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Editado por Harlequin Ibérica.

Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Núñez de Balboa, 56

28001 Madrid

 

© 2019 Jane Porter

© 2019 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

El príncipe despiadado, n.º 2702 - mayo 2019

Título original: The Prince’s Scandalous Wedding Vow

Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.

 

Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.

® Harlequin, Bianca y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited.

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Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited.

Todos los derechos están reservados.

 

I.S.B.N.: 978-84-1307-829-8

 

Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.

Índice

 

Créditos

Prólogo

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8

Capítulo 9

Capítulo 10

Capítulo 11

Si te ha gustado este libro…

Prólogo

 

 

 

 

 

EL PRÍNCIPE Alexander Julius Alberici sabía que había llegado el cambio. El veintisiete de junio iba a casarse con la princesa Danielle y tendría que volver a Aargau, su reino en una isla del Mediterráneo, para los festejos previos al matrimonio. Después de la ceremonia, la recepción y una luna de miel de dos semanas, podría volver a París con su esposa para seguir supervisando un grupo ecologista que se dedicaba a mejorar la sostenibilidad de ecosistemas frágiles.

El trabajo era su pasión y Danielle había expresado su apoyo, un punto a su favor en un matrimonio concertado. También había accedido a vivir donde él quisiera, con la certeza de que acabarían viviendo en Aargau cuando Alexander tuviera que ocupar el puesto de su padre y subir al trono, algo que parecía estar muy lejos porque su padre era un hombre atlético y vigoroso. Bueno, lo había sido hasta que el resfriado de invierno se alargó hasta primavera y luego, a mediados de abril, al rey Bruno Titus Alberici le diagnosticaron cáncer de pulmón y le dieron unos meses de vida.

Alexander nunca había estado muy unido a su padre. El pueblo adoraría al rey Bruno, pero era frío e implacable de puertas adentro, aunque tampoco podía imaginarse el mundo sin su inexorable padre. En ese momento, su padre estaba decidido a tomarse la muerte como se había tomado la vida, sin sentimentalismos ni debilidades, y nada iba a cambiar. La boda, a finales de junio, no iba a adelantarse y tampoco se haría pública la enfermedad de Bruno, no se haría nada que pudiera preocupar al pueblo hasta que fuese inevitable, lo cual, para el rey Alberici, era comunicar su fallecimiento.

Su madre, la reina, apoyaba el plan porque siempre había respaldado a su marido, ese había sido su papel desde que se casó y había cumplido con sus obligaciones. En ese momento, él tenía que cumplir con las suyas, que eran casarse y tener un heredero para que la monarquía se perpetuase. Se sintió desasosegado, como atrapado en el camarote, aunque era el más grande del barco. Abrió la puerta corredera y se apoyó en la barandilla para mirar el mar.

Ese viaje, que habían organizado sus amigos más íntimos, había sido un error. No podía relajarse cuando su padre estaba cada día más débil, aunque sus padres habían insistido en que lo hiciera para guardar las apariencias. Los príncipes no organizaban despedidas de soltero y, por eso, Gerard, su mejor amigo, había organizado un viaje de una semana por el mar Egeo. Él había dejado los detalles en manos de sus amigos, estaba muy preocupado porque podía ser su última aventura y por la salud de su padre, pero debería haber participado, al menos, en la elaboración de la lista de invitados.

El yate era impresionante y la máxima expresión del lujo, pero, aun así, era un barco y estaban atrapados, lo cual, no sería un inconveniente si todos se llevaran bien, pero, inexplicablemente, Gerard había permitido que Damian Anton Alberici, primo de Alexander, llevase a Claudia, su novia. Eso tampoco habría sido un contratiempo si Claudia no hubiese sido exnovia de Alexander y su ruptura, hacía seis meses, no hubiese sido… conflictiva.

La tensión en el yate hacía que quisiera volver a casa, y eso que su casa tampoco era un sitio especialmente agradable. Su madre intentaba asimilar el diagnóstico fatídico de su padre, quien se había consumido de la noche a la mañana. El personal del palacio, que había jurado guardar el secreto, estaba increíblemente nervioso. Sin embargo, nadie hablaba de lo que estaba pasando. En realidad, en su familia no se hablaba de asuntos personales, no se transmitían los sentimientos, solo existía el deber y él lo sabía.

Cuanto antes se celebrara la boda, mejor, y la princesa Danielle Roulet sería una buena pareja. Era encantadora, estaba muy bien educada y dominaba varios idiomas, algo esencial para la futura reina. También era sofisticada y elegante, algo que agradecería su pueblo. No era un matrimonio por amor, pero saldría bien porque los dos entendían cuál era su deber y, además, la boda sería un motivo de celebración para su pueblo, y lo necesitaba con urgencia cuando la corona cambiaría de manos muy pronto.

En ese momento, le gustaría bajarse del yate y volver con su familia, no encontraba nada placentero en esa última escapada como soltero.