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Editado por HARLEQUIN IBÉRICA, S.A.

Núñez de Balboa, 56

28001 Madrid

 

© 2014 Susanna Carr

© 2014 Harlequin Ibérica, S.A.

Después del resplandor, n.º 2359 - diciembre 2014

Título original: Secrets of a Bollywood Marriage

Publicada originalmente por Mills & Boon®, Ltd., Londres.

 

Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial. Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.

Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.

® Harlequin, Bianca y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited.

® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia. Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited. Todos los derechos están reservados.

 

I.S.B.N.: 978-84-687-4868-9

Editor responsable: Luis Pugni

 

Conversión ebook: MT Color & Diseño

www.mtcolor.es

Índice

 

Portadilla

Créditos

Índice

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8

Capítulo 9

Capítulo 10

Capítulo 11

Capítulo 12

Capítulo 13

Capítulo 14

Epílogo

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Capítulo 1

 

Tina Sharma estaba delante de la puerta de su casa con los ojos cerrados. Había echado de menos el calor de la noche y el olor a flores tropicales. Incluso, había añorado el ruido caótico de Bombay. En un momento dado, llegó a pensar que tendría que olvidarse de él para siempre, pero había vuelto y nadie podría arrebatárselo, ni siquiera su marido. Sintió el escozor de las lágrimas y contuvo un sollozo. No lloraría más, y menos por él. Ya había llorado para toda una vida. Le temblaron los labios por los sentimientos que se le agolpaban en el pecho. Rabia, odio, miedo… Tenía que mantenerse entera si iba a adentrarse sola en la guarida del león.

Parpadeó cuando oyó que se abría la puerta. Había visto los lujosos coches aparcados en la entrada y había oído la música mientras se acercaba a la casa. En ese momento, vio a los hombres y mujeres que bailaban en el vestíbulo principal. Evidentemente, estaba celebrándose una fiesta. ¿Sería para celebrar su ausencia? ¿Se interrumpiría bruscamente cuando ella entrara? Quizá fuese lo mejor, decidió mientras dejaba de mirar a los invitados. Prefería tener testigos, pero también sabía que no estarían de su lado.

–¡Memsahib! –la saludó el anciano sirviente al verla en la puerta.

Tina se sobresaltó. No estaba acostumbrada a que la trataran como a una mujer casada. Al fin y al cabo, había estado casada menos de un año. Hizo acopio de todo su talento de actriz, sonrió y entró antes de que le negaran la entrada.

–Hola, Sandeep. Tienes buen aspecto.

Le alegró haberlo dicho en un tono tranquilo cuando era un manojo de nervios. El anciano miró por encima del hombro como si quisiera disimular la fiesta que estaba celebrándose en su casa.

Sahib no me dijo que iba a volver esta noche.

–Él no lo sabe.

Ella se quitó el pañuelo azul que llevaba en la cabeza y se lo dejó alrededor del cuello.

–¡Su pelo! –exclamó Sandeep con los ojos como platos por el espanto.

–Sí, ya lo sé –replicó ella con un suspiro–. Fue un error.

No se sentía ofendida. Ella reaccionaba igual cada vez que se veía en un espejo. Se pasó los dedos por los cortos mechones. Había tenido un pelo negro como el ébano que le caía en una cascada por la espalda y, en ese momento, casi ni le tapaba las orejas.

–¿Qué tal… sus vacaciones? –le preguntó Sandeep con cautela.

Ella se quedó inmóvil. ¿Dev lo llamaba «vacaciones»? ¿Acaso creía que seguía hechizada y que no podía alejarse de él? Sintió un dolor tan intenso que no pudo moverse. Sus «vacaciones» habían sido una prisión infernal. El recuerdo de las interminables paredes blancas y la sensación de desesperanza se adueñaron de ella. Apretó los dientes para intentar seguir en el presente.

–Me alegro de haber vuelto.

–Iré a buscar a sahib –dijo el sirviente retrocediendo unos pasos.

–No hace falta –replicó ella levantando una mano.

Tenía el factor sorpresa de su lado y no iba a desaprovecharlo. Era el momento de actuar como la señora de la casa y no como una intrusa. Representaría ese papel un rato y luego estaría encantada de renunciar a él para siempre.

–Sé que estás ocupado con la fiesta. Yo iré a buscarlo. ¿Dónde lo viste la última vez?

Sandeep dio un respingo que lo delató y se miró los pies descalzos.

–No es fácil decirlo –contestó el hombre en un murmullo casi inaudible.

¿Estaría en los brazos de una mujer o de dos? ¿Sería peor todavía? Casi quería tener una pista de lo que iba a encontrarse, pero no iba a pedirla. Era la casa de Dev y sus empleados llevaban muchos años con él. Contaba con la lealtad de todos y ella era la advenediza.

–No te preocupes, ya lo encontraré.

El sirviente bajó los hombros con resignación y miró hacia el exterior.

–Le diré a alguien que le lleve el equipaje a su habitación. ¿Dónde está?

–No he traído equipaje.

No pensaba quedarse mucho tiempo. Sandeep frunció el ceño, pero no hizo las preguntas que, evidentemente, le rondaban por la cabeza.

–¿Le llevo el bolso? –se ofreció el hombre tendiendo una mano.

Ella, instintivamente, agarró con más fuerza el bolso que llevaba colgado del hombro.

–No, gracias –contestó Tina con una sonrisa e intentando relajarse mientras entraba en la casa.

Sandeep no era el enemigo, pero ella tampoco iba a dejar el pasaporte y el dinero a nadie. Eran esenciales para que recuperara la libertad. Lo había aprendido cuando dejó a Dev mientras él rodaba una película en Estados Unidos. En ese momento, no soltaría ni la revista que llevaba en el fondo del bolso, la que tenía la foto de su marido en la portada. Esa foto y la historia que ilustraba habían encendido un fuego dentro de ella que todavía ardía con toda su fuerza.

Fue hasta el centro del vestíbulo y miró lo que tenía enfrente. Olía a alcohol, sudor y tabaco y reconoció a algunos invitados. Eran famosos y actores que salían en carteles de cine. Eran impresionantes aunque tuvieran el pelo mojado y las ropas pegadas al cuerpo mientras se movían frenéticamente al ritmo de la percusión. Entrecerró los ojos al ver que dos invitados competían a ver quién bebía más. Así pasaba los días su marido cuando ella estaba fuera. Sin embargo, no debería sorprenderle después de haber leído la revista, aunque fuese antigua.

Se preguntó el motivo de la fiesta. Tenía que ser por negocios. Dev estaba destinado a reinar en ese mundo desde que nació, pero no se conformaba con ocupar su sitio en la cima, quería conquistar nuevos territorios y ganar poder. El dinero era secundario para él, aunque dedicaba cada momento del día a los negocios. Al menos, casi todos los momentos. Ella había sido la excepción. Había creído que eso significaba que la amaba, pero ya sabía que no era así.

Siguió el recorrido por la casa y se preguntó si él diría que era una fiesta para darle la bienvenida. Era tan descarado que podría intentarlo. Podía mentir e incumplir promesas sin que le pasara nada. Dev era intocable.

Sin embargo, su regreso había sido impulsivo, no había sabido que volvería hasta el día anterior. En ese momento, se preguntaba si habría sido una decisión equivocada. Se mordió el labio inferior mientras se alejaba de la puerta principal. Quería demostrar que ya no era vulnerable, que era más fuerte de lo que podía imaginarse su marido. Vaciló antes de entrar más en la casa. Había llegado a sentirse cómoda allí, incluso, la había considerado su casa. En ese momento, sabía que había sido una ilusión. En vez de protegerla, le habían arrebatado la fuerza y la libertad. Agarró la correa del bolso y miró alrededor intentando recordar dónde estaba la salida más cercana. Oyó unos aplausos y unos cánticos que llegaban de la sala de billar. Dio media vuelta y se dirigió hacia allí. Dev, con su virilidad imponente y su poder de estrella, siempre era el centro de atención. Puso los ojos en blanco cuando reconoció la canción. Era de la primera película que fue un éxito de Dev. La había visto infinidad de veces, pero sabía que su marido, en privado, criticaba su actuación. No pondría esa canción si no se la hubiese pedido alguien importante. Entonces, se acordó de que en esa escena también había una actriz. ¿Estaría bailando con una pareja? Se le revolvieron las entrañas, pero siguió avanzando. Tenía que verlo con sus propios ojos. Entró en la sala de billar y pasó desapercibida entre la multitud. Nadie la miró con su camisola arrugada y sus vaqueros amplios. La élite de Bollywood, la industria del cine indio, solo se fijaba en ella cuando iba del brazo de su marido.

Todos saltaban con los brazos estirados mientras cantaban. Se detuvo cuando oyó la carcajada de Dev, un sonido que le atravesó el corazón. Parecía despreocupado y contento. ¿Cómo podía estar así después de todo lo que había pasado? ¿No sentía nada o era un alivio para él? Haber vuelto para el enfrentamiento final quizá fuese una mala idea. Siempre había sospechado que había sido una carga para él. Había pensado que habían estado enamorados, pero en ese momento se daba cuenta de que se había sentido obligado a casarse con ella. Además, los padres de él no la habían aceptado, pero ¿quién podía reprochárselo? Sus padres eran leyendas de Bollywood y ella procedía de las chabolas. Dev había renunciado a los planes de sus padres y había acabado renunciando a ella.

Todo el mundo había sabido que tenía que suceder, todos habían creído que lo había engañado para que se casara con ella. La confundieron con los papeles de chica seductora que representaba en aquellas películas de bajo presupuesto. Quizá Dev también la hubiese confundido. Pronto fue evidente que no era la mujer sexy y desvergonzada de sus sueños. Había estado dispuesto a volver a ser el playboy de siempre y no iba a permitir que una esposa se lo impidiera.

Ella no iba a permitir que él ejerciera más poder sobre ella. Tomó aliento y se mezcló con la multitud. Se detuvo cuando lo vio solo en medio del círculo. Tenía cautivados a los invitados mientras ejecutaba el complicado baile con una elegancia natural. Sintió una opresión en el pecho. Dev Arjun, su primer amor, su mayor error. Lo miró fijamente sin poder respirar. Era musculoso y delgado gracias a los años de entrenamiento para sus famosas películas de acción. Se estremeció al recordar su piel cálida y dorada y las contracciones de su abdomen granítico cuando lo acariciaba. Se sonrojó y sintió un cosquilleo en la piel cuando él terminaba ese baile y animaba a los demás a seguir. Sin embargo, nadie podía igualar sus movimientos precisos y descarados. Cuando levantó los brazos como un héroe, le pareció más alto de lo que recordaba. Su camisa negra no podía ocultar el impresionante pecho y sus vaqueros se ceñían a los poderosos muslos. Deseó no percibir su belleza, pero era un hombre en la flor de la vida que irradiaba fuerza y vitalidad. Hubo un momento en el que anhelaba que la rodeara con sus poderosos brazos, en ese momento, sabía mantener la distancia.

Mientras el público lo vitoreaba, lo miró a la cara y vio las ojeras y las arrugas que le rodeaban los ojos. Sus rasgos angulosos eran ásperos y fascinantes. Parecía mayor y más duro.

Dev se inclinó antes de aceptar una bebida de un amigo. Luego, cuando se incorporó, sus miradas se encontraron. Él se quedó paralizado con el vaso a medio camino de la boca y los ojos fuera de las órbitas.

–Tina…

Su voz ronca hizo mella en su manojo de nervios y quiso fundirse con la multitud, quiso salir corriendo. No estaba preparada para eso, para él. Sin embargo, era demasiado tarde. La habitación se quedó en silencio. Tina no pudo hablar ni moverse cuando Dev dejó la bebida y se abalanzó hacia ella con un movimiento tan rápido que la dejó sin respiración. La tomó entre sus brazos con fuerza. Estaba atrapada. Inhaló su olor y le brotaron las lágrimas cuando los recuerdos más íntimos se adueñaron de ella. Se había imaginado lo que haría cuando por fin se encontrara con él, pero eso no entraba en lo previsto. Ella debería ser distante, gélida, como lo fue él durante los últimos días que estuvieron juntos. Era el momento en que ella recuperaría el poder y exigiría. En cambio, seguía en silencio mientras él le pasaba los dedos entre el pelo. Lo miró fijamente cuando él inclinó la cabeza hacia atrás, y le temblaron los labios. Supo que iba a reclamarla con un beso intenso y posesivo.

¡No! Apartó la cabeza. ¿En qué estaba pensando? No podía bajar la guardia. Ese hombre era peligroso. La ablandó cuando se conocieron y le dio la espalda cuando estaba más vulnerable.

Notó la tensión en los brazos de Dev y sus ojos dejaron escapar un destello. ¿Fue de dolor o de rabia? Entonces, la tomó en brazos. Ella gritó del susto y se agarró a su camisa.

–¿Qué haces?

–No te preocupes –contestó él con una sonrisa que le suavizó los rasgos–, te tengo.

–Bájame –le ordenó mientras intentaba zafarse.

Él la agarró con más fuerza y ella percibió toda su calidez y su fuerza.

–Todavía no.

Ella vio el brillo de sus ojos marrones y que sonreía más. La llevó entre la multitud que vitoreaba hacia la puerta que daba al jardín. Vio las guirnaldas de luces blancas en los árboles y oyó la fuente y los pasos de Dev en el camino de piedra, pero no vio a nadie.

–Bájame –repitió ella con firmeza–. No sé qué pretendes, pero esta demostración era innecesaria.

–¿Demostración? –él ladeó la cabeza–. Estaba recibiendo a mi esposa.

¡No podía decirlo en serio! Miró al piso superior, donde estaba el dormitorio, y el pánico se apoderó de ella mientras la excitación se abría paso en su pecho. Se avergonzó por la reacción de su cuerpo. ¿Cómo podía sentir eso después de todo lo que le había hecho él?

–Bájame, por favor.

Tenía que detener eso antes de que hiciera algo que lamentaría. Se retorció y pataleó hasta que Dev se detuvo y la dejó en el suelo. Retrocedió inmediatamente. Él entrecerró los ojos y ella retrocedió otro paso con cautela.

–Creía que no volvería a verte –reconoció él.

–Lo sé –susurró ella.

–¿Dónde has estado?

No iba a decírselo, eso le daría ventaja.

–Al parecer, he estado de vacaciones durante unos meses.

–¿Qué podía decir? –él se pasó los dedos entre el corto pelo moreno–. No sabía dónde estabas ni si ibas a volver.

–Te dejé. No sé cómo podría habértelo dicho más claramente.

Él la miró con rabia. Ella sabía que había sido demasiado brusca, demasiado beligerante, pero era necesario. No se trataba de una táctica. Había acabado con su matrimonio.

–¿Adónde fuiste? –preguntó él en una voz tan baja que delataba su furia.

–No es de tu incumbencia –contestó ella desafiantemente.

–¿Cómo puedes decir eso? –Dev la miró con tanta intensidad que ella se estremeció–. Eres mi esposa. He estado buscándote.

Eso no tenía sentido. Él había acabado con su matrimonio mucho antes de que ella tuviera el valor de marcharse.

–¿Por qué?

–¿Por qué? –repitió él en un tono que pareció un latigazo.

–Sí, ¿por qué? –ella se encogió de hombros–. Conseguiste todo lo que querías. ¿Acaso te preocupaba que me presentase en el momento menos indicado?

–No tienes ni idea de lo que quiero –replicó él con los dientes apretados.

–No quieres una esposa –aseguró ella con el bolso contra el pecho como si fuese un escudo.

–Tina… –empezó a decir él con los ojos velados por la furia.

–Y esta noche voy a concederte ese deseo –le interrumpió ella.

Capítulo 2

 

No podía dejar de mirarlo. Captaba lo que le bullía por dentro, pero él no se movió, solo se estremeció levemente por el esfuerzo de contener la ira.

–No piensas con claridad –dijo él con aspereza.

–¿Vas a pensar tú por mí? No, gracias.

Él había intentado controlar su vida y lo había conseguido durante un tiempo. Había estado tan desolada que no le había importado.

–No debería haberte llevado a Los Ángeles –comentó él con los ojos cerrados.

–¿Por qué me llevaste? –preguntó ella sin reaccionar al dolor de él.

Aunque se sentía demasiado débil para viajar, él se había empeñado en que lo acompañara a Estados Unidos mientras rodaba unas escenas de su película. Pensó que estaba tan enamorado de ella que no podía imaginarse pasar una noche sin ella. En cambio, casi ni lo vio. Había estado sola, se había sentido como si estuviera castigándola por algún motivo desconocido.

–Necesitabas que alguien te cuidara –contestó él abriendo lentamente los ojos–. Estabas trastornada después de haber perdido el hijo.

La miró a los ojos y se quedó helada. «De haber perdido el hijo». Él podía decirlo sin problemas, pero a ella la angustiaba. Todavía la remontaba a aquellos momentos cuando el miedo la asfixiaba, cuando estaba sola y elevaba plegarias que no se oyeron, cuando los médicos le dijeron que había perdido a su hijo varón.

–¿Trastornada? ¿Cómo podías saberlo si no estabas allí? Dejaste muy claro que no querías seguir casado, que ya no había ningún motivo.

–¿Así lo ves tú?

Tina miró hacia otro lado. No quería pensar en que él perdió el interés por ella, sobre todo, después de que perdiera el bebé. Menos aún en ese momento, cuando los sentimientos la abrumaban y confundían.

–Fuiste el primero en marcharse, ¿qué querías que pensara?

Dev suspiró y se pasó las dos manos por el pelo.

–No me marché, tú me expulsaste. No me hablabas ni me mirabas. Saliste del dormitorio y…

–¡Te pido perdón por sufrir! –no iba a permitir que él considerara que sus sentimientos eran debilidad–. No todos podemos seguir con nuestra vida normal después de haber perdido un hijo.

–Ódiame todo lo que quieras, Tina, pero no te atrevas a insinuar que yo no sufría –Dev se acercó a ella–. No pude permitirme el lujo de esconderme del mundo.

Fue como un puñetazo en el pecho. Tina lo miró fijamente con los ojos desorbitados.

–¿El lujo?

Lo había dicho como si ella hubiese podido elegir, como si se hubiese entregado voluntariamente al dolor que casi la asfixiaba.

–Pareces más sana que hace cuatro meses –Dev la miró intensamente a los ojos y asintió con la cabeza–. Más fuerte.

Ella se dio cuenta de que no tenía ni idea. Podía llegar a la casa como una reina y enfrentarse al enemigo con la bravura de un guerrero, pero todo era una representación. Hacía cuatro meses estaba destrozada, pero la indiferencia de Dev la había machacado. Había intentado recomponer las piezas, pero no creía que nunca volviera a sentirse plena o fuerte.

–Sé cuidarme, lo he hecho casi toda mi vida.

Solo hubo una vez que no pudo. Después de perder el hijo quiso apoyarse en Dev hasta que recuperara las fuerzas, pero él, en cambio, se había aprovechado de su debilidad.

–Sin embargo, no he venido por eso –añadió ella.

Tenía que superar todo eso para pasar página y seguir con su vida.

–¿Cómo te sientes ahora?

Se sentía impotente, desengañada y decidida.

–Estoy preparada para dar el siguiente paso en mi vida.

Él no se movió, pero ella percibió su tensión. Era como si pudiera predecir lo que ella estaba a punto de decirle. Se le aceleró el corazón y tomó aliento.

–Quiero el divorcio.

–No.

Ella parpadeó. Su negativa había sido inmediata, tajante y desapasionada.

–¿Qué quieres decir?

–No vamos a divorciarnos –contestó él acercándose más–. Me opondré a cada paso que des.

Tina lo miró fijamente. Esa no era la respuesta que había esperado. Se había imaginado ese momento cientos de veces y había dado por supuesto que Dev accedería casi con impaciencia. Era evidente que ya no la quería, ¿para qué seguir con esa farsa?

–Ofrezco algo que los dos queremos –susurró ella.

–Quiero una explicación. Quiero saber qué pasaba por tu cabeza durante aquellos días que estuvimos en Estados Unidos. ¿Cómo crees que me sentí cuando entré en la habitación del hotel y lo único que me encontré fue una nota?

Ella frunció el ceño por su tono. Su nota lo había ofendido, pero, aun así, fue afortunado. Podría haber vaciado su corazón desolado, pero se limitó a decir que quería que la dejaran en paz.

–¿Adónde fuiste?

–Por ahí. A donde podía estar tranquila y pensar. A donde no pudieras tomar decisiones por mí –contestó ella–. Necesitaba tiempo para decidir lo que iba a hacer.

Dev levantó las manos en un gesto de desesperación.

–No tenías que marcharte para eso.

Sí tenía que hacerlo. Él tenía demasiado poder. No sabía por qué se molestaba en tomar decisiones por ella, algunas veces se preguntaba si se había olvidado de su existencia.

–Te adueñaste de mi vida –replicó ella con la voz temblorosa.

–Te cuidaba de la mejor manera que sabía.

–No, estabas volviendo a tu vida de antes con los menos estorbos posibles. Ya no esperaba tu hijo y, por lo tanto, ya no me necesitabas en tu vida.

Dev la agarró de los brazos con sus grandes manos.

–Si eso fuese verdad, no me habría casado contigo.

–Tuviste que casarte conmigo. ¿Qué habría sido de tu personaje si no te hubieses casado?

Su familia había creado durante años su personaje de héroe romántico. El carisma de ese personaje se habría llevado un golpe muy fuerte si hubiese abandonado a su novia embarazada.

–Te casaste para proteger tu carrera en el cine. Las revistas comentaron que habías sentado la cabeza en una vida familiar, pero no sabían lo ansioso que estabas de volver a tu vida de soltero.

–Eso no fue lo que pasó –replicó él agarrándola con más fuerza.

–¿No? Sé lo que vi cuando llegué aquí. Estabas pasándotelo como en tu vida. ¿Cuántas fiestas has dado durante los últimos cuatro meses?

–Es parte de mi trabajo. Lo sabes.

Ella sabía que Dev Arjun vivía y respiraba en la industria del cine. No era un trabajo o un esfuerzo. Disfrutaba de cada instante, estaba más cómodo en el plató que en su casa. Además, según las revistas de cotilleo, prefería la compañía de actrices a la de su esposa.

–¿Cuántas mujeres ha habido?