Morihei Ueshiba (1883/1969),
profeta del arte de la paz.
En la fotografía aparece la firma
“Ueshiba Morihei” y el
sello del santuario Aiki Jinja.

SUMARIO

Prefacio

PARTE I
MORIHEI UESHIBA, profeta del arte de la paz

PARTE II
El arte de la guerra frente al arte de la paz

PARTE III
El arte de la paz

PREFACIO

Esta edición de El arte de la paz es una versión ampliada de la edición de bolsillo de Shambhala. Me siento muy complacido y agradecido por la amplia popularidad alcanzada por esa edición anterior. Es probable que sea el libro de aikido más vendido, habiéndose traducido a muchos idiomas. Tal y como escribí entonces: «Morihei Ueshiba, el fundador del aikido, enseñó el arte de la paz como una creativa disciplina psicofísica, como un sistema práctico para lidiar con la agresión y como una manera de vivir que fomenta el arrojo, la sabiduría, el amor y la amistad. El maestro interpretó el arte de la paz en el sentido más amplio posible y creyó que sus principios de reconciliación, armonía, cooperación y empatía podían aplicarse valientemente a todos los desafíos que surgen ante nosotros en la vida: en las relaciones personales, en nuestras interacciones con otros seres humanos en sociedad, en el trabajo y en los negocios, así como al tratar con la naturaleza. Todo el mundo puede ser un guerrero de la paz». Morihei Ueshiba denominó a esta gran visión Takemusu Aiki, o “vivir con valentía y creatividad”.

En esta edición tenemos la Primera parte, que presenta la vida de Morihei Ueshiba como profeta de la paz; la Segunda parte, ofrece sus ideas sobre el arte de la guerra frente al arte de la paz; y la Tercera parte, “El arte de la paz”, consiste en una recopilación de dichos de Morihei.

Los nombres japoneses aparecen en estilo occidental, con el apellido al final, pero he seguido la práctica japonesa a la hora de hacer referencia a figuras veneradas como Morihei Ueshiba, Kumagusu Minakata, Sokaku Takeda, Onisaburo Deguchi y Tesshu Yamaoka, utilizando su nombre de pila. En algunas citas directas se alude a Morihei como “Ueshiba Sensei”, con sensei queriendo decir “profesor”, o, en este caso, “maestro”. El término ki (ch’i en chino) hace referencia a la energía sutil que impulsa el universo, la vitalidad que inunda la creación y la fuerza unificadora que mantiene las cosas juntas. Además, el texto de esta edición ha sido revisado, añadiéndose más citas. Dichas citas provienen del vasto cuerpo de literatura escrita y tradición oral. Además de doka, “poemas del Camino” didácticos, lo cierto es que Morihei escribió bien poco. Es algo típico entre los grandes maestros de verdad, que evitan petrificar sus enseñanzas, prefiriendo hablar en el momento. Sus discípulos debían escuchar atentamente, discernir qué decía el maestro y transmitirlo. La tradición oral incluye cintas grabadas de las charlas de Morihei, transcripciones de sus conferencias y entrevistas, así como dichos tal y como han sido recordados y recopilados por sus numerosos estudiantes, seguidores y admiradores. El texto va acompañado de ejemplos de la deliciosa e inspiradora caligrafía de Morihei.

Aunque he estudiado los dichos de Morihei Ueshiba durante más de treinta años, me asombra la cantidad de nuevas revelaciones que he tenido mientras trabajaba en esta versión ampliada, sintiéndome todavía enormemente inspirado por el texto original. Espero que los lectores de El arte de la paz tengan la misma experiencia.

JOHN STEVENS
Sendai, 26 de abril de 2002

PARTE I
MORIHEI UESHIBA, PROFETA DEL ARTE DE LA PAZ

 




Firma de Morihei.
Su nombre significa
“Paz Abundante”.

Morihei Ueshiba nació el 14 de diciembre de 1883, en la ciudad de Tanabe, que se encuentra en el litoral del antiguo distrito de Kii (ahora llamado prefectura de Wakayama). El distrito es famoso por su belleza natural: vastas cadenas montañosas, bosques cautivadores, maravillosas cascadas, centenares de balnearios termales, exuberantes vergeles y el mar Interior. También alberga los grandes santuarios y templos de Kumano –el espacio sagrado donde los dioses sintoístas descendieron a la tierra y donde permanece oculta la entrada a la Tierra Pura del Buda Amida–, y el monte Koya, centro del Shingon, el budismo tántrico japonés. Al distrito se le llama «el lugar en que dioses y naturaleza son uno». Aunque Morihei vivió casi toda su vida adulta alejado de Wakayama, regresó a la zona con cierta frecuencia y afirmó: «Esté donde esté, en mi corazón siempre seré un hijo de Kumano». Yoroku, el padre de Morihei, era un próspero terrateniente y durante mucho tiempo fue concejal de la población, mientras que su madre, Yuki, estaba emparentada con el clan Takeda, una de las viejas familias samurái más importantes. Morihei fue su único hijo varón (tuvieron además cuatro hijas), y le consideraron un regalo de los dioses.

Morihei, nacido algo prematuro, fue de niño frágil y enfermizo, pero acabaría convirtiéndose en un robusto adolescente, gracias a una continuada dieta de ejercicio al aire libre –nadar y pescar en la bahía en primavera y verano, y excursiones montañeras en otoño e invierno– y práctica de la lucha sumo.

La gente de Kumano es muy piadosa. A partir de los cinco años, Morihei se levantaba a las 4:00 de la madrugada para acompañar a su madre en su devoción diaria de los dioses locales. Morihei pasó gran parte de su juventud realizando peregrinaciones a santuarios y templos de montaña y practicando misogi, la purificación ritual sintoísta que se lleva a cabo en cascadas y en el mar. A Morihei le cautivaban las historias de brujos y magos locales, como En no Gyoja, el primer yamabushi (asceta de montaña), y nunca se cansó de escuchar los prodigios realizados por milagreros como el santo budista Kukai, fundador del monasterio Shingon del monte Koya. El propio Morihei tuvo experiencias místicas desde muy temprana edad. Por ejemplo, una vez que caminaba por un sendero de montaña oscuro como boca de lobo, el lugar se vio repentinamente iluminado por una luz espectral; en otra ocasión tuvo una sensación de luz instantánea al ver un ave sobrevolar los elevados picos de los alrededores.

A Morihei le enviaron a una escuela de templo para que aprendiese los voluminosos clásicos confucianos, pero lo que él prefería ante todo era participar en los espectaculares ritos esotéricos del budismo Shingon. También gustó de la ciencia exotérica, devorando cientos de libros sobre matemáticas, química y física. A Morihei le gustaba estudiar, pero no quería sentirse encerrado en un aula y abandonó la escuela a los 14 años de edad. Se graduó en una academia de ábaco, entrando a trabajar en la delegación local de Hacienda. Sin embargo, este tipo de trabajo administrativo no le interesó (además, solía ponerse del lado de los contribuyentes, contra el Gobierno). En 1901, con la ayuda de su padre y de algunos parientes ricos, Morihei, que a la sazón contaba 18 años, se aventuró en la capital, Tokio, en busca de fortuna. Le fue bien, creando un próspero negocio de artículos de escritorio, pero la ciudad no era para él. Morihei entregó el negocio a sus empleados y regresó al cabo de un año, con las manos vacías, a Tanabe. Durante su estancia en Tokio, recibió su primera formación en bujutsu, las artes marciales tradicionales de Japón, y también practicó algo de meditación Zen en un templo de Kamakura.

En octubre de 1902, Morihei se casó con Hatsu Itogawa. En 1903, Morihei se enroló en un regimiento del ejército con base en Wakayama. Se estaba gestando la guerra entre Japón y Rusia, y el inicio de las hostilidades parecía inminente. Muy competitivo y decidido a compensar su baja estatura –Morihei sólo medía 1,56 metros de altura, menos que el mínimo requerido para prestar servicio militar, lo cual hizo que fracasara en su examen físico inicial–, Morihei se convirtió en un vehemente soldado cuando finalmente se le permitió unirse al ejército: superando en marcar el paso, tiro y entrenamiento a todos los integrantes de su regimiento. En 1904 estalló la guerra entre Japón y Rusia, y a Morihei le enviaron lejos de los escenarios bélicos principales porque era el único hijo varón de su familia, aunque le destinaron a la policía militar y participó en acciones contra los bandidos chinos. La guerra acabó rápidamente (aunque con mucho derramamiento de sangre por ambas partes) en 1905, inclinándose la victoria del lado de Japón. A Morihei le ofrecieron una plaza en la Escuela de Formación de Oficiales Militares, pero declinó. Diría más adelante: «Disfruté estando en el ejército de joven, pero ya entonces sentí íntimamente que la guerra no es nunca la solución a ningún problema. La guerra siempre conlleva muerte y destrucción, y nunca puede ser beneficiosa». Fue licenciado del ejército en 1906 y regresó a Tanabe, dedicándose a cultivar la tierra y a pescar.

Tras su licenciamiento, Morihei estuvo un tanto desorientado respecto a su futuro. Empezó a actuar de forma extraña, encerrándose en su habitación o desapareciendo repentinamente en las montañas. No obstante, Morihei continuó practicando las artes marciales japonesas: su padre incluso levantó un dojo (sala de entrenamiento) para él en los terrenos familiares, contratando a un profesor de judo para darle clases particulares. Morihei también estudió otras artes marciales, y acabó obteniendo un certificado de Yagyu ryu jujutsu* en 1908.