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AKAL REVOLUCIONES 6

Simón Bolívar

LA REVOLUCIÓN BOLIVARIANA

Introducción a cargo de: Hugo Chávez

Edición de: Matthew Brown

Traducción de la introducción, glosario y cronología de: Francisco López Martín; del resto, equipo editorial

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«No comparéis vuestras fuerzas físicas con las enemigas, porque no es comparable el espíritu con la materia. Vosotros sois hombres, ellos son bestias, vosotros sois libres, ellos esclavos.» Simón Bolívar

Conocido en toda América Latina como El Libertador, el revolucionario venezolano Simón Bolívar fue uno de los líderes más importantes en las guerras de independencia de las colonias españolas. Recientemente rescatado por el presidente venezolano Hugo Chávez para su propio programa político, que él ha llamado «la revolución bolivariana», el mensaje de Bolívar sigue siendo tan estimulante en las actuales luchas políticas y sociales como lo fueron en su tiempo.

 

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Sergio Ramírez

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Título original:

Simón Bolívar. The Bolívarian Revolution

© Ediciones Akal, S. A., 2011

para lengua española

Sector Foresta, 1

28760 Tres Cantos

Madrid - España

Tel.: 918 061 996

Fax: 918 044 028

www.akal.com

ISBN: 978-84-460-4597-7

Introducción

Hugo Chávez

El 15 de agosto de 1805, un joven subió al Monte Sacro, cerca de Roma, e hizo un juramento solemne que tendría consecuencias extraordinarias para la historia mundial[1]. «¡[J]uro por el Dios de mis padres», dijo, «juro por ellos; juro por mi honor, y juro por mi Patria, que no daré descanso a mi brazo, ni reposo a mi alma, hasta que haya roto las cadenas que nos oprimen por voluntad del poder español!» Al cabo de dos decenios, el Imperio español en las Américas se había derrumbado y una serie de repúblicas independientes se extendían desde el Río de la Plata hasta la desembocadura del Orinoco, desde la Tierra del Fuego hasta los desiertos de México. Su liberación del colonialismo fue el resultado de una larga lucha en la que miles y miles de hombres participaron en una batalla dramática tras otra. Sin embargo, las Américas deben su libertad en gran medida a la energía ardiente, la inteligencia y la visión de un hombre: Simón Bolívar.

El escritor venezolano Augusto Mijares dijo en cierta ocasión que, si bien Simón Bolívar había nacido en Caracas el 24 de julio de 1783, el Libertador nació en Roma aquel día de agosto de 1805. Pero ¿quién era el joven de veintidós años que hizo esa promesa apasionada y profética? Por lo pronto, se había forjado en las llamas del sufrimiento siendo un niño. El hijo más pequeño de los cinco nacidos del matrimonio de Juan Vicente Bolívar y María Concepción Palacio pertenecía a una de las familias más ricas de las Américas españolas; los Bolívar eran dueños de haciendas, minas y esclavos, y tenían intereses comerciales no sólo en Venezuela, sino por todo el Caribe. Sin embargo, el joven Simón no tuvo una vida despreocupada, ya que perdió a su padre a los tres años y a su madre a los nueve. Quedó entonces al cuidado de su tío materno, Esteban Palacios, un hombre severo y estricto del que el desdichado Simón huyó en 1795 para ir a vivir con su hermana mayor. En los archivos de Caracas de finales del siglo XVIII se conserva un caso juzgado por la Real Audiencia en el que se dictaminó que se sacara al niño de casa de su hermana, por la fuerza si era necesario. Al final, hubo que derribar la puerta, y a Simón se lo llevaron a rastras, dando patadas y gritos, ante los ojos de toda Caracas.

Así que Bolívar se forjó en el yunque de la rebelión. Cabalgaba por las calles de Caracas entablando conversación con muchachos cuyos orígenes eran muy diferentes a los suyos. En su tutor, Simón Rodríguez –un librepensador y un hombre ilustrado que tendría una enorme influencia sobre Bolívar–, encontró un alma gemela. Rodríguez formaba parte de un grupo de disidentes que conspiraban contra el Imperio español y era también un revolucionario. En 1797, después de que se hubiera descubierto la conspiración y se hubiera ejecutado a sus principales líderes, Rodríguez abandonó Caracas y se exilió, con el nombre de Samuel Robinson, en los Estados Unidos y Europa. Mientras tanto, el joven Bolívar fue enviado a Madrid en 1799 para continuar sus estudios y, aunque no era lo que llamaríamos un estudiante aplicado, se convirtió en un buen jinete y espadachín. En 1802, Bolívar se casó con una joven madrileña, María Teresa Rodríguez del Toro, de la que se había enamorado, y en verano volvieron a Venezuela, a la propiedad familiar de San Mateo, donde Bolívar tenía la intención de encargarse de la hacienda. Sin embargo, María Teresa murió al cabo de unos meses, con lo que Bolívar quedó viudo a los veinte años y volvió a sumergirse en las llamas del sufrimiento.

Unos años más tarde, Bolívar diría que, de no haber muerto su mujer, sin duda no habría pasado de ser el alcalde de San Mateo. Así las cosas, volvió a Madrid y llevó una vida disipada entre los brazos de las damas y en numerosos bailes (se decía que era un buen bailarín). Sin embargo, no sólo era un hombre mundano. Había leído a los grandes autores de la Ilustración –Rousseau, Voltaire, Montesquieu– y muchas obras sobre historia clásica y pensamiento político. Y había llegado a un continente que era un hervidero de ideas políticas y en el que la estrella de Napoleón Bonaparte brillaba por doquier. Cuando éste se coronó emperador en 1804, Bolívar estaba en París, de donde casi lo expulsaron por decir en público que el emperador era un tirano y un hipócrita. Cuando llegó a Roma, en agosto de 1805, el joven Bolívar había macerado en el fermento que atravesaba toda Europa. Aquí, tras encontrarse una vez más con su viejo profesor, Simón Rodríguez, subió al Monte Sacro para pronunciar su famoso juramento. Bolívar experimentó una transfiguración: el joven libertino, bailarín y juerguista se convirtió en el Libertador.

Simón Rodríguez solía decir que los hombres que iluminan los horizontes de la humanidad no nacen cuando ven la luz, sino cuando empiezan a irradiar la suya propia. Por eso, podemos afirmar que el Libertador nació en el Monte Sacro en 1805. Dedicó los siguientes veinte años a cumplir su juramento y a transformar las horribles realidades del colonialismo mediante un nuevo proyecto que cobraría forma en los años de lucha que esperaban.

En 1807, Bolívar volvió a su hacienda en Venezuela. Sin embargo, el mundo estaba cambiando. El Imperio español empezaba a perder el control de sus colonias americanas; Napoleón conquistó España un año después y dio el trono a su hermano. Mientras la guerra hacía estragos en la península Ibérica, hubo una crisis en las colonias. La elite criolla de Caracas debatía si había que guardar lealtad al monarca depuesto; Bolívar se manifestó resueltamente partidario de la independencia. El 4 de julio de 1811 dijo a los diputados del nuevo Congreso Nacional: «Desterremos el miedo y pongamos la primera piedra de la libertad americana. Dudar es perecer». Al día siguiente se declaró la independencia y nació la Primera República.

Sin embargo, la liberación no triunfó a la primera. Las tropas monárquicas españolas, que habían convencido a muchos esclavos para aliarse con ellas contra los líderes caraqueños, derrotaron a la república. En marzo de 1812, un terrible terremoto sacudió Caracas y mató a miles de personas. Las fuerzas reaccionarias lo consideraron un signo de que incluso la naturaleza se oponía a los patriotas. Al cabo de pocos meses, el ejército español había acorralado a Bolívar y a éste no le quedó otro remedio que huir de Venezuela. En Cartagena, en la tierra que entonces se llamaba Nueva Granada, Bolívar halló refugio y escribió el Manifiesto de Cartagena, en el que analizaba las razones de la derrota de la Primera República y llamaba a Nueva Granada y Venezuela a unirse en la lucha contra los españoles. «Yo soy de sentir que, mientras no centralizamos nuestros gobiernos americanos, los enemigos obtendrán las más completas ventajas», escribió. Bolívar se puso al frente de la causa de las patriotas y, tras la «Campaña Admirable» de 1813, volvió a Caracas victorioso y creó la Segunda República.

Sin embargo, también ésta tuvo una vida breve. En 1814, una rebelión de esclavos y pobres derrotó a las tropas de la Segunda República y Bolívar tuvo que volver al exilio, esta vez a Jamaica, donde muchos refugiados de Venezuela y Nueva Granada habían recalado huyendo de la persecución del Imperio español y donde pasó los siete meses siguientes, desde mayo a diciembre de 1815. Bolívar, convertido ahora en el líder de una revolución, intentó recabar para su causa el apoyo del Gobierno británico, pero no lo consiguió, como tampoco otro venezolano y patriota destacado, Francisco de Miranda, había conseguido el de los franceses. Europa era más monárquica que nunca y sus cabezas coronadas tenían mucho que temer de unos movimientos que giraban alrededor de los lemas de la libertad y la igualdad.

En esos meses, Bolívar reflexionó a fondo, como puede verse en sus cartas y escritos de ese periodo. El más importante de todos es la llamada Carta de Jamaica. Si el Libertador nació en 1805, podemos decir que el proyecto bolivariano de integración nació en Jamaica en 1815. Fue allí donde la visión geopolítica unitaria de Bolívar salió a la superficie y su proyecto –continental, antiimperialista, republicano, igualitario y libertario, por el que luchó en los años sucesivos– adquirió fuerza. La clarividencia de su análisis es impresionante, sobre todo si pensamos que sólo contaba treinta y dos años. Bolívar hace un diagnóstico de casi todos los países de las Américas, desde México hasta Buenos Aires. «Echemos una ojeada y observaremos una lucha simultánea en la inmensa extensión de este hemisferio», escribe. «¿No está el Nuevo Mundo entero, conmovido y armado para su defensa?» A continuación, vuelve la mirada al pasado; compara la situación de las Américas con la de otros pueblos y observa la pasividad de un continente presa durante años de la dominación española, cosa que lo exaspera todavía más: «Es un escándalo y una violación de los derechos de la humanidad pretender que un pueblo tan beneficiado por la naturaleza, tan extenso, rico y populoso, se mantenga en la pasividad».

En este texto, Bolívar además se declara antimonárquico:

[N]o soy de la opinión de las monarquías americanas. He aquí mis razones. El interés bien entendido de una república se circunscribe en la esfera de su conservación, prosperidad y gloria. No ejerciendo la libertad imperio, porque es precisamente su opuesto, ningún estímulo excita a los republicanos a extender los términos de su nación, en detrimento de sus propios medios […].

E incluso llega más allá:

[P]orque un Estado demasiado extenso en sí mismo o por sus dependencias, al cabo viene en decadencia y convierte su forma libre en otra tiránica; relaja los principios que deben conservarla, y ocurre por último al despotismo. El distintivo de las pequeñas repúblicas es la permanencia; el de las grandes es vario, pero siempre se inclina al imperio.

Podemos ver que Bolívar era un antiimperialista, el primero de la historia de las Américas.

A principios de 1816, Bolívar fue a Haití, liberada de los franceses por la revolución de los «jacobinos negros», como la llamó C. L. R. James. Bolívar preparaba una expedición a Venezuela para continuar la lucha por la Liberación. El presidente de Haití, Alexandre Pétion, no sólo dio a Bolívar apoyo moral, sino también armas, barcos, suministros y dinero, a cambio de la promesa de emancipar a los esclavos en todos los territorios que Bolívar liberara. Bolívar había comprendido que la independencia no sería posible sin la participación del pueblo venezolano: los pobres, los peones, los esclavos y los negros. Lo primero que hizo al desembarcar fue ordenar la emancipación de los esclavos y la igualdad social para todos mediante un célebre decreto firmado en Carúpano el 2 de junio de 1816: «Considerando que la justicia, la política y la patria reclaman imperiosamente los derechos imprescindibles de la naturaleza, he venido en decretar la libertad absoluta de los esclavos que han gemido bajo el yugo español en los tres siglos pasados».

Pese a esto, los esclavos no fueron completamente libres hasta mucho más adelante: todos los propietarios de esclavos y los oligarcas se oponían a la concepción igualitaria de Bolívar. Cuando murió, en 1830, los esclavos cantaban al mediodía en la hacienda de San Pedro Alejandrino. Se cuenta que Bolívar suspiró y dijo: «Huele a San Mateo», rememorando la hacienda de su propia familia antes de que diera la libertad al continente.

* * *

La expedición emprendida por Bolívar en 1816 sufrió una derrota, pero no fue presa del desaliento. Se reagrupó una vez más en Haití y, esta vez, en abril de 1817, navegó hasta un punto de la costa más al norte, hasta el delta del río Orinoco. Río abajo, estableció su base en Angostura –llamada en la actualidad Ciudad Bolívar en su honor– y forjó una alianza con José Antonio Páez, líder de los llaneros. Durante dos años, las fuerzas de liberación lucharon por el control de la cuenca y las llanuras del Orinoco. En febrero de 1819, se reunió un nuevo Congreso venezolano en el que Bolívar pronunció el discurso que en la actualidad se conoce como Discurso de Angostura. En él expuso su visión del sistema político ideal para las Américas, basado en el principio de que «el sistema de gobierno más perfecto es aquel que produce mayor suma de felicidad posible, mayor suma de seguridad social y mayor suma de estabilidad política». Además, de nuevo podemos apreciar la importancia que para él tenía la emancipación de los esclavos: «Yo abandono a vuestra soberana decisión la reforma o la revocación de todos mis estatutos y decretos; pero yo imploro la confirmación de la libertad absoluta de los esclavos, como imploraría mi vida y la vida de la República».

Los años que siguieron estuvieron coronados por un brillante éxito militar tras otro, conforme la marea de la liberación se volvía imparable. A mediados de 1819, Bolívar condujo a su ejército en el heroico paso de los Andes y derrotó rotundamente a los españoles en Boyacá: Nueva Granada fue entonces libre. En 1821, la victoria de Carabobo dejó expedito el camino a Caracas, donde Bolívar entró triunfalmente el 29 de junio: entonces Venezuela fue también independiente. Siguió Ecuador en 1822: en junio, Bolívar entró en Quito. Sólo quedaba Perú por liberar y, en septiembre de 1823, Bolívar partió hacia el puerto de Callao para liderar la lucha por la independencia en ese país. Obtuvo una victoria crucial en Junín, en las tierras altas, en agosto de 1824, pero el momento máximo de gloria llegó a finales de año en Ayacucho, donde la derrota de las fuerzas monárquicas significó que las guerras de emancipación tocaran a su fin. Se había liberado las Américas y Bolívar había cumplido la promesa que había hecho en Roma dos decenios antes. En 1825, al territorio del Alto Perú se le dio un nuevo nombre, Bolivia, en reconocimiento de este logro asombroso.

Bolívar fue un auténtico revolucionario. Conforme avanzaba en su lucha por Sudamérica –presionando para obtener la liberación de los esclavos, confiscando tierras y distribuyéndolas entre los pueblos indígenas, construyendo escuelas en las que también tenían cabida las niñas, los hijos de los indígenas y los de los esclavos–, se volvía cada vez más revolucionario. Por ejemplo, apenas un mes después de la batalla de Boyacá, un decreto sobre la educación publicado el 10 de octubre de 1819 en la Gaceta de Santa Fe de Bogotá especificaba que a los niños había que enseñarles no sólo a leer y a escribir, sino también los principios elementales de la gramática, la religión y la moralidad, el dibujo, la lógica, las matemáticas, la física, la geografía y la ingeniería, para la construcción de carreteras y casas. Aquí tenemos a un hombre que derrotó al imperio con la espada y pensó en el futuro del pueblo al que liberó. Las acciones militares preparaban el terreno para la revolución social. Eso mismo vuelve a ponerse de manifiesto en el decreto que dictó en Chuquisaca (la actual ciudad de Sucre) el 14 de diciembre de 1825, relativo a la agricultura y en el que ordenaba la redistribución de la tierra: «Cada individuo, de cualquier sexo, o edad que sea, recibirá una fanegada [44 hectáreas] de tierra». Con él establece Bolívar un principio contrario al del capitalismo: un principio socialista. En realidad, cada día que pasa estoy más convencido de que la evolución del pensamiento de Bolívar apuntaba al socialismo. Si hubiera vivido unos cuantos decenios más, estoy completamente seguro de que se habría convertido en un socialista, como su maestro Simón Rodríguez.

Incluso cuando estaba liberando Perú, Bolívar pensaba en cuál era la mejor forma de garantizar la libertad de la nueva república. En su precoz madurez, y con la sabiduría adquirida en el campo de batalla y en la arena política, Bolívar previó las dificultades que habría que afrontar: «Si la América –nuestra América– no se llama al orden y a la razón, bien poco hay que esperar respecto a la consolidación de sus gobiernos, y un nuevo coloniaje será el patrimonio que leguemos a la posteridad». Propuso una unión de repúblicas que se extendía desde el Caribe hasta la Patagonia y, en diciembre de 1824, invitó a todos los líderes sudamericanos de la época –Bernardo O’Higgins, José de San Martín, José Abreu e Lima y José Artigas– a un congreso en Panamá. Aunque éste acabó celebrándose en 1826, fue un fracaso: la unidad a la que llamaba Bolívar no llegó nunca. En su lugar, se impuso el poder en ascenso de los Estados Unidos; fue en esos años cuando James Monroe instauró en Washington su doctrina, en virtud de la cual Latinoa­mérica se convirtió en el patio trasero de los Estados Unidos, sin que haya dejado de serlo desde entonces. A menudo me pregunto dónde estaría hoy Latinoamérica, hasta qué punto sería diferente su realidad social, económica y política, si el poder imperialista de los Estados Unidos no hubiera pisoteado los gobiernos progresistas surgidos en estas tierras.

Bolívar previó esa amenaza y la describió con una claridad pasmosa: «Los Estados Unidos parecen destinados por la Providencia para plagar la América de miseria en nombre de la libertad». Desde entonces, decía: «Allá arriba, al norte de este continente, hay una nación muy grande, muy hostil y capaz de todo». En otra ocasión, preguntó: «¿Qué hermanos son éstos, los del norte de América, que hasta la España ya reconoció nuestra independencia y ellos aún no quieren hacerlo?». Sin embargo, el antiimperialismo de Bolívar era sólo una faceta de su amplia concepción general de las cosas. Quería la igualdad, la libertad y la unión de las repúblicas para alcanzar un mundo multipolar, ideas que en la actualidad siguen teniendo un gran eco. En especial, su llamada a la unidad latinoamericana debería servir de faro. No hay en el continente país lo bastante poderoso para dar en solitario grandes pasos adelante y obtener con sus solos medios un grado mayor de independencia. De hecho, tal vez en la actualidad pueda afirmarse esto con mayor certeza que hace doscientos años.

* * *

Tras los años triunfales de Bolívar, vinieron los años trágicos, en los que el continente que había liberado cayó en manos de las oligarquías locales. Entre 1825 y 1830, el proyecto de Bolívar explotó en innumerables pedazos, quebrado por la oposición de los opulentos terratenientes y bajo la presión de la primera oleada del imperialismo norteamericano. Bolívar murió en Santa Marta, en la costa caribeña de Colombia, el 17 de diciembre de 1830, a la edad de cuarenta y siete años. Aunque había nacido rico, murió sin ninguna propiedad material: hubo que vestir al cadáver con una camisa que no era suya, porque la que llevaba Bolívar al morir estaba hecha jirones. Todos lo habían abandonado y murió comparándose con don Quijote: «He arado en el mar».

Sin embargo, el proyecto de Bolívar no murió con él: «Despierto cada cien años / Cuando despierta el pueblo», dice el Libertador en un poema del gran Pablo Neruda. El pueblo venezolano ha reanudado ese proyecto, como los de Latinoa­mérica y los del planeta entero. Todos estos pueblos están sosteniendo una nueva guerra para alumbrar un mundo de igualdad, un mundo de justicia. Ese mundo mejor que queremos crear ya no sólo es posible, sino absolutamente necesario. Las cosas no pueden seguir como están: o cambiamos el mundo o el mundo se acaba. Estoy seguro de que Bolívar lo habría comprendido, ya que nunca dejó de pensar en el destino de las Américas y del planeta en los siglos venideros. Su proyecto siempre estuvo orientado al futuro. Entonces no fue posible, pero el futuro ha llegado. ¡No hay tiempo que perder!

[1] Esta introducción ha sido redactada en la edición original inglesa a partir de distintos discursos de Hugo Chávez.

Otra bibliografía seleccionada

Biografías

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Escritos de Simón Bolívar

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Cronología

1783

24 de julio: Nace en Caracas Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar y Palacios.

1799-1802: Bolívar visita y vive en Nueva España (México), España y Francia.

1802

26 de mayo: Bolívar se casa en Madrid con María Teresa Rodríguez del Toro.

1803

22 de enero: Muere en Caracas María Teresa Rodríguez del Toro.

1803-1807: Bolívar viaja a España, Francia, Italia y los Estados Unidos.

1810

19 de abril: Caracas se rebela contra el dominio colonial y depone al capitán-general. Constitución de la Junta Suprema defensora de los derechos de Fernando VII, independentista.

Bolívar viaja a Londres como parte de la misión venezolana que procura obtener el reconocimiento de la independencia del país (y vuelve en diciembre a Venezuela).

1811

5 de julio: El Congreso de Venezuela declara la independencia. Comienzo de la Primera República.

1812

26 de marzo: Terremoto en Caracas.

6 de julio: Bolívar abandona Puerto Cabello.

31 de julio: Bolívar participa en la detención de Francisco de Miranda. Final de la Primera República. Bolívar busca asilo en Nueva Granada.

15 de diciembre: Bolívar da a conocer el manifiesto de Cartagena.

1813: «Campaña Admirable» de Bolívar, comienzo de la Segunda República.

1814: Final de la Segunda República, derrotada por la reconquista española liderada por Monteverde y Boves.

1815: Reconquista de la Nueva Granada. Bolívar se exilia en Jamaica.

6 de septiembre: Bolívar publica la «carta de Jamaica».

1816: Bolívar se traslada a Haití para preparar un ataque a Venezuela.

Lidera la expedición de Los Cayos desde Haití hasta Venezuela.

2 de junio: Bolívar publica un decreto contra la esclavitud en Carúpano.

1817-1818: Bolívar consolida su poder en la cuenca del Orinoco con el Gobierno de Angostura.

1819

15 de febrero: Se reúne el Congreso de Angostura.

25 de julio: Batalla del pantano de Vargas.

7 de agosto: Batalla de Boyacá.

10 de agosto: Bolívar entra en Bogotá.

25 de noviembre: Armisticio de seis meses firmado con Pablo Morillo, teniente general de los ejércitos de España.

17 de diciembre: El Congreso de Angostura aprueba la creación de la República de Colombia.

1821: Se reúne en Cúcuta el Congreso Constituyente de Colombia.

Bolívar es elegido presidente y Francisco de Paula Santander, vicepresidente.

24 de junio: Batalla de Carabobo.

1822

24 de mayo: Batalla de Pichincha.

26-27 de julio: Entrevista de Guayaquil entre Bolívar y San Martín.

1823

1 de septiembre: Bolívar llega a Perú y se pone al frente de las guerras de independencia.

1824

6 de agosto: Batalla de Junín.

7 de diciembre: Bolívar invita a las naciones hispanoa­mericanas al congreso de Panamá.

9 de diciembre: Batalla de Ayacucho.

1825: El Alto Perú cae ante los ejércitos de Sucre.

Bolívar es invitado a escribir la Constitución de la República de Bolivia.

1826

25 de mayo: Bolívar presenta su proyecto de Constitución a la nueva República de Bolivia.

Abril-septiembre: Rebelión de La Cosiata en Venezuela.

3 de septiembre: Bolívar abandona Perú y se instala en Colombia.

1828: Convención de Ocaña.

25 de septiembre: Intento de asesinato de Bolívar en Bogotá.

Fines de septiembre: Ejecución de los conspiradores, incluido José Padilla.

1829: Se extienden por Colombia rumores de un proyecto de monarquía (con planes para coronar a Bolívar o para traer a un príncipe europeo).

Septiembre: José María Córdova, general leal a Bolívar, se rebela contra él.

17 de octubre: Derrota de Córdova en la Batalla de El Santuario (Antioquía).

1830

1 de mayo: Bolívar dimite de la presidencia.

8 de mayo: Bolívar abandona Bogotá con la intención de marchar al exilio.

17 de diciembre: Bolívar muere en Santa Marta.

1830-1831: Desintegración de la Gran Colombia en las repúblicas independientes de Venezuela, Ecuador y Nueva Granada (conocida como Colombia desde 1863).

Glosario de términos

casta Palabra que designaba a las personas con una herencia racial mixta en la Latinoamérica colonial y que solía aplicarse a todos los pueblos que no eran blancos.

Congreso de Angostura Asamblea legislativa que gobernó la República de Colombia entre 1819 y 1821.

Congreso de Cúcuta Asamblea constituyente reunida en Cúcuta (cerca de la frontera entre Nueva Granada y Venezuela) que gobernó la República de Colombia en 1821 (cuando se trasladó oficialmente la capital a Bogotá) y que debatió y aprobó la Constitución de Cúcuta de 1821, vigente durante un periodo de diez años.

Convención de Ocaña Asamblea constituyente reunida en Ocaña (norte de Nueva Granada) en 1828 para revisar la Constitución de Cúcuta, proyecto que no llegó a realizarse a causa de la falta de acuerdo entre los seguidores de Bolívar y los de Santander.

Cosiata, La Rebelión política acontecida en Venezuela entre abril y septiembre de 1826, en la que la autoridad centralizada (y el derecho de Bolívar a gobernar) fue debatida y cuestionada.

criollo Generalmente, persona de descendencia española nacida en las Américas.

Cundinamarca Región/provincia de Santa Fe de Bogotá (Nueva Granada), a veces equivalente a ella en los tiempos de la independencia.

encomienda Concesión de mano de obra indígena otorgada inicialmente a los participantes de las guerras de conquista en el siglo XVI.

Gran Colombia República fundada por Bolívar en 1819, compuesta por los territorios actuales de Venezuela, Colombia, Ecuador y Panamá. Dejó de existir en 1831.

llanos Llanuras del interior de Nueva Granada y Venezuela. A quienes vivían y trabajaban en los llanos se los llamaba «llaneros».

mantuano Miembro de la elite colonial de terratenientes de Caracas, a la que pertenecía Bolívar.

Nueva España El virreinato de Nueva España, con capital en la Ciudad de México, incluía el territorio actual de México y toda Centroamérica, a excepción de Panamá (que perteneció a Nueva Granada/Colombia hasta su independencia en 1902).

Nueva Granada El virreinato de Nueva Granada, con capital en Santa Fe de Bogotá, existió hasta que el último virrey huyó en 1819, justo antes de la llegada de Bolívar. En 1831, tras la desintegración de la Gran Colombia, un Congreso reunido en Bogotá decidió volver a adoptar el nombre de Nueva Granada para su territorio, denominación que conservó hasta 1863, cuando dio en llamársela Colombia.

pardo De raza mixta, con antepasados africanos, europeos y amerindios.

pardocracia Gobierno de los pardos (muy temido por Bolívar).

Patria Boba Nombre dado a la Primera República de Venezuela (1811-1812).

resguardo Reserva, tierras concedidas a pueblos indígenas organizados y sedentarios.