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Se incluyen en este tema algunos autores cuya obra se extiende sobre el último cuarto del siglo XV y el primer decenio del XVI, como el Bosco. En los últimos pintores que tratamos en el tema anterior, como Gerard San Juan, se adivinaban ya ciertas notas que anunciaban una nueva época. La imaginación desbordada, no exenta de un sutil espíritu de humor que advertíamos en Gerard San Juan, llega a su máxima expresión en un pintor fuera de serie: Jerónimo Bosch van Aecken, más conocido por el Bosco.

El Bosco rompe radicalmente con los modelos de Van Eyck y Roger van der Weyden, creando una pintura simbólica e imaginativa que tiene pocos precedentes. No es posible interpretar alegremente la producción artística de los tiempos pasados. Se han hecho muchos estudios sobre el Bosco, pues es uno de los artistas más sugestivos de la Historia del Arte, pero ninguno bastante convincente. No se puede hacer una buena Historia del Arte hasta que no se haya hecho una buena Historia. Desconociendo las creencias de su época, no podemos hacernos una idea de lo que el Bosco quería decir con sus sorprendentes tablas. Sin embargo, hay que iniciar una aproximación, aunque sea torpe y errónea, hacia las vivencias del artista. Una cosa se presenta indudable: el Bosco tiene gran sentido del humor y sus pinturas son casi siempre satíricas. Quizá no encontró otro modo de fustigar los vicios de su época sino utilizando estas figuras imaginarias y monstruosas que nadie vio jamás en la realidad. Su tremenda imaginación combinó formas humanas y animales en ensamblaje perfecto y la resultante de esta fusión fue un mundo desgarrado, extravagante y grotesco. Son figuras que producen, como todas las obras geniales, sentimientos muy complejos y aun contradictorios en su contemplación. Por un lado nos asusta la fiereza de los monstruos, su extraña bestialidad; por otro, nos mueve a risa su grotesca figura. Todo el conjunto excita nuestra atención y produce un placer estético inconfundible (FIG. 1).

Hemos dicho que el Bosco quizá imaginó estas figuras para poder declarar públicamente los vicios de la época, para hacer una crítica hiriente de los pecados capitales de sus contemporáneos. Pero esta hipótesis no es suficiente. El >Bosco busca la alegoría y el símbolo, con una preocupación desconocida por otros coetáneos. Muchos autores han identificado las figuras del Bosco con las medievales, que decoran los capiteles de los templos románicos. Pero tal explicación es ingenua porque el Bosco vive en pleno Renacimiento (siglos XV-XVI) y los monstruos románicos habían desaparecido mucho tiempo antes de Europa. En todo caso, sería una vuelta a los modelos medievales y, para ella, sería necesario encontrar otra explicación. Lo que no podemos admitir es la sencilla afirmación de que el Bosco era un artista con «mentalidad medieval». Esto, además de ser erróneo, es imposible. No se puede vivir en otro tiempo que en aquél en que se vive. Y cuando descubrimos en cierto momento y lugar una producción con la que no habíamos contado no hay que pensar que el que la produjo es un individuo anormal en su tiempo, sino que su época es mucho más compleja y extravagante de lo que creíamos, y que alberga aspectos desconocidos aún por nosotros. En resumen, es necesario admitir nuestro desconocimiento de una época que hizo posible la pintura del Bosco y no conformarnos con decir que el Bosco era un genio extravagante y arcaico que pintaba escenas medievales.

No hay duda, sin embargo, que el Bosco, como todo artista, extrajo de algún sitio los materiales que utilizaba en sus composiciones. De algún sitio captó la inspiración para conseguir sus figuras. El lugar más apropiado es, sin duda, la inmensa cantidad de códices miniados, Beatos, Biblias, Códices y, manuscritos medievales, que contenían un ancho mundo de figuras grotescas. La imaginación irlandesa y celta es muy amiga de reproducir figuras monstruosas, sutilmente estilizadas para integrarse en la caligrafía de los Códices. Es decir, que la pintura románica incidió forzosamente en la imaginación del Bosco, pero con esto no hemos explicado por qué el Bosco prefirió utilizar aquellas figuras y no las que su época le brindaba, que eran mucho más adecuadas e inteligibles.