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POÉTICAS DEL PRESENTE

Perspectivas críticas sobre poesía hispánica contemporánea

OTTMAR ETTE Y JULIO PRIETO (EDS.)

POÉTICAS DEL PRESENTE

Perspectivas críticas sobre poesía hispánica contemporánea

OTTMAR ETTE Y JULIO PRIETO (EDS.)

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ISBN 978-3-95487-889-5 (e-book)

Diseño de cubierta: Rubén Salgueiros
Imagen de cubierta: Erica Baum, Red Lines (2010), reproducción por cortesía de Erica Baum y Bureau New York © Erica Baum 2010

Índice

PREÁMBULO

I. ENTRADAS

LA LÍRICA COMO MOVIMIENTO CONDENSADO: MINIATURIZACIÓN Y ARCHIPIELIZACIÓN EN LA POESÍA

Ottmar Ette

EXILIO COMO CRÍTICA, POEMA COMO EXILIO: MOMENTOS DE CRUCE Y DESAPARICIÓN DESDE LA POESÍA LATINOAMERICANA, APROXIMADAMENTE

Eduardo Milán

LA (IN)COMUNICACIÓN SOCIAL EN LOS LÍMITES DE LA VOZ (HACIA UNA POÉTICA DE LA CRISIS)

Antonio Méndez Rubio

VOLVER A LOS XIX: ACERCA DE LO CONTEMPORÁNEO EN LA POESÍA

Edgardo Dobry

OCTAVIO PAZ: HISTORIA, POESÍA Y CAMBIO DE ÉPOCA EN EL ÚLTIMO FIN DE SIGLO

Gustavo Guerrero

UNA OJEADA AL RELÁMPAGO: EL POEMA Y LA CIBERLECTURA EN TIEMPOS DE DESATENCIÓN

Eduardo Espina

INTERMEDIO: LÍNEAS DE FUGA

DE DÓNDE SON LOS POEMAS

José Kozer

LA DENSIDAD

Carlos Piera

TRAVESÍAS: LECTURAS CRÍTICAS

CONTRADECIR Y SIGNIFICAR: LA POSTVANGUARDIA REVISITADA DE ARTURO CARRERA

Esperanza López Parada

ANÁBASIS Y EUDAMONÍA: UNA LECTURA DE LA POESÍA DE CORAL BRACHO

José Morales Saravia

MERCANCÍA Y LA IMAGEN COMO INCISIÓN: LECTURA DE HÉCTOR VIEL TEMPERLEY

William Rowe

HÉCTOR VIEL TEMPERLEY, HOMBRE AL AGUA

Mariana Di Ció

HILOS TRANSVERSALES: NOMADISMOS EN LA POESÍA DE CECILIA VICUÑA

Julio Prieto

LEER LO NO ESCRITO: LOS GRAFISMOS DE MIRTHA DERMISACHE

Francisca García

UNA POESÍA POBLADA DE VOCES

Niall Binns

INSTANT STABILISÉ, TIEMPOS ANDRÓGINOS: ACERCA DE ALGUNAS DISLOCACIONES TEMPORALES EN LA POESÍA MEXICANA ACTUAL

Rike Bolte

LA POESÍA A CONTRATIEMPO DE EDGARDO DOBRY

Valentina Litvan

DE LA CALABAZA A LOS CONTENEDORES: LA POESÍA DE SERGIO RAIMONDI Y LA CUESTIÓN DE LA TRADUCCIÓN

Timo Berger

UNA NUEVA INCUBACIÓN DEL CARIBE EN LOS POEMAS “HUEVO” DE MAYRA SANTOS-FEBRES

Alan Mills

LA CONSTRUCCIÓN DE UN MAPA DE NO-LUGARES: POETAS ESPAÑOLES EN EE.UU.

Yvette Sánchez

LA ESCRITURA DE LA PROVOCACIÓN: EN TORNO AL 11-M

Marcos Canteli

SOBRE LOS AUTORES

It is difficult

to get the news from poems

yet men die miserably every day

for lack

of what is found there.

William Carlos Williams

Preámbulo

Este volumen reúne una selección de los trabajos presentados en las Jornadas Internacionales de Crítica y Poesía que se celebraron en la Villa Quandt de Potsdam y el Instituto Cervantes de Berlín los días 29 y 30 de mayo de 2014, así como algunos trabajos solicitados para esa ocasión cuyos autores no pudieron asistir al encuentro. Auspiciadas por el Instituto de Filología Románica de la Universidad de Potsdam, dichas Jornadas reunieron durante dos días de productivo intercambio a algunos de los más destacados autores y críticos de poesía del momento y a un dinámico grupo de jóvenes investigadores, docentes, artistas y escritores. Todos ellos contribuyeron a crear un rico tejido de intervenciones y diálogos sobre poesía contemporánea, de cuya calidad e intensidad dan una idea los ensayos que presentamos aquí.

Al convocar estas Jornadas proponíamos como objetivo explorar las poéticas del presente en el mundo hispanohablante, poniendo en primer plano la relación de la poesía con los nomadismos y movilidades del mundo contemporáneo. Enfocar esta relación nos parecía de especial interés, en la medida en que podríamos decir que las migraciones, los flujos culturales globales (Appadurai 1996) y los “paisajes en movimiento” son uno de los hechos distintivos de nuestra época1. Bien es cierto que esta cuestión –la cuestión del nomadismo y los desplazamientos territoriales y simbólicos– es un tema contemporáneo, a la vez que un tema que viene de lejos –y ello tanto en lo que atañe a la poesía como a ese fenómeno llamado “globalización”, cuyas primeras manifestaciones no en vano se remontan al siglo xvi–. En lo que atañe a la poesía, más allá de las específicas experiencias de transterramiento y las “lenguas del exilio” que recorren la tradición moderna –desde Vallejo y Celan a Bishop, Cernuda o García Vega, por mencionar solo algunos casos emblemáticos–, habría que tener en cuenta la condición exílica intrínseca a la poesía en cuanto destierro del lenguaje dominante –un “exilio de la lengua” que como observa Eduardo Milán (2006) marca la modernidad poética y en particular la tradición latinoamericana–. En ese sentido, la cuestión a considerar hoy (y es algo que abordan varios de los ensayos aquí incluidos) sería cómo esa condición exílica y extraterritorial que atraviesa la lírica moderna define actualmente trayectorias vitales y artísticas en un contexto de globalización acelerada, donde merced a las nuevas tecnologías de la información los parámetros del afuera y el adentro, de lo cercano y lo lejano se están reconfigurando drásticamente.

El libro que el lector tiene en sus manos ofrece un repertorio de estrategias críticas para pensar esta cuestión a través de una serie de calas en la producción poética de las últimas décadas en el mundo hispanohablante. Los ensayos que lo integran interrogan desde diversos ángulos los discursos teóricos sobre la poesía, el estado actual de los estudios culturales y literarios, y las específicas circunstancias y estrategias creativas de las prácticas poéticas contemporáneas. La producción poética en el mundo hispanohablante se entiende aquí en sentido lato: como se infiere de lo arriba expuesto, esta constituye un “cuerpo plural” (Guerrero 2010), un corpus móvil y en continua transformación en el que juegan un papel nada desdeñable las escrituras “sin residencia fija” de poetas radicados en Alemania, Francia o Estados Unidos –poetas que trabajan un “entre-lenguas” por el que

dialogan con el entorno lingüístico y cultural y con las tradiciones poéticas de los países en que viven2–.

Asimismo entendemos la poesía contemporánea en un sentido que no se circunscribe necesariamente a su definición tradicional como “género” literario. En la medida en que nos interesa abrir las conceptualizaciones de lo poético a una reflexión sobre los medios de la poesía, consideramos las prácticas poéticas contemporáneas como algo que si bien tiene como fundamento la escritura, no se limita a la poesía escrita y a menudo enlaza productivamente con prácticas visuales, performativas, intermediales y cibernéticas3. En ese sentido habría que destacar la vigencia del lema de Nicanor Parra –“todo es poesía menos la poesía”– para toda una franja de poéticas experimentales que retoman determinadas líneas de la tradición moderna española y latinoamericana –desde la poesía concreta del grupo Noigandres a la poesía visual del propio Parra, Joan Brossa o Clemente Padín, el letrismo de Juan Eduardo Cirlot y los agrafismos de José Miguel Ullán, los experimentos poético-plásticos de Juan Luis Martínez o las intervenciones en el paisaje y en el espacio urbano de Zurita o de Eielson4.

Más allá de visibilizar y situar críticamente un amplio espectro de escrituras y poéticas emergentes, el presente volumen se concibe con el propósito explícito de contribuir a paliar el desequilibrio observable en los últimos años en los estudios literarios en cuanto a la reflexión crítica y teórica sobre la poesía. En efecto, en el ámbito académico y en la crítica cultural y literaria es ubicua la tendencia a reducir el pensamiento sobre la literatura y la cultura a los géneros narrativos, como no dejan de señalarlo varios trabajos recientes (Mazzotti/Cárcamo Huechante 2003, Kuhnheim 2004, Jrade/ Karageorgou-Bastea 2012). Ello implica una doble marginalización por la que el abandono de la poesía en los programas de estudios universitarios y en las discusiones críticas se sumaría, en una suerte de pernicioso e irreflexivo reflejo, a su pérdida de visibilidad en la sociedad del espectáculo contemporánea. A fin de contrarrestar esa tendencia, sería útil retomar la pregunta que Paul de Man formulara en 1969 en su ensayo “Lyric and Modernity”: “Can we find out something about the nature of modernity by relating it to lyric poetry that we could not find out in dealing with novels or plays?” (1983: 167). Parafraseando esta pregunta cabe plantear: ¿qué podemos saber sobre el presente a través de la poesía lírica, que no podría descubrirse a través de la novela, el cine o el teatro? ¿Qué se dice, se hace o se sabe hoy a través de la poesía?

Urge, en ese sentido, repensar la figura del “destierro” y los “afueras” de la poesía –un tema de larga estela en la teoría estética y filosófica a partir del famoso ostracismo de los poetas decretado por Platón en el libro X de La República (1993: 602-621). ¿Cómo entender los “afueras” de la poesía a la luz de las actuales transformaciones de la esfera pública y cuál sería su relación con las específicas topologías de la semiosfera global tecnomediática? Si una cierta tradición desde Platón hasta el post-romanticismo quiso asociar la poesía a un “afuera” de la polis, habría que considerar qué sucede cuando la lógica del capitalismo post-industrial y las nuevas tecnologías de la información y la comunicación se alían para producir una suerte de “introyección del afuera” a la vez que una “extimidad” –una espectacularización de la intimidad5–. Si hoy es difícil pensar la poesía en términos de afueras redentores o de interiores sublimes o auráticos, quizá sea el momento de interrogar más de cerca los entre-lugares y entre-tiempos que movilizan las prácticas poéticas contemporáneas. Como observa Antonio Méndez Rubio en su iluminadora contribución a este volumen, los procesos de mundialización y pantallización de lo real tienden a producir un “continuum asensorial” en que se confunden interior y exterior. Ello otorga especial relevancia a la tesis de Susan Stewart que propone ver las formas poéticas como “archivo de las experiencias sensoriales perdidas” (2002: 132), esto es, como repertorio de tácticas para abrir entrelugares y contra-tiempos por los que se reimaginan la sensorialidad y la experiencia, así como la con-vivencia6. A la luz de los trabajos aquí reunidos parece evidente, en cualquier caso, que la situación de la poesía hoy es algo que habría que considerar no solo desde la perspectiva de una pérdida de visibilidad en la era de la información, sino también en cuanto liberación de un campo de posibilidades y un horizonte prospectivo de estrategias operativas –es decir, en el sentido de un potencial epistemológico (Cárcamo Huechante/Mazzotti 2003: 14) y en cuanto activación de modos de disidencia y resistencia a la “sutura de la memoria, la mirada y el lenguaje” (Canteli 2014: 8)–.

*

Las monografías y ensayos críticos que se ocupan de la poesía española y latinoamericana reciente, así como numerosas muestras y antologías7, coinciden en destacar la heterogeneidad de la producción poética de las últimas décadas. Los ensayos aquí reunidos corroboran esa impresión, tanto por la diversidad de poéticas y tendencias que consideran como por la amplitud del arco generacional que cubren –desde poetas nacidos en los años treinta y cuarenta del siglo pasado a autores nacidos en los años sesenta y setenta, que empiezan a publicar en torno al 2000–. Ante esa diversidad, optamos por evitar subdivisiones temáticas que encaucen demasiado la lectura, a fin de estimular las asociaciones transversales entre los distintos ensayos. El libro se divide en dos partes, ligadas por un “intermedio”: la primera parte incluye ensayos teóricos que ofrecen diversas entradas críticas a la poesía contemporánea; la segunda parte, lecturas de autores y poéticas específicas; entre ambas, incluimos un “intermedio” integrado por dos ensayos que se distinguen por su carácter testimonial y que conforman una suerte de zona franca donde se esbozan ideas y líneas de fuga que reverberan múltiplemente en los trabajos del resto de libro.

A la diversidad de propuestas y poéticas habría que añadir la diversidad de modalidades del ensayo como una específica riqueza de este volumen. Coexisten aquí trabajos de corte filológico e histórico-literario, que abordan sus objetos de estudio desde un análisis “impersonal” (aunque ya se sabe que toda crítica literaria es en última instancia una forma de autobiografía8), con trabajos que cultivan el ensayo como “forma abierta” según la clásica definición de Adorno (1958b), en los que interviene visiblemente una figura autorial. En esta categoría entrarían las estimulantes contribuciones de Milán, Espina, Kozer y Piera –quienes no por casualidad son consumados ensayistas a la vez que celebrados poetas–. Estos ensayos, y en particular los dos que integran el “intermedio”, combinan la reflexión poética con un marcado cariz testimonial que hace pensar en los vínculos soterrados entre el sujeto ensayístico y la enunciación lírica y autobiográfica9 en cuanto modos autorreflexivos de tensamiento o puesta en crisis del yo –modos de interrogar el yo en su relación con el mundo–.

La primera parte del volumen incluye agudos ensayos histórico-literarios (Guerrero, Dobry) e innovadores aportes a la teoría cultural y literaria (Ette, Méndez Rubio). Estos trabajos retoman y renuevan una ilustre línea de reflexión teórica sobre la poesía –una línea especialmente fértil en la tradición filosófica y filológica alemana, desde los ensayos de Benjamin sobre Baudelaire y su diálogo con Adorno a fines de la década del 30 hasta su último florecimiento en los años sesenta con los trabajos de Friedrich, Hamburger, Jauss e Iser (último momento histórico, se diría, en que desde la teoría literaria, y en particular desde la filología románica, pudo pensarse la lírica como “paradigma”)10–.

Si bien no es posible describir aquí en detalle las muchas e interesantes contribuciones del volumen, quisiéramos no obstante destacar, a modo de mínima hoja de ruta, algunos hilos temáticos que lo recorren. Una cuestión que adquiere especial relevancia en varios ensayos del libro atañe a la reflexión sobre la forma lírica como algo que interroga crucialmente la relación entre subjetividad y mundo. El modelo teórico delineado en el ensayo inicial por Ottmar Ette, que a partir del modèle réduit de Lévi-Strauss y los fractales de Mandelbrot considera la poesía como movimiento en “condensación” (Ver-dichtung), y la penetrante reflexión de Carlos Piera sobre la densidad, postulan como operación intrínseca a la lírica una “disminución del mundo” que a la vez sería un paradójico modo de aproximarse a entrever una plenitud. Cuestión cardinal de la poesía sería, como nos lo recuerda el ensayo de Piera, la “presentación, o problematización, lírica de la plenitud de una entidad objetiva”. La tensión entre el “crear ausencias” y el hacer ver “plenitudes” como rasgo inherente a la forma lírica es algo que deslinda con precisión José Morales Saravia en su lectura de la poesía de la mexicana Coral Bracho a partir de un verso “parabólico” del poeta peruano Mario Montalbetti. Esa tensión –esa imposible “parábola” de la palabra poética, que estaría abocada a nunca alcanzar su objeto y sin embargo llega a “presenciarlo” como de ningún otro modo se puede ver o presenciar– recorre asimismo las lecturas de William Rowe y Mariana Di Ció sobre el entrelazamiento de lo material y lo suprasensible en la poesía última del poeta argentino Héctor Viel Temperley. Tensión que en los poemarios Crawl (1982) y Hospital británico (1986), como lo muestran con brillantez las lecturas en diálogo crítico de Rowe y Di Ció, instala una dialéctica en suspenso entre el ausentamiento del mundo operado por el fetichismo de la mercancía y algo que bien podríamos llamar “experiencia religiosa”: la visión de lo suprasensible (Dios) como “subjetividad absoluta”, que adquiere una extraña materialidad –a la vez banal y turbadora– en las profanas encarnaciones de esta poesía.

Esa tensión intrínseca a la lírica tiene también una dimensión política que se hace especialmente visible en los planteamientos críticos que interrogan la relación entre poesía y sociedad, entre visión poética e imaginación política –o, para decirlo de otro modo, entre la visión de uno y la visión de muchos: la visión de lo diverso y lo común que sería la base para pensar lo que con Barthes (2002) llamaríamos el “vivir juntos” en tiempos del capitalismo global11–.

Es una tensión que exploran desde diversas perspectivas, además de los mencionados ensayos de Ette y Piera, los trabajos de Milán, Méndez Rubio, Canteli, Bolte, Berger, Binns y Prieto, los cuales proponen una constelación de reflexiones en torno a los vínculos entre poesía y política. Uno de los principios asociativos de esa constelación sería la idea, que nos recuerda Méndez Rubio a partir de Platón, de que “los retos poéticos son a la vez retos políticos”. En su certera lectura del poemario Onda expansiva (2012) de Pedro Provencio –poesía “no inspirada sino provocada” (según la contratapa del libro) por los atentados perpetrados en Madrid el 11 de marzo de 2004– observa Marcos Canteli: “en su precariedad, la poesía recupera precisamente un papel social para el lenguaje”. El análisis de Canteli resalta la capacidad de la poesía para “dar cuenta de la alteridad”, observación concordante con la reflexión de Julio Prieto sobre la dimensión heterológica –“palabras traídas de lejos”– de la poesía de Cecilia Vicuña, chilena expatriada en Nueva York cuya obra trabaja una poética de lo precario a partir de la cual moviliza un archivo transcultural de memorias, imaginarios y prácticas contrahegemónicas. Esa dimensión heterológica por la que la palabra poética lanza su inquietante parábola hacia el otro –algo del orden de la agitación: ese estremecimiento (Erschütterung) al que se refiriera Adorno en su ensayo “Sobre poesía y sociedad” (1958a)– es también patente en el iluminador recorrido que propone Nial Binns por la tradición poética chilena, donde la poesía –ese “instrumento de indagación”, de acuerdo con el poeta mapuche Jaime Luis Huenún– deviene una suerte de arqueología política: un trabajo lírico (que es también trabajo del duelo) de desenterramiento y visibilización de voces perdidas u olvidadas por la Historia.

Análogamente, el ensayo de Rike Bolte sobre las dislocaciones temporales en la poesía mexicana reciente muestra cómo aflora el fenómeno de la migración femenina en la poesía de Maricela Guerrero –en particular en su poemario Kilimanjaro (2011)–. Las voces de la migración femenina y los “tiempos andróginos” que Bolte rastrea a partir de la filosofía del tiempo de Bachelard en Maricela Guerrero y en su compatriota Minerva Reinosa, presentan notables afinidades con las voces testimoniales y los “otros tiempos” del trabajo industrial en una ciudad de la periferia (Bahía Blanca) que se investigan y “traducen”, como bien lo expone Timo Berger, en la Poesía civil (2001) del argentino Sergio Raimondi. Como las “subjetividades desacomodadas callejeras” de Metales pesados (1998) de Yanko González, las voces de mujeres marginadas por la dictadura y la post-dictadura chilena en la poesía de Carmen Berenguer y Elvira Hernández, o las “locas mujeres” de Bracea (2007) de Malú Urriola, examinadas en el trabajo de Binns, y al igual que las subjetividades alternativas caribeñas exploradas por Alan Mills en la poesía de la puertorriqueña Mayra Santos-Febres, estas poéticas heteroglósicas se prestan a una lectura en constelación con los “distintos tiempos” de las travesías transculturales de Cecilia Vicuña, en las que es central la migración en cuanto figura matriz a partir de la cual se despliega una práctica poético-política de “cortes temporales”.

Por esta vertiente cabe destacar otro recorrido que presenta numerosos puntos de enlace con la constelación poético-política hasta aquí esbozada. Sería lo que podríamos llamar la “constelación de la temporalidad”, que permite seguir una serie de vasos comunicantes entre varios ensayos que se centran en la reflexión sobre lo contemporáneo, los vectores de la historia cultural y literaria, y lo que con Raymond Williams llamaríamos las “estructuras de sentimiento” epocales. Por un lado, un grupo de ensayos tematizan un cambio de época ligado a la pérdida de vigencia de los relatos políticos y estéticos de la modernidad (cuestión por la que dialogan los trabajos de Milán, Méndez Rubio, Guerrero y López Parada), o bien un cambio generacional en los modos y formas en que se traduce la cultura postmoderna del capitalismo tardío en la poesía reciente (en los ensayos de Bolte, Litvan, Berger, Mills, Sánchez, y en parte en los de Espina y Binns). Otro grupo de ensayos se enfoca en la reflexión poético-filosófica sobre lo “contemporáneo” y en las maneras en que la poesía piensa la temporalidad –cuestión que remite a la dimensión cognitiva de la poesía lírica, a los modos trans-ideológicos en que la palabra “sabe” (Casado 2012) y a los específicos saberes e in-saberes que acarrea la tradición poética12, según se explora en las contribuciones de Ette, Dobry, Espina, Kozer, Prieto y Bolte–. A ello habría que añadir los trabajos que, como en el caso de Piera y Canteli, examinan la irradiación de un acontecimiento epocal –el espectro del yihadismo y su “onda expansiva”, a partir de los atentados terroristas del 11-M, en la poesía española y en la cultura global del nuevo milenio–.

*

Una posible entrada a este recorrido sería la “parábola de las moscas” que propone el sugerente ensayo poético/autobiográfico de José Kozer. Parábola del poeta como inopinado Señor de las Moscas: según la cual, la palabra poética, en su improbable parábola, tendría algo o mucho de mosca. Algo o mucho de mosca hay en la palabra que aguarda donde nada sucede –hasta que se produce una irrupción–. La palabra poética mosquea: inquieta, perturba, interrumpe las estancias y las esencias supuestas o demasiado consabidas, los tiempos ya medidos y demasiado –¿por quién?– establecidos. Los poemas, ¿de dónde son?, ¿de dónde vienen, o de quién? Kozer dice: de las moscas. Parábola, entonces, de los poemas-moscas en tanto que “interruptores”: de los poemas, moscas interruptoras que llaman a lo sin hora. Concurre Espina: “Verbo, una mosca hacia el tiempo” (2014: 9). Por aquí retornaríamos al tema de las “proveniencias y porvenires” de la poesía explorado por Ette: ¿sería esa también la “mosca efímera” de los poemas del Shi Jing? ¿De dónde vino esa mosca? ¿Y a dónde va –o viene–?

Siguiéndole el vuelo a esa mosca encontraremos una serie de pasajes comunicantes que tienen que ver con el “espacio crono-crítico” que abre la poesía. Lo describe bien Rike Bolte: “un espacio crono-crítico, estético por antonomasia, y a la vez vital, ya que en la recepción del fenómeno cultural del tiempo por medio de la poesía acontecen momentos no solamente cognitivos, sino también performativos”. Ello concuerda con la manera en que se piensa la temporalidad en la poesía de Cecilia Vicuña (autora citada por Bolte y leída en detalle por Prieto), que trabaja el instante de la visión poética como interrupción de inercias monológicas –en particular en su poemario Instan / I tú (2002, 2005)–, así como con los entre-tiempos y contratiempos de la poesía contemporánea que exploran los ensayos de Espina, Litvan y Dobry.

En su agudo abordaje de la cuestión de la lectura en la era digital, Eduardo Espina aboga por el tiempo lento de la lectura poética como modo de crear contracorrientes en los “tiempos de desatención” del ciberespacio –no en vano Espina habla en un poema de la “flecha lenta” de la poesía (¿la imposible flecha inmóvil de Zenón?): “lenta de oscuridades por el brío / salió hasta salirse del nombre” (2014: 118)–. Es lo que con Eduardo Milán llamaríamos “tiempo en suspenso” –pues “la suspensión es el tiempo en que se posibilita la lectura poética” (Milán 2006: 12)–. Ese potencial interruptivo y crono-crítico de la poesía se pone también de manifiesto en las discusiones sobre lo “contemporáneo” de Edgardo Dobry y Valentina Litvan. En su atenta lectura de los “contratiempos” en el poemario homónimo de Dobry (2014), Litvan trae a colación al filósofo italiano Giorgio Agamben, quien observa que la poesía hace de la fractura o corte temporal “el lugar de una cita y de un encuentro entre los tiempos y las generaciones”. A menudo ese lugar es también, agregaríamos, el de un encuentro entre las culturas y sus distintas temporalidades, dimensión esta especialmente atendible en la tradición hispánica y latinoamericana, en la que cobra densidad crítica el pensamiento de lo que con Carlos Rincón (1995) llamaríamos la “no simultaneidad de lo simultáneo”. Es algo que desde distintas perspectivas examinan los ensayos de Ette, Bolte, Binns y Prieto, en los que se rastrean diversas proveniencias (en algunos casos de larga estela histórica) de la poesía contemporánea. Evocando una reflexión de Agamben, Edgardo Dobry nos recuerda que lo contemporáneo no es lo actual, sino que “en lo contemporáneo siempre hay algo intempestivo y arcaico (en el sentido de arché: cercano al origen)”. Algo, diríamos, por lo que se presentiza lo “inmemorial” en el sentido de Jean-Luc Nancy: “lo infinitamente antiguo y por ello presente” (2013: 201). De ahí lo acertado de “volver a los xix” para interrogar el sentido de lo contemporáneo en la poesía actual –un gesto crítico análogo al que proponen Ette y Espina, quienes estiman con buen criterio que para hacerle justicia a un poeta contemporáneo es preciso empezar por el Gilgamesh, y para hablar con fundamento de la ciberlectura, releer a Julio Herrera y Reissig–.

Contemporáneo –sugiere Dobry retomando un tema caro a Benjamin y Adorno13, y que también está ya en esencia en la crítica que hiciera César Vallejo a la retórica del vanguardismo de los años veinte– no es aquel que llena sus poemas de artilugios novedosos y epifenómenos del mundo moderno sino “aquel que mantiene la mirada fija en su tiempo para percibir, no sus luces, sino su oscuridad”. Sin llegar a los extremos de saturación presentista caricaturizados por Vallejo en su “Poesía nueva” (1927), el panorama que se deduce de los ensayos aquí reunidos muestra que la poesía contemporánea en español dista de estar exenta de huellas del presente –o, como lo expone Dobry en otro lugar, de aspirar a una idea del poema como “refugio impermeable a los ruidos de la calle” (2007: 9)–. Si, como lo muestran acercamientos críticos recientes (Mazzotti/ Cárcamo Huechante 2003, Kuhnheim 2004, Guerrero 2010), las producciones poéticas contemporáneas se caracterizan por una “insularización” y una “atomización” que contrasta con los procesos totalizadores y homogeneizantes de la globalización, ello no equivale a un “aislamiento” en cuanto a las distintas esferas y escenas de lo contemporáneo –estamos lejos en estos poetas de la aspiración a una “poesía pura” o de la reclusión en una absoluta autonomía de lo literario–. Antes bien, estos poetas, como lo muestran varios de los ensayos de este libro, proponen escrituras abiertas al presente e interacciones productivas con diversos discursos, imaginarios y materiales contemporáneos, ya se trate de las relaciones entre poesía y artes visuales (García, Prieto), del cambio epocal producido por el ocaso de las metanarrativas de la modernidad y el impacto de las nuevas tecnologías de la información (Milán, Guerrero, López Parada, Espina), de la intensificación de los movimientos migratorios en el nuevo milenio (Ette, Bolte, Prieto), de la lógica de la mercancía y las asimetrías geopolíticas en el capitalismo global (Rowe, Di Ció, Berger), de los “no-lugares”, las culturas urbanas y las reconfiguraciones del tejido social en las megalópolis de la modernidad tardía (Méndez Rubio, Binns, Sánchez) o de acontecimientos epocales como los atentados del 11-M en Madrid (Piera, Canteli), que más allá de sus específicas secuelas en la sociedad española contemporánea remiten a la dimensión global del terrorismo así como a la inconmensurable demanda ética a la que convocan y a la que son continuamente llamados el arte y la poesía de nuestro tiempo.

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Concluyamos con una última observación, antes de darles la palabra a los ensayos. Suele decirse que pasó el tiempo de la poesía, que esta ha perdido relevancia en la sociedad de la información. Que nada puede –malos tiempos para la lírica– ante el empuje de la cultura audiovisual y la masificación de lo que Guy Debord llamara la “sociedad del espectáculo”. Puede ser, pero tampoco conviene dejarse llevar demasiado por las apariencias o por las inercias de la doxa –por lo que al parecer ya es sabido o se da por sentado–. Tampoco es imposible que la idea del silencio de la poesía sea una “superstición” de nuestro tiempo –las supersticiones, dice Spinoza, no son creencias falsas, sino creencias que debilitan la capacidad de actuar de un cuerpo (Deleuze 1976: 261)–. Conviene en todo momento alejarse de la superstición y la doxa y buscar lo paradójico. Lo paradójico en este caso es la evidencia que aporta este libro –así como los valiosos estudios, ensayos y monografías recientes en cuya estela se inscribe–. Esos trabajos y este libro demuestran la vitalidad de la poesía en español y su relevancia para pensar y hacer vivible y convivible el mundo contemporáneo. En cualquier caso, nos parece que ahora más que nunca sigue siendo vigente la pregunta que se hacía Gadamer hace algunos años: “La cuestión no es saber si los poetas enmudecen, sino si tenemos aún un oído lo suficientemente fino para oír” (1993: 113). Porque, como observa Henri Meschonnic, “el poema es el momento de una escucha. Y el signo sólo muestra” (2000: 51). Es algo que evidencian abundantemente las páginas que siguen. Nos disponemos, pues, a escuchar.

Berlín-Potsdam, mayo de 2016.

Obras citadas

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–– (1982): “Lukács y el equívoco del realismo”. En: Polémica sobre realismo. Ed. Ricardo Piglia. Trad. Floreal Mazza et al. Barcelona: Ediciones Buenos Aires, pp. 41-89.

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1. La investigación de las poéticas del movimiento es uno de los objetivos del programa de estudios transareales de la Universidad de Potsdam (POINTS), que fue el marco intelectual en que fermentó la idea inicial de organizar las Jornadas y proveyó el indispensable apoyo logístico para su celebración. Para más información sobre el programa puede consultarse el sitio POINTS (Potsdam International Network for TransArea Studies): <http://www.uni-potsdam.de/tapoints/>. En cuanto a la conceptualización de los estudios transareales véase Ette 2012 y 2016 y su ensayo en este volumen.

2. Sobre las escrituras “sin residencia fija” véase Ette 2005. En cuanto al estudio de la poesía moderna y contemporánea desde el punto de vista de las “poéticas transnacionales” véase Ramazani.

3. En cuanto a las poéticas vinculadas a las nuevas tecnologías visuales e informáticas véase Perloff 1992 y 2010.

4. Para un interesante acercamiento a los vínculos entre las vanguardias históricas y la poesía latinoamericana contemporánea véase Padilla 2014.

5. Para estas nociones véanse, respectivamente, Virno 2003 y Sibilia 2007.

6. En cuanto a la literatura como “saber de con-vivencia” véase Ette 2010 y 2012.

7. Véase entre los primeros: Cárcamo Huechante/Mazzotti 2003 y Kuhnheim 2004, y entre las segundas: Ortega 1994, Ortega 1997, Milán/Lumbreras 1999, González/Araya 2005, Guerrero 2010.

8. Parafraseando a Enrique Lihn (1988) diríamos: no hay crítica impersonal sino “representaciones personales de la impersonalidad”.

9. En cuanto al vínculo entre el sujeto enunciativo “lírico” y “autobiográfico” nos remitimos a lo postulado por Käte Hamburger en su Logik der Dichtung (1957). Para una lúcida reflexión sobre la subjetividad lírica véase el ensayo de Carlos Piera Contrariedades del sujeto (1993).

10. Véase Friedrich 1956, Käte Hamburger 1957, Adorno 1958a, Jauss 1960, Iser 1966 y Michael Hamburger 1969. Sobre el diálogo Benjamin-Adorno en torno a la poesía lírica véase Kaufman 2004 y 2008.

11. En cuanto a la reflexión crítica sobre poesía y sociedad, son particularmente estimulantes las propuestas de Méndez Rubio (2004), Izenberg (2011) y Rowe (2014).

12. A partir de la reflexión nietzscheana sobre la tragedia, el poeta y crítico español Miguel Casado considera la poesía como acontecimiento trans-racional: “Virtualidad de un modo de pensar-sentir. Pensar desde el no saber” (2012: 60). Acerca de la experiencia poética observa Jean-Luc Nancy: “la experiencia no consiste en saber ni en no-saber, sino que es travesía, transporte incesante de un borde a otro a lo largo de un trazado, que en este caso es el sentido siempre por hacer de lo poético” (2010: 78).

13. Véase en particular Adorno 1982: 61 y 1983: 550.

ENTRADAS

La lírica como movimiento condensado1: miniaturización y archipielización en la poesía

Ottmar Ette
Universität Potsdam

Formas líricas breves: movimiento condensado

Las literaturas del mundo no conocen ningún comienzo: ellas conocen solo comienzos, que en las distintas áreas de nuestro planeta remiten a su vez a otros comienzos. Estas ramificaciones de los comienzos nos recuerdan que ya en los inicios de la escritura siempre se esconde otra escritura, que en los inicios de la creación se distinguen siempre otras creaciones que son de naturaleza intertextual y en no pocas ocasiones también de naturaleza transareal así como transcultural. Por lo mismo, y es algo que las literaturas del mundo nos advierten una y otra vez desde sus comienzos, tanto proveniencia como porvenir deben ser pensados siempre en plural.

Aun así, desde una perspectiva actual es posible distinguir en esta pluralización de las proveniencias dos tradiciones que atraviesan y recorren hasta hoy a las literaturas del mundo. Por un lado, la Epopeya de Gilgamesh, procedente del último tercio del segundo siglo precristiano y que remite incluso a versiones anteriores (Maul 2005: 13), despliega ante nuestros ojos un mundo que será atravesado en todas sus dimensiones por sus protagonistas y héroes. Desde los primeros versos de estas tablas de arcilla, provenientes del amplio espacio de Mesopotamia, surge un movimiento de exploración del mundo, que en la cerrada y regulada forma de la épica atraviesa los espacios vinculados entre sí, llevando consigo el propio conocimiento, la propia conciencia de mundo en la forma de un movimiento continuo y continental. Así, desde lo más íntimo, desde lo más profundo de la tierra emerge una voz en los primeros versos:

Aquel que vio la profundidad, los confines de la tierra,

que conoció lo oculto, aquel que todo lo supo –

Gilgamesh, el que vio la profundidad, los confines de la tierra,

que conoció lo oculto, aquel que todo lo supo –

familiares le son a él los asientos de los dioses todos.

Sabiduría total obtuvo de cada una de las cosas.

Contempló los secretos y develó los misterios,

trajo noticias del tiempo antes del Diluvio. (Maul 2005: 46)

Todo en esta epopeya se dirige hacia el universo, todo apunta hacia un saber global, con el fin de dar noticia sobre aquellas cosas que en (y desde) lo oculto mantienen unido al mundo, que permiten comprender el mundo como un continuo en el que Gilgamesh, gracias a sus viajes y movimientos, es capaz de adquirir un saber cada vez más completo y casi total; es decir, en el sentido sugerido por estos versos, adquirir la sabiduría. La cerrada y regulada forma de la épica se corresponde con la concepción continental de un mundo que aparece en el espacio y en el tiempo como un continuo –sobre todo cuando la historia de este mundo se divide en un tiempo antes de la gran inundación y en un tiempo después–.

Así es como la Epopeya de Gilgamesh nos transmite simultáneamente un saber (del) con-vivir (ZusammenLebensWissen), en cuyo foco aparece una y otra vez la búsqueda del amor, en cuanto moción y emoción: el amor entre seres humanos y animales, entre seres humanos tanto en relaciones hetero así como homosexuales, aunque también entre estos humanos y los dioses y diosas. En el regulado lenguaje de la épica se nos presenta y representa un saber de las formas y normas de vida, que esconde siempre a la vez un saber de las fronteras de ese saber y sus (pre)condiciones2.

La segunda tradición en las literaturas del mundo –que sin duda no se dejan reducir en sus despliegues a estas dos tradiciones– se deriva de todas las creaciones que han sido recolectadas en el Shi Jing chino, en el libro de las canciones, en el clásico de poesía. El amor adquiere aquí también una función fundamental, constituye un móvil y motivo en todo el sentido de estas palabras. Son canciones, cantos y poemas provenientes de las ciudades y regiones más diversas y que proyectan en formas breves y condensadas con sumo arte y enigma un mundo que apenas puede comprenderse desde la perspectiva de un único héroe o de una única figura. Sin embargo, tal como en la Epopeya de Gilgamesh, la pregunta por la convivencia3 entre seres humanos y dioses, entre los mismos seres humanos, entre seres humanos y animales, entre seres humanos y plantas así como entre seres humanos y objetos se encuentra en el verdadero centro de esta concepción de mundo. Por lo mismo, también en el Shi Jing se encuentra una y otra vez la pregunta por el convivir en todas sus formas, así como en las normas divinas y humanas. Tomemos aquí un ejemplo del “Tangfeng – Canciones de Tang” del décimo libro de esta colección:

La alubia trepadora crece.

La alubia trepadora crece, cubre las espigas

la enredadera se extiende por sobre el barbecho

lejos de aquí se fue mi bienamado

¿con quién vivir? – vivir solitaria.

La alubia trepadora crece, cubre la azufaifa

la enredadera se extiende por sobre el lindero

lejos de aquí se fue mi bienamado

¿con quién vivir? – permanecer solitaria.

Una almohada tan henchida

Una manta brocada tan reluciente

lejos de aquí se fue mi bienamado

¿con quién vivir? – mañana solitaria.

Días estivales, noches invernales

tras cientos de años

encuentro en él un refugio.

Noches invernales, días estivales

tras cientos de años

me encuentro en sus brazos. (Hetzer 1990: 103)

A diferencia de la conciencia de mundo continua y en cierto modo continental de la Epopeya de Gilgamesh, en las formas literarias breves del Shi Jing se despliega un mundo de lo discontinuo, de la separación mutua, que las más de las veces solo goza la comunión directa de forma prospectiva o retrospectiva. En este mundo todo está en movimiento, todo traspasa las fronteras establecidas, crece y recubre, aparece y desaparece. En este mundo de movimientos discontinuos, los seres humanos, plantas u objetos aparecen bajo una condensación semántica suma: estos se refieren mutuamente sin cesar, aunque viven en su propia y particular lógica, que condiciona y fundamenta no solo su aislamiento, su insularidad, sino también su relacionalidad, sus diversas y variadas vinculaciones con la totalidad de lo existente entre el cielo y la tierra. Puesto que nada vincula a todos de manera duradera, nada genera una continuidad que pudiera transformar la mencionada relacionalidad en una continentalidad. Todo está vinculado con todo, sin que esto signifique un fundirse en una unidad o renunciar a la propia y particular insularidad de cada uno de los componentes. Convivir aquí solo es posible a partir de la consciencia de la propia discontinuidad dentro de una vinculación simultánea con un contexto más abarcador. La coincidencia es aquí un presupuesto fundamental para la convivencia.

La explícita voz de la esposa que lamenta la partida de su esposo a la guerra, por ejemplo, en el ciclo “Beifeng – Canciones de Bei” hacia el final de “El tambor retumba”, poema que se refiere a sucesos históricos y movimientos bélicos acaecidos entre los años 720 y 719 antes de nuestra era (Hetzer 1990: 31), lo expone del siguiente modo:

Separados en muerte y en vida nosotros solitarios

nos habíamos puesto de acuerdo

decidí tomar tu mano

contigo quería envejecer.

Así tan lejos de ti

es un mal vivir

así tan lejos de mí

no mantienes tu palabra. (Hetzer 1990: 31)

Una y otra vez aparecen la esperada continuidad y la anhelada unidad como una falacia, así en el espacio como en el tiempo. La vida aparece bajo el signo de la soledad, del propio aislamiento; e incluso la muerte no promete su superación. Una y otra vez emergen nuevas fuerzas que desbaratan la convivencia, ya que los movimientos de los vivos son desmontados y separados por fuerzas externas.

El saber de la vida en los poemas del Shi Jing es capaz de cantar una canción a sus oyentes sobre la intensidad con la que todo se encuentra en incesante e imprevisible movimiento. El poema “La mosca efímera” del ciclo “Caofeng – Canciones de Cao” exhibe de este modo su concepción de una convivencia a partir de la contingencia, a partir del movimiento de esta danza tan estrechamente limitada:

Las alas de la efímera

Danzan en colores

Mi corazón tiene tanto miedo

Sé mi mujer, debes vivir conmigo. (Hetzer 1990: 123)

A diferencia de la extensa forma de la Epopeya de Gilgamesh, las breves y condensadas formas líricas del Shi Jing nos ofrecen un mundo de lo abrupto, de lo discontinuo: un mundo de lo insular y más aún de lo archipiélico, que se da a partir de las relaciones recíprocas entre las canciones y poemas más diversos, pero que también descansa sobre aquellas figuras, figuraciones y configuraciones que se encuentran en cada una de las formas breves en continuo e incesante movimiento.

Así, a la concepción de mundo del GilgameshEpopeya de GilgameshShi Jing