ÍNDICE

¿Desterritorializados o multiterritorializados?: la narrativa hispanoamericana en el siglo XXI
Ángel Esteban / Jesús Montoya Juárez

APROXIMACIONES CRÍTICAS A LA NOVELA

De la identidad a la ciudad en la narrativa puertorriqueña de entresiglos
María Caballero Wangüemert

Del pulso al impulso: musas y ninfas constantes e inconstantes
Ángel Esteban

“La Suisse n’existe pas”: una reescritura poshumana y transnacional de la identidad uruguaya
Jesús Montoya Juárez

Utopías intersticiales: la batalla contra el desencanto en la última narrativa latinoamericana
Francisca Noguerol Jiménez

Plop: anti-Apocalipsis de Rafael Pinedo
Erika Martínez Cabrera

La tentación de no escribir: el escritor como informante
Reinaldo Laddaga

Y la línea me cruzó a mí. Escritura y frontera en el norte de México
Ana Marco González

Los signos del Mal y la cultura popular en Los vivos y los muertos de Edmundo Paz Soldan
Karim Benmiloud

APROXIMACIONES CRÍTICAS AL CUENTO Y A LAS FORMAS BREVES

Andrés Neuman en las distancias cortas
Álvaro Salvador

Del cuento hispanoamericano a las formas breves en lengua castellana: hacia lo universal
Adélaïde de Chatellus

TRANS-LATINOAMERICANOS: LA FICCIÓN DESDE LA FICCIÓN

Vine a la Mancha porque me dijeron que acá vivía mi padre
Juan Carlos Méndez Guédez

Dos mulatos posnacionales
Luis Manuel García Méndez

Literatura y exilio, “un buen salvaje” escribiendo en París
Consuelo Triviño Anzola

Pasaporte de frontera (10 fragmentos hacia ninguna parte)
Andrés Neuman

Sobre los autores

¿DESTERRITORIALIZADOS O MULTITERRITORIALIZADOS?: LA NARRATIVA HISPANOAMERICANA EN EL SIGLO XXI

Ángel Esteban / Jesús Montoya Juárez

La globalización ha generado una intensificación de la movilidad sin precedentes a través de las fronteras que ha acarreado transformaciones en el significado de los límites e imaginarios nacionales. En consecuencia de ello, cada vez más discursos narrativos y críticos en los últimos años han planteado, paralelamente a la exigencia de una perspectiva más amplia para interpretar el conjunto de la literatura hispanoamericana, la superación de los cajones de sastre epistemológicos nacionales en el estudio de la literatura hispanoamericana. Los seminarios internacionales de narrativa hispanoamericana de Granada o el congreso de “Última narrativa hispanoamericana” de Salamanca, junto con los libros que estos han producido1, han estudiado las transformaciones de la literatura hispanoamericana actual y han dado buena muestra de en qué medida las fronteras nacionales han venido volviéndose porosas o, más bien, cómo la noción de frontera ha mutado y se ha imbricado en mayor o menor medida con toda realidad susceptible de ser narrada por la literatura de los últimos veinte años. Los manifiestos literarios ya clásicos de la nueva narrativa del continente americano que produce literatura en español se las entienden difícilmente con los Estados nacionales cuando no niegan el hecho de que pueda pensarse en una literatura hispanoamericana —o en cada una de las literaturas nacionales— más allá de como una convención o tradición construida por los distintos actores del campo literario que, quiéranlo o no, perpetúan esa etiqueta por razones comerciales, de posicionamiento ideológico o en aras de un mejor manejo de la información mediante la inclusión de autores y obras en un determinado catálogo.

La crítica se ha valido de herramientas teóricas provenientes del poses-tructuralismo y la teoría posmoderna para hablar de una literatura desterritorializada, a propósito de una generación de autores nacidos en su mayoría desde 1960, que no dudan a menudo en apostar por su carrera literaria migrando a diferentes países que les permitan proyectarse internacionalmente (Noguerol 2008). Tanto su biografía, como los lenguajes que emplean o las temáticas de sus obras están en consonancia con una lógica transnacional que determina el mercado global de la literatura en español, de la cual estos autores son plenamente conscientes. Los análisis de las transformaciones acaecidas en los Estados nacionales a cargo de sociólogos y antropólogos de la cultura, particularmente en lo que atañe a Latinoamérica, han incidido en la fractura de los Estados-nación paralela al surgimiento y complejización de una sociedad red que parece reproducirse también en la narrativa de estos autores, que se sienten cómodos en la frontera entendida como un espacio identitario que tiene más de estrategia optativa o negociación que de desarraigo forzoso2. Sin embargo cabría preguntarse en qué medida esta idea de lo desterritorializado o extraterritorializado como lugar de enunciación de la nueva narrativa latinoamericana se ha vuelto excesivamente inflacionaria o resulta la metáfora más adecuada para explicar una literatura atendiendo a las transformaciones que el contexto contemporáneo produce en la biografía o la identidad del escritor y sus lectores, en la forma lingüística, el contenido temático o inclusive en el soporte en que aparecen los textos, en esta era de migraciones masivas e hipercomunicación. De hecho existe un debate acerca de en qué medida puede hablarse de Internet por ejemplo como un espacio completamente desterritorializado. Y buena parte de las razones por las cuales puede pensarse en una Telépolis que al tiempo que desterritorializa los contextos importa a su vez un contexto heterogéneo y multiterritorializado al mundo virtual podrían aplicarse de igual modo a la literatura que nos ocupa3. Antes al contrario habría que hablar de una redefinición de los territorios en contextos de globalización, pues no hay desterritorialización sin reterritorialización. Por ese motivo sería conveniente no negar las fuerzas centrífugas que desterritorializan la experiencia de la escritura y la lectura, pero sí recalcar la medida en que siguen estando vigentes unas cuestiones identitarias afectadas por los procesos de globalización en autores y obras que podrían pensarse entonces, no desde una desterritorialidad entendida como una no pertenencia a ningún espacio identitario, sino desde una multiterritorialidad ya real, ya imaginada. En efecto, aunque delimitar el proceso comunicacional en que consiste la producción literaria de un determinado autor (que abarcaría la escritura, edición, publicación, distribución, lectura, etc.), en las fronteras de una determinada nación es hoy imposible, los territorios, las naciones y la forma en que estos acceden e influyen en estos procesos no han desaparecido.

Si entendemos, junto a Fernando Aínsa, que la narrativa latinoamericana de los últimos años se ha visto atravesada de tendencias centrípetas y centrífugas, siendo estas últimas las dominantes (2010), resulta interesante recordar en qué medida lo centrípeto ha dado también una literatura en la que emerge con fuerza lo local, rescribiéndose lo nacional desde una óptica posnacional, si se quiere, o inclusive transnacional, es el caso de las narrativas que algunos autores han denominado de la desviación o del “cainismo” narrativo (Restrepo cit. en Villena 2005), testimonios de la violencia neoliberal, narrados frecuentemente en primera persona por personajes marginales que visualizan las aporías de las sociedades latinoamericanas posmodernizadas. Posiblemente sea tan inexacto celebrar el fin de la literatura hispanoamericana por la extrema dificultad de leer redefiniciones de aspectos vinculados a las identidades colectivas, continentales, y/o nacionales en los textos, como seguir leyendo la literatura de los últimos veinte años como un síntoma de una enfermedad nacionalista incurable de la que no se puede escapar, queriendo convertir la narrativa latinoamericana, como hace el falso crítico que inventa Jorge Volpi en uno de sus ensayos, en lo que ya nunca será: una serie de novelas de la tierra posmodernas o de sucedáneos pos, reciclados hasta la extenuación, del boom de los años sesenta.

Es indudable que la globalización ha despertado también un interés en lo local (Martín-Barbero 2004), ahora glocalizado o fronterizo, en que se invoca la disolución de las categorías de la modernidad, por supuesto también de la nación como podía entendérsela, pero en la frontera, al mismo tiempo, se vuelven visibles las presencias fantasmales de la identidad (inclusive las de herencias nacionales, regionales o locales), constituyéndose el espacio en que entran en conflicto para producir nuevas formas identitarias. Así, en buena parte de la literatura hispanoamericana actual podría leerse una visualización visceral y a menudo traumática de la posibilidad o imposibilidad de los vínculos entre literatura y nación, no para negarlos en su totalidad, sino para reflexionar sobre el modo en que la literatura puede alegorizar un obstáculo o un “escollo” (Noemí 2008), una interferencia en la aparentemente ininterrumpida señal del neoliberalismo como horizonte del tiempo contemporáneo, y constituir así un espacio híbrido en que se reproducen y se visibilizan las aporías del capitalismo tardío. A nuestro juicio, incluso en ciertos casos extremos en que las obras literarias tematizan la irrisión de lo nacional, estas no hacen otra cosa que hablarnos de la identidad o de cómo la identidad se reformula. Los diferentes modos de disolverse en lo global, también, se vuelven construcciones identitarias interesantes de leer. De la representación del cronotopo cero a las diferentes narrativas en que se espectaculariza la diferencia, de la representación de los no lugares a la visualización de contextos transnacionales, de la emigración al Apocalipsis, de las utopías intersticiales a la tentación de no escribir, combinando en diversa proporción las fuerzas de lo centrífugo y lo centrípeto, la narrativa de los últimos años que analiza este libro postula una identidad mutante, que se urbaniza, se vuelve fronteriza, híbrida, apocalíptica, multiterritorial, universal, posnacional, etc. A la tarea de desbrozar sus modos de representación se dedican los estudios contenidos en este libro, que bucean en la narrativa puertorriqueña multiterritoriali-zada de los últimos años, atienden a las reescrituras posapocalípticas de la identidad uruguaya y argentina tras la debacle de 2001, exploran los espacios transnacionales que recorren los protagonistas de la literatura mexicana norfronteriza, examinan las formas de entender la literatura como generación de espacios de socialización y las reescrituras de la utopía en la literatura latinoamericana reciente en tanto respuestas a la globalización, analizan la tendencia hacia lo universal en el cuento y las formas breves en español, reflexionan sobre las diferentes formas de habitar la frontera a propósito de escrituras fundamentales para entender lo posnacional o sus vecinos semióticos, como es el caso de las obras de José Manuel Prieto, Junot Díaz, Guillermo Cabrera Infante, Edmundo Paz Soldán o la de nuestro —por granadino de adopción— premio Alfaguara de novela 2010, Andrés Neuman.

A lo largo de sus tres secciones, la primera de ellas, dedicada a la novela latinoamericana del siglo XXI; la segunda, más breve, dedicada al cuento; y una última, que recoge cuatro visiones de la última narrativa latinoamericana a cargo de cuatro narradores señeros de Venezuela, Colombia, Cuba y Argentina, este libro explora en qué medida la literatura latinoamericana reciente, heredera de una tradición extraterritorial que la marca política y culturalmente desde sus inicios, no es, en definitiva, ajena a los procesos globalizadores y tematiza en sus obras el replanteamiento de categorías identitarias como formulación de la identidad, la puesta en crisis de su sentido de pertenencia, tanto a una tradición narrativa como a un proyecto político o literario nacional para conectarse de otra manera a territorios y tradiciones múltiples. Toda la gama de experiencias de desterritorialización y reterritorialización que determinan lo transnacional como contexto en el que repensar la posibilidad/imposibilidad de transcribir experiencias comunitarias en contextos globales, explorada por esta narrativa, no afecta exclusivamente a la pléyade de narradores, no ya exiliados, sino con mayor frecuencia migrados fuera del continente, sino también a quienes escriben desde una cierta experiencia de autoexilio, insilio, de hibridez o de multiterritorialidad imaginada en los países latinoamericanos en las últimas décadas. Este volumen por tanto pretende intervenir en el diálogo que la narrativa latinoamericana actual establece con este contexto globalizado para negociar identidades signadas por la hibridez, los diferentes procesos de desterritorialización-reterritorialización o el transnacionalismo. La literatura latinoamericana se ha convertido en un espacio de tránsito en que se exilian o se desexilian escritores y críticos, una realidad conceptual desencializada que hace rizoma con espacios y territorios afectados por lo transnacional, una red neural con ramificaciones y dendritas que se extravían en diversas geografías reales —cartesianas— o virtuales, tanto latinoamericanas como universales. Aviso a navegantes: la crítica literaria ha de aproximarse a la neurocirugía.

BIBLIOGRAFÍA CITADA

AÍNSA Fernando (2010): “Palabras nómadas: los nuevos centros de la periferia”. Alpha, 30. Edición Bicentenario, 55-78, <http://www.scielo.cl/pdf/alpha/n30/art05.pdf>.

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ESTEBAN, Ángel/MONTOYA, Jesús/NOGUEROL, Francisca/ PÉREZ LÓPEZ María Ángeles (eds.) (2010): Narrativas latinoamericanas para el siglo XXI: nuevos enfoques y territorios. Hildesheim/Zürich/New York: Olms.

MARTÍN-BARBERO, Jesús (2004): “Nuevos regímenes de visualidad y descentramientos culturales”. Luz Rodríguez-Carranza y Marilene Nagle (eds.). Reescrituras. Texto y teoría: estudios culturales 33. Amsterdam/ New York: Editions Rodopi, 19-40

MONTOYA JUÁREZ, Jesús/ESTEBAN, Ángel (eds.) (2008): Entre lo local y lo global: la narrativa latinoamericana en el cambio de siglo (1990-2006). Madrid/Frankfurt: Iberoamericana/Vervuert.

— (2009): Miradas oblicuas en la narrativa latinoamericana: fronteras de lo real, límites de lo fantástico. Madrid/Frankfurt: Iberoamericana/Vervuert.

MORA, Vicente Luis (2006): Pangea: un manual de supervivencia en la selva digital. Sevilla: Fundación José Manuel Lara.

NOEMÍ, Daniel (2008): “Y después de lo post, ¿qué? (Realismos, vanguardias y mercado en la narrativa hispanoamericana del siglo XXI)”. Jesús Montoya Juárez y Ángel Esteban (eds.). Entre lo local y lo global: la narrativa latinoamericana en el cambio de siglo. Madrid/Frankfurt: Iberoamericana/Vervuert, 83-98.

NOGUEROL, Francisca (2008): “Narrar sin fronteras”. Jesús Montoya Juárez y Ángel Esteban (eds.). Entre lo local y lo global: la narrativa latinoamericana en el cambio de siglo. Madrid/Frankfurt: Iberoamericana/Vervuert: 19-33.

TAYLOR, Claire y Thea Pittman (eds.) (2007): Latin American Cyberculture and Cyberliterature. Liverpool: Liverpool University Press.

VILLENA GARRIDO, Francisco (2005): Discursividades de la autoficción y topografías narrativas del sujeto posnacional en la obra de Fernando Vallejo. Dissertation. Ohio State University, <http://etd.ohiolink.edu/send-pdf.cgi/Villena%20Garrido%20Francisco.pdf?osu1117467762>.

VOLPI, Jorge (2008): “Narrativa Hispanoamericana INC.”. Jesús Montoya Juárez y Ángel Esteban (eds.). Entre lo local y lo global: la narrativa latinoamericana en el cambio de siglo. Madrid/Frankfurt: Iberoamericana/Vervuert, 99-112.

— (2004): “El fin de la narrativa latinoamericana”. VV. AA. Palabra de América. Barcelona: Seix Barral, 206-223

1. Nos referimos a la serie de seminarios internacionales de narrativa hispanoamericana de la Universidad de Granada, que hemos dirigido, que tuvieron lugar en los meses de abril de 2007, 2008 y 2009 respectivamente, y a los volúmenes Entre lo local y lo global: la narrativa latinoamericana en el cambio de siglo (1990-2006) (2008) y Miradas oblicuas en la narrativa latinoamericana: fronteras de lo fantástico, límites del realismo (2009). A los que se suman el congreso celebrado en la Universidad de Salamanca en abril de 2009, “Última narrativa hispanoamericana”, dirigido por Francisca Noguerol y María Ángeles Pérez López, que ha dado como resultado el volumen de estudios Narrativas latinoamericanas para el siglo XXI (véase bibliografía). La extensión en el tiempo de la colaboración entre los dos grupos de hispanoamericanistas de Granada y Salamanca da cuenta de la importancia de la producción de este grupo como observatorio de las nuevas tendencias de la literatura latinoamericana.

2. Véase a este respecto el texto de Volpi (2008) o, en este mismo volumen, el capítulo a cargo de Andrés Neuman.

3. Sobre estas cuestiones pueden resultar una guía muy valiosa los textos de Echeverría, Mora y Taylor (véase bibliografía).

DE LA IDENTIDAD A LA CIUDAD EN LA NARRATIVA PUERTORRIQUEÑA DE ENTRESIGLOS

María Caballero Wangüemert
Universidad de Sevilla

¿MODERNIDAD/POSMODERNIDAD PUERTORRIQUEÑA?

Si las visiones posmodernas de la cultura y la historia descansan en la noción del derrumbe o fracaso de las narrativas totalizantes representadas en muchos casos por la búsqueda de legitimación del gran tema de la identidad nacional, ¿qué sucede con la literatura de espacios nacionales coloniales y posindustriales como el de Puerto Rico, una nación que siente con reiterada fuerza el empuje de la globalización pero que no logra separarse totalmente de la necesidad de afirmar esa identidad nacional irreconocida e irrealizada en términos legales?

(García-Calderón 1998: 217).

Quiero abrir mi trabajo con esta cita de Myrna García-Calderón en su libro Lecturas desde el fragmento: escritura contemporánea e imaginario cultural en Puerto Rico (1998), un acercamiento a la narrativa puertorriqueña desde los parámetros de la posmodernidad. La autora estudia a los escritores vivos en su doble vertiente de rechazo y solapada pervivencia de una tradición literaria cuyo eje es la búsqueda de identidad para la literatura isleña; y lo aplica a varios de la generación del setenta. Planteamiento con el que estoy de acuerdo, en principio. Pero quisiera preguntarme: ¿podría mantenerse esta afirmación hoy, más de diez años después? Me gustaría hacer algunas consideraciones al respecto, sintetizando el proceso y tratando de ir un poco más allá en el tiempo (de los noventa en adelante).

Como instrumentos para una perspectiva de conjunto —ya que un artículo de estas características me impedirá profundizar en autores que sin duda lo merecen—, quisiera apoyarme en dos antologías que abren/cierran la primera década del siglo: Los nuevos caníbales. Antología de la más reciente cuentística del Caribe hispano (2000) editada por Boves, Valdez y Gómez Beras; y Convocados. Nueva narrativa puertorriqueña (2009) coordinada por Hernández. Y perfilar la indudable transición —nuevos autores, nuevos moldes, nuevos temas, nuevas formas de enfrentarse al texto si las hubiere … — con dos libros de entrevistas publicados en 2008: A viva voz. Entrevistas a escritores puertorriqueños, a cargo de Carmen Dolores Hernández, crítica literaria de El Nuevo Día; y Palabras encontradas. Antología personal de escritores puertorriqueños de los últimos 20 años (Conversaciones), que surge del ámbito universitario —Melanie Pérez-Ortiz—. Ambos textos tienen en común la oralidad: frente a las antologías abocadas a fijar el archivo, a congelar un grupo o generación —Reunión de espejos (1983), de Vega o Apalabramiento … (1983), de Barradas—, tienen la frescura del autor vivo, acosado tanto por el público medio como por la intelectualidad. No obstante, ambas mujeres representan dos actitudes, dos momentos por no decir dos generaciones —término tan problemático y absolutamente discutible para la más joven—. ¿Podríamos hablar entonces de modernidad/posmodernidad? Aún más, ¿es lícito aplicar términos como posmodernidad o poscolonialidad a Puerto Rico, incluso a Hispanoamérica? Sin agotar el asunto, bastante complejo, vamos a dedicarle unas líneas, antes de volver a las citadas antologías1.

¿POSCOLONIALES NOSOTROS? LA CUESTIONADA POSMODERNIDAD LATINOAMERICANA

En el origen de la posmodernidad está la crisis, la incredulidad ante los grandes relatos, lo que conlleva la descentralización del gran discurso, de la gran historia, de la verdad. Cuestiones exploradas por la crítica en las últimas décadas (Lyotard, Vattimo, Deleuze, Derrida, Baudrillard …) y cuyo corolario, más que previsible, está a la vista: deconstrucción, collage, meta-discurso lúdico, diseminación, interculturalidad, intertextualidad …

Ahora bien, también la crítica dio vueltas una y otra vez a un dilema: ¿cómo puede hablarse de posmodernidad en Latinoamérica si tal vez nunca alcanzó una modernidad en el sentido occidental, europeo, de la palabra? (Herlinghaus/Walter). ¿Será oportuno hablar de “modernidad periférica” (Sarlo, Brunner, Martín-Barbero) lo que eufemísticamente recubre la idea de “retraso” para el Nuevo Mundo? Hay cierto consenso en una idea: la poscolonialidad como categoría epistemológica tiene su lugar en la cultura posmoderna; y se entiende como reescritura del discurso del centro en el que brilla por méritos propios el argentino Borges, uno de sus primeros representantes trasatlánticos. La poscolonialidad es un proceso, una red de discursos de … “descentramiento semiótico-epistemológico y de una reapropiación de los discursos del centro y de la periferia y de su implantación recodificada a través de su inclusión en un nuevo contexto y paradigma histórico” (De Toro 1999: 34). En el polo opuesto, Víctor Bravo aborda así la cuestión:

En relación a América latina, hablar de una era postcolonial no se corresponde con la verdad (…) supone (…) un violentamiento conceptual que ha sido legitimado por el prestigio de la Academia norteamericana (Bravo 1998: 134).

América latina es producto de un profundo proceso de occidentalización que, en el contexto de sus extrañezas y negatividades, responde a características que la teoría de la cultura más reciente ha observado: heterogeneidad e hibridación, vacío y urgencia de raíces y apetencia de universalismo. No es postcolonialidad lo que parece caracterizarnos; es una compleja inserción en la modernidad y en la postmodernidad y es una estructura laberíntica de dependencia sobre la que no parece haber hoy proyectos de superación (Bravo 1998: 138).

Poscolonial o posoccidental, la cultura en el Nuevo Mundo parece caminar en la misma dirección. Frente a los viejos esencialismos derivados de la búsqueda de identidad, al binarismo manejado en tono maniqueo desde las metrópolis, a la Otredad como categoría excluyente, se produce un descentramiento: la hibridez (Bhabha, De Toro), el nomadismo (García Canclini) serán los nuevos parámetros en el enfoque poscolonial, la nueva estrategia discursiva transdisciplinaria. Aquí lo importante es subrayar el prefijo trans-que incide en ese “diálogo desjerarquizado, abierto y nómada que hace confluir diversas identidades y culturas en una interacción dinámica, en un proceso disonante de alta tensión” (De Toro 2006: 218-219). Y … “Ramón Grosfoguel y otros han establecido la convergencia simbólica y social de las poblaciones de Puerto Rico en la isla y en Estados Unidos en la forma de una etnonación integrada en su conjunto al estado norteamericano de modo muy distinto a la usual diada entre una nación política (o una colonia tradicional) y su población migrante” (Duchesne Winter 2005: 25).

Si se me permite, eso es Puerto Rico, cuya literatura es difícil de apresar; un país al que caracteriza la “errancia” como destino: “los puertorriqueños tenemos como apeaderos notables de nuestra identidad colectiva, el son, el mestizaje y la errancia”, dice Vico Sánchez (1997: 91-92). Lo que confluye en una literatura “diasporriqueña” (Flores 2009: 160) fraguada por la diáspora de puertorriqueños neoyorquinos, cuya señal de identidad es la salsa (Otero Garabís 2000, Quintero Herencia 2005) y que lleva décadas interactuando con la cultura afroamericana. Pero aplicable también a la isla y aún más allá, como lo hace Juan Flores en su libro Bugalú y otros ensayos (2009), que acaba de ganar un premio de Casa de las Américas. Porque “exagerando bastante”

París, Londres, Toronto, Amsterdam, Nueva York y una vastedad de lejanos centros urbanos son ahora islas caribeñas de cierta manera, o de hecho nuevos polos de interacción e intersección entre diversas experiencias y tradiciones culturales caribeñas y no caribeñas (Flores 2009: 107).

Se trata de un circuito transnacional. Y como muestra, un botón: me remito a uno de los últimos, números de la Revista Iberoamericana (octubre/diciembre 2009) y a las palabras de su compilador:

El binomio Puerto Rico Caribe que titula este número monográfico designa una zona de interfuga (en cuanto que responde al) deseo de situar la producción literaria y cultural del país en la pluralidad dispersa de diásporas populares caribeñas con las cuales coincide en un insoslayable marco transnacional (Duchesne Winter 2009: 933).

Este es el contexto en que se mueven los escritores puertorriqueños de los noventa en adelante.

PUERTO RICO ¿NACIÓN, O COLONIA POSCOLONIAL, POSMODERNA Y GLOBALIZADA?

La búsqueda de la identidad es sin duda el paradigma organizativo del canon literario puertorriqueño (…). La nuestra quizá sea la última literatura del mundo hispano-hablante que todavía se piensa como una construcción inacabada, como un deseo de ser, y no hay un solo escritor que no se proponga esa tarea como una especie de profesión (Ríos Ávila 2002: 201, 206).

Tal vez por su especial coyuntura sociohistórica como Estado Libre Asociado (1952) escindido entre dos espacios, la isla y los Estados Unidos, transitados por la “guagua aérea” “Luis Rafael Sánchez dixit”, Puerto Rico vive varias décadas antes de la posmodernidad la experiencia híbrida y poscolonial de quienes andan desterritorializados. Como recordé en varias ocasiones, la generación del treinta “la del mítico ensayo Insularismo (1934), de Pedreira” pivotó en torno al asunto identitario (la tierra, el jíbaro, el polo europeo del mestizaje …), como reacción al trauma del 98. Y desde entonces la identidad parece estar siempre ahí, sinuosa y multiforme, incluso en quienes la denuncian como “moderna” y “superada”. Las generaciones del cincuenta y del setenta (René Marqués, Rosario Ferré, Ana Lydia Vega o Rodríguez Juliá …) incidieron en la ocupación yanqui y sus consecuencias, entre ellas la rotunda presencia de una lengua extraña en su propio territorio. Lo hicieron desde binarismos maniqueos, en el marco heredado del viejo realismo social (los del cincuenta), o desde la ironía, el humor y el divertimento lingüístico los del setenta. ¿Con qué finalidad? La búsqueda identitaria, el viejo motivo reutilizado una y otra vez con la urgencia de una literatura que se hacía eco del colonialismo camuflado tras el E.L.A: “Como la de sus antecesores —dice Luis Felipe Díaz (2008: 211)—, su literatura continuó girando en torno a una gran ansiedad na(rra)cional que los comprometía con un discurso de salvación patria de estirpe decimonónica”. Tesis con indudables guiños al libro de Torrecilla, La ansiedad del ser puertorriqueño … (2004). Tesis que se sustenta en una paradoja: ¿identidad cultural sin soberanía nacional? Negrón insiste en que Puerto Rico … “presenta un colonialismo que de cierta manera siempre fue posmoderno, en tanto en cuanto se pretendió que con la invención del Estado Libre Asociado en 1952 se podría separar la identidad cultural del problema jurídico de la soberanía nacional” (Negrón 2009b: 945-946). Asunto que no es tan fácil:

El eje del discurso neonacionalista es que la identidad nacional está en peligro. ¿Dónde radica este peligro? En que una identidad que se presumía fija, coherente y estable se ha trocado en algo fluido e incierto. Ante esta amenaza se construye un imaginario nacional esencialista que reduce la nacionalidad puertorriqueña a la hispanidad y al español. Es decir, se postula una nacionalidad homogénea e inmutable (Pabón 2002: 51).

Su corolario previsible —la metáfora “casa = nación” tan prolífica y con tantos matices en los ochenta (López-Baralt 2004: 31-64)— fue paulatinamente abandonada. “La memoria no es una evocación de un pasado real sino su representación”, dice Pabón (2002: 69). Y continúa: “A diferencia de lo que postula el discurso nacionalista, la nación no es algo natural, sino una construcción histórica moderna” (Pabón 2002: 299), inseparable de su narración. Las identidades no se descubren, sino que se construyen. Y “Puerto Rico es una colonia poscolonial, posmoderna y globalizada” (Pabón 2002: 335). En consecuencia, los escritores de los noventa se embarcan en otros experimentos, en una línea más posmoderna/poscolonial, que pasa por la ruptura de géneros (crónica, periodismo, fotografía, ensayo …) y el abandono de binarismos, mientras se exploran los intersticios de un país nómada, definido por el “entre”, con niveles lingüísticos variados y complejos. Esa circulación transnacional de la cultura, de la que habla Alfonso de Toro; esa identidad multilingüística y transterritorial glosada en tantas ocasiones por Martín-Barbero, afecta a un Puerto Rico que todavía no es nación independiente. Serán el cómic, la ciencia ficción y las reescrituras virtuales de la era cibernética las que consagren el término de reescritura de la mano de autores como Cabiya, Lalo o Acevedo, generando una literatura híbrida, que se sitúa en los intersticios genéricos y abre cauces novedosos a la posmodernidad/poscolonialidad de los escritores isleños:

Esta hibridez “heterogénea y plural” no es expresión de un proceso de transculturación o desnaturalización impuesto por el imperialismo cultural, sino de la forma en que se entretejen tradición y modernidad en Puerto Rico como consecuencia de un proceso socioeconómico de modernización que operó sin excluir o desplazar lo tradicional y lo autóctono. Dicho de otra manera, la hibridez cultural es la expresión de la heterogeneidad multitemporal de la isla (Pabón 2002: 30).

LOS NUEVOS CANÍBALES, O DE LOS 2000 EN ADELANTE: ¿GENERACIÓN, GRUPOS …?

Los nuevos caníbales. Antología de la más reciente cuentística del Caribe hispano abre el nuevo siglo y sus antólogos (Bobes, Valdez y Gómez Beras) coeditan en Isla Negra, Unión y Búho (2000). Tal vez el marco caribeño y la perspectiva de casi una década posibilitan una provisional canonización hoy, diez años después. Entre estos dieciséis cuentistas nacidos casi todos en los sesenta hay muchos consagrados: Luis López Nieves, Martha Aponte Alsina, Mayra Santos-Febres, José Liboy, Eduardo Lalo, Carlos Roberto Gómez Beras, Georgiana Pietri, Daniel Nina, Max Resto, Daniel Torres, Jorge Luis Castillo, Ángela López Borrero, Pepo Costa, Juan López Bauzá, Giannina Braschi y Pedro Cabiya. ¿Requisitos para ser publicados en su momento? Al menos un libro en la calle. En cuanto a los temas, el espectro se ha ampliado notablemente “el feminismo ya no es la obsesión de las mujeres, por ejemplo”; ha habido un giro de 180 grados en la narrativa:

la intertextualidad y parodia en el diálogo con la mejor literatura latinoamericana y europea; el replanteamiento de lo antillano; la reflexión sobre una nueva emigración puertorriqueña hacia los Estados Unidos (y al mundo), a través del discurso contaminado y polifónico; el rescate de (y desde) la marginalidad de otros discursos; la existencia de otro canon alternativo; la teoría y la práctica de la metaliteratura; la irreverencia como postura ante los valores tradicionales; y el virtuosismo plástico e iconográfico en el uso persistente (y resistente) de nuestra lengua (Boves 2000: 194-195).

Rubén Ríos, Mario Cancel y otros intentaron delimitar el canon de narradores puertorriqueños —en este artículo y por problemas de espacio me ceñiré a la isla— y plantear las nuevas estrategias al ataque. Tarea condenada de antemano: “No es posible, en este sentido, encontrar la obra fundadora, el texto límite que, encontrado en el pasado plantea la novedad definidora del porvenir”, dice Rosado (1995: XVIII). Si bien los no-vecentistas … “rechazan los modos de representar del canon na(rra)cional, con su ideología tan anclada en la utopía de la moderna y radical identidad nacional y en el rancio deseo de dramatismo y protagonismo independentista (…), habría que ver si estamos entonces ante una nueva gestión grupal dentro de una no tan diferente generación o si se trata más de un deseo de oposición (por razones de matices) que de un discurso literario de ruptura y con identidad propia” (Díaz 2008: 219, 214). Alcanzada de lleno en la línea de flotación, Mayra Santos-Febres le responde así:

Es más, casi cada uno de los cuentos de los noventa pueden ocurrir en cualquier parte … No se grafía la patria, ni sus espacios urbanos, ni sus (escasos y en peligro de extinción) espacios rurales. Y la identidad es vista como otro simulacro, como un juego de identidades, como un campo definitorio múltiple y cambiante, como un disfraz que se puede cambiar a mansalva, de acuerdo con lo que sea que se quiera tomar como causa o excusa del día (Santos-Febres 2005: 223).

¿Estamos ante algo distinto? Así lo habían vendido las antologías de los noventa, por ejemplo El rostro y la máscara. Antología alterna de cuentistas puertorriqueños contemporáneos (1995), compilada por Rosado, quien insiste: “muchos de los cuentistas de esta antología intentan evitar, hasta donde sea posible, toda referencia al contexto histórico-social puertorriqueño” (Rosado 1995: XXI); y Mal(h)ab(l)ar (1997) de Mayra Santos-Febres, quien promociona a sus dieciocho poetas y ocho cuentistas como memoria colectiva de lo que se hacía desde la marginalidad editorial: jugar intertextualmente con las tradiciones y desacralizarlas o erigir el absurdo como centro, siempre tendiendo a un lenguaje más literario, una referen-cialidad menos “puertorriqueña”. Mayra estaría en el filo de los nuevos: profesora universitaria laureada, forma ya parte del canon.

Es decir, lo que con las cautelas debidas podría concluirse es que los escritores puertorriqueños del 90 en adelante están inmersos en una clave común a la narrativa posmoderna latinoamericana, a esa nueva generación de las letras hispánicas conocida por McOndo (1996) y el crack mexicano: extraterritorialidad, desterritorialización como fruto positivo del mundo global … en lo que coinciden abrumadoramente los críticos. “Seduce a los postmos el ubicarse en los intersticios, los umbrales, las fronteras, los márgenes, los bordes y en las fugas nomádicas y ansiosas, en mezclar elementos dramáticamente dispares” (Díaz, 2008: 219).

A VIVA VOZ … /PALABRAS ENCONTRADAS …

¿Cuál es el panorama hoy, en que con la excepción de dos/tres escritores, quienes constituían el parnaso de Los nuevos caníbales se han consolidado? En un trabajo anterior, aún en prensa, para la Revue de Langues Neo-Latines (París) tracé las que me parecían líneas maestras del proceso: los coletazos de los gurús del setenta (Indiscreciones de un perro gringo [2005] de L. R. Sánchez; Las horas del sur [2005] de Magali García Ramis …), que en ocasiones se reciclan tomando como apoyo el e-mail (El corazón de voltaire 2005 y El silencio de Galileo 2009, de López Nieves); o la nueva crónica, cada vez más posmoderna de Edgardo Rodríguez Juliá: Caribeños (2002), San Juan ciudad soñada (2005) y La nave del olvido (2009), esta última muestra antológica de su recorrido por el género. La brillante madurez de francotiradores como Félix Córdova Iturregui (El sabor del tiempo, 2005, y Los hilos de la sombra, 2009) y Martha Aponte, cuya goleada narrativa en la década final del XX culmina con Sexto sueño (2007), novela dura y difícil con la que se estrena en España. Por fin, la plenitud creativa de los noventa: no existe —creo— una generación del 90 nucleada, pero los escritores que conformaron Los nuevos caníbales están en la cresta de la ola, como lo prueban Mayra Santos-Febres (Fe en disfraz, 2009), Cabiya (La cabeza, 2007 y Trance, 2008), Acevedo (Exquisito cadáver, 2001 y Carnada de cangrejo en Manhattan, 2008), o Franco (Alaska, 2006 y El peor de mis amigos, 2007), una novela de estructura abierta excelentemente trabajada, de ritmo lento, en torno a la soledad, pesadumbre y desolación del tecato. Cada una merecería un análisis pormenorizado que no me puedo permitir aquí.

¿Qué recogen A viva voz … y Palabras encontradas … de todo esto? Ante todo, el juego de la doble perspectiva de escritor y crítico, que exacerba la hibridez propia de las antologías. El prólogo de la primera supone una nueva y definitiva canonización de los hombres/mujeres del setenta: once de los diecisiete entrevistados pertenecen a esa franja cronológica representada por L. R. Sánchez, Ferré, García Ramis, Rodríguez Juliá, Mayra Montero y López Nieves; pero también por los poetas e intelectuales coetáneos: Flax, Vega, Díaz Quiñones, Mercedes López-Baralt o Barsy. Es notoria la ausencia de Ana Lydia Vega, con el peligro de ostracismo que conlleva una exclusión así para quien fue una de las mejores escritoras del grupo, quiérase o no protagonistas del destino patrio; tema que recibieron de la generación anterior y desdramatizaron a base de ironía y humor. A viva voz … es una antología panorámica: dos autores del cincuenta (Soto y Díaz Valcárcel) enmarcan por arriba lo que tendrá su continuidad en la discutida generación del noventa, representada por Santos-Febres, López Bauzá, Cabiya y Ávila. Lo que se pretende es desencorsetar las generaciones, romper con la idea de que la evolución literaria es producto necesariamente de saltos o rupturas … Aun así, algo cambió y lo hizo de modo radical en los cuatro últimos … en los parámetros de la extraterritorialidad y lo metaliterario.

Frente a la perspectiva histórico-objetiva de esta antología que tiene en cuenta la tradición y el corpus literario nacional, Palabras encontradas … se plantea como una serie de “diálogos inquietos”, es decir, una opción mucho más impresionista. Además de cuatro poetas, editores y gurús, muy en función de lo que el subtítulo adelanta —“antología personal”—, hay al menos ocho narradores con una presencia activa, aunque desigual en la isla: Mayra Santos Febres, Acevedo, Liboy Erba, Eduardo Lalo, Ángel Lozada, Áravind Adyanthaya, Pedro Cabiya y López Bauzá. Es obvio, no tiene sentido tratar de separar poetas, narradores, performance … Lo propio de los nuevos es la ruptura de géneros, el compaginar varios campos: Mayra y Acevedo son tanto poetas —buenos poetas— como narradores; Adyanthaya —el menos conocido— publicó un libro de cuentos, Lajas en 2002, pero es sobre todo teatrero. Lalo combina con éxito crónica y fotografía en Los pies de San Juan (2002) y Dónde (2006), denominado “ensayos fotográficos”. La isla silente (2002) agrupa en un volumen su obra narrativa de los noventa, una narrativa de calidad y voluntariamente híbrida, entre la ficción y el ensayo, en torno a la ciudad de San Juan asaeteada desde la geografía, la antropología social, la comida … Los países invisibles (2008) reincide en la mirada a la vieja Europa, donde se educó. En cuanto a Lozada, se abrió paso desde el escándalo por la marcada y exhibicionista temática gay de sus dos novelas —La patografía (1997) y No quiero quedarme sola y vacía (2006)—. Liboy, López Bauzá, Cabiya y Lalo ya estaban en Los nuevos caníbales … y han ido consolidándose, perfilando sus propuestas. Parecen practicar lo que Elsa Noya, autora de Leer la patria. Estudios y reflexiones sobre escrituras puertorriqueñas (2005) ha denominado “una poética de extrañamiento”:

La respuesta parecería ser la incursión en una estética que podríamos definir como de extrañamiento (…), una estética que se demora y se complace en la incorporación y observación de lo extraño, lo insólito, lo que puede ser rápida y vulgarmente reconocido como fantástico, pero que lo trasciende en tanto despliegue o manifestación de lo lúdico … (Noya 2006: 77).

Parámetros aplicables a Liboy, López Bauzá, Cabiya e incluso a otro escritor que no recoge Melanie, Quiñones, en sus Breviarios. Quizá el más caótico y anárquico sea Liboy, si nos atenemos a El informe Cabrera (2009). Reivindica la oralidad y publicó una colección de cuentos, Cada vez te despides mejor (2003), que define como “alegorías, cuentitos pequeños de animales”, “cuentos de mi familia tergiversados”; más bien lo que podría caracterizarse —y así lo hizo Acevedo, quien le ayudó en la selección del libro— como fantásticos. El más “profesional de la literatura”, López Bauzá, ponceño formado en Estados Unidos que vive en San Juan al margen de la academia, publicó un libro de cuentos en el 97, La sustituta y otros cuentos y tiene varios proyectos en marcha.

En las antípodas —no tiene problemas con el bilingüismo, acepta como propia la literatura puertorriqueña en los Estados Unidos— “es innegable que Cabiya, desde muy joven, domina el oficio de escribir. Su trazo es seguro, ágil, culto” (Pérez-Ortiz 2008: 39). Profesor universitario en Santo Domingo, practica una literatura “ecléctica. Una mezcla a veces maniática de diversos temas, tonos y premisas (…) parodia de sí misma (…), me interesa la risa”, dice en una entrevista de Nuevo Texto Crítico (2008: 85), en la que, por cierto, solo él y Mayra representan a la isla a nivel internacional como narradores del nuevo milenio. Su ironía, el carácter lúdico de sus textos, patente en Ánima sola (2003), novela gráfica de protagonista femenina influida por la “japanimation”; y el brillante manejo de la lengua lo inscriben en la estela de la reescritura borgiana y de la literatura fantástica —algo subrayado por Gelpí en su discurso de entrada en la Academia de la Lengua Puertorriqueña—, sin ceñirse a los viejos tópicos del referente puertorriqueño. Así son sus libros de cuentos, Historias tremendas (1999, premiado por el Pen Club y el Instituto de Literatura Puertorriqueña) e Historias atroces (2003), parodia de diversos géneros y en los que Duchesne atisba “ese ciudadano insano”, ni comprometido ni enfermo, a pesar de lo paranormal, sino desociologizado. Ejemplo de ello, asimismo, sus novelas, La cabeza (2007) y Trance (2008), fruto de …”la inclinación que yo siempre tuve por hacer una literatura de la imaginación. Que no tuviera nada que ver con la cuestión social ni con la cuestión política ni con la cuestión de la identidad”… (Pérez Ortiz 2008: 244). Si bien no faltan sutiles relecturas de su obra, por ejemplo, la de Néstor Rodríguez, quien dictamina el franco cariz biopolítico de textos como “Relato del piloto”, que abre Historias tremendas, reinterpretación —según él— del traspaso imperial de Puerto Rico a Estados Unidos en el 98, desde la ciencia ficción y en el que excepcionalmente parece abandonar … “el escrúpulo desterritorializador de su producción anterior para entrar a saco con el tema de la identidad cultural puertorriqueña” (Rodríguez 2009: 1245). Dramatiza la metáfora del laboratorio imperial desde una historia de clones; y eso que siempre declaró …

esa marca tan forzada y obvia de lo puertorriqueño que desde temprano detecté en la literatura que nos daban a leer en la escuela me sacaba de quicio (…). Pero no eran realmente estos contenidos los que me inspiraban repudio; era el uso falso que de ellos hace esa literatura, forzándolos a servir un propósito político, comunitario, de identidad. Hasta pedagógico, diría; estampas, moralejas. Son obras que tienen más que ver con un proyecto social que con una propuesta literaria, artística (Rodríguez 2009: 1244).

Por mi parte añadiría que esta descripción viene al pelo para los del cincuenta, nucleados en torno a la División de Educación para la Comunidad. Dudo que la aceptaran los setentistas.

Junto a él, de modo muy distinto, Acevedo y Lalo son los más híbridos y nómadas. Rafael Acevedo se dio a conocer como poeta y gestor cultural de la revista Filo de juego (1983-1987) y nunca abandonó su actividad poética cuyas últimas entregas son Canibalia (2005) y Moneda de sal (2007). No obstante, su novela Exquisito cadáver (2001), premiada en el certamen de Casa de las Américas de La Habana, es un texto singular y complejo, que su autor define como poético y que se mueve entre la ciencia ficción y el policial. “Yo pienso que en el caso de Puerto Rico … ese tipo de literatura policíaca, novela negra, neogótica, como uno le quiera decir, neofantástica, de ciencia ficción es un signo de madurez”, dice (Pérez- Ortiz 2008: 104). Acaba de editar Carnada de cangrejo en Manhattam (2009), texto narrativo con una novedosa presentación, un doble relato breve en primera persona, cuasisurrealista y, en ese sentido, metáfora del absurdo cotidiano en la gran ciudad.

La entrada del XXI afianzó como poeta a Mayra Santos-Febres: Tercer mundo (2000) y Boat People (2005). Y descubrió su faceta de novelista aureolada y popular: Sirena Selena vestida de pena (2000, traducida a varios idiomas y finalista del Premio Rómulo Gallegos de Novela de 2001); Cualquier miércoles soy tuya (2002), y Nuestra Señora de la noche (2006), finalista del Premio Primavera de novela en España, y guiño intertextual a un famoso cuento de Ferré, “Cuando las mujeres quieren a los hombres” (1976). En ese sentido, Mayra enlaza con temas de la generación del setenta. Podría decirse que Fe en disfraz no innova, se mueve en los parámetros del deseo y la negritud femenina. Y rompe una lanza por lo visceral, por los ritos paganos y el culto a los ancestros que la civilización actual anuló. La historia en primera persona es un flashback: en el borde de una cita, el blanquito historiador y técnico en digitalización de documentos Martín Tirado, repasa su enganche sadomasoquista con su jefa negra en un juego autodestructor, trasunto implícito de la relación que mantienen desde el XVIII isleño amos y esclavas según documentos que estudian ambos y se transcriben, constituyendo una segunda línea textual. Las convenciones y racionalidad blancas quedan devastadas por la pulsión erótica que corroe todo.

“CONVOCADOS”… O DE LOS NOVÍSIMOS

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