Hijo de un profesor de Rishi Valley, una de las escuelas más importantes supervisadas por Jiddu Krishsnamurti, Pradeep Apte nació en enero de 1954, en Indore (India). Estudió bioquímica en la Universidad de Indore y se doctoró en esa materia. Actualmente es director de laboratorio y director general del hospital Medicare en Indore.
Interesado desde siempre en la espiritualidad, en febrero de 2004 llegó a sus manos el libro Yo soy Eso, que recoge las más famosas conversaciones de Sri Nisargadatta Maharaj. Su lectura le impresionó profundamente, llegando a cambiar su visión del mundo y de la vida.
Puedes contactar con él en inglés en apte98@gmail.com
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Traducido del inglés por José Carte
Composición ePub por Editorial Sirio S.A.
© de la edición original en inglés
Pradeep Apte
© de la traducción
José Carte
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Hace dos años mi amigo Edward Muzika, Edji –discípulo de Robert Adams– descubrió este libro y habló de él en tono admirativo. Cito a Edji:
Este es uno de los libros espirituales más grandes de todos los tiempos [...] Este es un manual de meditación de primer orden. Lee una o dos páginas al día, medita sobre el sentido de las palabras de Maharaj, luego cierra los ojos e intenta encontrar tu «yo».
Lo leí inmediatamente y me puse en contacto con el autor, Sri Pradeep Apte. De ahí esta traducción.
Muchos han sido los seguidores de Nisargadatta Maharaj que nos han dejado muestras de sus discursos: Jean Dunn, Stephen Wolinski y Robert Powell en Occidente y Maurice Frydman, Ramesh Baselkar, S. K. Mullarpattan y Pradeep Apte en la India. Sri Pradeep Apte ha realizado un notable trabajo de difusión del mensaje de Nisargadatta Maharaj en los últimos años: es el autor del libro Citas sobre el YO de Nisargadatta Maharaj, que se puede leer en inglés en Internet en formato de libro electrónico; editó en inglés, junto a Vijay Deshpande, el excelente libro sobre Maharaj Yo no he nacido (I am Unborn), del que existe traducción castellana; desde 2010 gestiona un blog sobre Nisargadatta Maharaj, donde se pueden ver varios vídeos sobre Maharaj, y el presente libro, Nisargadatta Gita, publicado en inglés por primera vez en 2008.
Creo que esta obra es una magnífica introducción a Nisargadatta Maharaj para quien no esté familiarizado con su mensaje. Considero también que se trata de un perfecto manual de meditación tanto para quienes ya conozcan el mensaje de Nisargadatta como para los que no. Eso sí, no aconsejo a los lectores que lo lean de principio a fin de una sentada. Mejor seguir el consejo de Edji que he citado anteriormente: lee una o dos páginas y medita sobre ellas.
Y no lo dudes: lo que leas te va a afectar. Como decía Maharaj: «Mis palabras van a surtir efecto necesariamente en quien las escuche».
Terminaré con el mensaje que el amigo Ed Muzika dirigió a Pradeep Apte: «Su Nisargadatta Gita es la mejor exposición de Maharaj que haya leído nunca. Permita que me incline ante usted en señal de agradecimiento».
Para concluir esta breve nota, quisiera citar también las palabras de John Wheeler, uno de los más conocidos maestros del Vedanta moderno, quien escribió a Pradeep Apte: «Deseo darle las gracias por el modo en que ha descrito el yo soy. Sus descripciones son como cuadros o como música que tocan el núcleo de nuestro ser».
Yo también quiero expresar mi agradecimiento a Sri Pradeep Apte y, claro, al gran jnani Sri Nisargadatta Maharaj.
J. CARTE
Lo que estoy intentando evocar tuvo lugar hace cincuenta años. Muchos aspectos aparecen en mi memoria bastante vagos y confusos, pero otros muy claros. Lo primero que puedo recordar es la prevalencia de un vacío total; no sabía nada en absoluto. No puedo describir ese estado de otra manera que consistente en un olvido total; no había ningún sonido, ni luz, ni colores; ¡nada! Desde mi concepción hasta ese momento habían transcurrido casi tres años. Hasta entonces, todo se había desarrollado por su cuenta; no había habido ninguna pregunta ni voluntad por mi parte. Me dijeron que durante ese periodo padecí algunas enfermedades, accidentes y lesiones; debieron de haber sido tan molestos y dolorosos como puedan serlo ahora, pero en esos tiempos yo no lo sabía.
Y de repente, espontáneamente, sin que hubiese sido necesario ningún esfuerzo por mi parte, un día, y de un modo instantáneo, supe que «yo era». Tuve la sensación de «ser»; sentí el «yo soy». Todo lo que sabía era ese «yo soy». ¿Cuándo? ¿Dónde? ¿Cómo? Lo desconocía. A una con esta sensación, apareció en mí la conciencia del espacio. Me hallaba en un lugar interior; probablemente una habitación. Distinguía una plataforma lateral, una especie de sofá, sobre la cual había un gran espacio rectangular; era una ventana, a través de la cual estaba entrando la luz. Debían de ser alrededor de las ocho o las nueve de la mañana. Ahora puedo describir todo esto. En esos momentos no sabía nada; tan solo veía la luz, el espacio y los objetos. Esta fue mi primera experiencia de «conocimiento», y pronto volví a estar sumido en el «no conocimiento». Estos dos estados, el de conocer o «yo soy» y el de no conocer o «no soy», eran todo lo que había. Los estados de vigilia, soñar y sueño profundo aún no existían para mí; los adquirí mucho más tarde.
Las descripciones que siguen se refieren tan solo a esos estados incipientes, los de «yo soy» y «no soy». No sé exactamente cuánto duró esta etapa; probablemente alrededor de un año. Por favor, recuerda que ahora puedo ofrecerte estas explicaciones con el sentido del lenguaje bien desarrollado y, por supuesto, gracias a mi memoria, que creo que es razonablemente buena.
Para empezar, recuerdo una niña y un niño pequeño que siempre iba vestido como una niña. Jugué mucho con la niña; no parábamos de correr ni de reír. Teníamos probablemente la misma edad. Vivíamos en un valle rodeado de muchas montañas. Corríamos a lo largo de los arroyos y había un puente que cruzaba uno de ellos; a menudo íbamos a jugar bajo ese puente. Un día corrimos por ahí totalmente desnudos y chapoteamos en el agua –el arroyo era poco profundo–. Nada de esto tenía ningún sentido, pero era una vida libre de preocupaciones, en la que nos divertíamos mucho y no había exigencias ni deseos. En una ocasión, mientras explorábamos las pequeñas lomas cercanas, nos encontramos con un hombre no muy mayor que estaba paseando enfundado en un pijama kurta y una chaqueta. Nos miró intensamente y después dibujó una gran sonrisa en su rostro, nos acarició con una palmadita en la cabeza y siguió con su paseo. También recuerdo un enorme árbol baniano junto al que acudían multitud de personas, que armaban mucho barullo. Cuando íbamos por allí, esas personas nos agarraban, nos abrazaban y nos besaban, entre muchas risas.
Asimismo acostumbraba a ir a una sala a la que acudían también otros niños. Un hombre moreno y calvo que llevaba un lungui blanco y una camisa solía llevarnos a las orillas de unos arroyuelos, donde nos decía que recogiéramos guijarros con distintas formas. Una mujer rolliza era la encargada de servirnos la comida, en un comedor que estaba detrás de nuestra casa. Grandes grupos de niños éramos conducidos a lo alto de una colina y nos hacían mirar el ocaso en completo silencio. Allí a veces volví a ver la misma mirada complacida de ese hombre no demasiado mayor que nos habíamos encontrado en las lomas. Su silencio parecía ahora bastante diferente y estaba inusualmente tranquilo. Recuerdo que en una ocasión esa niña y yo nos colamos en una gran sala donde una multitud de personas estaban escuchando a ese mismo hombre, que hablaba suavemente desde una tarima. Nosotros dos éramos muy inquietos, de modo que empezamos a juguetear, reír y crear mucha agitación. Yo corrí hacia el hombre que estaba en el estrado; me planté frente a él y lo miré. La niña, empujándome por detrás, me hacía reír. El público se había distraído, la charla se había visto perturbada y en la primera fila había un inglés que nos miró enojado. Justo entonces, de repente, el hombre del estrado me agarró y me sentó en su regazo. Me calmé al instante, completamente pacificado. Después, prosiguió con su charla.
A día de hoy puedo añadir mucha información respecto a esos episodios, a partir de lo que me contaron mis padres. Ese lugar era Rishi Valley School, una de las escuelas más importantes del gran maestro espiritual Jiddu Krishnamurti. Mi padre era profesor de música en ella, el lugar donde se ubicaba el árbol baniano era el teatro famoso de la escuela y el hombre que paseaba tranquilamente y luego me tomó en sus rodillas era el propio Krishnamurti.
¿Cuáles fueron los hechos más destacables de ese periodo? Ante todo, yo no tenía ni idea de quién era yo ni de dónde estaba; tampoco de quiénes eran mis padres. No sabía que había algo llamado vida ni algo llamado muerte. No tenía ninguna conciencia de mi propio cuerpo, puesto que no sabía qué o cuándo comía, o que lastimarse producía dolor. Las únicas dos cosas que recuerdo muy claramente eran que yo o bien «era» o bien «no era»; me hallaba o bien en un estado de conocimiento –el estado «yo soy»– o de no conocimiento –el estado «no soy»–. No tenía ningún sentido del tiempo ni conocía los estados de la vigilia, el soñar y el sueño profundo, ni que había algo llamado rutina diaria, o el ciclo de la mañana, el mediodía, la tarde y la noche.
Por encima de todo, la característica más sobresaliente de ese estado era la ausencia total de cualquier verbalización en forma de lenguaje o palabra. Debía de haber algún término suelto en maratí, mi lengua materna, en inglés o en telugu, pero no tengo ningún recuerdo de ellos y apenas podían considerarse expresiones lingüísticas dotadas de significado. Los estados de conocimiento («yo soy») y de no conocimiento («no soy») eran totalmente no verbales y tenían lugar de un modo espontáneo, sin que yo tuviese ningún control sobre ellos; no había ninguna participación de mi voluntad. También podemos decir que estos dos estados son el de la ignorancia («no conocimiento») y el del conocimiento.
El condicionamiento
De ahí en adelante, es decir, desde la edad de cuatro años hasta los cuarenta, mi vida ahogó por completo, y casi llegó a borrar, aquel comienzo. Fue la vida de un niño y después un hombre perfectamente condicionado... Esa es la manera en que funcionan las cosas si se siguen las tradiciones impuestas por la sociedad. Durante ese periodo de treinta y seis años, e incluso hasta el día de hoy, jamás me he encontrado con ninguna persona que me indicara que me había equivocado por completo. Nadie me dijo a las claras que no soy quien yo creo ser, nadie me ha comentado nada acerca de mi verdadera identidad y nadie ha dejado caer siquiera una indirecta sobre eso. Al contrario; ha sido al revés. Me han convencido completamente de que soy tal persona, que ocupa esta determinada posición social y tiene este rol social que cumplir. Sin embargo, no culpo a nadie de ello; es la manera en que funcionan las cosas. Todos hemos sido diseñados o condicionados para encaminarnos al mundo exterior, al mundo de ahí fuera. Muy pocos se dirigen hacia la vida interior y son los más raros entre los raros quienes han realizado su principio interior. De modo que una persona normal tiene una escasísima probabilidad de encontrarse en esta vida con alguien que haya alcanzado la realización o que incluso se haya convertido en el principio interior.
En este contexto, lo que yo viví en esos treinta y seis años no tiene mucha relevancia. Ha sido una de tantas historias de alguien que ha tenido un éxito medio. De todos modos, durante ese periodo, adopté unas pocas cualidades que me han venido bien después. En primer lugar, adquirí un enorme interés por la lectura; en segundo lugar, conseguí una buena destreza como escritor y editor; en tercer lugar, algo que me llegó naturalmente, y se ha desarrollado en mí a lo largo de los años: un aguzado sentido de la observación.
El vagabundo
Yo leía y seguía leyendo sin parar, pero fue a eso de los cuarenta años cuando descubrí La república de Platón; esto marcó un punto de inflexión en mi vida. Los diálogos socráticos desencadenaron mi proceso; se puede decir que fueron mi primer «campamento base». Después seguí «escalando», del mismo modo en que lo hacen los alpinistas en el Everest, y créeme si te digo que cuando acampaba lo hacía con firmeza, sin dejar nada por explorar en cada campamento base. En cada una de esas acampadas lo leía y estudiaba todo detalladamente; en ocasiones, tomaba apuntes y realizaba anotaciones, e incluso daba charlas para aclarar mi propia comprensión. En aquella época, conseguir algunos de los libros era una verdadera odisea; pero, al final, normalmente me las apañaba para obtenerlos. La llegada de Internet lo hizo todo mucho más fácil; ahora se puede lograr una enorme cantidad de información al momento, algo realmente difícil en mis primeros años de búsqueda.
No obstante, que dejase un «campamento» no significaba que lo abandonase para siempre, sino que experimentaba un trasiego constante entre los distintos campamentos, ya que percibía lazos de similitud o de armonía entre sus diferentes aspectos. Enumero aquí el listado de los «campamentos»:
Omito mencionar los incontables «subcampamentos» en los que hice escala a lo largo del trayecto, pero que fueron de gran ayuda durante mi búsqueda espiritual. Desde aquí expreso ahora mi admiración a todos esos maestros de quienes aprendí tanto y a los que siempre apreciaré; reciban mi reverencia todos ellos. Cómo llegué a cada «campamento» constituye una historia en cada caso, entre las cuales solo deseo narrar una, la última, la correspondiente a Sri Nisargadatta Maharaj.
Ocurrió que en la primera semana de febrero de 2004 visité el centro Krishnamurti en Sanyadhri, cerca de Poona, en la India. Mientras ojeaba los libros en la biblioteca del centro, encontré Yo soy Eso (I AM THAT), basado en las charlas de Sri Nisargadatta Maharaj. Empecé a leerlo y no pude parar. Desde el comienzo sentí que era pura dinamita. Cuando hube terminado de leerlo, supe que la cima no estaba lejos y que muy probablemente ese sería el último campamento en que haría escala antes de llegar a la cumbre.
La génesis
Me pareció que los discursos de Sri Nisargadatta Maharaj llegaban muy a lo profundo y que muchas cuestiones hasta entonces vagas para mí se aclararon por completo. Era como cuando las nubes se dispersan y dejan ver el cielo azul. Tras leer Yo soy Eso, de Maurice Frydman, leí nueve libros más, que prácticamente cubren todas las charlas. Fueron los siguientes:
En todas estas obras el tema del «yo soy» es predominante, de modo que en la primera fase me puse a recopilar todas las citas relacionadas con ello. El proceso me llevó bastante tiempo. En total recopilé quinientas setenta y dos citas, de las cuales quinientas veintiuna se pueden leer en el libro electrónico gratuito que publiqué y que se puede conseguir en varios sitios de Internet.
Solo bastante tiempo después pude procurarme el libro de Mark West, del que extraje cincuenta y una nuevas citas. Estas citas están incluidas en el Nisargadatta Gita.
Lo que realmente me dio el empuje para preparar este volumen fue el anhelo de despejar una duda que siempre me había atormentado. En mi vida nunca había conocido a un gurú verdadero vivo y me preguntaba: «¿Es que no van a servir de nada todas mis lecturas y el estudio de las enseñanzas de estos grandes sabios?». Esta duda se aclaró cuando estaba editando Yo no he nacido, donde Sri Nisargadatta Maharaj contesta precisamente esta pregunta planteada por uno de los visitantes:
V: ¿Pueden los libros reemplazar a un gurú?
Maharaj: Sí; los libros pueden reemplazar a un gurú. En algún momento usted también llegará a ser gurú y se dará cuenta de que los libros no valen nada. El gurú es alguien que conoce el comienzo, la continuidad y el final de su vida y comprende por completo la mente sobre la que el entorno ejerce tan gran impacto.
Esta respuesta me supuso un gran alivio y lo será también para muchos que, como yo, nunca han estado cerca de un gurú viviente en su vida.
En una segunda fase, comencé el proceso de condensar las citas, con la idea de que al reducir las palabras a un mínimo –sin falsear su sentido, claro– la potencia de la expresión aumentaría aún más. Tras llevar a cabo esta reducción, me quedé con doscientas treinta y una citas, algo más de un tercio de las quinientas setenta y dos del comienzo.
En la fase final escribí un comentario sobre cada cita, y así nació el Nisargadatta Gita.
Verás que solo tiene un capítulo, «Yo soy», que representa a la vez el primer capítulo y el último. Mi objetivo con este libro es que sirva para meditar y enfocar la atención sobre el «yo soy» y, si es posible, trascenderlo.
Bueno, y entonces ¿qué influencia ha ejercido Nisargadatta Maharaj sobre mí, que ha resultado en un cambio tan grande? Pues bien, mi vida ha dado un giro completo. La experiencia que cuento en este mismo prólogo, en «El comienzo», se ha convertido en un hecho muy importante en mi vida. Nunca había pensado en ello ni me había dado cuenta de que allí estaba la clave de la redención de todos nosotros.
PRADEEP APTE
1. Pradeep Apte puede estar refiriéndose a Swami Ramdas (1884-1963), que en 1922 encontró a Ramana Maharshi en Tirunavamalai; este encuentro cambió su vida, que a partir de ahí dedicó a ser un sabio-mendigo, o bien a Swami Samarth Ramdas, gran santo del siglo xviiDashbodDashbodaDashbod