BREVE HISTORIA
DE LA
GUERRA DE LA
INDEPENDENCIA
DE LOS
EE. UU.

BREVE HISTORIA
DE LA
GUERRA DE LA
INDEPENDENCIA
DE LOS
EE. UU.

Montserrat Huguet

Colección: Breve Historia

www.brevehistoria.com

Título: Breve historia de la Guerra de la Independencia de los EE. UU.

Autor: © Montserrat Huguet Santos

Copyright de la presente edición: © 2017 Ediciones Nowtilus, S.L.

Doña Juana I de Castilla, 44, 3º C, 28027 Madrid

www.nowtilus.com

Elaboración de textos: Santos Rodríguez

Diseño y realización de cubierta: Universo Cultura y Ocio

Imagen de portada: Washington cruzando el Delaware. Pintura de 1851 del artista alemán Emanuel Gottlieb Leutze (Metropolitan Museum of Art)

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra sólo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47).

ISBN edición digital: 978-84-9967-897-9

Fecha de edición: Septiembre 2017

Depósito legal: M-20788-2017

Introducción

La guerra de Independencia —también llamada «guerra de Revolución»— angloamericana fue la culminación de dos siglos de dominio británico sobre las colonias norteamericanas que, tras la guerra, pasaron a conformar el origen de los Estados Unidos de América. Fue una guerra revolucionaria sin paliativos, pues las tres últimas décadas del siglo XVIII en aquellos territorios fueron intensas en actividad bélica, pero también en innovación política, técnica y económica principalmente. La sola génesis de dos documentos de impacto universal, la Declaración de Independencia y la Constitución de los Estados Unidos, da la medida de la amplia renovación ideológica y social que protagonizaron las sociedades americanas de aquel tiempo. La guerra de Independencia había surgido en el seno de la disputa económica entre los colonos americanos y el Parlamento, y la Corona británica. Pero expresaba el desacuerdo en cuestiones más esenciales, en relación al ejercicio inglés de la política sobre sus colonias y del deseo de autogobierno fraguado en algunas comunidades de ingleses americanos. Súbditos de Jorge III ambos contendientes, en 1775. En 1787 sin embargo, el rápido desarrollo de los acontecimientos había dado a luz una nueva nación, los Estados Unidos de América, y a un concepto particular de la relación entre el poder y los ciudadanos: la República estadounidense.

El siguiente resumen orienta al lector sobre los contenidos que va a encontrar en las páginas de esta historia de la guerra de Independencia de los Estados Unidos. A mediados del siglo XVIII, el sistema del Imperio británico se sostenía sobre un conjunto de instituciones y legislaciones tradicionales, así como en la práctica de la economía mercantil. También en una sociedad colonial habituada a la práctica de la esclavitud. En plena era de la Ilustración europea, las colonias de las llamadas Indias Occidentales británicas experimentan un Gran Despertar propio de las ideas ilustradas modernas que tiene en la religión, la educación y la política sus expresiones más palpables. En Gran Bretaña, la corte del rey Jorge está en plena ebullición a cuenta de las polémicas que suscitan las reformas administrativas y fiscales en el Imperio. A partir de la década de los sesenta, una vez concluida la guerra de los Siete Años, las cargas impositivas que aplica Londres en las Trece Colonias provocarán resistencia y levantamientos. Durante los años que transcurren entre 1763 y 1776, el movimiento de los patriotas tomaría forma y pasaría a la acción, de manera que la rebelión de los colonos contra las reformas administrativas y los impuestos establecidos por la Corona del rey Jorge III llegó a su momento álgido con las protestas organizadas por el Boston Tea Party. Pero la rebelión contra la tiranía no tardó en convertirse en un grito de independencia de las colonias, tal como queda proclamado por el Congreso Continental en 1776. La guerra enfrentará a dos ejércitos, el las Casacas Rojas de Su Majestad y el nuevo ejército continental de los colonos. En 1775 la guerra es ya inapelable, pero también lo es su condición asimétrica, pues al ejército británico, langostas o Casacas Rojas, se enfrenta un ejército bisoño y con pocos recursos: el ejército continental de George Washington. No todos los colonos se pusieron originariamente del lado de los insurrectos; en 1775 había numerosos lealistas a la Corona británica, si bien con el paso del tiempo su número disminuyó. Lejos del campo de batalla, en las poblaciones pequeñas y grandes se juega una batalla soterrada entre patriotas y leales al rey en la que el espionaje y la inteligencia militar tuvieron un papel destacado, siendo, en buena medida, iniciador de nuevos estilos en las guerras modernas.

El estallido de la guerra en 1775, en Massachusetts, provoca una situación inaudita en las Trece Colonias americanas. Hasta 1777, las tropas británicas pudieron mantener sus posiciones en el territorio. Los soldados de Su Majestad resistían y ganaban batallas. Con las campañas del Atlántico Medio, de 1776 a 1778, comienza a tomar forma el ejército continental angloamericano. Saratoga, Trenton o Princeton son algunas de las batallas de esta época, en un trasfondo político, el del 4 de julio de 1776, en el que se desarrolla el Segundo Congreso Continental y la Declaración de Independencia. Los estados buscarán aliados internacionales para su causa, y Benjamin Franklin, personaje singular, sería en 1778 uno de los encargados de propiciar una coalición antibritánica europea. Mientras la guerra sigue su curso y sus escenarios se diversifican por la vía de la acción marítima, también se internacionaliza. La capitalidad de la nación independiente, una confederación aún de estados, abandonaba Filadelfia y proyectaba trasladarse a la aún no construida Washington D. C. Entre 1781 y 1783 se intuía un horizonte de paz. Pero en la retaguardia la guerra hacía muy frágiles a las comunidades de colonos, cuya población se fragmentaba a favor y en contra de la independencia. La ceguera de las autoridades inglesas tocó a su fin solo a partir de la batalla de Yorktown, en 1781. Y solo la derrota británica en Saratoga, en 1783, forzaba a Gran Bretaña a reconocer la independencia de las Trece Colonias. Al haberse internacionalizado la guerra, la paz entre americanos e ingleses se escenificó en Europa, con Versalles y París como fondo de los tratados internacionales. Los asuntos americanos eran aún interpretados por los europeos como parte relevante de los suyos.

En Nueva York, los últimos legitimistas emprendían la huida hacia el Canadá británico, buscando reconstruir allí la sociedad perdida de las Trece Colonias. Dejaban tras de sí un panorama aciago. La deuda angloamericana fue una condición de partida muy difícil de afrontar por la nueva nación. Además, las estructuras políticas y administrativas de la república estaban aún por hacer. Constitución y república fueron los objetivos inmediatos de los políticos y la ciudadanía, que afrontaron la construcción del sistema de representación y el fiscal. Siendo la Revolución francesa el hito que destacaba ahora en el trasfondo americano post bellum, sin embargo, la joven democracia angloamericana se estaba haciendo oir precisamente por rechazar cualquier forma de política radical. Quizá por este conservadurismo autoimpuesto por las instituciones, los defensores de abolir la esclavitud en los Estados Unidos no lograrían su objetivo en la Constitución de 1789. A finales de los años ochenta, las fuerzas políticas de los Estados Unidos inventaban el sistema electoral y el sistema de concurrencia de los partidos a las elecciones. Gestionar aquellas primeras urnas no fue tarea fácil, habida cuenta de las enormes carencias del modelo político. Tal como había liderado la lucha armada, para esta particular batalla civil George Washington abandonó su intención de retiro para dedicar ocho años más de su vida a los dos primeros mandatos presidenciales. Cada uno de los Padres Fundadores fue relevando al anterior en la presidencia, y la concatenación de mandatos de los fundadores condujo al país al tránsito entre siglos. Cada uno, diferente en personalidad y formación a los otros, aportó la esencia de sí mismo al proceso. Sus historias particulares sirvieron también para sustanciar el relato comunitario del mito nacional estadounidense.

Un nuevo país, Estados Unidos, entra a formar parte del sistema internacional de las naciones. Ahora, a comienzos del siglo XIX, la joven república estadounidense ha de articular sus relaciones exteriores con las potencias internacionales de la época: Gran Bretaña, en expansión por Asia, y Francia, en plena construcción y debacle del Imperio napoleónico. En 1812 se abre una guerra contra los británicos, con episodios bélicos breves pero nefastos. Esta guerra fue, en parte, fruto de la exigencia estadounidense de ser reconocido en sus actividades comerciales. Ahora, las condiciones del país, aquellas por las que se mide su potencial exterior, eran el comercio, los procesos migratorios, la apertura hacia el oeste y el crecimiento urbano de la industria y los transportes. Desde el otro lado del Atlántico, con los pueblos de Europa en pleno proceso de revolución, se observa con desconcierto al nuevo país. La pregunta más frecuente es: ¿quiénes son estos americanos que viven en una república y dicen organizar su Gobierno según el mandato constitucional? De una u otra forma, la guerra de Revolución o Independencia sirve de muestra a las que están por venir. Los postulados que guiaron los hechos revolucionarios en los Estados Unidos se universalizan en la medida en que son adoptados por las naciones en proceso de cambio. Al mismo tiempo, la guerra y la fundación de la República de Estados Unidos son hechos que comienzan a ser narrados por los historiadores, evocados por los poetas y ficcionados por los novelistas primero y por los autores de películas a partir del comienzo del siglo XX. La independencia de los Estados Unidos se convierte, paulatinamente, en un relato monumental que será en sí mismo bagaje y herencia cultural de la nación y que, como todo relato central en la historia, permanece siempre inconcluso, retorciéndose en cada presente histórico. Los lugares de la memoria relacionados con la guerra, semejantes a santuarios civiles, se han sumado también al perfil de la idiosincrasia de los Estados Unidos, protegidos por las administraciones y las fundaciones, y sobre todo visitados por los nacionales y los extranjeros.