portada

Marcel Fournier es reconocido por sus estudios sobre teoría social e historia de la sociología francesa. Realizó el doctorado en la École practique de hautes études, bajo la tutela de Pierre Bourdieu. Trabajó como profesor titular del departamento de sociología de la Universidad de Montreal. En 2013 recibió el Premio Léon-Gérin, que reconoce su labor como científico social. Fue miembro del comité ejecutivo de la Association internationale de sociologie. Actualmente es consultor del comité editorial de la revista Durkheimian Studies y miembro del consejo de administración del Museo de Arte Contemporáneo de Montreal. Entre sus trabajos destaca la biografía de Marcel Mauss (1994) y el trabajo colectivo Marcel Rioux, La culture comme refus de l’économisme (2011).

 

Émile Durkheim
(1858-1917)

 

Sección de Obras de Sociología

Traducción
Guillermina del Carmen Cuevas Mesa
 
Revisión técnica de la traducción
y cuidado de la edición

Jorge Galindo

Marcel Fournier

Émile Durkheim
(1858-1917)

 

Fondo de Cultura Económica

Primera edición en francés, 2007
Primera edición en español, 2019
[Primera edición el libro electrónico, 2020]

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Sumario

Introducción

Agradecimientos

Primera parte
JUVENTUD

I. Una educación judía

II. Alumno de la escuela normal

III. Shopen, profesor de liceo

IV. Viaje a Alemania

Segunda parte
FUNDACIÓN DE LA SOCIOLOGÍA

V. Profesor en Burdeos. Pedagogía y ciencias sociales

VI. Individuo y sociedad: el vínculo social. Tesis de doctorado

VII. Un objeto, un método y las reglas

VIII. 1895. La revelación

Tercera parte
UNA REVISTA, UN EQUIPO

IX. Etapa de conversiones, de El suicidio a L’Année sociologique

X. L’Année sociologique y el nacimiento de un equipo

XI. El caso Dreyfus y la defensa de los derechos del hombre

XII. ¿Fracaso?

XIII. Una palabra: solidaridad

XIV. Crisis en L’Année

Cuarta parte
PARÍS, LA SORBONA

XV. En la Sorbona

XVI. El Gran Manitú y el clan tabú-tótem

XVII. «La moral, a la orden del día»

XVIII. La evolución pedagógica o la triple cultura

XIX. La Iglesia, el Estado, la patria

Quinta parte
MORAL Y RELIGIÓN

XX. Un décimo aniversario

XXI. «Cambiar el mundo»

XXII. El regente de la Sorbona

XXIII. En los orígenes de la vida religiosa

XXIV. Un curso, un último Année, el fin de una época. El pragmatismo

Sexta parte
LA GRAN GUERRA

XXV. Agresión injusta

XXVI. «Pensar en lo mismo día y noche»

Epílogo. La mentalidad de la época

Índice onomástico

Índice general

ÍNDICE GENERAL

Introducción

Agradecimientos

PRIMERA PARTE
Juventud

SEGUNDA PARTE
Fundación de la sociología

TERCERA PARTE
Una revista, un equipo

CUARTA PARTE
París, La Sorbona

QUINTA PARTE
Moral y religión

SEXTA PARTE
La Gran Guerra

Epílogo. La mentalidad de la época

Índice onomástico

contraportada

Para Mathieu, Vincent, Sara y Nathan

Introducción

Sociólogo francés, cabeza de la escuela sociológica francesa, fundador de la sociología: ésa es la imagen que de Émile Durkheim tiene el público culto y los especialistas en ciencias humanas y sociales. Una placa adorna la casa donde vivió varios años en Burdeos, en el bulevar de Talence, en la que se lee «Émile Durkheim, fundador de la sociología», ¡ni más ni menos! Durkheim habría destronado así a Auguste Comte, inventor de la palabra sociología, neologismo bárbaro proveniente del latín socius (sociedad) y del griego logos (discurso).

ALGUNOS MITOS E IDEAS PRECONCEBIDAS

Cada ciencia, cada disciplina, tiene sus «ancestros», sus pioneros, sus héroes, que son conmemorados periódicamente a fin de consolidar la cohesión intelectual y reforzar la identidad profesional. Durkheim, consciente de ello, fue el primero en mostrar cómo el culto al héroe contribuye a la encarnación de valores sociales y a la ejemplificación de ideales colectivos. Como Karl Marx o Max Weber, los otros dos «fundadores» de la sociología, Durkheim es uno de los «autores clásicos» más leídos, y conocer sus obras es hoy parte de la definición universal del sociólogo.1 Algunos se inspiran en él, otros lo critican, en ocasiones duramente, pero todos lo respetan.

Gran especialista en totemismo, Durkheim se ha convertido en una especie de tótem para la sociología. Sobre él se ha construido un verdadero culto: a él se consagra una sociedad de amigos de Durkheim, así como una revista (Durkheimian Studies/Études durkheimiennes) y un centro de investigación, el British Centre for Durkheimian Studies, en Oxford; en Francia dos calles llevan su nombre, una en Épinal y otra en París, cerca de la Gran Biblioteca. También hay un aula magna Durkheim en la Sorbona, un colegio Émile Durkheim en Peujard, una plaza Durkheim en el campus de la universidad de Lille. En fin, el centenario de la publicación de cada uno de los tres primeros libros de Durkheim dio lugar a coloquios y a la publicación de obras colectivas o de números de revistas cultas, en pocas palabras, a conmemoraciones.2

Durkheim está rodeado de grandes mitos: Durkheim profeta, Durkheim regente de la Sorbona, Durkheim el amigo de Jaurès que nunca fue socialista. Por otra parte, en la «tradición oral» transmitida a través de los cursos, a menudo su obra se redujo a algunas ideas recibidas: el culto objetivista del «hecho»; la crítica de las prenociones y, de forma más general, del sentido común; la absolutización de lo colectivo y la presunta negación de la individualidad que de ello se deriva; la idealización de la conciencia colectiva como espíritu «dominante» que actúa de forma independiente sobre el pensamiento y la acción de los sujetos sociales.3 Durkheim transmite también la imagen del jefe de un grupo fuertemente unificado en torno a la revista L’Année sociologique y del pensador de orientación política conservadora preocupado sobre todo por el orden social y la integración moral de las sociedades.

El objetivo de esta biografía es destruir los mitos que rodean la vida y la carrera del fundador de la sociología en Francia e impugnar o matizar las ideas recibidas sobre su obra. Durkheim y sus colaboradores dejaron un rico legado intelectual que se presta a interpretaciones diferentes, casi contradictorias: del funcionalismo al estructuralismo pasando por el interaccionismo, la etnometodología y la sociología pragmática.4 ¿Cuál es el «verdadero» Durkheim?

El procedimiento que se sigue en esta obra, que abreva a la vez en las técnicas biográficas, la historia de las ideas y la sociología de la ciencia, permite mostrar las dificultades que prevalecen en la base de una disciplina nueva y la complejidad de la creación de una obra que, al proponer una nueva teoría de lo social, implica una revolución en las ciencias humanas: reiterada defensa de la autonomía de la sociología (no sólo respecto de otras disciplinas, en particular la psicología, también de los poderes religiosos y políticos); formulación sistemática de reglas metodológicas y adopción de métodos objetivos (entre otros, la estadística) para el estudio de lo social; condena de las teorías raciales, la crítica del eurocentrismo y la rehabilitación total de la humanidad de lo primitivo (en otras palabras, el relativismo cultural).5

ENIGMAS. LOS NUEVOS DOCUMENTOS

Pocos estudios se han dedicado a la vida y obra de Émile Durkheim.6 En las ciencias humanas y sociales suelen preferirse las interpretaciones teóricas de las obras a los estudios sociobiográficos de los autores. La única gran biografía de Durkheim es la obra magistral de Steven Lukes, Émile Durkheim: His Life and Work [Émile Durkheim: su vida y obra], publicada hace más de 30 años y que lleva como subtítulo An Historical and Critical Study [Estudio histórico y crítico]. Si bien fue objeto de gran atención y llegó a ser best seller, este libro tan bien documentado nunca se tradujo al francés.

Desde entonces, al abrirse los archivos y descubrirse manuscritos, informes administrativos, textos (reseñas, cursos, participaciones orales en debates académicos) y notas de curso tomadas por alumnos, surgieron nuevos datos sobre su vida y su obra que dieron lugar a nuevos análisis e interpretaciones, como demuestran los numerosos trabajos publicados desde hace 20 años.7 Este «renacimiento» de los estudios durkheimianos se manifiesta, finalmente, en importantes publicaciones: números especiales de revistas sobre Durkheim y la escuela sociológica francesa,8 edición de los Textes [Textos] de Émile Durkheim en tres volúmenes, por Victor Karady en 1975, en las Éditions de Minuit,9 y la publicación de su correspondencia con amigos y colaboradores cercanos (Octave Hamelin, Xavier Léon, Célestin Bouglé, Marcel Mauss, Henri Hubert, François Simiand), nuevas traducciones de las obras de Durkheim en varias lenguas, incluida su tesis latina sobre Montesquieu, sin olvidar numerosas tesis de doctorado. Yo mismo contribuí a ese movimiento del redescubrimiento con la publicación de la primera gran biografía de Marcel Mauss y la edición de los Écrits politiques [Escritos políticos] de Mauss y las Lettres [Cartas] de Durkheim a este último.10

Pero una vida conserva su misterio y sus jardines secretos. Sobre la vida, la carrera y la obra de Durkheim no está todo dicho, lejos de ello. Todavía hay enigmas, ya sea sobre su personalidad y sus estados psicológicos, su relación con el judaísmo, su vida familiar y su estilo de vida; su relación con sus amigos y colaboradores cercanos, sus responsabilidades político-administrativas o sus orientaciones políticas.

Esta nueva biografía de Durkheim se distingue de los otros estudios en tres aspectos: 1) presentación estrictamente cronológica y no temática, como habitualmente se hace, de la vida y la obra de Durkheim y sus colaboradores; 2) puesta en evidencia de la dimensión colectiva de la obra de Durkheim, de ahí la idea de una biografía semejante a una prosopografía; 3) presentación integral de la obra de Durkheim (y hasta cierto punto, de sus colaboradores), así como de los debates de que fueron objeto cada libro, cada artículo, en el momento de su publicación,11 y por último 4) adopción de una perspectiva sociológica y la inscripción de su vida y obra en el contexto intelectual, institucional y político de los años 1850 a 1920. Retomando la expresión de Lucien Febvre, el título de la obra hubiera podido ser Durkheim, Mauss y Cía. Se trata, pues, de hacer coincidir lo individual y lo colectivo, el habitus y el campo, lo eventual y lo estructural. Se entenderá que para responder a este ambicioso programa nuestro Durkheim será necesariamente voluminoso. Una vida se resume en unas cuantas frases, pero para quien la quiere completa, no se cuenta más que en varios cientos de páginas.

LA VIDA Y LA OBRA DE DURKHEIM

La vida y la carrera de Durkheim pueden dividirse sin problema en varios grandes periodos: 1) juventud y formación en la École normale supérieure; 2) profesor de liceo (Puy, Sens, San-Quintin, Troyes) y viajero en Alemania; 3) encargado de curso y profesor de ciencias sociales y pedagogía en Burdeos; 4) nombramiento en la Sorbona, en París; 5) primera Guerra Mundial. Éstas son las principales partes de nuestra obra. Si el periodo de Burdeos parece haber sido el más productivo, con la publicación de La división del trabajo social (1893), Las reglas del método sociológico (1895) y El suicidio (1897), así como la fundación de L’Année sociologique, el de París-Sorbona es el más activo en el plano de la diversidad de actividades intelectuales, administrativas y políticas, y el de la primera guerra, sin duda, el más trágico, por la muerte de varios de sus colaboradores y de su hijo André.

En cuanto a su obra, la periodización es más compleja. Algunos presentan a Durkheim como «uno de los pocos filósofos y sociólogos que nunca cambiaron sus ideas fundamentales».12 Otros, por el contrario, ponen en evidencia la discontinuidad, los cambios, incluso las contradicciones del erudito. ¿Hay un Durkheim joven y uno viejo? ¿El Durkheim «joven» sería el materialista y determinista, y el «viejo», más idealista y voluntarista?13 Y si de juventud se trata, ¿cuáles son los «escritos de juventud» de Durkheim?14 Finalmente, un año (1895) y un periodo de transición (1894-1896) parecen particularmente significativos: en 1894-1895, Durkheim imparte en Burdeos su primer curso de sociología de la religión, y en 1895, tiene una «revelación» y descubre el papel esencial de la religión en la vida social.15 Como hijo de rabino, Durkheim ve que por fin se le abren las puertas del estudio objetivo y sociológico de la religión.

DURKHEIM, MAUSS Y COMPAÑÍA

La gran fuerza de Durkheim es reunir en torno a él a un equipo de colaboradores que le ayudan a publicar L’Année sociologique y que forman lo que ahora se ha convenido en llamar la escuela francesa de sociología: Marcel Mauss, Henri Hubert, Célestin Bouglé, Paul Lapie, Gaston Richard, François Simiand, Maurice Halbwachs, Robert Hertz, etc., equipo que se distingue de otros grupos, por ejemplo del de la Revue internationale de sociologie, por sus prestigiados títulos académicos (École normale supérieure, agregaduría, doctorado) y su acceso a cátedras de enseñanza superior e instituciones de enseñanza especializada (École pratique des hautes études), pero que en el plano intelectual y político está lejos de ser homogéneo; incluso ciertas divergencias condujeron a disensiones, como en el caso de Gaston Richard. El famoso debate psicología-sociología radica en el núcleo mismo de las discusiones entre colaboradores.

El enfoque de Durkheim implica una dimensión colectiva. L’Année sociologique es sin duda una empresa colectiva, ¿pero cada uno de los libros? ¿Quién es el autor de Las formas elementales de la vida religiosa, Durkheim o Mauss? La relación entre tío y sobrino es muy estrecha, Marcel es el alter ego de Émile. «Imposible desprenderme de los trabajos de una escuela», dirá Marcel Mauss, para resaltar el sentido del trabajo en común y la colaboración (a diferencia del aislamiento y la búsqueda pretenciosa de la originalidad).16 La contribución del sobrino a la obra de su tío es capital, pero son muchas las cosas que los oponen, desde la personalidad a la forma de vida, pasando por los compromisos políticos. Tanto en el caso de esta colaboración como en el de otras es innegable el liderazgo intelectual de Durkheim —es el maestro—, pero las influencias son múltiples y recíprocas. Algunos de los «discípulos» se remiten, incluso al mismo tiempo, a Bergson y Durkheim.

La ambiciosa empresa de L’Année sociologique es de las más importantes preocupaciones de Durkheim. Qué gran esfuerzo movilizar a todo un equipo de colaboradores que tienen sus propios proyectos de investigación y que a menudo tienen obligaciones familiares y compromisos políticos. No basta con un análisis global de la revista, por eso presento aquí los 12 tomos de L’Année, para poner muy en claro las dificultades específicas de esta empresa en diferentes momentos de la carrera de Durkheim y sus colaboradores.

Publicación de numerosas obras, aparición regular de una revista monumental, enseñanza en escuelas secundarias y universidades: todo esto provoca a la vez admiración y odio, como demuestran las reacciones ante la publicación de cada uno de sus libros y también de cada número de L’Année. Durkheim es el primero que se muestra ansioso. «¿No será en vano?», se preguntaba cuando se publicó El suicidio. Se admira el enorme esfuerzo colectivo y la generosidad que representa la publicación de cada volumen de la revista, pero se critica sin reparo, a menudo implacablemente, la perspectiva que defienden Durkheim y sus colaboradores, a quienes se acusa de todos los pecados del mundo: realismo, naturalismo, positivismo, determinismo, etc. En los primeros años de la década de 1910, Émile Durkheim surgirá como hombre de poder, prácticamente un hombre marcado; «el regente de la Sorbona», le llaman los autores de La Nouvelle Sorbonne. A principios de siglo, Gabriel Tarde y Henri Bergson son las celebridades intelectuales, esas que atraen la atención en los círculos intelectuales y artísticos y provocan curiosidad en los círculos mundanos, no Durkheim.

¿Éxito o fracaso? Tratándose de la institucionalización de la sociología, se puede decir, como Victor Karady,17 ¿que fue un medio fracaso? Durkheim «conquista» la ciudadela que es la nueva Sorbona, y una de las condiciones de esta conquista es la relación que se establece entre la sociología y la República, pero el ganador pierde: en la movida misma en que la sociología adquiere una nueva legitimidad institucional, se le relaciona con el (nuevo) poder republicano y Durkheim, severamente criticado, resulta regente de la Sorbona.

EL INTELECTUAL ESPECÍFICO

«Nuestras investigaciones no merecen que se les dedique ni una hora si su interés no fuera más que especulativo», declara Durkheim en el prefacio de la primera edición de La división del trabajo social (1893). Según él, la ciencia puede y debe ser una guía para la conducta, y ayudar a encontrar la solución de los problemas. Durkheim se ha mantenido alejado de los partidos políticos, de la vida partidista, pero muy pronto la «cuestión social» está en el centro de sus preocupaciones. En cierto momento, tiene una doble ambición: por una parte fundar la ciencia pura, y por la otra, hacer política. A la larga, la sociología le dará la posibilidad de satisfacer su necesidad de conocimientos y de acción. Durkheim no publica obras importantes dedicadas principalmente al análisis político,18 y sólo en dos momentos participa activamente en política, el caso Dreyfus y la primera Guerra Mundial. También atraen directamente su interés tres hechos y movimientos importantes: la ocupación de Alsacia-Lorena por las tropas alemanas durante la guerra francoprusiana (1870-1871), el advenimiento de la Tercera República, la multiplicación de los conflictos sociales y el desarrollo del movimiento socialista en Europa.

La parte ideológica de la obra de Durkheim no escapa a Paul Nizan, que en los años treinta lo tachará de «perro guardián». Es cierto que en ese momento los intelectuales comunistas tachan a la sociología (durkheimiana) de ciencia burguesa. A Émile Durkheim se le percibe como pensador liberal que ha transformado ideas conservadoras en teoría sociológica sistemática,19 o como teórico conservador del orden social que ha rechazado el socialismo.20 Steven Lukes corrige esta idea al mostrar que la posición política de Durkheim es «reformista a ultranza». Más recientemente, en opinión de Jean-Claude Filloux, Durkheim parece un pensador socialista que defiende una concepción democrática, casi autogestora, del socialismo: el socialismo habría sido el origen de su vocación de sociólogo y su «compañero de trayectoria».21 La sociología durkheimiana parece, pues, más «radical» o «crítica» de lo que antes se pensaba.22

La postura que adopta Durkheim respecto de la política es la del «intelectual experto», o retomando la expresión de Pierre Bourdieu,23 del «intelectual específico», que si bien defiende la autonomía de la ciencia, en sus áreas de competencia, desempeña el papel de consejero del príncipe y de educador del pueblo. ¿Pero cómo calificar su posición política? Varios de los colaboradores cercanos de Durkheim, empezando por Marcel Mauss, participan activamente en el movimiento socialista. Otros, como Célestin Bouglé, deploran lo que en 1900 llamaban la «crisis del liberalismo». Durkheim aparece entonces como el «hombre del justo medio» y por qué no, de la tercera vía: trata de conciliar las fuerzas contrarias de la individualidad y de la solidaridad y, por consiguiente, del individualismo y el socialismo,24 los dos grandes peligros que, según él, enfrentan las sociedades contemporáneas, el totalitarismo y el anarquismo. ¿Se podría decir que él es socialista liberal?

Uno de los objetivos de Durkheim es elaborar una nueva ideología republicana con fundamentos científicos, y también desarrollar una nueva ciencia positiva de la moral y las costumbres. Como se ve en los cursos de moral o incluso de pedagogía que impartió en Burdeos y después en París, los problemas sociales y económicos de principios de siglo figuran entre sus preocupaciones principales y constantes. Émile Durkheim crece y vive en el contexto de la Tercera República, de esa República de las instituciones y el derecho, en la que al poder personal se opone el de las instituciones, y al de la fuerza de la espada (del mariscal), la de las leyes (del hombre de Estado).25

La Tercera República es también la República de los profesores: no sólo algunos ocupan un escaño en la Asamblea; también, y sobre todo, están estrechamente relacionados con el movimiento de reformas emprendido por Jules Ferry en el mundo de la educación, que conduce a la separación de la Iglesia y el Estado. Las tres palabras clave de la ideología republicana son democracia, laicismo y ciencia. Las opciones políticas que reflejan los valores republicanos son el derecho de asociación, la libertad de prensa, la nueva ley del divorcio, la misión civilizadora. Se introduce la educación cívica en el programa escolar, se promueve la higiene personal, la previsión y el ahorro. Hay, pues, algo así como un ethos republicano que se pretende difundir en la escuela, por ejemplo, en los nuevos cursos de educación cívica, basada en el principio del «gobierno de sí»: control de sí y autonomía personal. «No basta con ser republicano si no se tiene la austeridad de las costumbres republicanas», gustaba de repetir Jules Simon.26

Durkheim es antes que nada republicano, y el apoyo que prestó a la Tercera República pudo parecer un signo de su «liberalismo»;27 en efecto, Durkheim defiende la dignidad del individuo, los derechos individuales, la libertad de pensamiento, las instituciones democráticas y los valores liberales esenciales de la tolerancia y el pluralismo. Pero en el mismo movimiento, critica el liberalismo utilitarista y el no intervencionismo en economía para fomentar los valores de la solidaridad. Además, en el marco del movimiento de promoción de la vida asociativa (ley de 1901), defenderá el papel de las nacientes corporaciones profesionales y criticará al sistema parlamentario. Este «corporativismo» que defiende, precisemos, no es incompatible con la tradición republicana y la democrática, por tanto, no es fácil clasificar a Durkheim bajo alguna de las «etiquetas ideológicas convencionales».28 La relación entre Durkheim y el liberalismo es tan compleja, y está tan influida por su sociología, que habrá incluso quien hable de una «defensa comunitaria del liberalismo».29

MELANCOLÍA DE FIN DE SIGLO. UN MUNDO CAMBIANTE…

Como muchos de sus contemporáneos a principios de siglo, Émile Durkheim está consciente de que «algo no está bien». Los problemas son sin duda sociales (reducción de la natalidad) y económicos (huelgas, etc.), pero también psíquicos. Unos hablan de «sobreexcitación del sistema nervioso», otros, de «desvitalización y degeneración colectiva», todo ello explicado por las nuevas condiciones de vida (gran ciudad, ruido, agitación). La Francia de fin de siglo parece una «colectividad neurótica». La palabra «degeneración» está en boca de todos. Y se insiste particularmente en lo que llaman neurastenia: estado clínico de hipersensibilidad mental y debilidad física como resultado de una gran fatiga nerviosa. Los otros síntomas son tristeza, indecisión, lasitud física y problemas somáticos.30

Muy abierto a la nueva psicología, Durkheim sigue con interés los trabajos de los psiquiatras y también de sus colegas que, filósofos o psicólogos, hacen investigaciones sobre psicopatología. Desde los primeros volúmenes de L’Année sociologique se manifestó un verdadero interés por los trabajos de «higienistas» y psiquiatras que pretenden curar las «enfermedades sociales». El índice de la revista incluye entradas bien diferentes: crimen y criminalidad, economía, educación, sanción y responsabilidad, religión, mujer, suicidio, ciudad, etc., pero también familia, parentesco, matrimonio, sexualidad (en particular, incesto y prostitución). Y por último, años después, otros temas serán cada vez más importantes: creencias, culto, Dios, dogma, Iglesia, ritual, fetichismo, sacrificio, magia, mito, superstición, tabú, tótem. Tales son los aspectos que conforman el programa durkheimiano, que es el estudio crítico del inconsciente social como objetivación del irracionalismo. Su sociología es en cierta forma una psicología colectiva, pero las causas de los problemas psíquicos no son individuales, sino sociales, no están nada más en las «profundidades del alma», también en los «basamentos de la vida colectiva».

«Malestar» y «ansiedad» son dos palabras que aparecen constantemente en la obra de Durkheim, a quien le interesan no sólo los problemas sociales, también —como es evidente en su tesis de doctorado, La división del trabajo social (1893)— los problemas psíquicos, las enfermedades mentales y la neurastenia. Según él, son tensiones y «conflictos» que surgen en las sociedades en que se debilita la conciencia colectiva. Después, en El suicidio (1897), analiza los principales tipos de suicidio de las sociedades contemporáneas, prestando particular atención al suicidio egoísta y anómico, y retomando la expresión de Chateaubriand, habla del «mal del infinito», que adopta diversas formas, «infinito del sueño», «infinito del deseo». Hay incluso «corrientes de tristeza colectiva» que atraviesan a la sociedad y que, a su parecer, si no son excesivas, no son patológicas. En otras palabras, la melancolía, más frecuente en las sociedades modernas, no es necesariamente algo mórbido si no ocupa demasiado lugar en la vida. Y lo que puede ser mórbido para los individuos, puede no serlo para las sociedades. ¿Qué sería una sociedad sin neurasténicos?, se pregunta Durkheim.

¿Elogio de la melancolía? Ésta es valorizada en los medios intelectuales y artísticos. «El hombre moderno es un animal que se aburre», escribió Paul Bourget en 1891. La hipersensibilidad, cierta soledad, la tristeza, son las condiciones de la creación. Para Baudelaire, poeta de la melancolía por excelencia, un gran artista es necesariamente un artista melancólico.31 ¿Se puede decir que Durkheim haya estado personalmente predispuesto a elaborar una psicología colectiva de un «tipo particular»? Hay en su vida cuando menos tres cosas de las que podemos estar seguros: su hipersensibilidad, sus crisis de neurastenia y su enfermedad en los últimos días de su vida. Él mismo relacionó su propio «malestar mental» con la neurastenia y la melancolía, y no hay duda de que Durkheim murió de pena en 1917. Un mundo cambia, un pueblo vuelve a la barbarie, una vida pierde sentido…

Podría uno verse tentado a presentar la sociología de Durkheim como un esfuerzo de objetivación de sus propios problemas personales. «El hombre es la obra», dirá pensando en su amigo Frédéric Rauh.32 No obstante, la obra no es la expresión directa de una vida, como tampoco es el reflejo de una sociedad o de una época. La vida, la obra y la sociedad se entremezclan y se distancian a la vez. Las influencias son manifiestas, son las de la trayectoria social de un niño de Épinal, hijo de rabino, que tras su formación en la École normale supérieure, se hace filósofo (de la República) y profesor de pedagogía y de ciencia social. En resumen, un «niño de su época»,33 pero que experimenta varias rupturas (respecto de su medio social e intelectual) y logra un golpe maestro: fundar la sociología como ciencia, en suma, una «revolución».

Agradecimientos

Cuando, una vez publicado en Fayard, en 1994, mi libro sobre Marcel Mauss, edité (en colaboración con Philippe Besnard) Lettres à Marcel Mauss [Cartas a Marcel Mauss] de Émile Durkheim, Olivier Bétourné, entonces editor en Fayard, me lanzó una invitación que era también un desafío: «Ahora necesitamos un Durkheim». ¡Por fin se publica! Agradezcámosle todo su apoyo y también la presión que no dejó de ejercer en mí, antes de irse de Fayard, para que yo respetara los plazos que habíamos fijado. A menudo me encontré en la situación del sobrino Marcel, cuyos frecuentes retrasos tanto irritaban a su tío Émile… Cuando se fue Olivier Bétourné, Claude Durand aceptó, sin dudarlo, mantener la obra en la programación de Fayard y publicarla, por voluminosa que fuera.

Para llevar a cabo mi investigación, tuve desde el principio el apoyo de Pierre Bourdieu, que había dirigido mi tesis de doctorado, hace (¡ya!) más de 30 años, en la École pratique des hautes études. Me facilitó el acceso al Fondo Hubert-Mauss, depositado por las familias Hubert y Mauss en los archivos del Collège de France. En ese fondo, transferido al IMEC-Caen, estaban todas las cartas que Durkheim había escrito a su sobrino Marcel Mauss. Mi biografía de Durkheim es la del sociólogo que comparte el deseo de inscribir su trabajo en un proceso de reflexión sobre las ciencias sociales, a menudo expresado por Bourdieu.

Cuando se editó Lettres à Marcel Mauss, pude, además, aprovechar los consejos siempre adustos, pero utilísimos, de Philippe Besnard, hoy ya fallecido. Su ausencia me pesó mucho mientras llevé a cabo este trabajo, pues ante una dificultad, mi primer reflejo era recurrir espontáneamente a ese gran especialista en Durkheim. Quiero rendirle homenaje por toda la energía y la competencia de que dio muestras, durante más de 20 años, para «relanzar» en Francia los estudios durkheimianos.

Tanto para la edición de la correspondencia entre Durkheim y Mauss, como para la redacción de esta obra, me fue necesario tener acceso a informes o datos de muy diversa índole. Primero, los recuerdos y la documentación conservada por los miembros de las respectivas familias, sobre todo las familias Durkheim, Mauss y Hubert. Agradezco encarecidamente a Pierre Mauss, ya fallecido, a su esposa y a su sobrino Robert, pero también a Étienne Halphen, Marcel Durkheim, Bernard Lyon-Caen, Gérard Hubert. Después tuve que consultar los innumerables documentos que se encuentran en muchas instituciones o archivos: obviamente los del Collège de France y del IMEC-Caen, pero también los archivos nacionales, los archivos de la Alianza Israelita Universal, del consistorio de París y del de Burdeos, los archivos del departamento de la Gironde, de los Vosgos, los archivos de la universidad de Burdeos y de la universidad de París-Sorbona, del Musée Social, etcétera.

La calidad del acceso a estos archivos se debe en gran parte a la competencia y la gentileza de las personas responsables: Christine Delangle en el Collège de France, Monique Lévy en la Alianza Israelita Universal, Olivier Corpet y el personal del IMEC, en Caen, Gilles Grivel, profesor y gran conocedor de la historia de Épinal y de la región. Por otra parte, la labor de Dona Evelth como documentalista fue invaluable para «rastrear» documentos que resultaron de gran utilidad: actas de nacimiento, de matrimonio y de defunción, inventarios de bienes después del fallecimiento, artículos publicados en revistas y periódicos, etcétera.

Para la preparación final del manuscrito, tengo en gran aprecio la colaboración para la mecanografía de Renée Merzi; editorial de Camille Marchaut, y la de Marian Misdrahi y Daniel Cortes, para la constitución del índice.

Una investigación de esta naturaleza, que exigió numerosos desplazamientos trasatlánticos y la colaboración de ayudantes de investigación, fue posible gracias al apoyo financiero de un formidable organismo, el Conseil de recherches en sciences humaines de Canada (CRSH).

Durante toda la investigación sobre Émile Durkheim y sus colaboradores, conté también con el soporte de numerosos colegas, profesores e investigadores que, en un momento u otro, me compartieron documentos, me asesoraron o multiplicaron su apoyo: Maurice Agulhon, Maurice Aymard, Jeffrey Alexander, Patrick Berdoz, Jean-Michel Bertherlot, (Los Ángeles), universidad de Ottawa, de Quebec en Montreal, de Meknès, de Burdeos, universidad Marne-la-Vallée, París-V, París-VII, París-X, Universidad Tolosa-Le Mirail.

Un agradecimiento muy especial para Yolande Cohen, el amor de mi vida, por su apoyo tan generoso durante estos 10 años de investigación y escritura, y por su atenta lectura del manuscrito. Su conocimiento de la historia de la Francia contemporánea resultó valiosísimo.