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Elipse de los Tiempos

Pedro Sevylla de Juana

Ilustración de portada: Tiempos y espacios interestelares

Pedro Sevylla 2012, Técnica digital

©Elipse de los tiempos

©Pedro Sevylla de Juana

ISBN papel 978-84-686-0970-6

ISBN ebook 978-84-686-0971-3

Impreso en España

Editado por Bubok Publishing S.L.

La desilusión vive una calle más allá de la ilusión; por eso llega un poco más tarde.

(Cesáreo Gutiérrez Cortés)

Al presente, dragón inmortal que se alimenta de futuro y, al digerirlo,

lo transforma en pasado.

Índice

Amanecer de amaneceres

La excentricidad de mi órbita

Dispersión y búsqueda

Amor de amor enamorado

Intemperie de dudas y misterios

Disidencias

Epílogo

Amanecer de amaneceres

UNO

En su propio final inalcanzable

se enraíza el imposible principio del tiempo

y los bordes del espacio se alejan a la velocidad de la luz

siguiendo los treinta y dos rumbos de la rosa de los vientos.

La eternidad es el tiempo que tarda la luz en recorrer

el espacio infinito,

la infinitud es el extremo espacio

que la luz alcanza en su eterno recorrido;

se explican juntas ambas,

la una sin la otra

no son nada.

DOS

Al principio, incluido el trascendente aquí,

ya poseía el espacio su completa magnitud sobrada;

y el tiempo, crecientes carriles del devenir,

avanzaba inexorable hacia el hoy y hacia el mañana.

En el principio, tiempo y espacio protegían,

justificando su propia existencia,

a la inestable energía

La energía fue transformándose en materia:

miríadas de mundos,

montañas, desfiladeros, lagos, mares, estepas

cantos rodados, musgo, lagartos;

y la materia adquirió su forma tan diversa.

Materia y energía,

en su cópula engendraron,

sístoles y diástoles,

el primer hálito de vida.

TRES

La vida vagaba sola en el charco finito

a la espera de una divinidad emprendedora

de unas reglas que aportaran sentido,

que añadieran a su esencia el deseo de saber,

la capacidad de crear y el raciocinio;

milenios iban a tardar aún arcilla y voluntad

en formar pensadores que se pusieran a ello con ahínco.

En el incierto maremagno de los atardeceres rojizos

de los amaneceres exentos de impurezas,

los mundos se alejan unos de otros presurosos

empujados por el frenesí de su carrera.

La razonable lógica marca a las leyes naturales la andadura

y por sus carriles definidos serena va la evolución

dedicada a la mejora permanente de todo lo anterior.

CUATRO

Telúrico vientre domicilio de embriones

útero terreno

origen del origen primero.

Cruzando los umbrales más profundos

se unifican planetas y electrones,

porque todo se concreta en uno

lo de arriba y lo de abajo

lo enorme y lo minúsculo.

El día y la noche

las frías nieves y el carbón ardiente

el bien y el mal

estaban en los inicios muy unidos

lo superfluo y lo esencial

lo sólido y lo líquido.

Rojo y negro eran un solo color

izquierda y derecha un mismo lado

espalda con espalda convivían

iguales y contrarios.

En los códigos genéticos de los peces y los saurios

luchaban por la posterior evolución

simios y humanos.

Catedrales góticas y conmovedoras puestas de sol

bullían entre animosos sentimientos solidarios

y disparos dirigidos a la multitud alborotada

por miles de tiranos.

CINCO

No podía durar eternamente la concordia

la tensión crecía como en caña arqueada

como en volcán activo,

las identidades de cada animal, de cada planta

de cada pensamiento o acción

se perfilaban.

La explosión liberadora

fue la consecuencia natural

y cada elemento encontró su relativa posición:

el cazador y la liebre

el adjetivo y el nombre,

alborada y poniente.

Rescoldo de volcanes,

gris y pardo amanecía

duras las formas,

desabridas.

Dio comienzo el orden de las cosas

gobernado por rígidos preceptos

cuando las pesadas rocas

lograron diferenciarse del légamo.

SEIS

Tierra y cielo se separan,

noche y día,

roca y agua,

empuja la llanura a la llanura

alzándose elevadas las montañas;

surgen páramos y montes en una de esas telúricas disputas

y los dioses ponen en Valdepero su mirada.

Corteza y médula calizas,

señaladas como punto de arranque del Universo

por investigaciones exhaustivas;

en el tibio y asentado Valdepero

tuvo comienzo la marcha inexorable de los días.

Divulgó el Cierzo origen tan remoto

y Valdepero me habita desde entonces, me enamora,

me vive y me muere,

me transforma;

perfila mis labios y llena mi boca.

SIETE

Potenciando millones y millones

de veces el astral centelleo

con la lente pulida

del transparente hielo

se creó la luz de amanecida.

Unieron sus esfuerzos Sol y Luna

generando la evidencia cotidiana

cenit ferviente, ambigüedad nocturna

y la verdad nació de su imagen reflejada.

OCHO

Sosegada, selectiva,

imparable la vida se potencia,

sociedad de elementos,

celosos de su esencia.

Tierra de Campos,

Cerrato;

valles, páramo, llanura;

y Valdepero,

piedra angular, síntesis, columna.

En lugar tan lleno de verdades, límpida mirada,

he nacido;

cosecha perdida entre los dedos, agotados veneros,

equilibrio.

Las últimas encinas del monte confinan el espacio

alrededor no hay nada:

un agujero informe y vacío,

una liviana noche de soledad,

el profundo abismo.

Un suelo sin piedad, un cielo azul cruzado de gorriones

un siglo y otro iguales,

el firmamento apoyado en el páramo y el monte

y sobre él

la eternidad de los días cercados por las noches.

Nada ni nadie fue capaz de doblegar a las espigas

y menos aún de desgranarlas,

las raíces eran habitual alimento

y el gélido frío inseparable compañero.

Resulta extraordinario que en tan adversas circunstancias

floreciera una especie humanizada

capaz de llorar ante el crepúsculo

y de sonreír al alba.

NUEVE

Me inquietaba el panorama de la primera palabra

y adoré a la Tierra fértil

hasta saber que era infecunda sin agua.

Adoré al Agua descubriendo que es cosa del Sol

la inexplicable magia

de la evaporación.

Adoré al Sol ignorando

que su hoguera arde con llama viva

porque el soplo huracanado del aire

enciende su calor, la luz y la energía.

Y adorando al Viento fugitivo

descubrí la gran mentira

del señuelo divino.

DIEZ

Como estaba previsto desde antiguo

macho y hembra tomaron el híspido sendero

-él detrás, ella delante-

y fueron a parar a un mismo invierno.

Estable arcoiris sobre el llanto

acero inflexible hacia el olvido

ánfora formal de bálsamo agitado;

desbordando amor comprometido

la mujer toma al varón a su cuidado.

Arroyos, charcas, bebederos de pardales

veneros de Ices, Mambres y la Mocha

campos de liebres, choperas, cañizares

laderas minerales y canteras mondas y lirondas;

completan el mundo más estable

en un millón de años luz a la redonda.

El chaparrón copioso ha trasportado a la profunda

hondonada del mar

más de un palmo de altura

y más de dos

de corteza desnuda;

la erosión perseverante,

impertérrita ladrona

con avaras garras de garduña

del mantillo fecundo la despoja.

Campo de nutricios cereales:

trigo, avena y cebada

la lluvia aparece de tarde en tarde

cultivados sembradíos de cosechas parcas;

el mustio secano muerde ovejas con dientes de hambre

y sufren sus dentelladas la pesca y la caza.

ONCE

Las especies vegetales se cuentan con los dedos

y no es más copiosa la fauna, no;

ni mucho menos.

Sirven de asiento a las piedras

tierra parda en los llanos,

marga gris en las laderas.

Costrollo,

ligaterna, rana, barbo, liebre:

de no ser el viento carente de voluntad,

en lo concreto y lo abstracto nada más se mueve.

Chopos, cardos, cereales;

encinas, gatuñas, zarzas;

fauna y flora elementales

sustenta la tierra árida.

Pobladoras, repobladoras,

de número incontable, las hormigas

-insectos de paradigmática conducta

que aplastamos impasibles-

nacen sin haber sido consultadas

trabajan con asombrosa intensidad

guardan la escasez para épocas peores

se reproducen siguiendo los dictados más profundos

y reciben a la muerte en ropa de faena

como si fuera la compañera del siguiente turno

que las releva a diario en la tarea.

Tierra de pinceles y de versos

Valdepero ofrece unos pocos colores

pero tonos,

cientos;

gris y pardo de la tierra, los más sencillos,

y el arrogante azul del cielo

que el blanco ha pervertido.

Aromas de la arcilla mojada y del pan recién cocido

de hierba acabada de segar

de mies humedecida de rocío.

Huele el monte a tomillo y a espliego

a camomila y a salvia,

y la ladera a romero;

a hinojo la lindera del huerto,

a hierbabuena

y a orégano.

DOCE

Sin lluvia,

en primavera sólo florecen las palabras:

voces de secano, mucha profundidad y poca altura

llanas,

agudas.

El viento impregna de polen las palabras;

y los signos, inertes,

con ayuda de la voz surgida en la garganta,

se activan,

se vuelven acantilado abrupto frente al mar

orilla cercada de moribundas olas

pez que perfora las aguas atraído por el anzuelo sin cebo

mano de amante peinando inmensidades mórbidas

desnudando finísimos cabellos.

Las palabras identifican lo incógnito

lo fijan al espacio y al tiempo

y se convierten en brebaje exaltador de ánimos

en bálsamo que apacigua las violentas sacudidas

del seísmo interior de los humanos.

La palabra dicha es un son efímero

la palabra escrita es un leve trazo;

sin embargo, por la palabra se mata

por la palabra se muere, sin embargo.

TRECE

Moldeó el río sus meandros,

lecho abierto,

guijarros;

cabalgó la madrugada hacia formas más precisas

fuimos muchos para las escasas liebres

y levantó hermano contra hermano la codicia.

“Que inicien el ataque los arqueros

caigan después los de a caballo

terminen los infantes la refriega”:

con voz profunda y con aplomo

exclamó vigoroso el estratega.

“Los muertos recogidos detrás de la línea de partida

no alcanzarán el ansiado paraíso”:

sentenció iracundo el druida.

No hubo victoria que admitiera tierna a los pacíficos

heridos por las armas de uno y otro bando

ni lecho de plumas

que distinguiera a los inválidos.

Fueron los pícaros

quienes reivindicaron el triunfo

logrado por los recios;

y para premiar a los héroes innúmeros

insuficientes resultaron los cielos.

CATORCE

Cuando las leyes exigieron enterrar los cadáveres:

los carroñeros -aves y mamíferos- hicieron patente su rechazo

desbaratando el embuste de la propagación de enfermedades:

era su cometido y un día con otro lo llevaban a cabo.

Nacidos del mono,

derivados del saurio,

hechos a imagen y semejanza de los distintos dioses

o forjados por la propia voluntad;

los humanos resultantes de la diversidad de brotes,

seguían al tiempo en su discurrir por las infinitas eternidades

tras una Verdad inasible que reptaba en las laderas del Orbe.

Las cavilaciones del pensamiento liberado

produjeron dos teorías contrapuestas,

y tras cada una de ellas formó un bando.

Cargada de pesimismo

la primera:

el mundo es redondo para que nuestro éxodo no acabe;

la otra trata al Demiurgo con enorme indulgencia:

para acoger nuestra marcha sin final

creó la esfera.

Actúan enfrentadas

porque son simétricas.

QUINCE

Insistía mi cabeza en dar vuelta a las ideas

tratando de encontrar explicaciones:

el cómo y el porqué de la expansión primera

el azar y su sonrisa sorprendida

la gran casualidad de la existencia

-aminoácidos, paramecios, margaritas-

en el círculo que con la explosión comienza

transformando en masa la energía

alejando y atrayendo la materia.

Intuí alineados los incesantes ciclos

uno tras otro sin el menor contacto

llenando paso a paso el vacío de los siglos.

Supe que en ocasiones mínimas

se dan las caprichosas circunstancias

generadoras del germen de la vida;

y en las demás no hay nada,

desiertos de soledad y lejanía.

Iba por añadidura mi agudeza

a escudriñar el despoblado patio interior

los muros insalvables de la cerca

la insatisfecha magnitud de necesidades y caprichos

y la angustiosa escasez de mi alacena.

De repente llegó la primavera

y la naturaleza entera se levantó frotándose los ojos;

un rictus luminoso

mostraba en los labios distendidos,

y llena de energía,

dirigiéndose a los animales todos

a todas las plantas

-con la voz de mil garañones,

de todas las hembras preñadas-

gritó una sola consigna que espoleaba los ánimos:

¡Adelante! ¡Seguidme!

DIECISÉIS

Tanta sed ahogaba mis cultivos

que di nombres de agua a las peñas

a las tierras cuarteadas por el estío

a las raíces resecas.

Crucé el carnero con la cabra

y a su debido tiempo nació un rumiante

dotado de ubre rica y poderosa quijada.

Partiendo de proyectos experimentados

construí mi casa:

uno a uno coloqué los pensamientos nobles

una a una las esperanzas fundadas,

piedra en los cimientos, arriba tapial y adobe,

teja bajo el ígneo sol y las noches estrelladas.

Mil sueños espantó la madrugada

despojados de manto

y con el millar de mantos que me facilitó su escapada

alfombré el suelo tachonado de guijarros.

DIECISIETE

Vinieron de visita,

conquistadores,

se quedaron un tiempo

y, conquistados,

se fueron.

Arqueo equilibrado

de todos aprendimos

a todos enseñamos.

Evolucionó la liturgia de los ritos

y en la ceremonia de la nueva alianza

entrega la novia cuatro llaves al muchacho elegido,

mientras el enamorado ofrece a la desposada

cuatro vistosos lirios.

Sobre lecho de pétalos y estambres

la primera luz, hija del alba,

macho y hembra los descubre amantes.

Donde hubo un joven tímido

y una pudorosa doncella,

aparecen un cazador incansable

y una atractiva compañera

que con sus manos suaves

lleva firme las riendas.

DIECIOCHO

De fuera llegaron deidades nuevas

y a nuestra imagen las esculpimos

con el buril de las conveniencias.

Creadora del Universo y de las Leyes Naturales

estaba sola Aiana en el principio,

diosa de la Felicidad y la Armonía

del Amor y el Equilibrio.

El tiempo parecía nuevo

cuando la flexible Aiana

puso los ojos en el juicioso Pergio,

original agricultor

primer labriego.

Entre las glaucas olas

de un tembloroso mar de avena

tálamo de gavillas recién segadas,

el humano y la diosa siguieron el amoroso ritual,

y desde aquella esplendente jornada

Pergio es inmortal.

Así como los labios de las personas felices

dibujan espontánea la sonrisa,

consecuencia del encendido Amor

se concretó Muradis,

señor de lo latente, de la existencia implícita

catalizadora esencia del latido germinal

tercer ángulo

lado concluyente de la Trinidad.

Pedregal baldío

campo cereal y monte bajo,

huerto seductor y hortelano seducido;

remoto y resistente anclaje

me ofrece el tronco primitivo:

porque hijo de Lucio y nieto de Pedro

tras diez mil novecientas veintitrés generaciones

procedo de Pergio.

DIECINUEVE

Emoción y lógica caminaban juntas

-humanas complementarias facultades-

codo con codo por valles y llanuras,

y el hombre resultaba invulnerable.

A veces el pensamiento parecía tomar la delantera,

hasta que el sentimiento avanzaba decidido

alcanzando una ventaja manifiesta.

Beneficiarios de la emoción

los poderosos

rompieron el frágil equilibrio,

y la obediente muchedumbre siguió los rígidos carriles

que conducen hacia bastardos objetivos.

Desde lo alto del pico Taragudo

-de todo lo existente punto de partida-

más allá de la llanura descubrí el futuro.

Contemplé el futuro y hallé una rendija

por la que observando detenidamente

al clarear el día

se veía el presente.

Y la constatación del hecho

tantas veces sospechado

me convirtió en escéptico.

VEINTE

Escollo rodeado de fanegas de vida,

atolón ceñido por movedizos brazos

que mecen la imagen cristalina

de los hipocampos machos

incubando huevos de mil hembras tímidas;

en la planicie densa, en la meseta dura

en las laderas que circundan esta tierra mía

encontró el mar su sepultura.

En este páramo de sólidos cimientos

-astillero de varados navíos

cantera abierta de románicos templos

góticos castillos

palacios solariegos

campiña de pedruscos blanquecinos-

hubo empinados oleajes allá en el pleistoceno.

Puedo bucear sus recovecos, lamer la sal bajo las piedras

escalar acantilados y rompientes

ojos cerrados de mirada interna.

En esta piedra alta,

en esta altura pétrea

se enterró mi mar cargado de sustancia,

océano de vida alargada en treinta siglos y más de mil

proezas.

Bajeles y goletas,

corsarios y bergantes

aliados del viento nocturno y de la luna

sangrientos abordajes

y entierro de fortunas

en la arena incontable.

Hubo galernas y naufragios,

percibo aún las quillas hundidas en la niebla

sombra prieta de encinares cuajados

monte bajo de liebres y culebras.

Camino a tientas entre las turbias olas

espumas que enyesan la tierra de labor

y agitan indómitas palomas.

Mi boca hambrienta de esturiones y merluzas

da salobres mordiscos de amapolas,

dientes que ponen la intención en la captura

y escondidos en el beso te devoran;

mar interno, mar de altura

amante inmensidad inquieta y mórbida.

Trigales encañados te agitan de vaivenes

cuerpo de mujer, tibia humedad,

vegetación activa

ondas, mareas y corrientes

tantas y tantas veces repetidas.

Laminarias, espirulinas, ligaternas

esturiones, fucos, alhelíes

albacoras, lubinas, yeguas

raposos, toros y delfines.

Estrellas de mar ondeantes

son las estrellas vespertinas

y las redes se inflaman de bocartes,

doradas espigas

ortigas, tomillo, rape,

nenúfares flotantes y sirenas dormidas.

¡Es mi tierra!, exclama mi garganta muda

y aquí, precisamente en estas rocas,

en mi desierto de espinas maduras,

durante tres milenios no olvidados por mi larga memoria

hubo baños tibios y doncellas desnudas.

Mis líquidos orígenes, mi casta de marino

descubro en el cuenco inundado de las manos

caldo de cultivo en minerales rico

tabón compacto o disgregado

gozoso de pestañas y de cilios

¡Oh! mi mar de tierra

cuánto arado te rasga,

y qué somero penetra.

¡Oh! mi océano de piedra agraz

cuánta brisa hace falta para segarte

cuánto anhelo de eternidad

para arar tus campos abisales.

VEINTIUNO

Momento de cambios y mudanzas

vastedad de bronce, cenicienta geometría

en la presencia turbadora de Aiana

mi cerebro insomne la memoria activa.

Muestra un resquicio la cancela

luminoso tabernáculo del Ara

y penetrando en la negrura de la noche ciega

un rayo de su luz escapa.

Cruza tejados y azoteas,

discontinuos predios de cebada

sembradíos de maduras giganteas

campos de pasto y reses bravas

arroyos, trochas y veredas

llevando la verdad recién apuntalada

a las gentes más diversas.

Dispongo una entrega interesada:

licuados en mi boca los recuerdos

necesito vaciar el pozo a calderadas.

VEINTIDÓS

El nudo central de la inclemencia

se resuelve en verdes prados,

en pajizos colores el verano se reseca

se marchita el otoño en ocres arrebatos

en hojarasca, en hollejos, en corteza.

Ante las inestables gotas de rocío me conmuevo,

ante la diminuta niebla suspendida

celosía natural del Firmamento.

Granizo, escarcha, lluvia o nieve

persigo el agua cristalina

regeneradora y renaciente.

Quiero descender con la cascada

ser vapor de su vapor evaporado

ser espuma de agua golpeada.

Cae gota a gota la llovizna

paso a paso, rama a rama

desfallece palmo a palmo

grano a grano se desgrana.

VEINTITRÉS

Banderas y trompetas,

páginas abiertas de los libros;

cada cual a lo suyo, guerra o cordura

campo de batalla o caminos.

Astil tajado de las plumas,

sentimientos, intenciones, designios: