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Rocío Quispe-Agnoli

NOBLES DE PAPEL

IDENTIDADES OSCILANTES Y GENEALOGÍAS BORROSAS EN LOS DESCENDIENTES DE LA REALEZA INCA

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TIEMPO EMULADO

HISTORIA DE AMÉRICA Y ESPAÑA

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La cita de Cervantes que convierte a la historia en “madre de la verdad, émula del tiempo, depósito de las acciones, testigo de lo pasado, ejemplo y aviso de lo presente, advertencia de lo porvenir”, cita que Borges reproduce para ejemplificar la reescritura polémica de su “Pierre Menard, autor del Quijote”, nos sirve para dar nombre a esta colección de estudios históricos de uno y otro lado del Atlántico, en la seguridad de que son complementarias, que se precisan, se estimulan y se explican mutuamente las historias paralelas de América y España.

Consejo editorial de la colección:

Walther L. Bernecker

(Universität Erlangen-Nürnberg)

Arndt Brendecke

(Ludwig-Maximilians-Universität, München)

Jorge Cañizares Esguerra

(The University of Texas at Austin)

Jaime Contreras

(Universidad de Alcalá de Henares)

Pedro Guibovich Pérez

(Pontificia Universidad Católica del Perú, Lima)

Elena Hernández Sandoica

(Universidad Complutense de Madrid)

Clara E. Lida

(El Colegio de México)

Rosa María Martínez de Codes

(Universidad Complutense de Madrid)

Pedro Pérez Herrero

(Universidad de Alcalá de Henares)

Jean Piel

(Université Paris VII)

Barbara Potthast

(Universität zu Köln)

Hilda Sabato

(Universidad de Buenos Aires)

Para mi padre, A. Quispe Otárola, y a la paz infinita que ahora compartimos

Rocío Quispe-Agnoli

NOBLES DE PAPEL

IDENTIDADES OSCILANTES Y GENEALOGÍAS BORROSAS
EN LOS DESCENDIENTES
DE LA REALEZA INCA

Iberoamericana - Vervuert - 2016

Derechos reservados

© Iberoamericana, 2016

© Vervuert, 2016

info@iberoamericanalibros.com

ISBN 978-84-8489-888-7 (Iberoamericana)

Diseño de cubierta: Carlos Zamora

Fotografía de cubierta: Arquímedes Quispe Octivala. Plaza de Armas de Cuzco, 1970.

ÍNDICE

AGRADECIMIENTOS

PRÓLOGO

INTRODUCCIÓN. EL EXPEDIENTE DE PRETENSIONES DE DOÑA MARÍA JOAQUINA INCA EN EL CONTEXTO DEL SIGLO XVIII

1. El expediente de pretensiones de una familia inca en México

2. Reforma fiscal y desigualdad social en el siglo XVIII

3. Los descendientes de la nobleza incaica en el siglo XVIII

4. Identidad inca y discursos nobiliarios en la arena legal del siglo XVIII

I. IDENTIDADES OSCILANTES: LUGAR DE ORIGEN, POBREZA Y FAMILIA

1. La identidad social y sus oscilaciones

2. Lugar de origen e identidad territorial: vecino, mitimae y don

2.1. Natural, vecino y don

2.2. Mitimae y don

3. Identidad social y recursos económicos: pobreza y preocupaciones familiares

3.1. Discursos públicos y cotidianos

3.2. Pobreza material y social

II. IDENTIDADES OSCILANTES: CALIDAD, NOBLEZA DE SANGRE Y GENEALOGÍAS BORROSAS

1. Persona de calidad

2. Calidad y limpieza de sangre

3. Español y noble inca: casta y nobleza de sangre

4. Linaje y genealogía

4.1. Nobleza de sangre y nobleza secundaria 99

4.2. Genealogías borrosas

III. NOBLES DE PAPEL: CÉDULAS REALES Y LAS ARMAS DEL REY

1. El conjunto textual de las cédulas reales

2. Nobles de papel

3. Cédulas reales y reyes lejanos

4. Cédulas reales y las armas del rey

4.1. La cédula real de 1544: Alonso Tito Atauche y el escudo de armas de Carlos V

4.2. La cédula de 1617: los Ampuero y Barba

4.3. Las cédulas de 1545 y 1546: Gonzalo Uchu Guallpa y Felipe Túpac Inca

IV. NEGOCIANDO LA NOBLEZA DE SANGRE EN EL PAPEL: BLASÓN Y RETRATO

1. La elaboración visual y escrita del escudo de armas de los Uchu Túpac Yupanqui

1.1.“Original”, traslados y copias

1.2. Materiales y soportes del blasón

1.3. Emblemas incas, españoles e hispano-andinos

1.4. La circulación de símbolos y la interacción de los escudos

2. El escudo de armas como identificador del retrato noble

V. TEXTOS MULTIVOCÁLICOS, (DES)ORDEN Y DECIRES ENFRENTADOS

1. Textos multivocálicos y (des)orden colonial

2. Decires enfrentados: María Joaquina Inca y oficiales españoles

3. El re/desconocimiento final

EPÍLOGO. GENEALOGÍAS BORROSAS, LUGARES INVISIBLES Y ARCHIVOS FRAGMENTADOS

BIBLIOGRAFÍA

APÉNDICE I

1. Carta de María Joaquina Inca al rey de España [Carlos IV]. México, 28 de septiembre, 1793

2. Dos cartas de María Joaquina Inca llevadas por su primer esposo, Juan Sánchez de Rojas, al conde de Revilla Gigedo, virrey de México. México, 7 de diciembre de 1789 y 18 de diciembre de 1789

3. Cartas entre María Joaquina Inca, Juan Sánchez de Rojas y el virrey de Nueva España, conde de Revilla Gigedo. México, 29 de Enero de 1790

4. Carta de María Joaquina Inca al virrey de México, conde de Revilla Gigedo. México, 26 de febrero de 1792

5. Un testigo responde al cuestionario sobre la legitimidad genealógica y familiar de Juan Uchu y Casilda de la Rosa Uchu. Los Reyes, 14 de noviembre de 1696

6. Concesión de encomienda en Jaén de Bracamoros (Cajamarca) a Casilda de la Rosa Uchu Túpac Yupanqui, tía abuela de María Joaquina. Lima, 1701

7. Real Cédula de Carlos I a don Gonzalo Uchu Gualpa y don Felipe Túpac Inca Yupanqui con escudo de armas que lleva 42 coronas. Valladolid, 9 de mayo de 1545

8. Descripción del escudo de armas otorgado a los descendientes nobles de los Incas residentes en La Concepción, Jauja. La Concepción, 20 de febrero de 1636

APÉNDICE II

Glosario de términos quechuas

Glosario de heráldica

Glosario de términos legales

APÉNDICE III

Cronología de eventos

Mapa del Perú con las ciudades de origen o residencia de personajes nobles del Expediente

Árbol genealógico 1. Descendientes de Gonzalo Uchu Guallpa

Árbol genealógico 2. Descendientes de Felipe Túpac Yupanqui

Árbol genealógico 3. Descendientes de Tito Atauche y Paullu Inca

ÍNDICE ONOMÁSTICO Y CONCEPTUAL

AGRADECIMIENTOS

El estudio que presento a continuación no se habría desarrollado sin el apoyo del Archivo General de Indias y Michigan State University, instituciones que me proveyeron los materiales y recursos para sentar las bases de la investigación que culmina en este libro. Desde hace varios años he estado en contacto con la mayoría de los documentos que aquí examino, pero fueron las conversaciones con dos colegas las que me animaron a convertirlos en objeto de investigación. La primera fue con Nancy F. Marino, experta en archivos medievales y de la primera modernidad, quien me animó a enfrentar este extenso legajo, recorrer sus laberintos discursivos y convertirlo en material de indagación académica. La segunda conversación fue con Luis Millones Santa Gadea, cuyos comentarios y ánimo durante el largo camino que tomé para “desenredar” el voluminoso expediente de pretensiones de nobleza de la familia Uchu Túpac Yupanqui han sido constantes desde las primeras ideas e inquietudes que compartí con él. Luis Millones acogió la idea de este proyecto con la rotunda convicción de que constituiría en importante aporte para el estudio de las identidades andinas coloniales. El análisis de la construcción y las representaciones de identidades de la familia Uchu Túpac Yupanqui permite observar la construcción de la subjetividad indígena, que habla a pesar de encontrarse en una posición subalterna en la arena legal imperial del siglo XVIII.

Quiero reconocer también el apoyo de mis colegas Douglas Noverr y Helene Weldt-Basson, quienes generosamente revisaron el proyecto de investigación con el cual pude obtener la beca de un semestre dedicado exclusivamente a leer, analizar y escribir. Añado aquí mi reconocimiento a las habilidades del equipo que me ayudó a decodificar y visualizar los datos de este legajo en diferentes momentos de un largo proceso. Mis gracias infinitas a Jan Taube-Quispe, Katherine Bernest, Mark Davis, Isaac García-Guerrero y Stephen M. Kachmar, cuya colaboración ha hecho posible tener acceso a los contenidos del expediente de la familia Uchu Túpac Yupanqui, catalogado en el Archivo General de Indias de Sevilla como México 2346.

Este libro va dedicado a la memoria de varios individuos que han partido para caminar con los apukuna, señores de las montañas en el mundo andino. En primer lugar, a dos colegas y mentoras académicas que compartieron sin reservas su amor infinito por los Andes: Maureen Ahern (Ohio State University) y Sabine MacCormack (University of Notre Dame). Lo dedico también a otro amante de los Andes que me contó su genealogía antes de irse y cuyo espíritu duerme ahora en las faldas de su montaña: don Arquímedes Quispe Otárola. Y por último, a los protagonistas de esta historia, doña María Joaquina Uchu Inca y sus descendientes, los Uchu Túpac Yupanqui del Perú y México. Su tenacidad en la lucha por el reconocimiento oficial de su identidad y nobleza de sangre demuestra una gran dosis de paciencia con el aparato jurídico legal de su tiempo y es evidencia de una convicción personal que hoy le permite asomarse, por encima de la pluma del escribano y el archivo escrito y organizado por otros, y exclamar: “Yo, una descendiente de los Incas del Perú en México, digo”.

PRÓLOGO

En el verano de 2004, gracias a una beca de residencia de la Escuela de Estudios Hispanoamericanos de Sevilla, tuve la oportunidad de trabajar en el Archivo General de Indias. El tema de investigación que me había llevado al repositorio más grande de documentos coloniales hispanoamericanos en el mundo1 buscaba confirmar datos de documentos producidos por indios litigantes en los siglos XVI y XVII quienes, como Felipe Guamán Poma de Ayala, habían aprendido a hablar, leer y escribir en español para negociar posiciones sociales propias y de otros sujetos andinos en la emergente sociedad colonial del Perú. El estudio de la interacción entre imágenes visuales y textos escritos que caracteriza a la Nueva corónica y buen gobierno del cronista andino, así como la construcción de su identidad noble al servicio de reyes incas y españoles, la narración de su genealogía y el diseño de su escudo de armas y el de otros personajes prehispánicos, me llevó a buscar más ejemplos de metáforas simbólicas del poder andino en el repositorio colonial. Esta indagación me condujo a la sección “Mapas y Planos” del Archivo General de Indias, en la cual se encuentran catalogados textos visuales como mapas, planos de ciudades, retratos y escudos de armas. En esta sección encontré dos escudos, registrados como MP77 y MP78, que ilustraban el reconocimiento real del estatus de nobleza a descendientes de los reyes incas. El contexto original del que estos escudos de armas formaban parte era el legajo titulado Cartas y expedientes sobre las pretensiones de doña María Joaquina Inca, ubicado en la sección de gobierno de la Audiencia de México, también conocido como México 2346.

El Expediente o México 2346 —como llamo a este legajo de aquí en adelante— está compuesto por más de 400 folios escritos en ambos lados (recto y verso), e incluye copias o “traslados” de documentos, certificaciones y aprobaciones, que se produjeron desde 1544 hasta 1800. Sin embargo, el proceso legal que inició la protagonista de este proceso se llevó a cabo durante los últimos doce años (1788-1800). Por lo menos desde 1786, María Joaquina Inca y su familia empezaron a pedir copias de las cédulas reales que serán mencionadas una y otra vez a lo largo de esos 12 años. Por su parte, el Archivo de Indias se constituyó como tal en 1785, año en que empezó a recibir documentos de diferentes archivos indianos de España y América. Este dato es importante para entender tres factores que influyeron en la dirección enrevesada del caso que presentó esta solicitante. En el Expediente encontramos alusiones continuas a documentos originales perdidos o localizados en otros archivos de España, como el de Simancas. Observamos también la naturaleza repetitiva de copias o “traslados” de cédulas y ejecutorias reales, que se aprobaban o desaprobaban y se volvían a someter para una segunda consideración. La repetición de las copias no es un factor que se pueda descartar simplemente, ya que cada traslado ostentaba una fecha distinta y, aunque se hiciera en nombre de los mismos solicitantes, los oficiales del aparato legal español (desde notarios y secretarios hasta apoderados, fiscales y virreyes) podían variar de una copia a la siguiente. Este es el caso de las peticiones de doña María Joaquina Inca, que se dirigieron a tres virreyes de México, los cuales, a su vez, respondieron de manera diferente a la misma solicitud2. Por último, el Expediente contiene varios documentos que no se relacionan con el caso de la familia Uchu Túpac Yupanqui pero que se mantienen en el legajo3. Estos tres factores fueron una consecuencia de la transición documental de América en los archivos españoles a fines del siglo XVIII. La creación del Archivo de Indias en 1785 y la circulación de legajos, libros y hojas sueltas de casi 300 años de documentación del Nuevo Mundo hasta llegar a su destino final, enfrentaron obstáculos y demoras que alargaron el proceso de solicitantes como los Uchu Túpac Yupanqui. Esta situación, a su vez, dio lugar a la necesidad de pedir continuamente copias de documentos originales, por lo cual el Expediente creció considerablemente y de forma desordenada.

Mi consulta del Expediente en 2004 se limitó a una revisión rápida del legajo para hacerme una idea general del contenido del mismo y de las razones por las cuales las figuras de los escudos de armas, así como otros documentos como la carta de Titu Cusi Yupanqui, se habían incluido. Mis consultas desde entonces acerca de la familia Uchu Túpac Yupanqui de Lambayeque han tenido como resultado el acceso a pocos estudios que, en su mayoría, utilizaron datos de este legajo para ilustrar los casos de otras nobles familias incas en el siglo XVIII.

Gracias al apoyo financiero provisto por dos becas de investigación de mi universidad, pude adquirir el microfilm del legajo México 2346, digitalizarlo y transcribirlo en su totalidad para estudiarlo en detalle. Contar hoy con una copia digitalizada de este documento y su respectiva transcripción ha sido resultado del esfuerzo individual de cada miembro de un equipo que pude constituir gracias a las becas que recibí en 2010. Ese año adquirí el microfilm del legajo completo. En las instalaciones de la biblioteca central de mi universidad, Jan Taube-Quispe escaneó y digitalizó cada folio, recto y verso, del Expediente en alta resolución y en su totalidad. En la siguiente fase, tres estudiantes de posgrado del Departamento de Estudios Romances y Clásicos de Michigan State University, Katherine Bernest, Mark Davis e Isaac García-Guerrero, realizaron la primera transcripción de las 800 páginas del legajo a partir de las copias digitalizadas. Yo me ocupé de las subsecuentes revisiones y ediciones del mismo y Antonio Tuya Sagástegui revisó en detalle la consistencia de la transcripción modernizada. Una beca adicional de investigación otorgada por mi universidad me permitió un semestre libre de enseñanza para dedicarme exclusivamente a este proyecto de investigación. Sin esta ayuda, el estudio de las pretensiones de nobleza inca de doña María Joaquina habría tomado más años de espera. El siguiente paso en la escritura de este libro fue la reproducción de textos visuales diseñados a partir de originales o de mi estudio del Expediente. Incluyo en esta lista los escudos MP77 y MP78 que el Archivo de Indias me ha permitido reproducir en este libro gracias a un convenio (figuras 1 y 2, pp. 130 y 144), así como dos folios que contienen las firmas de doña María Joaquina Inca y sus hermanos y primer esposo (figuras 5 y 6, pp. 173 y 179). A los escudos anteriores se añaden los diseños de dos escudos adicionales a los que no he tenido acceso directo, pero que, a pesar de no ser parte de los textos visuales de México 2346, son indispensables para el estudio de los dos escudos anteriores (figuras 3 y 4, pp. 156 y 159). Además, un mapa del Perú actual indica las ciudades de procedencia o residencia de los personajes de la nobleza inca que se manifiestan en el Expediente, y tres árboles genealógicos elaborados a partir de mi interpretación de los datos de este archivo completan la lista de ilustraciones. Todas estas figuras han sido realizadas con gran habilidad y paciencia por el diseñador gráfico Stephen M. Kachmar.

ESCRITURA Y PRINCIPIOS DE TRANSCRIPCIÓN

La mayoría de los folios que se integra en el expediente México 2346 del Archivo General de Indias está escrita en letra del siglo XVIII que, en comparación con la caligrafía notarial y jurídica de siglos anteriores, suele ser de trazo redondo y más grande. Estas características la hacen más legible al lector especializado actual. Sin embargo, hay secciones y documentos individuales que se escriben en otros tipos de letra de los siglos XVI y XVII. El caso más significativo de un documento del siglo XVI es la carta de Titu Cusi Yupanqui que he mencionado antes y que aparece en la última sección del expediente (ff. 342r-343r). Este documento tiene las características de una letra pequeña y apretada del siglo XVI y contiene la firma de Diego de Castro, Titu Cusi Yupanqui. El trazo de dicha firma coincide con el de las que aparecen en otras cartas y documentos atribuidos a él. El archivero de Sevilla de fines del siglo XVIII mencionó la carta del Inca una vez más al final del Expediente (f. 372v). Inmediatamente después de la carta del Inca, se menciona —aunque no se incluye ni se copia— otra de Melchor Carlos Inca del año 1604. Las razones por las cuales estas cartas del penúltimo Inca de Vilcabamba y del nieto de Paullu Inca aparecen en este expediente responden a la presión ejercida por el virrey Miguel de Azanza, en 1800, para que los archiveros de Sevilla encontraran las cédulas reales originales que los Uchu Túpac Yupanqui mencionan a lo largo de su proceso. Asimismo, hay una sección del legajo cuyas hojas están más oscurecidas y maltratadas en comparación con el conjunto. La caligrafía de esta sección tiene características de una letra alargada, aunque no procesal ni encadenada, del siglo XVII. El contenido de esta sección del Expediente incluye peticiones de antepasados de María Joaquina Inca en el Perú y documentos relacionados a dichas peticiones que se fechan en dicho siglo.

Los ocho documentos que se incluyen en el Apéndice I proceden de México 2346. El lenguaje transcrito de estos documentos, así como las citas textuales que aparecen a lo largo del libro, han sido modernizados para el lector actual. Una vez que los documentos del Expediente fueron seleccionados para su inclusión en el Apéndice I de este libro, revisé de nuevo las transcripciones y uniformicé la escritura según las siguientes convenciones:

• Las abreviaturas han sido expandidas y escritas con palabras completas. Por ejemplo: SM = Su Majestad; Êno. = escribano; dha = dicha; Prouõn. = Provisión; Rl = Real; VM = Vuestra Merced; ão = años, entre otros.

• Se ha regularizado el uso de mayúsculas y minúsculas, excepto en los casos de tratamiento formal en los que se han mantenido cuando aparecen con mayúsculas en el texto original. Por ejemplo: Su Majestad, Su Excelencia, Vuestra Merced, Rey, Virrey, Señores Naturales, entre otros.

• Aunque de baja ocurrencia, se ha corregido el género adjetival. Por ejemplo: extraordinario(a) eficiencia

• Se usan corchetes con diferentes funciones: para indicar el folio correspondiente en los documentos [f. 13v]; para indicar palabras o frases ilegibles [---]; para señalar posibles errores ortográficos [sic]; para completar letras de una palabra (“tras[l]ado”); con signo de interrogación para palabras que son parcialmente ilegibles [con---?]; y con elipsis para indicar pausas en los documentos […]. Cuando se usan segmentos de estos documento como citas textuales en los capítulos del libro, los corchetes [ ] se reemplazan por paréntesis ( ), por ejemplo para indicar elipsis (…), o número de folio (f. 13v), o errores de escritura (sic).

• En el caso de citas textuales, los corchetes desambiguan el sujeto y objeto de la oración si no aparece escrito: “[el virrey] dijo”.

• Se ha modernizado y uniformizado la escritura de las siguientes letras y se han añadido tildes:

Ch = c, qu: chancillería = cancillería; parrochia = parroquia

ee = e: fee = fe; vee = ve (ver) pero se mantiene en: provee (proveer)

f = h: fize = hice; fecho = hecho

g = c: Ynga = Inca

gu = qu: Yupanqui = Yupanqui

h = Æ si es ausente en la escritura actual: hasta = asta (palo); hecho = echo (echar)

y = i: Ynga = Inca; ysla = isla; ynfante = infante

ll = l: mil = mil

s = c: Consepcion = Concepción

sc = c: rescibir = recibir

ss = z: cauessa = cabeza; hisso = hizo qua = cua: quatro = cuatro; quando = cuando; quanto = cuanto

u = v, b: prouision = provisión; alauarda = alabarda

x = g, j: orixinal = original; Caxas = Cajas; dixo = dijo

z = c: vezina = vecina

• Se han respetado los signos de puntuación originales, que son pocos. Para facilitar la comprensión del texto y el análisis que realizo, he añadido signos de puntuación donde hacía falta.

• El Apéndice II contiene tres glosarios de términos relacionados con discursos heráldicos y legales de nobleza. Estos términos aparecen en el Expediente o en el análisis que se hace en los capítulos de este libro. El Apéndice III contiene una cronología de eventos significativos que he reconstruido y reordenado a partir de mi estudio de este legajo.

• Por último, es necesario aclarar que la transcripción y edición de documentos y citas que presento aquí responden a mi lectura e interpretación del texto, que he aplicado de la manera más objetiva que mi experiencia académica con estos textos me permite. Asumo la responsabilidad de omisiones y/o errores que futuras lecturas de México 2346 puedan revelar.

1. Según información, ahora accesible en línea, del mismo Archivo, este repositorio tiene más de 43.000 legajos y 80 millones de páginas de documentos originales que cubren más de tres siglos de historia de América y Filipinas. Véase <http://www.mcu.es/archivos/MC/AGI/Presentacion.html>.

2. Estos tres virreyes fueron Juan Vicente de Güemes Padilla, conde de Revilla Gigedo (1789-1794); Miguel de la Grúa Talamanca, marqués de Branciforte (1794-1798) y Miguel José de Azanza, duque de Santa Fe (1798-1800).

3. Quizá el documento más llamativo es una carta del Inca Titu Cusi Yupanqui al licenciado Lope García de Castro fechada en mayo de 1569 y escrita en el exilio de Vilcabamba.

INTRODUCCIÓN

EL EXPEDIENTE DE PRETENSIONES DE DOÑA MARÍA JOAQUINA INCA EN EL CONTEXTO DEL SIGLO XVIII

1. EL EXPEDIENTE DE PRETENSIONES DE UNA FAMILIA INCA EN MÉXICO

En 1718 don Miguel Uchu Inca Túpac Yupanqui y Huayna Cápac se embarcó en Lima, la Ciudad de los Reyes, con destino a España. Don Miguel llevaba consigo documentos aprobados por escribanos de Lima que lo acreditaban como legítimo descendiente “en línea directa de varón” de Túpac Inca Yupanqui y Huayna Cápac, décimo y undécimo gobernantes, respectivamente, de la dinastía Inca prehispánica. El objetivo del viaje era conseguir una audiencia con el rey Felipe V, presentarle la evidencia de su genealogía y solicitar los privilegios materiales y sociales asociados con su nobleza indígena. Sin embargo, don Miguel no llegó a su planeado destino ni tampoco regresó al Perú, sino que se quedó en la Ciudad de México. Setenta años más tarde, en 1788, doña María Joaquina Uchu Inca Túpac Yupanqui y Huayna Cápac, hija de don Miguel, inició un proceso legal ante los representantes del rey en México con un objetivo similar al de su padre: alcanzar el reconocimiento de su noble ascendencia inca con el fin de sustentar su petición de recursos y privilegios correspondientes a “su rango y calidad”. Dicho proceso ha quedado documentado en un largo expediente que se encuentra en el Archivo General de Indias de Sevilla bajo el título Cartas y expedientes sobre las pretensiones de Doña María Joaquina Inca, natural de Lima, en los reinos del Perú y vecina de la ciudad de México, de que le reconozcan sus prerrogativas y derechos como descendientes de los reyes incas del Perú. Años 1800-1801. 402 Folios1. Está catalogado como el legajo 2346 de la Audiencia de México. Los 402 folios u hojas manuscritas se cuentan por duplicado (verso y recto), con una suma total de 804 páginas.

La primera observación que una lectura del legajo nos ofrece es el malentendido potencial sobre el periodo social e histórico que aborda. Los años 1800-1801 que se incluyen en el título, probablemente asignado por los archiveros de Sevilla de esos años, dejan de lado no solo los 12 años de procesos legales de doña María Joaquina, sino también las voces y documentos que se manifiestan a lo largo de 250 años de historias genealógicas y sociales de Perú y del siglo XVIII mexicano. El periodo que cubren los textos del Expediente se inicia con las cédulas reales que Carlos V otorgó a descendientes nobles de los Incas (1544-1546) y llega hasta el siglo XIX en las últimas páginas del legajo, en las que leemos los intentos frustrados de los archiveros de Sevilla de proveer copias fidedignas de dichas cédulas en 1800.

El título del legajo tampoco menciona la inclusión de tres textos visuales a color. Dichos textos visuales comprenden el escudo de armas del emperador Carlos V, el escudo de armas concedido a dos hijos de Huayna Cápac y un retrato de Túpac Inca Yupanqui, quien está flanqueado por los dos nobles incas a quienes se les ha concedido dicho escudo de armas. El legajo también incluye copias de cédulas reales del siglo XVI, una de las cuales acompaña a la descripción del escudo de armas inca indicado arriba, así como descripciones y alusiones a otras cédulas que también conceden o ratifican privilegios y escudos de armas a nobles indígenas, muchos de los cuales se relacionan indirectamente con doña María Joaquina y su familia.

No todos los documentos de este legajo desempeñan un rol en el proceso de pretensiones de la familia Uchu Túpac Yupanqui a la que pertenece la protagonista. Hacia el final del mismo, se insertan, a veces por error, cartas y una lista de documentos de personajes históricos cuyos nombres coinciden en parte con el apellido de los Uchu Túpac Yupanqui. En 1800-1801, los archiveros de Sevilla se sintieron obligados a responder a don Miguel José de Azanza, virrey de México, quien los presionaba para que, después de años de petición, enviaran copias de las cédulas que avalaban la pretensión de nobleza de doña María Joaquina. Sobre la naturaleza de estos documentos y sus autores me ocupo en detalle más adelante. Lo que quiero resaltar aquí es la insuficiencia del título (dado en 1800) para reflejar los contenidos y periodos cubiertos por este expediente de la familia Uchu Túpac Yupanqui. Además, como he anunciado en el prólogo, los dos escudos de armas y el retrato del Inca que se encontraban originalmente insertos en este legajo, corresponden a dos documentos que ahora forman parte del grupo documental “Mapas y planos” del Archivo de Indias. De hecho, la consulta de dicho grupo documental revela la existencia de escudos de armas concedidos a indios nobles, conquistadores españoles y ciudades de la Hispanoamérica colonial. Estos textos icónico-visuales se encuentran fuera de su contexto original y sus descripciones heráldicas, las cédulas que los acompañaron y su contexto de producción y utilización durante más de 250 años, son motivo de análisis detallado en los capítulos 3 y 4 de este libro.

En este expediente, como he sugerido antes, encontramos de manera fragmentada y desordenada la historia de la familia Uchu Túpac Yupanqui, mitimaes de Lambayeque, costa norte de Perú, cuyo registro escrito comienza en el siglo XVI. Un vaivén textual de discursos legales y narrativos ilustra las jornadas de los Uchu Túpac Yupanqui entre Lambayeque y Lima para confirmar su noble identidad inca en el siglo XVII. Como parte de este vaivén textual, los protagonistas de esta historia señalaron sus relaciones con otros miembros de dicha nobleza desde el siglo XVI, e incluyeron eventos cotidianos de los vecinos de la Ciudad de México en el siglo XVIII.

A través del estudio de la historia de peticiones de esta familia indígena colonial y su lucha por el reconocimiento de su linaje durante dos siglos y medio, propongo reconstruir el camino discusivo de la identidad de los Uchu Túpac Yupanqui para observar de cerca los procesos a favor y en contra de esta jornada legal y los elementos que entraron en juego cuando los miembros de esta familia se vieron ante la necesidad de autodefinirse en términos sociales, materiales, históricos y genealógicos. Dicho intento de autodefinición se realizó en espacios oficiales controlados por autoridades no indígenas. La historia de peticiones que revela este expediente ofrece la ventaja de contar con historias genealógicas de la nobleza inca de varias familias andinas que se cruzan y se superponen en el archivo legal y en el imaginario social de su tiempo. A los discursos de identidad y genealogía, en el caso que nos ocupa, se añade la variante de género, ya que la protagonista indiscutible de este caso es una mujer, que se presenta no solo como descendiente del último gobernante de la dinastía prehispánica, sino también como vecina de un espacio virreinal que no es el del Perú, lo que la llevó a establecer correspondencias con la nobleza azteca de México.

El caso que nos trae María Joaquina Inca como representante colonial tardío de la familia Uchu Túpac Yupanqui no es excepcional ni aislado. Estamos ante un proceso hasta cierto punto habitual en el contexto social, histórico y político del siglo XVIII hispanoamericano. Esta historia de peticiones ocupa un lugar en los discursos jurídicos sobre (des)igualdad social y económica según las identidades asignadas y/o reconocidas por el gobierno. Dichas prácticas aparecen en la historiografía colonial que se plantea, a su vez, como una “zona de contacto”2 entre formas cualitativamente distintas (española y andina) de historizar el pasado, las cuales son decisivas para organizar y regularizar el presente, así como para imaginar el futuro de los habitantes de las colonias y el imperio.

2. REFORMA FISCAL Y DESIGUALDAD SOCIAL EN EL SIGLO XVIII

El siglo XVIII ha sido caracterizado en las artes, letras y educación como el Siglo de las Luces y la Ilustración. Desde el punto de vista social, histórico, político y económico, se le identifica como un periodo de reformas imperiales, con las subsecuentes tensiones sociales en las colonias. Los eventos que culminaron en la Revolución Americana y su independencia política de Gran Bretaña en 1776, así como la Revolución Francesa de 1789 con su golpe a la monarquía absolutista, trajeron consigo la circulación de dos textos fundamentales para abogar por la igualdad social: la Declaración de Independencia de los Estados Unidos y la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano respectivamente. Si bien ambos textos surgieron de realidades particulares, comparten su reflexión e intervención para tratar de resolver el problema de la desigualdad social. La búsqueda de igualdad social fue también uno de los factores principales que explica el cuestionamiento del absolutismo imperial en las colonias hispanoamericanas en el siglo XVIII. M. Lucena Salmoral (1982) distingue cuatro características de este siglo en las colonias hispanoamericanas: el inicio de un sistema político absolutista; la aplicación de una reforma fiscal que liberó el comercio y abrió la puerta a un nuevo sistema tributario; un crecimiento demográfico significativo a partir de 1750, y las tensiones sociales que precedieron a las grandes rebeliones en las colonias, sobre todo a partir de 1780.

Con el nombramiento de Felipe I el Hermoso como rey consorte de la reina Juana, la Casa de Austria (Habsburgo) gobernó España desde 1506. El hijo de ambos, Carlos I de Castilla y Aragón, y V de Alemania, aumentó considerablemente el poder de la Corona. En 1519, un año después de haber sido solemnemente jurado como rey de España, se convirtió en emperador del Sacro Imperio Romano Germánico y, durante su reinado, la Corona expandió sus territorios sobre gran parte de América. Durante dos siglos, XVI y XVII, los Habsburgo rigieron el imperio español hasta la muerte de su último representante, Carlos II. A partir de 1700 la Casa de Borbón, de origen francés, rigió los destinos de la monarquía hispánica, implantando el absolutismo procedente de ese país. La monarquía absolutista de los Borbones eliminó la monarquía federal de los Habsburgo y reorganizó los territorios del imperio español a partir de una metrópoli y sus periferias, entre las cuales se encontraban las colonias hispanoamericanas. Uno de los resultados administrativos fue la creación de nuevos virreinatos, que se añadieron a los de México y Perú (Nuevo Reino de Granada y Río de La Plata), además de la capitanía general de Venezuela, creada en 1777.3 Desde el punto de vista económico, se inició una reforma fiscal y se creó un nuevo sistema de impuestos que afectó a criollos, mestizos e indios (Lucena Salmoral 1982: 27). Un ejemplo fue la introducción del “repartimiento de comercio” con el fin de recaudar la mayor cantidad posible de impuestos (Dueñas 2010: 60). El objetivo de esta medida era propiciar el libre comercio, con ciertos límites, dentro y entre los virreinatos. Justamente uno de los personajes claves que José de Gálvez4, líder de la reforma fiscal borbónica, envió al Perú en 1777 para ejecutar estos cambios fue José Antonio de Areche. Su sentencia y ejecución de Túpac Amaru II en 1781 trajo consigo una serie de cambios restrictivos para los descendientes de la nobleza incaica.

El auge económico que se produjo en Hispanoamérica en el siglo XVIII benefició a los propietarios de tierras y herederos de las encomiendas, así como a los comerciantes, que aumentaron sus ganancias con las medidas que fomentaban el libre comercio. Por ejemplo, entre 1788 y 1796, don Agustín de Estrada, segundo esposo de María Joaquina Inca, declaraba en el Expediente ser propietario de tierras en los Llanos de Apán, en el valle de México, así como de dos tiendas en la Ciudad de México. Don Agustín fue uno de los fiadores de doña María Joaquina y su primer esposo, Juan Sánchez de Rojas, cuando el matrimonio trataba de convencer al virrey de México para que no solo aprobara sino también financiara su viaje a la corte de Madrid. Una vez viuda de su primer esposo y casada en segundas nupcias con Estrada, María Joaquina argumentó su pobreza y pidió un trabajo para su segundo marido con la misma insistencia con la que había pedido trabajo para Sánchez de Rojas. Esto levantó sospechas en el virrey conde de Revilla Gigedo, quien como máxima autoridad de Nueva España en 1794, estaba atendiendo su caso.

El crecimiento demográfico en el siglo XVIII que apunta Lucena Salmoral como una de las características de este periodo, tuvo también efectos en la economía de las colonias. Un ejemplo se encuentra en el aumento de la población mundial, que estimuló el mercado textil europeo y, en consecuencia, la producción novohispana de dos colorantes nativos, la cochinilla y el añil (Tutino 1980: 92). Además, explica J. Tutino, la presencia española en México se incrementó considerablemente por razones económicas. Esto repercutió de manera negativa en los espacios mexicanos donde los indígenas habían sido mayoría demográfica hasta ese momento, como es el caso del istmo de Tehuantepec: “Semejante combinación de influjos económicos y humanos era potencialmente desquiciadora de la sociedad indígena del Istmo” (Tutino 1980: 93).

El resultado de las reformas borbónicas, en especial durante los reinados de Carlos III (1759-1788) y Carlos IV (1788-1808), fue muy positivo para la Corona y las clases altas de la sociedad colonial, que estaban conformadas, en su mayoría, por españoles. Si estas diferencias se hicieron más grandes entre los grupos dominantes y los indios del común y los esclavos, también afectaron notoriamente a miembros de las clases intermedias: los criollos y los mestizos. Y entre estos, a aquellos que se consideraban descendientes de la nobleza indígena, como fue el caso de Túpac Amaru II. La tensión social fue en aumento durante el siglo XVIII y sentó las bases para la aparición de disturbios entre los criollos y para varios levantamientos indígenas. Todos los que no eran categorizados como españoles sintieron los efectos de la desigualdad social y económica, que aumentó con las reformas fiscales y administrativas de este siglo. A su vez, la expulsión de los jesuitas en 1767 de España y sus colonias, y la imposibilidad de acceder a cargos eclesiásticos de alto rango, tuvieron como efecto que los intelectuales criollos, mestizos e indígenas de Hispanoamérica empezaran a producir una diversidad de textos que criticaban al gobierno español, en los cuales se puede notar una clara influencia de las ideas de la Ilustración. Hubo textos que se escribieron de manera clandestina, como la Representación verdadera, y exclamación rendida, y lamentable, que toda la Nación Indiana hace a la Magestad del Señor Rey de las Españas, de fray Calixto de San José Túpac Amaru, en 17495, o que se publicaron de manera anónima, como El lazarillo de ciegos caminantes (1775-1776), o con pseudónimos, como El Periquillo Sarniento ya en los albores de la Independencia (1816). Se fundaron también periódicos inspirados por los deseos de igualdad social de la Revolución Francesa, como Primicias de la Cultura de Quito (1791), por Francisco Eugenio de Santa Cruz, quien fue enviado a la cárcel por conspiración contra la Corona española (Franco 1982: 51-53).

Entre 1740 y 1780, apunta M. Meléndez (2011: 5), hubo 140 insurrecciones contra el gobierno español en el Perú, lo que revela el alto grado de tensión social y descontento. Estos movimientos tuvieron un carácter tempestuoso y violento, y fue con violencia como la Corona española y sus gobiernos coloniales trataron de reprimirlos y contenerlos. La ansiedad y el miedo de la cúpula oficial se tradujeron en un aumento significativo de control y vigilancia de los vasallos coloniales no españoles y, en el caso de Perú, se centró en los indios y los mestizos. Las noticias de las “[con]mociones del reino en el Perú”, como anota un oficial que dialoga con doña María Joaquina en el Expediente, así como las regulaciones impuestas por el fiscal y visitador José Antonio de Areche contra la población andina, y específicamente contra los descendientes de la nobleza inca como castigo a la rebelión de Túpac Amaru II en 1781, llegaron a México y, como veremos en el capítulo 4, tuvieron un impacto negativo en la petición de la descendiente de los Uchu Túpac Yupanqui6.

3. LOS DESCENDIENTES DE LA NOBLEZA INCAICA EN EL SIGLO XVIII

Después de las muertes de Huáscar y Atahualpa, los dos últimos gobernantes de la dinastía Inca, en 1532 y 1533 respectivamente, los parientes de los reyes Incas, o Sapa Incas, se movilizaron ante las autoridades españolas para obtener la extensión de sus privilegios prehispánicos en la emergente sociedad colonial. Entre estos se encontraban aquellos que eran reconocidos como nobles en tanto miembros de las panacas reales prehispánicas, especialmente los de las panacas de los Incas Túpac Inca Yupanqui y Huayna Cápac, abuelo y padre respectivamente de Huáscar y Atahualpa. El término quechua panaca, referido también en las crónicas coloniales como ayllu o comunidad imperial, alude a las familias de los reyes Incas, que se reconocen como capaccuna, reyes de la dinastía. A la llegada de los españoles había once panacas formadas a partir de las familias y descendientes de los once Sapa Incas, desde Manco Cápac hasta Huayna Cápac7. El hijo elegido por el Sapa Inca o su consejo para continuar la línea de sucesión dejaba de formar parte de la panaca de su padre y se convertía en fundador de una nueva panaca. Desde el punto de vista de la historia andina, Huáscar, Atahualpa y los Incas de Vilcabamba (Manco Inca, Sayri Túpac, Titu Cusi Yupanqui y Túpac Amaru I) no constituyeron panacas. Los historiadores coloniales, que entendieron mal este concepto, como Bernabé Cobo, hablaron más bien de los ayllus de Huáscar y Atahualpa. Los miembros de cada una de las panacas eran considerados los nobles de más alto rango en la sociedad inca. De ahí la necesidad imperante que tenían los indígenas nobles de la colonia de probar su afiliación en una panaca. Explicar y demostrar esta afiliación por medios legales, que quedaban plasmados en papel, tinta y sellos oficiales, fue el motor de la elaboración de una gran cantidad de peticiones de privilegios y probanzas de nobleza inca. El reconocimiento de un estatus privilegiado en las colonias hispanoamericanas siguió la lógica española de reconocimiento de nobleza, hidalguía y sucesión. En el siglo XVIII el hidalgo se definía como “la persona noble que viene de casa y solar conocido, y como tal está exento de los pechos y derechos que pagan los villanos” (Diccionario de autoridades 1734, tomo IV). Había entonces una distinción sutil entre el hidalgo equivalente a noble de sangre o “hidalgo de ejecutoria” y el “hidalgo de privilegio”. El primero era aquel “que ha litigado su hidalguía y salido con ella, a diferencia del que lo es de privilegio, assí dicho por haverle hecho el Rey la gracia de exención de pechar” (Diccionario de autoridades 1732, tomo III). En cambio, el segundo se definía en los siguientes términos: “El que siendo hombre llano, por algún servicio particular o acción gloriosa, el Rey le concedió los privilegios, exenciones, y prerrogativas que gozan los hijosdalgo de casa y solar conocido: o aquel que compró este mismo privilegio a los Reyes” (Diccionario de autoridades 1734, tomo IV; véase Apéndice II, Glosario de términos legales). Esta distinción es importante en el caso de los nobles indígenas, ya que, como veremos más adelante, sus probanzas de nobleza incluían elementos de ambos grupos de hidalgos: eran nobles por su descendencia directa de uno de los once (o doce) Sapa Incas y, además, habían prestado servicios, usualmente militares o de mediación administrativa, a la Corona.

A principios del siglo XVI (ca. 1603), el Inca Garcilaso de la Vega, hijo de la ñusta inca Isabel Chimpu Ocllo y del capitán español Sebastián Garcilaso de la Vega, y Melchor Carlos Inca, nieto de Paullu Inca, residían en España y, en respuesta a un pedido de la Corona, señalaron que había 597 nobles incas “descendientes por línea masculina” en el Cuzco. Más de dos siglos y medio después, en 1768, se contaban 412 nobles incas y caciques principales solo en la parroquia de San Sebastián de la misma ciudad (Cahill 2003: 88)8. Una de las consecuencias de la rebelión de Túpac Amaru II a principios de la década de 1780 fue el desplazamiento de nobles incas por criollos como titulares de cacicazgos. Cahill explica que este reemplazo fue una de las causas por las que muchos nobles incas perdieron uno de sus más importantes privilegios: la exención de impuestos. El objetivo de la Corona era menguar paulatinamente los privilegios de los nobles incas hasta reducirlos a indios del común (Cahill 2003: 89). En 1786, el intendente del Cuzco informó a la Corona que había 300 indios que se llamaban nobles y rehusaban pagar tributo (ibíd.: 88). Una situación semejante a esta se describe en México 2346. En la segunda mitad del siglo XVII, los hermanos Uchu Túpac Yupanqui se enfrentaron al encomendero de Lambayeque, quien, apoyado por el corregidor de Saña, los llamó “indios del común” y trató de obligarlos a pagar tributo así como a participar en la mita, sistema de trabajo público forzado. Los hermanos Uchu Túpac Yupanqui llevaron sus reclamos a la Audiencia de Lima para que sus derechos y privilegios como nobles incas les fueran reconocidos.

Si bien las peticiones para el reconocimiento de nobleza inca se iniciaron desde la década de 1540 con las cédulas reales emitidas por Carlos V que reconocían privilegios, derechos y escudos de armas a los descendientes de los Sapa Incas, la concesión de privilegios no fue consistente. Dueñas indica que muchos nobles incas hicieron petición de privilegios entre 1540 y el siglo XVIII, pero la Corona española concedió relativamente pocas exenciones de impuestos a indios nobles (2010: 153). Asimismo, el archivo legal de las probanzas de nobleza indígena ofrece innumerables ejemplos de que si bien las cédulas reales eran cursadas, lo que estaba escrito en el papel notarial solía no cumplirse en la práctica. Entre 1544 y 1546 el rey Carlos V emitió cédulas a favor de Gonzalo Uchu Guallpa y Felipe Túpac Yupanqui, a otros hijos o nietos de Sapa Incas y sus futuros descendientes. Sin embargo, como explicaremos más adelante, Felipe Túpac Yupanqui apareció de nuevo en 1560 ante la Audiencia de Lima y se dirigió al rey para exponer que muchos nobles incas del Perú vivían en la pobreza e indigencia y que las concesiones y distinciones concedidas en las cédulas de 1544-1546 no se cumplían. Ese mismo año, el esfuerzo del noble inca Felipe Túpac Yupanqui fue premiado con una ratificación de las cédulas anteriores.

Ahora bien, la situación de los nobles incas parece mantener su inestabilidad durante el siglo XVII, como he anotado con el ejemplo de los hermanos Uchu Túpac Yupanqui. Dueñas ofrece otro ejemplo para fines de ese siglo que corrobora esta inestabilidad. El 26 de marzo de 1697, señala, el rey emitió una cédula, conocida como “cédula de honores”, que reconocía los privilegios de la élite indígena y sus descendientes mestizos. Dicha cédula ratificaba los derechos otorgados a los andinos en otra anterior, de 1588, según la cual podían ocupar puestos en el ejército y el gobierno (Dueñas 2010: 153-157). En esta cédula, como en las que se dictaron desde el siglo XVI, los miembros de la nobleza incaica eran equiparados a los hidalgos de España. Pero la diferencia sutil entre nobles de linaje e hidalgos de privilegio se manifestaba tanto en el lenguaje de la petición como en la sentencia. En las cédulas del siglo XVI que estudio en este libro, los nobles incas son continuamente comparados o equiparados, como señala Dueñas, a hidalgos, pero eso no significaba que lo fueran como lo era un hidalgo español. Si bien se reconocía el linaje de los Sapa Incas, las cédulas hacían hincapié en que tanto estos como sus descendientes se valorizaban en función de sus servicios a la Corona y, por ello, se les concedía privilegios. Dueñas señala que cédulas como la de 1697 evidencian un esfuerzo por escrito de inclusión social, si no de igualdad, que, sin embargo, ni los Habsburgo ni los Borbones pudieron sostener y ejecutar de manera efectiva (2010: 154). El asunto de la igualdad y la inclusión social de la población indígena de Hispanoamérica es tan delicado y hasta confuso que los autores de documentos jurídicos y legales en general lo afrontan de manera ambivalente. Es decir, observamos que hay varios grados de igualdad e inclusión social que se aplican tanto entre indios y españoles, como entre nobles incas e indios del común, además de aquellos que se encuentran en otras posiciones de la jerarquía social de la colonia en el siglo XVIII, como los criollos, los mestizos, los esclavos africanos y sus respectivos descendientes.

Ahora bien, cuando hablamos de los nobles incas en el siglo XVIII es necesario distinguir entre aquellos que utilizaron el sistema legal español para el beneficio exclusivo de sí mismos y su familia inmediata, y aquellos que pidieron el reconocimiento de su posición privilegiada, pero también representaron a otros nobles incas y no solo llevaron sus memoriales al rey o la audiencia del virreinato, sino que también abogaron por todos ellos. En este segundo grupo se encuentran los “letrados peruanos” que Dueñas estudia en detalle en su libro Indians and Mestizos in the Lettered City (2010) y entre los cuales se encuentra fray Calixto Túpac Amaru. Los “letrados peruanos” eran generalmente indios nobles que recibieron una educación que les permitió participar en las discusiones de la sociedad intelectual del Perú colonial. Dichos “letrados peruanos” lucharon por el reconocimiento de su nobleza para fines propios, pero también escribieron y participaron en