, a estabilizar los niveles de azúcar en sangre y a liberarse de muchos otros problemas.

La dieta cetogénica del coco es un programa que ayuda tanto a perder peso como a restablecer la salud. Así que prepárate para experimentar cambios significativos en tu vida.

Si padeces alguno de los trastornos y enfermedades que aparecen en el siguiente listado, este programa puede ayudarte:

¿Por qué el coco?

¿Por qué este programa incluye el consumo de coco? Porque el coco es uno de los alimentos más saludables del mundo –de hecho, lo podemos considerar como un superalimento–. Desde hace miles de años muchas regiones de Asia, África, Centroamérica y algunas islas del Pacífico usan el coco como una de sus principales fuentes de subsistencia. Esto es especialmente cierto en algunas islas del Pacífico, donde otros alimentos pueden ser escasos. En algunas de estas islas los únicos alimentos de los que disponen son cocos, raíces de taro y pescado. Cuando los primeros exploradores se asentaron en estas islas, observaron que los isleños tenían una estatura perfecta y una salud inmejorable –mucho mejor que ellos–. Pero con la colonización de los europeos y la introducción de nuevos alimentos empezaron a aparecer enfermedades como obesidad, cáncer, problemas de corazón, diabetes, artritis y otras dolencias.

El principal nutriente en el coco que lo distingue y que hace de él un maravilloso complemento para la comida sana es el aceite. Este aceite contiene el secreto para perder peso y mejorar la salud. El aceite de coco se ha descrito como «el aceite dietético más sano del mundo». Existen muchos hechos históricos e investigaciones médicas que lo corroboran. He tratado esta cuestión en profundidad en mi libro El milagro del aceite de coco (Editorial Sirio, 2014), donde se resumen las investigaciones históricas, epidemiológicas y médicas que se han llevado a cabo sobre los aspectos nutricionales y médicos del aceite de coco. También se pone en tela de juicio la publicidad tan negativa que han acabado perpetuando escritores mal informados.

Se han realizado estudios dietéticos modernos en poblaciones aisladas que mantienen una dieta tradicional a base de coco, que muestran que prácticamente no padecen enfermedades degenerativas. Algunas poblaciones isleñas consumen grandes cantidades de coco fresco y su aceite, y tienen muy buena salud. De hecho, muchas de estas culturas consideran el aceite de coco como una medicina y se refieren a la palma de coco como «El Árbol de la Vida».

En otro tiempo se consideró como algo perjudicial para el corazón por las grasas saturadas que contenía, pero ahora sabemos que cuenta con un tipo de grasas que se conocen como triglicéridos de cadena media (TCM), que de hecho ayudan a prevenir problemas de corazón. Así es, el aceite de coco puede ayudarte a prevenir problemas de corazón. Esto está bien documentado en mi libro El coco cura (Editorial Sirio, 2015), así que no voy a extenderme demasiado en eso aquí. Si no me crees, visita cualquiera de los países que consumen grandes cantidades de coco a diario, como por ejemplo Tailandia, las islas Fiji, las Filipinas o muchas islas del Pacífico. En estos lugares la gente usa a diario aceite de coco para cocinar, y curiosamente tiene muchos menos problemas de corazón que los estadounidenses.

En las regiones de cultivo de coco que hay en la India, casi ni se oye hablar de enfermedades cardiovasculares. Cuando se le dijo a los lugareños que el aceite de coco era perjudicial para su salud, lo empezaron a sustituir por aceite de soja y otros aceites vegetales. Como resultado, y pasados diez años, las tasas de enfermedades cardiovasculares se triplicaron. Asimismo, la obesidad y la diabetes también aumentaron. La gente que mantuvo una dieta tradicional a base de coco se protegió de muchas de las llamadas «enfermedades de la civilización moderna».

Hace años se realizó un importante estudio en dos islas remotas del Pacífico –Pukapuka y Tokelau.2 En él se incluyó a toda la población de las islas. El coco era la principal fuente de alimento de la gente, que obtenía el 60% de su aporte calórico de las grasas, la mayoría del aceite de coco. La Asociación Americana del Corazón recomienda que las grasas totales y las grasas saturadas que se ingieren no superen un 30 y un 10%, respectivamente. Sin embargo, más del 50% de las calorías diarias de esta población procedía de las grasas saturadas del coco. A pesar de que consumían todas estas grasas, no había ninguna evidencia de problemas de corazón, diabetes, cáncer o cualquier otra enfermedad degenerativa propia de las sociedades occidentales. En el momento en que los isleños abandonaron su dieta tradicional a base de coco e implantaron los hábitos alimenticios de las sociedades occidentales, empezaron a padecer enfermedades propias de las sociedades modernas.

Si te detienes un momento y reflexionas sobre ello, te darás cuenta de lo absurdo que es pensar que el aceite de coco no es saludable. La gente lleva utilizando el aceite de coco como el principal aceite en su dieta desde hace miles de años. Si causara problemas de corazón o cualquier otra afección, se vería claramente reflejado en estas poblaciones, pero no es así. Por tanto, el sentido común nos dice que el aceite de coco no es perjudicial.

Lamentablemente, a causa de la mala publicidad que el aceite de coco ha tenido siempre, algunos escritores y profesionales de la salud mal informados siguen criticándolo y aseguran que es uno de los principales causantes de la obstrucción de las arterias. Mucha gente se siente confundida en la actualidad y repite como un loro lo que algunos escritores desinformados aseguran. Deberían leer lo que se está investigando en la actualidad, información que está disponible desde hace unos cuantos años. Si actualmente te encuentras con alguien que afirme que el aceite de coco no es saludable, y de hecho algunas personas lo siguen pensando, date cuenta de que aún sigue anclado en los años oscuros del conocimiento dietético. Dale a leer El milagro del aceite de coco o El coco cura. Estos libros están muy bien documentados, con referencias a la literatura médica que hacen que se elimine cualquier duda sobre los muchos y saludables beneficios de este extraordinario alimento.

Una de las características más significativas del aceite de coco es que, a diferencia de otras grasas, no se almacena como grasa en ninguna parte apreciable del cuerpo. Se metaboliza de forma completamente diferente a como lo hacen las grasas animales y el resto de los aceites vegetales. Cuando consumimos aceite de coco, en lugar de almacenarlo en el cuerpo como grasa, lo convertimos en energía. El aceite de coco incrementa tu energía y mejora tu metabolismo, lo que hace que tu cuerpo queme calorías de una manera más rápida. Así es, el aceite de coco puede ayudarte a perder peso porque hace que quemes más calorías. No solo quema las calorías que directamente se obtienen del aceite, sino también las de otros alimentos. Por esta razón, es apropiado considerarlo la única grasa del mundo baja en calorías. A mucha gente con sobrepeso lo que le ocurre es que tiene la tiroides inactiva –la glándula que controla el metabolismo y la temperatura del cuerpo–. Cuando estas personas empiezan a consumir aceite de coco, su metabolismo y su función tiroidea comienzan a mejorar, así como también experimentan un aumento en la temperatura de su cuerpo, alcanzando valores más normales. La pérdida de peso se convierte en algo muy sencillo.

Las investigaciones actuales confirman que el aceite de coco, sin lugar a dudas, es uno de los alimentos más nutritivos y saludables que existen. Esta es la razón por la que animo a mis pacientes a que lo incorporen en sus dietas. He obtenido resultados increíbles, no solo en la pérdida de peso, sino también en la cura de muchos problemas de salud.

A continuación se pueden leer algunos comentarios de personas que han experimentado cambios increíbles en su salud simplemente añadiendo aceite de coco en su dieta:

Durante los últimos veinte años he ido ganado peso de forma continua y gradual. No me podías llamar gorda, pero ahí estaba yo, demasiado torpe para moverme con ligereza. Este año decidí hacer algo al respecto –al fin–. Empecé con una dieta a base de frutas. No obtuve ningún resultado. Lo intenté con las sopas de col (sin carne). Tampoco, ningún resultado. Hice ayuno durante una semana. ¡NADA!
Y de repente este libro cayó en mis manos –fue como una señal de Dios–. Dejé el ayuno y empecé a comer de nuevo, pero usando aceite de coco. Al cabo de unos días, me pesé: ¡había perdido dos kilos! Desde entonces he perdido un total de diez kilos, y aún sigo perdiendo de forma continuada medio kilo por semana, mientras disfruto comiendo.

SHARON

La primera semana perdí dos kilos y, luego, un kilo más la siguiente semana. Prepararme por las mañanas era toda una odisea –ahora me levanto de la cama de un salto–. ¡Este verano podré ponerme un ­bikini!... Me siento genial y, de hecho, estoy comiendo mucho más –y no tengo miedo de engordar.

CARINE

He estado tomando entre una y dos cucharadas de aceite de coco virgen cada día durante los últimos cuatro meses. He notado un cambio notable en mi energía. Aún dura. Ya no he vuelto a sentir esas oleadas típicas de altibajos en mi energía, especialmente esa sensación de somnolencia después de las comidas. Evidentemente, mi azúcar en sangre se ha mantenido estable.

MARTY OHLSON

Estuve siguiendo una dieta baja en carbohidratos durante veinte meses y conseguí perder veinticuatro kilos. Me faltaba perder otros cuatro kilos. Un día leí en un libro que abogaba por un estilo de vida libre de azúcares que el coco podía ayudar a conseguir un estado de cetosis. Esta declaración me dejó intrigada, así que compré un poco de crema y de aceite de coco, y lo incorporé a mi dieta. Perdí un kilo en una semana (teniendo en cuenta que había perdido dos kilos en los últimos seis meses, como comprenderás, me quedé sorprendida). Compartí esta información en un foro sobre dietas bajas en carbohidratos del que formo parte, y muchos de sus miembros empezaron a usar este producto y también perdieron peso. Algunos han conseguido mantener su peso durante bastante tiempo... Otros han notado un incremento de la energía así como también una sensación de quemazón que indica que su metabolismo está funcionando de forma correcta. Personalmente tengo una sensación que solo puedo comparar con los chutes de cafeína, aunque no consumo café desde hace años.

GAIL BUTLER

Cuando empecé esta dieta, pesaba 144 kilos y tenía una talla 52 de pantalón. Cuando me volví a subir a la balanza, pesaba 114 kilos, así que me deshice de treinta kilos y ahora tengo una talla 44 de pantalón... Mis compañeros de trabajo comentan constantemente que ahora tengo mucha energía. Mi hijo de veinte años está haciendo esto conmigo y ha pasado de pesar 92 kilos a 80 en tres meses. No me preocupo por las calorías y, de hecho, creo que con una ingesta que no supere las 2.500 o 3.000 calorías, perderé peso. Cada dos semanas cuento las calorías que consumo a diario para asegurarme de que no estoy por debajo de las 2.000. Tengo tendencia a hacerlo porque nunca me siento hambriento. Si ingiero las grasas que mi cuerpo necesita, me siento saciado durante unas nueve horas más o menos y fácilmente me puedo saltar una comida si estoy atareado haciendo otras cosas.

CHUCK

Me diagnosticaron hipotiroidismo... Cuando leí en su e-mail que decía que tomara tres cucharadas todas de una vez, decidí que valía la pena intentarlo. Esto fue a las dos de la tarde. Al cabo de veinte minutos, me fui a andar una hora por un sendero empinado y empecé a notar que tenía mucha más energía, si lo comparo con la última vez (y de eso hace tres semanas). Aproximadamente a las siete y cuarto de la tarde (cinco horas después de haber tomado las tres cucharadas de aceite de coco), me tomé la temperatura y para mi sorpresa era de 37 ºC. Esa era la primera vez en los últimos quince años que la temperatura de mi cuerpo era normal, a menos que tuviera un resfriado o estuviera enferma. Ni siquiera recuerdo cuándo fue la última vez que me sentí tan bien como ahora. Gracias. Ha renovado mis esperanzas y ahora creo que puedo perder los kilos que me sobran y que me impiden hacer muchas de las cosas que tanto me gustan.

RHEA LUST

Tan solo con tomar tres cucharadas todas de una vez la temperatura de mi cuerpo aumenta. Normalmente tengo una temperatura de 36,1 ºC durante el día. Mi nueva receta de bolas de nueces parece que también está funcionando. Son deliciosas y me dan un montón de energía. (Me puedo comer cuatro bolas de nueces de diez centímetros de diámetro con el estómago vacío como tentempié.) Me preguntaba de dónde procedía toda esa energía que sentía, así que un día decidí tomarme la temperatura: ¡37 ºC! Repetí el experimento unas cuantas veces más durante esa semana y funcionó cada vez que lo probé.

MARILYN JARZEMBSKI

Soy diabético y decidí dejar los medicamentos que el médico quería que tomase porque intuía que no me iban a hacer ningún bien a largo plazo. Ayer noche me di el gusto de tomarme un vaso de leche de coco. Me lo bebí antes de irme a la cama. Los carbohidratos que había ingerido no eran realmente muchos, pero es cierto que fue un poco caprichoso por mi parte, así que esperaba que a la mañana siguiente mi nivel de azúcar en sangre fuese bastante alto. Pero, para mi sorpresa, era mucho más bajo que nunca. Intentaba que mi nivel de azúcar en sangre en ayunas fuera de 110-120, pero últimamente subía a alrededor de 140. Esta mañana era de 109. Estoy gratamente sorprendido.

ALOBAR

He tomado aceite de coco virgen durante los últimos dos meses (cuatro cucharadas diarias) y me siento mejor que en mucho tiempo. Mis niveles de energía son elevados y mi peso se mantiene bajo. Ya nunca me siento hambriento e, incorporando una rutina diaria de ejercicio, he perdido nueve kilos.

PAULA YFRAIMOV

En poco tiempo he conseguido perder muchos peso (dieciséis kilos en cinco meses) tan solo usando aceite de coco y de oliva... Cambié mi dieta y empecé a seguir un programa bajo en carbohidratos (solo carne, huevos, marisco, verduras sin almidón, frutas, frutos secos y cualquier cosa derivada de ellos, incluidos los productos de coco). Creo firmemente que el aceite de coco explica gran parte de mi éxito porque hubo épocas en las que solamente usé aceite de oliva y, durante esas épocas, perdí poco peso o nada.

ANN

Hay muy pocas cosas que consumo que estimulen mi metabolismo y muchas que lo deprimen. El aceite de coco definitivamente lo estimula. Tomar una cucharada de aceite de coco es la manera más rápida que conozco para hacer que mi temperatura aumente un grado centígrado en cuarenta y cinco minutos. Es realmente increíble.

MARILYN

Te escribo para expresar lo feliz que me siento por usar el aceite de coco. Lo he estado utilizando para todas mis necesidades culinarias y también me lo he tomado a cucharadas. Además, me lo he puesto en el pelo y lo he usado como sustituto de cremas de manos y de cuerpo. Soy una mujer de cincuenta años que padece sobrepeso con problemas crónicos degenerativos de colágeno vascular. Mi nivel de energía está mejorando. Estoy perdiendo peso. Mi dolor crónico está disminuyendo. Mi piel y mi cabello tienen mejor aspecto y la gente me lo comenta. No sé cómo darle las gracias por contar la verdad acerca del aceite de coco. De nuevo le repito que estoy profundamente ­agradecida.

JANICE W.

Estoy adelgazando comiendo más grasas. He perdido catorce kilos y me siento fenomenal. Mi marido ha perdido nueve kilos y también le sienta muy bien. El hecho de no comer trigo es un factor clave para continuar perdiendo peso y mejorar la salud, pero también debo decir que he hecho dos cambios radicales en mi dieta en cuanto a las grasas. El primer cambio es que por lo menos consumo tres veces más grasas de las que acostumbraba a consumir. Así es, consumo más grasas en lugar de menos. El segundo cambio es que las grasas que consumo son saturadas, con el aceite de coco encabezando la lista, y seguido de cerca por la mantequilla y la manteca... No tomo menos de cuatro u ocho cucharadas al día.

TRACEY T.

He intentado perder peso desde la histerectomía que me practicaron hace un año. Incluso hice que mi cuerpo pasara hambre, pero no conseguí ningún resultado. Entonces mi madre me mencionó que su jefe había perdido cuatro kilos tan solo usando aceite de coco. Pensé que no podía dañarme... En seis semanas, perdí once kilos, tripliqué mi energía y ya no tengo que tumbarme en la cama para hacer que me entren los pantalones.

ABBY

Estos son algunos de los muchos testimonios que demuestran los extraordinarios beneficios que tiene añadir coco en la dieta. Los resultados son aún más increíbles cuando se combinan con un plan dietético cetogénico, algo que vas a aprender en este libro. ¿Estás preparado para perder peso y mejorar tu salud y bienestar? Los capítulos que siguen a continuación te van a mostrar cómo hacerlo.

Notas


1 McGee, C. T. 2001. Heart Frauds: Uncovering the Biggest Health Scam in History. Piccadilly Books, Ltd: Colorado Springs, CO.

2 Prior, I. A., et al. 1981. «Cholesterol, coconuts, and diet on Polynesian atolls: a natural experiment: the Pukapuka and Tokelau Island studies», The American Journal of Clinical Nutrition 34: 1552.

Apéndice

METRO

Contador de
nutrientes

Esta tabla enumera la cantidad de gramos de nutrientes productores de energía – carbohidrato neto, grasa y proteína–, así como el contenido calórico de una gran variedad de alimentos básicos. El carbohidrato neto es el carbohidrato de los alimentos que suministra calorías y afecta al azúcar en sangre. Se obtiene restando el contenido de fibra del contenido total de carbohidratos de cada alimento.

La información de esta tabla se deriva principalmente de las bases de datos de los valores nutricionales de los alimentos publicadas por el Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA, según sus siglas en inglés). Existen muchos factores que pueden influir en la cantidad de nutrientes que contienen los alimentos, tales como el clima y las condiciones de crecimiento, el método de procesamiento, la genética, la alimentación de los animales, el tipo de fertilizantes que se utilizan en los cultivos, la estación del año, los métodos de análisis, los métodos de almacenamiento y los métodos de cocción.

Los valores indicados en la base de datos del USDA se presentan a menudo con un solo número, cuando en realidad los números son un promedio de una gama de valores basado en las muestras ­analizadas. Por consiguiente, los valores nutricionales publicados en varias fuentes fiables pueden ser ligeramente diferentes. Este es el motivo por el que es posible que veas distintos valores para un mismo tipo de alimentos dependiendo de la fuente.

En algunas tablas de nutrientes los valores aparecen en decigramos (décimas de gramo). Esto da la apariencia de una medición altamente precisa, pero en realidad proporciona una falsa impresión de exactitud. Todos los valores de nutrientes son un promedio y pueden diferir de una fuente a otra incluso varios gramos. Por lo tanto, las tablas de nutrientes que dan los valores en décimas de gramo pueden ser engañosas y hacer que el cálculo de la ingesta total de nutrientes se convierta en una tarea engorrosa, y sin añadir precisión.

Todos los valores nutricionales que aparecen en esta tabla se dan para medir hasta el medio gramo, como se publica en las bases de datos del USDA. Los valores de muchos alimentos que no aparecen en esta tabla, incluyendo los envasados y preparados y comidas típicas de restaurantes, se pueden encontrar en www.calorieking.com.

Contador de Nutrientes