Bogotá, Colombia

Noviembre de 2016

La angustia en la realización del individuo: una lectura kierkegaardiana Jorge Eliécer Martínez Posada Departamento de Formación Lasallista Bogotá, D. C. 2016

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Martínez Posada, Jorge Eliécer

La angustia en la realización del individuo : una lectura kierkegaardiana / Jorge Eliécer Martínez Posada. -- Bogotá : Ediciones Unisalle, 2016.

112 páginas ; 16 x 23 cm.

Incluye índice de contenido

ISBN 978-958-5400-02-3

1. Kierkegaard, Sören Aabye, 1813-1855 - Crítica e interpretación 2. Filosofía danesa 3. Existencialismo 4. Individuo (Filosofía) 5. Angustia (Psicología) I. Tít.

198.9 cd 21 ed.

A1554272

CEP-Banco de la República-Biblioteca Luis Ángel Arango

Jorge Eliécer Martínez Posada

Autor

ISBN: 978-958-5400-02-3

e-ISBN: 978-958-5400-03-0

Primera edición: Bogotá, D.C., noviembre de 2016

© Derechos reservados, Universidad de La Salle

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Fotografía de portada “Renaceres”

Neyith Ospina Antury

Diseño de ePub:

Hipertexto

Queda prohibida la reproducción total o parcial de este libro por cualquier procedimiento, conforme a lo dispuesto por la ley.

Contenido

“La angustia es una aventura que
todos los hombres tienen que correr, es decir,
que todos han de aprender a angustiarse”
.

(Kierkegaard)

Presentación

“La diferencia es lo que obliga al pensamiento a pensar”.

(Deleuze)

Este escrito responde a un momento de subjetivación y de desubjetivación entre 1992 y 1997 cuando realizaba mis estudios de pregrado en Filosofía. Por eso algunos de los planteamientos, ideas y reflexiones, entre otros, aquí señalados han devenido de otros con el paso de los acontecimientos, devenires, problematizaciones y ficionalizaciones que en el presente se entrelazan en mi constitución subjetiva. Sin embargo, al volver sobre este escrito por una petición en el marco de los 200 años del natalicio de Sören Kierkegaard en 2013, retomé este texto, permitiéndome dilucidar los pliegues de mi propia subjetividad, tanto a nivel teórico, como vital; de esta manera reconocí como un ritornelo este escrito poblado de silencios, de gritos, de angustias, de alegrías y de búsquedas, entre otros tantos sucesos y sentires que rodearon la vida en aquel momento. Hoy pienso, digo y hago de otra forma, desde otras búsquedas críticas, éticas y políticas, pero encuentro fundamental en todo esto estar educado en la “angustia”, quizás ya no como el debate entre lo uno y lo otro, debido a los rizomas de mi devenir subjetivo que me posibilitan un pensar distinto con otros discursos y otras prácticas que me configuran. Hoy, el hecho de enfrentar la angustia es tener la posibilidad con “temblor y temor” de ser soberano de “sí mismo” en la búsqueda infinita de la libertad, que permite el coraje de indagar por ese pequeño tramo de la libertad posibilidad de enfrentar la angustia y educarse en ella.

Por último, antes de pasar a la introducción original de este escrito, quiero agradecer a todos los individuos que me acompañaron en aquel momento de mi devenir subjetivo, de manera especial agradezco a Fray Publio Restrepo OFM quien con su corrección oportuna permitió la elaboración de este trabajo de investigación en el llamado padre del existencialismo.

Introducción

A lo largo de la historia del pensamiento filosófico han aparecido dos modos contrapuestos de ver las cosas. Para unos lo valioso y señalado es lo esencial, lo primordial de los aconteceres, aquello que cuenta para todos. Otros pensadores, en cambio, han estimado superior lo que es singular de cada cual, valorando la vida y la existencia, que siempre son vida y existencia de este o de aquel.

La existencia en esta segunda forma de ver la filosofía se constituye en el tema preponderante a partir del cual el hombre, en cuanto único ser que problematiza su existencia como su ser, se convierte en un enigma cada vez mayor para sí mismo, y aumenta así la anarquía en su propia vida interior y, en general, en los problemas o conflictos humanos.

El esfuerzo por resolver la problemática del sentido de la existencia ha sido asumido por múltiples pensadores, entre los que cabe destacar a Sören Kierkegaard, uno de los primeros filósofos que buscaba dar respuesta a su propia existencia desde una posición de reflexión subjetiva, entendida esta como posibilidad, preguntándose por su mismidad y encontrándose con una problemática que lo embarga en lo más profundo de su ser: la angustia.

En la angustia, Kierkegaard se plantea preguntas existenciales que busca responder desde su propia reflexión, la cual estaba enmarcada por parámetros cristianos dados desde el protestantismo y que envolvían todo su pensamiento y filosofía.

Se precisa entonces desde el pensamiento de Kierkegaard que la angustia acontece como predisposición al pecado y como secuela de este. Por lo tanto, asaltan nuestro espíritu cuestionamientos por la relación entre existencia, angustia y pecado. ¿Cómo es posible la existencia del pecado? ¿Será la angustia el elemento psíquico que hace posible el pecado? ¿En el primer pecado hay una relación con el concepto de inocencia? ¿Será el pecado el origen de la angustia? Son estos mismos interrogantes los que buscan respuesta en el planteamiento de Kierkegaard.

De esta manera, la angustia ocupa un lugar central en este pensamiento y es menester indagar sobre cuál es su puesto; de ahí que a través de este libro se busque aclarar el papel de la angustia en el proceso de realización del individuo desde el punto de vista cristiano de Sören Kierkegaard.

Con la finalidad de acercarse al pensamiento de este filósofo, se analizarán algunas de sus obras, concentrando la atención en el concepto de angustia, dado que a partir de este se considera la existencia humana como signo que debe ser interpretado para encontrar su sentido y de esta manera poder comprender el papel de la angustia en el proceso de realización del individuo.

La angustia se presenta hoy con mayor vigencia que nunca, pues el hombre vive un momento de crisis a escala planetaria en diversas dimensiones, sean estas culturales, políticas o religiosas, entre otras. No obstante, la angustia como tema de estudio no ha sido abordada con la misma fuerza que años anteriores en posturas filosóficas existenciales, como la de Heidegger y Jaspers, entre otros.

Si bien este no es un tema de estudio en la actualidad, sí es una vivencia actual; el hombre cotidiano está sujeto al malestar de la cultura en la que vive, y aboca continuamente en su ser la angustia como compañera inseparable de su existencia y de la búsqueda de la realización. Ahora bien, pretender justificar este estudio sobre la angustia en ocasiones suena ilusorio, pues llega a ser tan evidente como justificar por qué se respira, y se considera un tema tan inherente al hombre y al mismo tiempo pocas veces discutido, que por ello resulta oportuno posibilitar un análisis reflexivo.

Por otro lado, en un ambiente occidental marcado por el cristianismo, la concepción de pecado como caída y angustia carcome la conciencia, hasta el punto de lograr el hundimiento como cultura sin descubrir la posibilidad de una realización de trascendencia hacia un plano de superación. En este sentido, la angustia no es un tema muerto o deshecho por el mismo hombre, sino que sigue vigente en un mundo que está sujeto a intensas transformaciones técnico-científicas.

Asimismo, buscar un sentido a la existencia puede ser la expresión más trajinada y de uso popular; sin embargo, en tal expresión está implícito el problema esencial, a partir del cual se descubre el horizonte fáctico de la realización de la existencia auténtica. Por ello, es asunto que no admite aplazamiento. En él convergen no solo modos de pensar individuales, sino también horizontes colectivos.

El yo frente al espejo; el hombre enfrentado a su propio destino; la existencia de uno mismo respecto a Dios y ante los hombres. En este punto, se intenta dilucidar las herramientas necesarias para presentar la correlación entre la religión como fenómeno trascendente y la existencia como proceso de encuentro consigo mismo, con los otros y con la figura trascendente que revela la existencia auténtica.

El hombre puede optar por existir inauténticamente, es decir, conformarse con ser uno más dentro del mundo: trabajar, alimentarse, casarse, tener hijos, vivir en la rutina, en la cotidianidad, no tener aspiraciones ni ambiciones de índole trascendente y existencial. Entonces, contentándose con lo que es, se repliega sobre las cosas y acepta ser una entre ellas. Pero aun así se encontrará vacío y con la necesidad de afrontar la responsabilidad de una elección más radical, que supere la dispersión y el simple dejarse vivir. Aquí el hombre opta por un sentido diferente. Lo que busca el hombre es algo constitutivo de él, de su individualidad, de su unidad, en la que él se reconozca y decida acerca de sí mismo, poseyéndose, autoconociéndose, en suma: conquistando su destino. Esta decisión toma en cuenta las consideraciones del riesgo y la responsabilidad que esta implica. Si la decisión es auténtica y no deseo o capricho, se dirige hacia el porvenir con la intención de unirlo con el pasado en una unidad que permita realizar el sentido de la decisión misma. La decisión tiene un sentido porque hay algo por qué decidir, algo que hacer. El ser de la existencia no es, sino que está por ser, por hacerse; si la perfección del ser permanece en su pensamiento y su inmutabilidad de la existencia consiste en el devenir. El devenir existencial es una permanente conquista del espíritu sobre la materia, pues su tensión marcha en el sentido de una espiritualización cada vez más profunda. No hay existencia sin devenir y de nada sirve querer abolirla.

Existir auténticamente significa salir de la determinación y escoger el mejor modo de vida consciente, decidir y elegir la relación consigo mismo y con el mundo. Aquel que no opta por lo fundamental no se realiza, no actualiza la unidad propia de su personalidad, permanece en el anonimato, renuncia a su libertad, a la elección y posibilidad trascendental, las cuales constituye la verdadera existencia y realización auténtica.

Es de esta manera como estudiar el papel de la Angustia en la realización del individuo no se constituye en un trabajo repetitivo, sino en la profundización de un aspecto de la filosofía existencial de Sören Kierkegaard que es necesario analizar para así poder dar una real interpretación. Pero antes de entrar en el desenvolvimiento del hilo de Ariadna en el que se constituye este escrito, se advierte a todo posible lector que este escrito es como un espejo: si un mono se mira en él, difícilmente puede reflejarse el rostro de un santo.

El existencialismo y los antecedentes del pensamiento de Sören Kierkegaard

“Las yeguas que me llevany tan lejos como alcance mi
ánimo
me escoltaban, una vez que en su tiro
me abocaron al camino muy nombrado de la deidad, el
que por todas las ciudades lleva al hombre que sabe”
.

(Parménides de Elea)

CONTEXTUALIZACIÓN DEL EXISTENCIALISMO

Desde las culturas más primitivas vemos que el hombre, en su afán por encontrar respuestas a las preguntas que su entorno le plantea —como a las incógnitas más profundas de su existencia—, se enfrenta al hecho de diferenciarse con los demás seres, de ser realmente. El hombre se cuestiona sobre las cosas que constituyen su mundo, busca el conocimiento de los principios y causas inmanentes de estas, y a la vez se interesa por lo que se encuentra situado más allá de lo cotidiano.

Ese interés lo lleva a entrar en contacto “con” (sí mismo, el mundo y Dios), a establecer una relación que le exige transformarse y que abarca necesariamente diferentes dimensiones (antropológica, cosmológica y teológica), y por ende diferentes modos de reflexionar en torno a ellas. Todo esto es posible porque es el único que posee conciencia de ser. La razón natural es el medio del que dispone para su conocimiento. Su tarea consiste en articular una comprensión de la realidad que, involucrándolo a él como persona, se expresa en una reflexión especulativa crítica.

La filosofía es una búsqueda racional que no se confunde con la búsqueda del intelecto. Este intelecto hace referencia al conocimiento científico, para el cual no existe el misterio: “solo existe lo desconocido siempre cognoscible” (Lepp, 1963a, p. 7). En ocasiones, tomando a la ciencia como el único conocimiento válido, los racionalistas rechazan otros modos de acercamiento a la realidad: el religioso, el moral, etc., y esto arroja al hombre a la mera positividad y a las necesidades de lo instintivo. En oposición a ellos, los irracionalistas “elevan hasta el nivel místico y leyendístico” lo que despreciaban los racionalistas.

La razón, a diferencia del intelecto, es aquella iluminación de la existencia en la que se fundamenta la filosofía. Es un pensar mediante el cual se conoce algo que tenga validez universal y obliga al asentimiento. Este pensar se abre camino iluminando y conociendo desde el logos. No busca el conocimiento de cosas ajenas al hombre, sino que le aclara lo que él entiende realmente, lo que quiere y determina el fondo de su existencia.

La existencia

Los antiguos creían que el hombre no podía escapar de su destino ni cambiarlo; lo único que podía hacer era descifrarlo, y para ello se valía de métodos adivinatorios (astrología, magia, oráculos, etc.). La vida devenía con frecuencia en tragedia, en un sin salida, sin consuelo ni esperanza; así se concibe en la literatura de Homero, Hesíodo, Sófocles, etc. (Lepp, 1963a, p. 8). Pero si las relaciones del hombre consigo mismo, con los demás hombres y con las cosas estuvieran determinadas y fijadas definitivamente, la existencia no sería un auténtico problema ni una búsqueda. Sería un determinismo no ya de los dioses, sino de otro tipo.

En este sentido, el determinismo biológico o sociológico ejerce una fuerte presión. Ni siquiera los hombres más espirituales escapan a él, que es una especie de destino. Pero aun así la existencia está más allá de lo biológico y lo social. El hombre trata de superar todo determinismo en su vida y ello implica la interioridad, la intimidad, la presencia en sí.

El hombre hoy se plantea el problema de su existencia, ya no desde un destino sino desde sí mismo. Es en la misma existencia que busca un sentido no prefijado; por eso pregunta, duda, teme y se encamina. En esa medida, existir significa filosofar (no entendiendo por filosofar el hacer filosofía académica). El filosofar es inherente a la existencia de todo hombre. Al filosofar el hombre trata de afrontar su propio destino y de plantearse los problemas fundamentales que resultan de la relación consigo mismo, con los demás y con el mundo.

El tema del sentido de la existencia se encuentra en la obra de varios pensadores, entre los que cabe destacar a Sören Kierkegaard, por ser este uno de los primeros que buscan en su subjetividad el dar un sentido a su propia existencia —entendida como posibilidad— y preguntándose por su mismisidad. “La angustia” desde la que él se lanza está enmarcada en los parámetros vocacionales cristianos, los cuales le fueron dados desde el protestantismo.

Así pues, todo hombre tiene una doble vocación: una espiritual, que consiste en elegir el fin supremo de su existencia, y una temporal, que busca unir los medios que le brindan para realizarlo. Pero para descubrir y realizar su vocación temporal, y por ella la espiritual, el hombre debe conocer ante todo la base objetiva de su existencia, pero descubrirla es el drama existencial de todo hombre, porque por la misma experiencia histórica y personal este sabe que no es tarea fácil. Los obstáculos individuales y sociales, y las condiciones de vida no facilitan al hombre el volver la atención a lo que es; en ningún momento de la existencia el hombre puede decir que ha realizado o descubierto en parte o totalmente su vocación.