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CRIMEN

Y

CRIMINALES

Claves para entender el terrible mundo del crimen

VOLUMEN II

FRANCISCO PÉREZ ABELLÁN

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Título: Crimen y criminales II
Autor: © Francisco Pérez Abellán
Editores: Graciela de Oyarzábal
            José Luis Torres Vitolas

© 2010 Ediciones Nowtilus S. L.
Doña Juana I de Castilla 44, 3° C, 28027 Madrid
www.nowtilus.com

Diseño y realización de cubiertas: Ediciones Noufront
Diseño del interior de la colección: JLTV

Reservados todos los derechos. El contenido de esta obra está protegido por la Ley, que establece pena de prisión y/o multas, además de las correspondientes indemnizaciones por daños y perjuicios, para quienes reprodujeren, plagiaren, distribuyeren o comunicaren públicamente, en todo o en parte, una obra literaria, artística o científica, o su transformación, interpretación o ejecución artística fijada en cualquier tipo de soporte o comunicada a través de cualquier medio, sin la preceptiva autorización.

ISBN: 978-84-9967-006-5

Printed in Spain

ÍNDICE

NOVEDADES DEL MUNDO

1. Pensemos que los McCann son inocentes

2. El crimen empieza a los 7 años

3. Detectives psíquicos en acción

4. Un jubilado detiene a otro

5. Asesino genial capturado por uno que se hace el tonto

6. La venganza de las madres locas

7. Asesinos locos matan poco

8. El asesino viajero

9. No es que haya un hijo de p. menos

10. El asesino escribe su crimen

11. En Omaha, el arma era él

12. Agárrenme esa balacera

13. Asesinato en la nueva familia

14. Caníbales modernos

15. Al caníbal le sienta mal el menú de la prisión

16. Uno de los pocos serial killers negros

17. El crimen Wiki

18. El cantante que mató a su chica

19. Enterrados vivos en Austria

20. Lady Di, mito de la historia

21. Bestias tras el telón de acero

22. Charles Manson, autor intelectual

23. La primera asesina en serie

24. Terror en las aulas

25. Tú serás el próximo en morir

GRANDES MISTERIOS

26. Atracos de película

27. Hay que seguir buscando a Publio Cordón

28. La hija de Tony King y otros misterios

29. La violación que no es un sueño

30. Caratapada, el pederasta

31. Calabacita, el sino de los niños abandonados

32. El hombre del saco

33. Estos son mis héroes

34. Yeremi, el desaparecido de las tres teorías

JUSTICIA Y SEGURIDAD

35. Te recuerdo, Sandra

36. Detectives en peligro

37. Vélez Troya, el primer detective y sheriff de Tennesee

38. Doctrina Parot contra delincuentes sexuales

39. Quieren meter en la cárcel al padre de Alcácer

40. Veinticinco asesinadas y amantes perseguidas

41. Gobierno, menos lobos

42. Diez mil guardias civiles más, señor presidente

43. La mejor Policía y la peor pagada

44. Calma, no está pasando

45. No pueden evitarlo, pero impedirán que se publique

46. No buscan a los desaparecidos, pero los encuentran

47. Vulnerables en el coche sin saberlo

48. Banco de ADN: cerco a violadores y asesinos

NOVEDADES DEL MUNDO

1

PENSEMOS QUE LOS MCCANN SON INOCENTES

Los padres de Madeleine, la niña desaparecida en Portugal, iban mucho a misa. Incluso tenían la llave de la parroquia. Eso, aunque no se entienda, hay gente a la que le molesta. En este mundo los católicos están a punto de volver a las catacumbas y cuando menos ir a misa de tapadillo, como cuando las reuniones clandestinas de los curas comunistas. Tal vez sea el fondo de esa hipocresía social lo que reina estos días en la prensa: por un lado el estamento oficial diciendo que no tiene nada contra los padres, y por otro, bajo mano, filtrando noticias a cual más acusadora. Jóvenes, guapos y fervientes católicos, «¡Hay que ver lo que jode!».

Algunos testigos dicen haberlos visto en los alrededores de la parroquia a altas horas de la madrugada, lo denuncian como si vinieran de un aquelarre. Lo que pasa es que los McCann han inventado la iglesia de guardia, que es una necesidad muy antigua y nunca resuelta. ¿Qué hace uno si tiene un apretón espiritual en medio de la noche? Ellos iban a la parroquia para huir del horror. Sin embargo ahora dicen que van a excavar en los alrededores por si estuviera allí enterrado el cadáver de Maddie. Parece directamente sacado de una película de miedo.

Pensemos por un momento que son inocentes, pero totalmente inocentes, y la Policía se equivoca, como ya ha pasado: que señaló hace unas semanas a otro británico y a un ruso a los que ahora tal vez debería pedir disculpas.

La Policía tiene el derecho a sospechar del entorno de la víctima y a equivocarse. De hecho más del setenta por cien de las muertes violentas las provocan personajes del círculo más cercano del fallecido. También se da un batallón de aparentes católicos involucrados en muertes violentas, pero cuando hay por medio unos padres heridos es preciso extremar el cuidado.

Kate y Garry son listos, médicos e influyentes. Estaban de vacaciones cuando perdieron a su hija. Los McCann no son lo que aparentan. Parecen una pareja de modelos de alta costura o de actores de película de acción, pero son dos esforzados doctores. Ella, arrebatadora y frágil, parece la Lady Di de la medicina. Y él, el príncipe de los cardiólogos. Les sientan muy bien las portadas a sus cabezas rubias como la cerveza. Dentro tienen un apretado nudo de convicciones que les hace llamar a los periodistas de Sky News antes que a la Policía y al párroco de la iglesia más próxima inmediatamente después.

Kate, muy delgada, es la radiografía de sí misma. Ofrece un rostro bello y expectante. Le sienta bien la ropa de sport y le afecta la angustia que le da un aire dolido y melancólico. Arrastra a todas partes el peluche que era la mascota de Maddie donde los perros de Scotland Yard huelen a muerto.

Otros se habrían quedado paralizados, pero ellos contrataron asesores de prensa para abanderar un gran movimiento mediático. Garry repartía pulseras amarillas. El rostro de la niña desaparecida fue impulsado alrededor del globo de la mano de las grandes estrellas mediáticas como David Beckham, Cristiano Ronaldo, J. K. Rowling y los jugadores del Everton, el equipo de la pequeña. Fueron recibidos por el ministro español de Interior y por el Papa. Durante semanas, se difundió la idea de que un pederasta loco había raptado a Maddie y huido quizá a España. Durante semanas, los policías portugueses, más cercanos a Colombo y a Plinio que al CSI Las Vegas, callaban como zorros bajo la excusa de que no descartaban ninguna hipótesis. A mediados de agosto estaban completamente perdidos y aceptaron la ayuda de los ingleses. CSI Birmingham mandó los perros adiestrados y se ofreció a hacer el análisis de las muestras biológicas. Los perros policías encontraron restos de sangre compatible con Madeleine en el apartamento que ocupaba y otros indicios en el coche que sus padres alquilaron veinticinco días después de la desaparición. El Colombo portugués, siempre como el que no quiere la cosa, acumulaba pruebas que ¡ay! acababan siendo noticia en el periódico correspondiente.

Los McCann, que ya no son estrellas mediáticas, sino unos padres abrumados por el tamaño del monstruo que ellos mismos han creado, han tenido que salir apresuradamente de Portugal donde habían prometido quedarse hasta que apareciera la pequeña. Volvieron a casa falsamente confiados en el parapeto de los tabloides que ahora han dado la vuelta dejándolos con el flanco al aire. Las hipótesis de la investigación, que no son otra cosa que ideas aventuradas, se han publicado en inglés. En la investigación creen falsamente que la madre está involucrada en la muerte accidental de la niña y que recibió ayuda para deshacerse del cuerpo del delito. Lo último publicado es parte de su diario en el que supuestamente se queja de que la excesiva vitalidad de la niña la tenía agotada. ¿Qué hay detrás de todo esto?

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Los McCann, ya no son estrellas mediáticas, sino unos padres abrumados por el tamaño del monstruo que ellos mismos crearon. Actualmente ya casi no hablan y solo tratan de difundir su inocencia.

Insuficiencia de pruebas. Dentellada de Colombo que no está dispuesto a soltar la presa y versatilidad de los informadores que al final lo único que quieren es gresca. Los McCann, curiosamente, mantienen el tipo, aunque ya casi ni hablan. Difunden su inocencia y dicen que nadie ha probado nada de lo que se les acusa.

2

EL CRIMEN EMPIEZA
A LOS
7 AÑOS

Se rebaja la edad mínima del asesinato en el mundo. Ha sido en Argentina. Donde una pareja de niños, de 7 y 9 años, hermanos, han participado presuntamente en la muerte violenta de una niña de dos. Es algo que en la sociedad que vivimos era cuestión de tiempo. Hasta ahora los niños asesinos tenían al menos diez años y se contaba a partir de esa edad; pero desde lo ocurrido, en Lomas de Zamora, Buenos Aires, ha bajado bruscamente. En los países avanzados que están viendo venir el fenómeno ya estarán buscando las causas, mientras que en España, donde los instigadores de la Ley del Menor persisten en su fracaso, se mantiene en la oscuridad el impulso criminal de la infancia.

En Buenos Aires, territorio del Petiso Orejudo, infante e infanticida, criminal en serie de principios del siglo XX, pese a su gusto por la intelectualidad y el psicoanálisis, no han podido evitarlo. La criminalidad ha tardado un siglo en bajar tres peldaños: ya hay un sospechoso de 7 años y otro de 9, que según los peritajes policiales actuaron «con placer». Es una tragedia mundial, de proporciones colosales, ante la cual debería conmoverse el propio Defensor del Menor de la Comunidad de Madrid, preocupado por lo que le pasa a la infancia, sus sufrimientos y degradación. Aunque sea desde Buenos Aires, la maldad viaja más veloz que la luz del sol.

El asesino es alguien que planea la muerte de otro y que la consuma con frialdad. En este caso, la víctima fue Milagros, de 2 años. Una niña de un suburbio bonaerense. Habitaba en una caseta de madera con cinco de sus siete hermanos. Se trata de una zona paupérrima, poblada de necesitados, donde se hacinan entre basura y barrizales.

Hace unos días encontraron a Milagros muerta, en un solar, desnuda, con indicios evidentes de haber sido objeto de violencia. El fallecimiento se produjo por estrangulación, al parecer con un grueso cable. La Policía y los vecinos pensaron que lo había hecho alguno de los delincuentes habituales que deambulan por la zona. En concreto sospechaban del ocupante de una chabola no lejana, pero, poco a poco, se fue abriendo paso la idea de algo más terrible. Todavía no se lo creen. Los indicios apuntaban hacia dos vecinitos, C. y E., que debidamente interrogados se declararon culpables.

El hallazgo causó estupefacción. Fue tal la sorpresa que todavía hoy los afectados se niegan a aceptarlo y no tragan que solo dos niños fueran capaces de provocar las lesiones que presentaba el cuerpo de Mili. Incluso para hacerlo todo más sospechoso, hubo movimientos inesperados. Un testigo dejó su cartera en la comisaría y se marchó de casa horas después del crimen. Extrañamente, también, los componentes de un circo que estaba en el descampado donde mataron a la pequeña desmontaron la carpa y se marcharon de forma repentina.

Portavoces de la familia de «la niña asesinadita» insisten en que el cable estaba demasiado apretado alrededor del cuello y que tiene que haber un adulto en todo esto. La niña compartía un cuadrado de madera y latas con otras cinco de sus hermanas.

Todo hecho de sangre protagonizado por un menor asombra y avergüenza a quienes lo sufren. Los cinco hijos de la familia de los agresores han sido ingresados en una institución. El fantasma del niño criminal, con las orejas más grandes de la historia, planea sobre estos hechos controvertidos, todavía deshilachados, pero ya épicos e históricos: es la primera vez que se indaga un caso de asesinato por debajo de la barrera mítica de los 10 años.

¿Hubo un adulto implicado? Los chicos no han dado ninguna pista. La escena donde sucedió el crimen es perfecta para protagonizar una película de terror. Los niños y los mayores están allí vendidos, amenazados. Se trata del poblado de San José, acosado por la incomodidad: mitad vertedero, mitad asentamiento de infravivienda.

La sorpresa es precisamente que se trate de niños pobres. Los asesinos de Liverpool eran de clase media, aunque vivían del subsidio del Estado, en Liverpool, Inglaterra, una capital liberal de voto socialista. Lo inesperado es que los nuevos presuntos criminales sean chicos que no tienen nada: ni siquiera mala educación. Su madre les pegaba porque eran violentos y molestos. Ellos crecían como cachorros asilvestrados.

A la niña Mili la golpearon en la cabeza, después la colgaron de una pared y la apalearon con troncos de madera. En medio del castigo, la asfixiaron con el cable. Según los forenses, la niña tardó en morir. Pese a su sufrimiento, los asesinos no se conmovieron ni mostraron piedad. Los imputados relataron lo que supuestamente habían hecho con todo lujo de detalles. Hablaban seguros de lo que decían y conscientes de su acción. Los informes de los psicólogos indican que actuaron con tanto frío como en el Polo Sur y que el asesinato les dio placer.

Un adulto recibió el acoso de la multitud embravecida que asaltó su casa, dispuesta a cobrarse el brutal homicidio. Pero no era culpable el tipo al que querían linchar y que tuvo que ser rescatado por los antidisturbios. Además apareció un testimonio que vio cómo los niños arrastraban a la víctima dándole con una pala. La Policía localizó a los chicos y pronto cada uno le echó la culpa al otro. Cosas de niños. Lo que decían era lacerante, quemaba como un hierro al rojo. Nacidos en el seno de una familia rota, el padre había huido del hogar, y la madre conducía a la caterva de chavales a manotazos. Una de las niñas era la encargada de lavar toda la ropa; si no era diligente, le daba de bofetadas.

La situación es tan transparente, por tratarse de pobres, abandonados a su destino, que los investigadores pueden observarlos como uno de esos hormigueros que los científicos meten entre cristales. El sadismo del crimen nació en una chabola llena de sadismo. Entre niños concebidos sin amor, que crecen al descuido, sobrados de carencias y golpes. La muerte de la pequeña Mili marca la jornada como un mal día para el mundo: el crimen empieza a los 7 años. También habría podido suceder en cualquier palacio de acero y cristal.

3

DETECTIVES PSÍQUICOS
EN ACCIÓN

En el controvertido caso Madeleine los padres que siguen buscando a su hija viva parecen haber recurrido a las personas con percepciones especiales. Es un lugar común en los casos de desaparecidos. Los McCann tienen en Escocia a un peluquero, Gordon Smith, que simultanea los trabajos en su negocio con la sensibilidad que le permite ver más allá que otros. Vive en Glasgow y es posible que colabore con sus poderes especiales en la búsqueda de la niña. Según las noticias que nos llegan, los asesores de los padres de la niña desaparecida en el Algarve portugués ya han consultado a Gordon. Es el vidente más famoso de las islas británicas y su fama se extiende a través de sus publicaciones. Sus libros se ven-den muy bien y le han acreditado como alguien que administra un mundo paranormal con prudencia y conocimiento.

No cobra por sus servicios y sitúa la percepción de sus poderes cuando tenía 20 años y pudo ver junto a su cama el espíritu de un amigo que había muerto en un incendio. Lo cuenta con normalidad, sin grandes aspavientos. La naturaleza de su carácter se entiende en sus obras como La verdad increíble. Investigadores de la universidad están convencidos de que Gordon recibe información de cualquiera que hable con él y que le llega por una sexta vía lejos de los cinco sentidos habituales.

Brown aporta cuanto sabe a los que buscan a Maddie, pero el resultado en estos casos es siempre incierto. En España hay una vieja tradición de videntes y adivinadores que han participado en casos criminales. Uno de los más afamados se refiere al jesuita padre Pilón y su péndulo buscador que fue capaz de seguir el rastro de los secuestrados por el GRAPO, Oriol y Villaescusa. Abrió un plano sobre la mesa y paseó el péndulo que indicó un lugar preciso. Resultó ser uno de los lugares en el que habían retenido a las víctimas.

No obstante, a veces la participación de los «sensitivos» ha sido muy negativa. Eso sucedió en el secuestro y asesinato de Anabel Segura, raptada en la urbanización de La Moraleja. El portavoz de la familia, abogado y ex presidente de la Junta de Andalucía, vivió una horrible experiencia ante el aluvión de ofrecimientos y falsos adivinadores. La frustración de sus ofertas hizo más difícil la angustia de la familia. Su conclusión al terminar el secuestro con la captura de los asesinos fue que en cualquiera de estos casos hay que mantenerse cerca de la Policía y lo más lejos posibles de médiums o adivinadores.

Sin embargo, en la desaparición del pequeño Donovan, un adolescente perdido en una urbanización cercana a Madrid, una «sensitiva» dijo que estaba «en el agua». Y después de meses de desesperante rastreo, el cuerpo del chico apareció en la depuradora de la urbanización, a unos trescientos metros de la casa de su madre. La vidente había acertado de pleno.

La colaboración de personas especiales en casos de la Policía viene de muy lejos, aunque en ocasiones los encargados de la investigación lo niegan. Y lo habitual es que no den cuenta de ello.

El FBI ha utilizado a personas con propiedades especiales. En los grandes casos de asesinos como el Estrangulador de Boston o Zodiac han hecho su aparición los que en reconocimiento de sus aportaciones han sido llamados «detectives psíquicos». A partir de una foto o de otras pertenencias son capaces de seguir el supuesto rastro de los desaparecidos o la pista del criminal.

En España, a finales de los setenta, una vidente muy famosa, llamada Manuela, colaboradora de la emisora Radiocadena en el programa La llamada del más allá, dio la clave para la solución de un caso sin resolver. La mujer de la que le pasaron la llamada se mostró angustiada. Llevaba diez años buscando a su hija. Gracias a Manuela supo lo que le había pasado. No eran buenas noticias, pero logró salir de la incertidumbre, lo peor en casos de desaparecidos.

Fue en el llamado «crimen de Caspe», en Aragón. La hija de la oyente que llamaba a la radio había quedado embarazada y no volvió a dar señales de vida. La «sensitiva» le dijo con su aplomo habitual que desgraciadamente la encontraría muerta. También le pidió que permaneciera a la escucha fuera de antena. Entonces se puso en contacto con ella el detective privado Jorge Colomar. La colaboración de este profesional de la investigación resultó definitiva. Pudo encontrar el rastro de la chica desaparecida y descubrir que había sido asesinada por su novio que se había casado y tenía hijos, viviendo con su nueva pareja como si tal cosa. La «detective psíquica» y el investigador privado formaron una pareja única y excepcional. Un caso sin resolver que mantuvo en la rabia y la desesperación durante una década a la familia de la joven tuvo un final desgraciado pero gratificante. Los videntes han intervenido en asuntos tan famosos como el de las niñas de Alcácer, la desaparición del pequeño Jonathan y otros grandes misterios, aportando a veces materiales nuevos y útiles para la investigación.

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UN JUBILADO DETIENE A OTRO

Crímenes sin explicación en un mundo lúdico y complicado, el de los gays de Alsacia, Francia. También en las regiones del Franco Condado y París. Casos misteriosos que se amontonaban sin posible solución. Hasta que un día, investigando un asunto de 1991, un sabueso fuera de serie, aunque ya jubilado, se dio cuenta de que un nombre se repetía en relación con varios de esos asesinatos sin autor. Utilizó un sistema informático de 2003 que analizó los datos de distintas investigaciones, y su conclusión es que había un sospechoso de al menos seis crímenes, pero al que se le podrían atribuir hasta dieciocho.

Algo que ha sucedido casi de forma mágica en la vecina Francia: la captura de un jubilado por otro, cuando ambos disfrutaban de su pensión. El policía veterano atrapó al sospechoso descartado. El presunto resultó ser Nicolas Panard, de 68 años, que hasta el momento ha sido imputado en cinco casos de homicidio por la fiscalía de Montbéliard. Es la primera vez que un asunto así llega a conocimiento del público: crímenes de una pasada juventud que se han de pagar todos juntos en una vejez olvidada. También es la primera vez que un presunto asesino en serie queda en libertad por orden de la juez que instruye el caso y que le ha colocado una pulsera electrónica para tenerlo localizado.

Panard es un viejo transformista, es decir, un artista travesti, que vivía de su arte en distintos cabarés de la región en la que se investigan los muchos crímenes que se le atribuyen. Cinco se cometieron en Alsacia, cuatro de hombres y uno de mujer; otro en el departamento del Franco Condado, especialmente violento, porque en el cadáver se contaron cincuenta cuchilladas.

La mayoría de las muertes serían de clientes homosexuales, probablemente relacionados con los sitios en los que actuaba y donde se supone que se establecían los contactos. De confirmarse todo esto, estaríamos ante un moderno Landrú, un Barba Azul de la homosexualidad, especializado en víctimas masculinas a las que engañaba hasta la muerte. Entre los móviles que se manejan está el posible lucro, pero también el simple placer en el submundo complicado y alocado de la noche.

Algunos detalles reveladores determinan que en los asuntos investigados el criminal desvestía parcialmente los cuerpos y cubría el rostro de las víctimas. Esto último se explica por la intención de despersonalizarlos convirtiéndolos en objetos fáciles de manipular. Pero lo primero solo puede obedecer a un sentido lúdico del crimen, en el que el autor disfruta cuando mata. Las víctimas eran eliminadas tras propinarlas un fuerte golpe en la cabeza que las dejaba fuera de combate y, acto seguido, eran pasadas a cuchillo con una reiteración exasperante.

Nicolas Panard niega haber asesinado a las dieciocho personas que se le suponen, y la Policía le contesta con la posible existencia de un cómplice, de origen tunecino, Slim Fezzani, de 43 años, en prisión por otro caso de homicidio en el que terminó con la vida de un agente de seguros también homosexual. Panard y Fezzani habrían tenido una amistad muy íntima desde los tiempos en los que el segundo se hacía llamar «Michel», cuando organizaba citas a ciegas. El caso por el que está condenado, y en el que cumple condena en una cárcel de París, puso a la Policía en alerta sobre la posible existencia de una cadena de asesinatos en serie en los que Fezzani podría estar vinculado y no habría actuado solo. Sin embargo, no consiguieron sacarle el nombre de su cómplice.

El descubrimiento de la presunta actuación de Panard aclararía varios puntos, especialmente si se le asocia con su viejo compañero al que el tribunal de Colmar, que le condenó, tiene demostrado que no actuó solo. En todo el tinglado ha sido esencial el estudio del modus operandi: idéntico en la totalidad de casos que se relacionan.

Tal y como suele pasar en asesinatos seriales se procede a imputar aquellos asuntos que están mejor investigados o de más fácil explicación, puesto que casi nunca se aclaran todos los desmanes que se sospechan de un solo autor, por la imposibilidad de llegar al fondo de cada uno de ellos. En el tema que nos ocupa, a Panard se le hace responsable de cinco, cometidos entre 1980 y 1990, según Eric Müller, el abogado defensor. La acusación ha llegado tras un largo interrogatorio en el que se han articulado un puñado de evidencias que ofrecen la esperanza de esclarecer casos no resueltos y hasta ahora archivados.

Las autoridades de Montbéliard son competentes sobre seis de los crímenes que se investigan, cinco en Alsacia y uno en el Franco Condado, aunque no se descarta la actuación de otras regiones. Acosado por la prensa, Panard afirma que está viviendo días horribles pero que no quiere hacer ningún tipo de comentario. Fue capturado en su residencia de Mulhouse.

El sexagenario detenido no conserva la antigua prestancia que le convertía en un lúbrico artista del transformismo. Presenta una cabeza calva y un cuerpo deformado por una prominente barriga. Al andar se apoya en un bastón que maneja con la mano derecha. Sus vecinos lo consideran un buen hombre, aunque algunas voces disidentes le tachan de misántropo y tipo raro. La investigación ha descubierto que cumplió condenas menores en Alemania por robos y presunto proxenetismo. Ahora se investiga también allí su posible participación en algunos crímenes sin resolver. De demostrarse la culpabilidad que se le supone, el sexagenario Panard entrará en la historia como uno de los criminales más sanguinarios. Todo empezó por la investigación del misterio de un camarero de 20 años, muerto en 1991 de un golpe en la cabeza y veintisiete cuchilladas.