Ética humana

 

 

 

 

 

 

 

 

 

COLECCIÓN DE ENSAYO

La Huerta Grande

 

 

Jorge Úbeda

 

 

 

 

 

ÉTICA HUMANA

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

© De los textos: Jorge Úbeda

© Del prólogo: Josep Maria Esquirol

 

 

Madrid, mayo 2016

EDITA: La Huerta Grande Editorial

Serrano, 6 28001 Madrid

www.lahuertagrande.com

 

Reservados todos los derechos de esta edición

 

ISBN: 978-84-946159-8-6

 

Diseño de cubierta: Enrique García Puche para TresBien Comunicación

 

 

 

PRÓLOGO

 

Tengo el gusto de prologar un libro de ética escrito por un amigo. Un buen libro de ética, con un lenguaje muy asequible y nada ampuloso ni innecesariamente academicista. Un libro en donde se tratan las grandes cuestiones relacionadas con el meollo de la vida humana. Porque de eso va la ética, de lo que a todos nos incumbe. De pensar en nuestra vida por hacer: «¿qué quiero, puedo y debo hacer conmigo mismo?». Es lo que la tradición socrática ha llamado el cuidado del alma o el cuidado de sí. Para eso, se requiere usar el lenguaje sin ánimo de elaborar teorías innovadoras o estrategias persuasivas, sino con franqueza, con honestidad. ¿Vamos a engañarnos a nosotros mismos? ¿Vamos a engañarnos en lo relativo a nuestra vida y a nuestra muerte? Como la respuesta a estas preguntas no puede ser más que negativa, la condición de toda reflexión ética auténtica es la franqueza y la sinceridad.

Con este punto de partida, resulta que lo más importante no es la transmisión de conocimientos, sino el testimonio de una afectación y el intento de promover y ampliar la reflexión. El cuidado del alma está esencialmente vinculado con los demás. Primero porque, como dice el autor, «somos frágiles, dependientes y vulnerables» y, segundo, porque el cuidado de sí lleva intrínseco el cuidado de los otros. Una de las palabras clave de esta solicitud para con los demás, y que Jorge Úbeda usa a menudo, es «responsabilidad». Se trata de un movimiento fundamental, que surge del sentir infinito que somos, consistente en responder a la llamada y a la necesidad del otro. Esto significa que la patria de lo humano no es el reposo del ser, no es la protección de la propia identidad, no es la posesión, no es el «soy», sino el «aquí me tienes». Lo contrario de esto es, efectivamente, la indiferencia, pero también renegar, absolverse del testimonio, esconderse y no responder ante y a quien lo necesita, ponerse la coraza de la conciencia satisfecha y farisaicamente tranquila. Para ser responsable, se requiere de un yo humilde, nada henchido, nada orgulloso. Un yo sincero, pues, como decía Mounier, la sinceridad consiste en decir yo pensando en lo menos posible.

Jorge Úbeda trata de nuestra libertad como seres singulares capaces de actuar; de nuestra capacidad de amar y de acoger a los demás; de nuestra búsqueda de la felicidad. También, de una manera muy oportuna, de por qué la vida reflexiva y atenta es tan importante para llevar una vida ética. La lectura de este libro es precisamente una invitación a prestar atención. Simone Weil situaba en la atención la clave de la vida toda. Quien es capaz de prestar atención —creía ella— ya está cerca, y bajo el influjo de lo más profundo. La mirada atenta es a la vez una aproximación a los demás y una apertura a la afectación de los demás. De ella surge la auténtica solidaridad. En la aproximación, la mirada se convierte en escucha. Esto es lo que significa que se incremente la afectación. Cabe trascender el tópico que diferencia la mirada y la escucha, para advertir cómo la mirada atenta se convierte en escucha. Entonces, todas las modalidades del poder o de la indiferencia pasan a un segundo plano, y se da la verdadera comunión con los que estamos en la misma trinchera, con los que compartimos la misma condición, que somos todos. Mirar como quien escucha es dejarse afectar por la vulnerabilidad de los demás. El yo atento es tocado por el otro, y afectado más allá de sus intereses. El yo atento es todavía más sensible. Pero esta sensibilidad es también la condición del admirarse de la vida. La mirada atenta es admiración. Y Descartes situaba la admiración como la primera de todas las pasiones. Lo que lleva a decir que, para escribir sobre ética, hay que estar admirado, hay que estar apasionado por la vida. Lo que importa no es la objetividad de las cosas, sino la fuerza y la riqueza de lo que se vive. Lo que importa es lo que los ojos revelan: alegría y tristeza. ¿Es anecdótico que las lágrimas caigan de los ojos? Levinas decía que la ética es una óptica.

Cuando los decorados de lo banal desaparecen, solo queda lo que de veras cuenta. Lo único que de veras cuenta. El cuidar y curar a los otros, y el sentirte cuidado y curado por ellos. La amistad forma parte de esto que queda. Y por eso cuenta. Por eso cuenta tanto. Jorge Úbeda habla de la amistad, porque la vive; es un buen amigo. De ahí mi agradecimiento por ofrecerme la oportunidad de estar presente en uno de los frutos de su reflexión y de su vida.

 

Josep Maria Esquirol

 

 

 

 

 

A mis hijas Ana e Irene y a mi hijo Miguel

 

 

 

SALUDO INICIAL

 

Nada más sentarme a escribir estas palabras de saludo a ti, lector que te asomas a este ensayo, una de mis hijas me pregunta acerca de mi quehacer. Se lo explico con cierta impaciencia, pues la hoja en blanco me espera celosa. Cuando se interesa por el título del libro y le digo que se llama Ética humana su reacción es tan espontánea como reveladora: ¿Ética humana? (risas crecientes), ¡¡¡Ética humana!!! (risas nerviosas) y, de pronto, su cuestión, ¿Qué pasa con los animales? No sé de qué arcano misterioso sale esta pregunta tan retadora que me ha obligado a afinar mucho en mi explicación, que ahora paso a compartir contigo, amigo lector.

La ética que aquí presento es el resultado de las experiencias, lecturas, discusiones, dudas y reflexiones que me acompañan desde que tengo cierta memoria de mí mismo como ser pensante. Es la ética de un ser humano singular. Un ser humano singular sin la pretensión de ofrecer recetas o recomendaciones de cómo se debe actuar en la vida. En general no tengo idea acerca de cuál es la mejor respuesta ante las múltiples situaciones éticas en las que me pone la vida. Pero esta ignorancia, que me ha costado reconocer una buena porción de mis años, ha sido y es el acicate más gozoso que he encontrado para buscar sin descanso las posibles respuestas. Por esto mismo considero que este ensayo sobre ética es, sobre todo, una invitación a dar un paso más en el uso de la propia inteligencia. Este paso de más es el que suelen dar los que viven como filósofos: se permiten el lujo necesario y se dan el tiempo que no tienen para pensar un poco mejor, para pensar un poco más y, sobre todo, para pensar con los otros. Que ningún lector espere encontrar aquí el catecismo particular de un iluminado o un libro de autoayuda a la búsqueda de beneficios. Aunque espero que el esfuerzo que he hecho por acercar el lenguaje filosófico a un lector cualquiera obtenga sus frutos, no puedo hurtar el esfuerzo del propio pensamiento. Este ensayo no es más que el intento de un hombre por encontrarse con otros hombres dispuestos a dialogar con él acerca de aquello que de verdad importa: cómo vivir una vida buena. Por eso es una ética humana.

Pero no se agota aquí el significado de «humana» aplicado a la ética que presento. También es humana porque está pensada para los seres vivos que reconocemos como humanos. Sé que es muy raro hablar así, con tanto circunloquio. El lector irá descubriendo a lo largo de estas páginas que tal rareza es a veces necesaria para proyectar luz sobre cuestiones que se nos han vuelto oscuras. Si hay una cuestión que permanece oscura y difícil en nuestro presente es la de saber en qué consiste ser un ser humano. Las propuestas éticas de este ensayo —que siempre se hacen a partir de lo que somos, pero para alcanzar algo que todavía no somos—, asumen las características básicas de nuestra condición humana. Incluso estoy seguro de que la mayor parte de las afirmaciones que defiendo no van palmariamente en contra de las evidencias científicas, ya sean naturales o sociales, de las que gozamos actualmente acerca de nuestra especie.

Ahora bien, humanos somos porque somos personas y, por tanto, esta ética se dirige a la inteligencia y al corazón de la persona que cada ser humano estamos llamados a ser. Me daría por bien recompensado si el itinerario ético que propongo ayudara a vivir la vida personal de un modo humano. Este itinerario combina al mismo tiempo el reconocimiento de lo que somos con la búsqueda de aquello que podemos llegar a ser.

Decimos de alguien que es humano o muy humano, tanto para disculpar su acción como para destacar su entrega a los otros y su capacidad para comprender los males que acechan a cualquiera. No me gustaría que de esta ética se dijera que es inhumana porque no disculpa lo disculpable, no comprende la fragilidad de cada persona y desanima para la responsabilidad por el otro y la entrega a él. El lector juzgará si mi propuesta merece el apelativo de humana.

Este ensayo sale a la luz después de diez años en los que he ido dejando mis desventuras reflexivas en artículos y clases. Gracias a este libro he logrado juntar lo que alcanzo a saber sobre una cuestión que persigue al ser humano desde que se ha reconocido como tal: cómo acertar con la propia vida. La ética está siempre de actualidad, aunque escribir sobre ella no sea lo mismo que contar una historia ni escribir un puñado de caracteres. Si un lector novato en las lides filosóficas se sorprende de que en este ensayo no pase nada, que no se desanime. La historia más apasionante que cuento en este libro ocurre fuera de él: en las decisiones y acciones que cada persona toma en su vida. La historia de este ensayo, por tanto, comienza cuando la lectura termina. Si he logrado que mis palabras acompañen la vida de los lectores ofreciendo alguna luz para que se comprendan a sí mismos y a los otros, entonces el fin último de la tarea del filósofo se habrá cumplido.

Solo he usado la primera persona del singular en este saludo preliminar. En el resto del libro, emplearé la primera persona del plural, pues considero que aquello de lo que aquí se escribe se refiere a un conjunto más amplio que yo mismo: los seres humanos que han reconocido su destino ético. Es tarea de este ensayo seguir ampliando este nosotros, de tal ampliación depende que nuestro mundo sea un lugar más humano.

Muchas son las personas que me han acompañado en la redacción de este libro. Mis primeras clases como filósofo trataron sobre ética y las impartí a un grupo de adolescentes del Colegio Santa Ana y San Rafael (Madrid): de todos ellos aprendí muchas de las cosas que aquí se recogen. Elisa Carbonell y José Manuel Valdivia me enseñaron que la ética consistía, sobre todo, en pasión por el bien y en inteligencia por la justicia. Nunca los olvidaré.

Philippine, editora de esta colección y de La Huerta Grande, ha sostenido mi redacción con confianza y franqueza. Que mi texto sobre ética se haya convertido en un libro se lo debo a ella.

La ética es antes vida que reflexión, y mis compromisos éticos serían impensables e improbables sin la ternura de Cuca en la fragilidad y sin su inteligencia en la duda y en la incertidumbre.

 

Madrid, 29 de febrero de 2016