Cubierta

MARCELO GULLO

RELACIONES INTERNACIONALES

UNA TEORÍA CRÍTICA DESDE LA PERIFERIA SUDAMERICANA

Editorial Biblos

A mi abuelo Giovanni Omodeo y su hermano Vittorio.

A mi hermana Lali, que no pudo ver ninguno de mis libros.

A mi esposa Inés, la mujer que he amado siempre y con quien quiero caminar de la mano hasta el final de nuestros días.

A mis hijos Juan Carlos, María Inés y Antonio.

A Mario Morant, ejemplo de vida y militancia sindical.

A mis amigos Raphael Carvalho, Juan José Martínez y Javier Riera.

A Eurico de Lima Figueiredo por su apoyo y afecto.

A mis maestros Luis D’Aloisio, Helio Jaguaribe y Alberto Methol Ferré.

A la memoria de Manuel Ugarte, José Vasconcelos, Arturo Jauretche, Raúl Scalabrini Ortiz, Juan José Hernández Arregui, José María Rosa, Fermín Chávez y Jorge Abelardo Ramos.

RELACIONES INTERNACIONALES. UNA TEORÍA CRÍTICA DESDE LA PERIFERIA SUDAMERICANA

Valoré y me gustó mucho este libro de Gullo. Asimismo, aprecié su inteligencia en acción, capaz de abarcar el campo de estudio de las relaciones internacionales como pocos intelectuales lo consiguen. Este texto, además de alcanzar un extraordinario éxito en la comprensión, en tanto observador desde las alturas, del mundo de las relaciones internacionales, parece haber alcanzado la madurez que solo poseen los hombres de experiencia para realizar síntesis complejas. El dominio del autor sobre este campo de estudio se asemeja al de los cóndores de la Patagonia que avizoran el mundo: a pesar de estar en las alturas, es capaz de verlo todo.

Amado Luiz Cervo

Profesor emérito de Relaciones Internacionales de la Universidad de Brasilia

Marcelo Gullo ha llegado ya a la madurez intelectual, aunque sea todavía bastante joven. Es un investigador y un teórico de primera línea, un intelectual original y valiente que no le teme a la polémica sino más bien que la provoca. Su construcción teórica propiamente dicha alcanza en este libro niveles muy elevados de formulación y expresión. En definitiva, este libro contiene, sintetiza y organiza su propuesta de una teoría de las relaciones internacionales a partir de una nueva mirada: una teoría insubordinada que se resiste a entender la región con la perspectiva del centro hegemónico. Es el resultado de los esfuerzos de un hombre que, basado en el saber científico y con un amplio dominio crítico de los saberes de su área, realiza con gran rigor una original relectura de los internacionalistas del centro del mundo.

Eurico de Lima Figueiredo

Director del Instituto de Estudios Estratégicos (INEST) y profesor emérito de la Universidad Federal Fluminense

Marcelo Gullo. Doctor en Ciencia Política por la Universidad del Salvador. Magíster en Relaciones Internacionales por el Institut Universitaire de Hautes Études Internationales de la Universidad de Ginebra. Graduado en Estudios Internacionales por la Escuela Diplomática de Madrid. Licenciado en Ciencia Política por la Universidad Nacional de Rosario. Discípulo del politólogo brasileño Helio Jaguaribe y del sociólogo y teólogo uruguayo Alberto Methol Ferré. Asesor en materia de relaciones internacionales de la Federación Latinoamericana de Trabajadores de la Educación y la Cultura (FLATEC). Asesor de la vicepresidencia de la Comisión de Relaciones Exteriores de la Cámara de Diputados de la Nación. Profesor de la Universidad Nacional de Lanús y de la Escuela Superior de Guerra en la Maestría en Estrategia y Geopolítica. Investigador asociado del Instituto de Estudos Estratégicos (INEST) de la Universidade Federal Fluminense (UFF).

 

 

 

No se permite la reproducción parcial o total, el almacenamiento, el alquiler, la transmisión o la transformación de este libro, en cualquier forma o por cualquier medio, sea electrónico o mecánico, mediante fotocopias, digitalización u otros métodos, sin el permiso previo y escrito del editor. Su infracción está penada por las leyes 11.723 y 25.446.

Presentación

Amado Luiz Cervo

Profesor emérito de Relaciones Internacionales de la Universidad de Brasilia

 

 

 

 

En este, su nuevo libro, Relaciones internacionales: una teoría critica desde la periferia sudamericana, Marcelo Gullo esclarece las dos contradicciones que impregnan el campo de estudio de las relaciones internacionales en los países de América del Sur: por un lado, el espacio desmesurado que se otorga en los planes de estudio, tanto de grado como de posgrado, en las carreras de Relaciones Internacionales, a la teoría de las relaciones internacionales, y por otro, la sumisión que muestran los académicos respecto de las teorías de las relaciones internacionales elaboradas en la potencia hegemónica norteamericana.

Asimismo, nos señala el resultado desastroso que producen esas dos contradicciones a medida que penetran en los procesos de toma de decisiones de los Estados latinoamericanos y tienden a mantener, de ese modo, la condición hegemónica de la potencia del norte sobre la región.

Para el desarrollo latinoamericano, esas teorías establecen dos principios perversos: la libertad individual como valor supremo y la preeminencia absoluta de los intereses del mercado por sobre los del Estado y la sociedad. Justamente, los principios que Estados Unidos se cuidó de aplicar para sí, en su etapa de crecimiento y maduración económica.

Marcelo Gullo enriquece la lista de expertos en relaciones internacionales latinoamericanos, una lista que cuenta con un gran linaje de intelectuales de pensamiento sólido, consistente y repleto de enseñanzas correctas para guiar a los hombres que tienen a su cargo el proceso de toma de decisiones en los países en desarrollo.

A pesar de contar con un pensamiento sólido y consistente, América Latina no alcanzó a consolidar su desarrollo, hasta el momento, debido a aquellas pérfidas teorías puestas al servicio de la hegemonía de las potencias dominantes, sobre las regiones periféricas y propagadas entre los dirigentes a través de la enseñanza impartida en las universidades e institutos de formación profesional.

Por ello el camino a la madurez económica no se recorre siguiendo las enseñanzas del pensamiento hegemónico. Porque, como demuestra Gullo, fue otro el camino recorrido por aquellas naciones que alcanzaron el desarrollo económico en los últimos siglos.

Un desarrollo inconcluso, como el alcanzado por países como Brasil y Argentina, se debe a una situación histórica de dependencia, una situación muy bien explicada por los académicos latinoamericanos. Basar el proceso de desarrollo en insumos, capitales, empresas y tecnologías extranjeras mantiene estos procesos de desarrollo estructuralmente dependientes, a pesar de que, como en el caso brasileño, se posea un complejo y diversificado parque industrial, creador de empleo, renta y bienestar para las masas urbanas.

En la era de la globalización en que la potencia hegemónica pretende dominar por la fuerza, aquellos insumos –por ejemplo, la competitividad de la cual dependen el comercio exterior, las finanzas y la estabilidad monetaria– se asientan, en las economías en desarrollo, en la generación de tecnologías y marcas propias.

Ninguna apología del aislamiento económico internacional puede desprenderse del pensamiento de Gullo. Pero sí existe en su pensamiento una apología de la necesaria presencia del Estado que no debe permitir el desamparo del individuo cuando se enfrenta a fuerzas extranjeras que le impiden su plena realización como persona a través del trabajo y la creatividad.

Sin una política industrial como política de Estado, orientadora de la sociedad, ¿cómo defenderse, por ejemplo, de imposiciones ejercidas, a veces brutalmente, por empresas extranjeras cuando ven en el país oportunidades de negocios? La sola libertad individual no le garantiza a la persona la plena realización de las oportunidades cuando se enfrenta a la fuerza organizada de una multinacional.

En otras palabras, la presencia del Estado deja al desnudo la ideología neoliberal tanto como las experiencias neoliberales generalizadas en América Latina que minaron el proceso de desarrollo de las economías regionales, restándoles el dinamismo y el desempeño necesarios.

Cuando el electorado resolvió, a través del voto, alejar del poder a los grupos dirigentes neoliberales, en el cambio de milenio, esperaba que sus sustitutos fuesen capaces de imprimir al Estado una nueva funcionalidad y, así, poner de vuelta a las sociedades en el camino del proceso de desarrollo que mantuviese a las naciones en el rumbo de la maduración económica y del bienestar social, tal como soñaran Getúlio Vargas y Juan Domingo Perón entre 1934 y 1955.

La comprobación de las falencias de las experiencias neoliberales durante la última década del siglo XX, así como la comprobación de las fallas de los gobiernos de izquierda en América Latina en la primera década del XXI, nos deja como lección que los dirigentes deben poseer como requisito fundamental una capacidad de gestión apropiada para conducir esta etapa del proceso de desarrollo.

En ese sentido crece la importancia de la enseñanza en las universidades, como factor determinante para el perfeccionamiento de esa capacidad de gestión que deben poseer los dirigentes, quienes buscan en los pensadores las lecciones necesarias para la toma de decisiones y la elaboración de una estrategia de acción concreta.

Los dirigentes de la década de 1990 se imbuían de las enseñanzas neoliberales, como si la libertad individual y las leyes de mercado bastasen por sí solas. Los de la primera década del siglo XXI se imbuían del pensamiento social, como si promover la distribución de la renta y la igualdad social bastase por sí mismo. Los primeros absorbieron las teorías nefastas y de moda, en los cursos de ciencia política y relaciones internacionales, elaborados con el propósito de intoxicar la cabeza de los estudiantes. Los segundos se imbuyeron del pensamiento latinoamericano, elaborado para defender intereses, valores y patrones de conducta de las sociedades en desarrollo.

La sociedad hegemónica elabora un pensamiento en defensa de sus intereses, valores y patrones de conducta que luego inserta en las teorías sistémicas, de modo soterrado, para convencer a los incautos de que esos intereses, valores y patrones de conducta son universales. Por cierto, los países de América Latina avanzaron en el inicio del siglo XXI rumbo al bienestar del pueblo, pero no recuperaron el camino de la madurez económica requerida en tiempos de globalización. Carecían de los ingredientes que vuelven a las sociedades económicamente competitivas en escala global.

En suma, Gullo brinda en su libro las mejores lecciones para quien desea estudiar y escribir sobre las relaciones internacionales. Aun cuando no siempre las haga explícitas, como los hicimos nosotros en nuestras aulas y en nuestros textos, el autor transmite lecciones metodológicas y epistemológicas como herramientas mentales y operativas de trabajo.

Estudiar y escribir bien sobre las relaciones internacionales involucra cuatro conceptos a ser aplicados como categorías operativas y explicativas: 1) observar la sociedad: el Parlamento, los sindicatos, las asociaciones de clase, el empresariado, para investigar y enseñar cuáles son sus necesidades e intereses; 2) observar el mundo: la competencia, la productividad, las ganancias y pérdidas en las relaciones internacionales, los grados de desarrollo y la innovación tecnológica; 3) saber que el juego de los intereses que conduce las relaciones internacionales determina el avance y el atraso históricos, así como los niveles y los parámetros de dominación y dependencia, y 4) utilizar la inserción internacional como categoría analítica mayor, que involucra al Estado, a las fuerzas de los agentes dinámicos de la sociedad y al juego de los intereses de las naciones. En definitiva, validar la coherencia y los resultados de esos tres movimientos.

En suma, Gullo escribe para conocer y explicar, para educar e instruir la decisión de los dirigentes, públicos y privados.

Tengo la impresión de que nuestros pensamientos (el mío y el de Gullo) navegan sobre las nubes y se encuentran en las alturas.

Valoré y me gustó mucho este libro. Asimismo, aprecié su inteligencia en acción, capaz de abarcar el campo de estudio de las relaciones internacionales como pocos intelectuales lo consiguen. Este texto, además de alcanzar un extraordinario éxito en la comprensión, en tanto observador desde las alturas, del mundo de las relaciones internacionales, parece haber alcanzado la madurez que solo poseen los hombres de experiencia para realizar síntesis complejas.

El dominio del autor sobre este campo de estudio se asemeja al de los cóndores de la Patagonia que avizoran el mundo: a pesar de estar en las alturas, es capaz de verlo todo.

 

Brasilia, 15 de noviembre de 2017

Agradecimientos

En estas pocas líneas quiero agradecer a Gustavo Luque por la profunda lectura de mi obra y sus apropiados consejos. A Roberto Vitali por su invalorable ayuda en la corrección de este libro. A mis alumnos y amigos Manuel Valenti Randi, Sofía De Nicolo, Adilio Sebastián Bareiro, Telma Maserati, Federico Elías Cestares, Nicole Frangella, Carolina Casagni Welsch, Nicolás Canosa, Leopoldo Canosa, Carolina Eva Canosa y Alejandra Litvachky, que me ayudaron reflexionar y me alentaron para que pudiera terminar este libro.

A mis queridos compañeros y amigos Gustavo Battistoni, Fabricio Loja, Roy Williams, Quique Rey, Julio Rodríguez, Mario García y Silvia Bianchi, que me apoyaron en los momentos más difíciles y me abrieron puertas que otros me cerraban.

A Alberto Buela, Miguel Ángel Barrios, Carlos Pereyra Mele y a todos mis colegas del Centro de Estudios Estratégicos Suramericano (CESS), con quienes he reflexionado sobre las grandes tendencias de la política internacional.

A los compañeros del Sindicato Argentino de Docentes Particulares (Sadop), por su constante apoyo.

A Ana Jaramillo, Francisco Pestanha, Ruben Heguilein y Justino Bertotto, por su permanente estímulo y apoyo en mi labor docente.

 

PRÓLOGO

Eurico de Lima Figueiredo

Director del Instituto de Estudios Estratégicos (INEST) y profesor emérito de la Universidad Federal Fluminense

 

 

 

 

 

Todo escrito guarda dimensiones ocultas que no pueden ser percibidas inmediatamente en la letra impresa. Tres de ellas ganan realce: el autor, el conjunto de la obra en la cual se inscribe el trabajo y el contexto histórico-social en el cual este se produjo.

Marcelo Gullo ha llegado ya a la madurez intelectual, aunque sea todavía bastante joven. Tiene una formación académica sólida, construida tanto en su país de nacimiento, Argentina, como en Europa. Doctor en Ciencia Política por la Universidad del Salvador en su país, concluyó su Maestría en Relaciones Internacionales en el Instituto Universitario de Altos Estudios Internacionales de la Universidad de Ginebra, Suiza, y también se graduó en Estudios Internacionales en la Escuela Diplomática de Madrid, España. Obtuvo su licenciatura en Ciencia Política en la Universidad Nacional de Rosario. Actualmente es profesor en la Universidad Nacional de Lanús y en la Escuela Superior de Guerra, además de asesor en Relaciones Internacionales de la Federación Latinoamericana de Trabajadores de la Educación y la Cultura (Flatec). Aquí en Brasil es investigador asociado en el Instituto de Estudios Estratégicos de la Universidad Federal Fluminense. Está sometido a una agotadora labor dado que, viviendo en Rosario, ejerce su profesión en las ciudades de Lanús y Buenos Aires. Su trabajo, como el de una gran parte de los profesores universitarios de América Latina, está lejos de contar con los beneficios y las comodidades materiales habituales de los que gozan nuestros colegas en los centros académicos de los países centrales, sea en Estados Unidos o en los países europeos más avanzados. Este no es un dato menor a tener en cuenta al momento de evaluar su obra y trayectoria, pues Gullo es un investigador y un teórico de primera línea, tarea que exige alta concentración mental, capacidad de abstracción y generalización, además de una vasta cultura histórica universal y un conocimiento específico de la propia área de estudio.

Con gran dedicación y ascetismo intelectual, a pesar de todas las dificultades consiguió salir airoso del emprendimiento que ha realizado en las últimas décadas, sin dejar de cultivar sus lazos familiares más preciosos con su querida esposa Inés y sus amados hijos Juan Carlos, María Inés y Antonio. Además, Gullo se distingue en las relaciones personales por su caballerosidad, camaradería, transparencia, su constante cordialidad y afectividad, además de poseer un notable sentido del humor. Es preciso hacer estas referencias porque es un auténtico latinoamericano, dotado de una personalidad brillante que ilumina, que se enorgullece de haber nacido en este continente y se identifica con su pueblo. Tal subjetividad gana en objetividad en las páginas de sus obras cuando desea que todos nosotros podamos desarrollar una visión propia del mundo a partir de América Latina y no una visión de América Latina desde el mundo exterior. Bien sabe él que la segunda alternativa trae aparejada dentro de sí misma esquemas de dominación ideológica que han atravesado los siglos desde los años 1500. El lema de su alma máter, la Universidad del Salvador, donde obtuvo su doctorado, scientiam do menti cordi virtutem (ciencia en la mente y virtud en el corazón), gana una real expresión en los trabajos de Gullo. Nada en él se asemeja al académico frío y distante, tan común en el mundo anglosajón. Ni en su personalidad, ni en sus tesis, como el lector tendrá oportunidad de verificar personalmente en los ocho capítulos que componen este libro. Gullo es un intelectual original y valiente que no le teme a la polémica sino que más bien la provoca. No hay otro medio de ser oído en los medios más conservadores, aquí y afuera. Nada más latinoamericano.

La obra de Marcelo Gullo ha sido construida en los últimos trece años a paso acelerado. Entre libros publicados en la Argentina y en otros países, se llega a la impresionante cifra de once títulos, casi uno por año; además de un número considerable de artículos científicos, conferencias y entrevistas en la Argentina y en el exterior. Su primer libro, publicado en 2005, Argentina-Brasil: la gran oportunidad, con prólogo del profesor Helio Jaguaribe y epílogo de Alberto Methol Ferré, fue casi inmediatamente traducido al portugués y publicado por la editorial Mauad. Le siguió en 2008 La insubordinación fundante: breve historia de la construcción del poder de las naciones, también con prólogo de Jaguaribe. Este puede ser considerado su libro seminal. Allí sostuvo –con erudición, objetividad y claridad– su concepto de insubordinación fundante. El libro fue publicado en Brasil por la editora Insular en 2014. En 2012 avanzó un paso más en la elaboración de sus ideas con Insubordinación y desarrollo: las claves del éxito y el fracaso de las naciones, con prólogo de Aldo Ferrer, reputado economista argentino, ministro de Estado, embajador en Francia y crítico del neoliberalismo. La historia oculta: la lucha del pueblo argentino por su independencia del imperio inglés vio la luz en 2013, con el merecido prólogo de Mario “Pacho” O’Donnell, hermano del politólogo Guillermo O’Donnell. Pacho es un conocido intelectual y político (fue ministro, senador, diputado nacional), además de embajador en Bolivia y Paraguay. En 2014 Gullo publicó Conversaciones con Alberto Methol Ferré, pensador católico reconocido por muchos como el más original y fecundo intelectual de Uruguay y de América Latina misma, fallecido en 2009 a los ochenta años, quien ejerció una gran influencia sobre el pensamiento del actual papa Francisco. En el mismo año editó otro libro sobre uno de los más ilustres intelectuales y políticos peruanos, Víctor Raúl Haya de la Torre, desarrollando sus ideas y luchas por la integración sudamericana, Haya de la Torre: la lucha por la Patria Grande. Además de esos trabajos, Gullo publicó dos libros en Europa, ambos en 2010. En Francia, Le temps des États continentaux. Les nations face à la mondialisation: situation des pays latino-américains, con prefacio de Bernard Seillier, intelectual y político (senador) identificado con las causas de la pobreza y la exclusión social. En Italia editó Insubordinazione e sviluppo. Apunti per la comprensione del successo e del fallimento delle nazioni, con prefacio de Aldo Ferrer correspondiente a la edición original en español e introducción de Enzo Rossi, joven y brillante profesor de Teoría Política de la Universidad Van Amsterdan, en Holanda.

Esta breve presentación del recorrido de la obra de Gullo es importante para el lector no solo porque él es todavía poco conocido en los medios académicos brasileños sino también porque sus trabajos precisan y merecen ser mejor comprendidos y debatidos, dada la originalidad y la importancia de sus contribuciones.

Otro aspecto a resaltar es que su obra escrita ya puede ser organizada en torno a tres grandes ejes centrales que, en realidad, se interrelacionan formando un todo coherente y articulado. El primer eje se refiere al papel estratégico que confiere a las relaciones entre Brasil y Argentina en la construcción de una posible y futura unidad sudamericana. El segundo eje es de carácter, por así decirlo, heurístico: él encuentra en las ideas de intelectuales tan importantes en América del Sur como Methol Ferré y Haya de la Torre elementos que confirman históricamente sus propias ideas. El tercer eje es relativo a su construcción teórica propiamente dicha, que en este libro alcanza niveles muy elevados de formulación y expresión. Los prologuistas de sus obras –intelectuales y políticos considerados y reconocidos en la región y en el mundo– testimonian y legitiman, en la academia y en la sociedad, el valor de su trabajo intelectual.

Marx decía que “los filósofos no brotan de la tierra como hongos, ellos son los frutos de una época, de su pueblo, cuyas energías, tanto las más sutiles y preciosas como las menos visibles, se expresan en las ideas filosóficas. El espíritu que construyó los sistemas filosóficos en el cerebro de los filósofos es el mismo que construyó los caminos de hierro del ferrocarril con las manos de los trabajadores. La filosofía no es exterior al mundo”.

Cabe pensar que si ni los filósofos ni la filosofía son exteriores al mundo, los científicos y sus ciencias tampoco los son. Palpita en la obra de Marcelo Gullo su indignación contra la pobreza, la injusticia social y la dominación por parte de las elites de hierro que sufren América del Sur y la América Latina toda. Esas elites sin grandeza y sin nobles ideales, a lo largo de la historia de la región, se han mostrado incapaces de pensar y actuar con cabeza propia, y han adoptado modelos y teorías venidas de afuera, alejadas de las particularidades de los principales problemas de la región. En consecuencia, un área del globo terráqueo, potencialmente tan rica en recursos naturales y humanos, cohabita con el atraso, la miseria endémica y los más bajos índices de desarrollo social y humano. Por cierto la economía, motor del desarrollo, arranca, aquí y allá, generando a los golpes bolsones de riqueza y hasta de sofisticación. Las clases hegemónicas no se revelan, no se insubordinan, más bien insisten en seguir los mismos caminos que no dieron resultado hasta ahora, aun dándose cuenta de que jamás darán resultados positivos. Nuestras elites se subordinan a las ideas que los países más ricos del planeta no aplicaron para sí mismos cuando iniciaron su camino rumbo a la prosperidad y la riqueza, como Estados Unidos o Japón. No hay en nuestras elites insubordinación ideológica alguna, sino más bien aceptación de ideas que no solo no resuelven los problemas macroestructurales de la región sino que los agravan todavía más. Toda la región carece de autonomía en el escenario internacional, mientras que los intereses y los objetivos de los países más poderosos ganan aquí cada vez más espacio en la economía, la política y la sociedad. En el plano de la cultura, los llamados “poderes blandos” (soft powers) de las naciones más ricas penetran cada vez con mayor suceso en la vida cultural de los países latinos a través del cine, la música, la televisión y los medios de comunicación en general, desnacionalizando almas y sentimientos. Quienes como Gullo denuncian ese estado de cosas no es raro que sean marginados hasta de la misma academia, bajo la excusa de que están desactualizados de los nuevos tiempos de la globalización y no conocen la producción más avanzada de las universidades del llamado Primer Mundo. El resultado de todo eso produce melancolía. En un país como Brasil parece que un futuro mejor no llegará nunca.

Este libro de Marcelo Gullo contiene, sintetiza y organiza su propuesta de una teoría de las relaciones internacionales a partir de una nueva mirada: una teoría insubordinada que se resiste a entender la región con la perspectiva del centro hegemónico. Es el resultado de los esfuerzos de un hombre que, basado en el saber científico y con un amplio dominio crítico de los saberes de su área, realiza con un gran rigor una original relectura de los internacionalistas del centro del mundo. Él es consciente de la máxima de Ferdinand de Saussure, según la cual el punto de vista crea el objeto. Su perspectiva teórica surge del análisis de nuestras imperfecciones, errores y callejones sin salida que hemos tomado a lo largo de nuestra historia. Sin embargo, ella es también altiva y generosa. Asume la dignidad de los pueblos de América Latina en el llamado “concierto de las naciones”.

 

Río de Janeiro, 20 de febrero de 2018

 

 

Introducción

Fue en el comienzo de nuestra madurez intelectual cuando publicamos –sostenidos y apadrinados por dos gigantes del pensamiento iberoamericano como fueron Alberto Methol Ferré y Helio Jaguaribe, quienes nos habían brindado durante años y desinteresadamente sus enseñanzas, apoyo y afecto–, en la primavera de 2008, nuestro segundo libro, La insubordinación fundante. Breve historia de la construcción del poder de las naciones. Fue entonces cuando abrimos nuestra obra afirmando:

 

Estas líneas intentan ser un pensar desde la periferia, una tentativa de reflexionar desde nuestro estar y desde nuestro ser. Un pensar las relaciones internacionales desde la periferia, convencidos de que, como sostenía Stanley Hoffmann (1991: 35): “Nacida y formada en Norteamérica, la disciplina de las relaciones internacionales está, por así decirlo, demasiado cerca del fuego” y que “necesita una triple distancia: debería alejarse de lo contemporáneo hacia el pasado, de la perspectiva de una superpotencia (altamente conservadora) hacia la de los débiles y lo revolucionario; alejarse de la imposible búsqueda de la estabilidad, abandonar la ciencia política y retomar el empinado ascenso hacia las altas cumbres que los interrogantes planteados por la filosofía política tradicional significan”.

Nos proponemos estudiar, histórica y analíticamente, desde la periferia, las relaciones internacionales. Somos conscientes de que, para analizar el pasado, para comprender los procesos en curso y para proyectar hipótesis sobre el futuro, nos es necesario un apropiado sistema de categorías que no puede ser en un todo –por las razones expuestas por el mismo Hoffmann– el elaborado en los altos centros de excelencia de los países centrales. Es por ello que nuestro objetivo profundo consiste en la elaboración de unos apuntes que sirvan, luego de un largo proceso de discusión y refutación, a la elaboración de una teoría crítica de las relaciones internacionales.

 

Es justamente, entonces, esa teoría crítica de las relaciones internacionales la que luego de un largo y sostenido esfuerzo intelectual hoy presentamos a nuestros lectores.

Corrigiendo al maestro Hoffmann, nos es preciso aclarar que las relaciones internacionales nacieron, como disciplina académica, en Gran Bretaña. Formalmente, como una consecuencia del terrible trauma que había provocado en la sociedad europea la Primera Guerra Mundial y, en sustancia, por la necesidad de la elite inglesa de reflexionar sobre cómo detener el notorio declive del poder británico que había necesitado, para vencer al desafiante Imperio Alemán, la imprescindible participación de Estados Unidos de América en la Gran Guerra.

Sin embargo, el surgimiento del nazismo y el temor a una nueva guerra hicieron que muchos estudiosos de las relaciones internacionales –aún antes del estallido de la Segunda Guerra Mundial, producido el 1 de septiembre de 1939– cruzaran el océano Atlántico –como lo habían hecho en el siglo XVII los peregrinos del Mayflower– en busca de una nueva “tierra prometida” que les permitiera continuar con sus estudios en total libertad y en muchos casos, incluso, hasta salvar sus vidas.

A causa de ese “nuevo peregrinaje”, las relaciones internacionales, nacidas en el viejo continente, tuvieron un segundo nacimiento en el seno de las más prestigiosas universidades de Estados Unidos. Un segundo nacimiento tan deslumbrante –por el grado de desarrollo y profundidad alcanzado en el estudio– que hizo olvidar el nacimiento europeo.

Naturalmente, Estados Unidos se convirtió, después de la Segunda Guerra Mundial, en una gran meca para quienes buscaban formarse –y especializarse– en el estudio de las relaciones internacionales. Y, así, los estudiantes extranjeros que regresaban a sus respectivos países de origen –luego de haberse formado y especializado en las universidades norteamericanas– llevaban consigo la peculiar forma estadounidense de concebir y estudiar las relaciones internacionales, concepción según la cual era más importante conocer el presente que el pasado. Por no interesarle a la potencia hegemónica, no se contemplaba, precisamente, el imprescindible estudio sobre la relación entre los fuertes y los débiles.

Esto llevó, por un lado, a una verdadera deficiencia en la comprensión del sistema internacional y, por otro, a que, naturalmente, la cuestión de cómo y bajo qué circunstancias los débiles han sido capaces de contrarrestar su inferioridad no haya estado en el centro de la investigación científica y haya ocupado un lugar marginal en el estudio mismo de las relaciones internacionales.

Esta comprobación justificaría por sí misma la necesidad de una nueva teoría crítica de las relaciones internacionales elaborada desde la perspectiva de aquellos que necesitan contrarrestar su inferioridad, es decir, desde la perspectiva de los países débiles y por lo tanto subordinados al fuerte, o a los fuertes, del mundo. Sin embargo, esta necesidad nos parece tanto más acuciante en cuanto que comúnmente en los países débiles, subordinados o periféricos, como también destaca Hoffmann, los expertos en relaciones internacionales tienden con demasiada frecuencia a reflejar más o menos servilmente y, con algún retraso, las “modas” norteamericanas –los debates y las categorías de análisis en boga– y al hacerlo reflejan y sirven también al interés político de Estados Unidos, dada la conexión existente en ese país entre el mundo académico y el mundo del poder, que coloca a un gran número de académicos e investigadores no meramente en los “pasillos” del poder sino también en la “cocina” del poder.

Recordemos al pasar que para los grandes académicos en Estados Unidos servir al Departamento de Estado, a la CIA o a cualquier otra agencia de seguridad, inteligencia y espionaje no es, como entre nosotros, motivo de vergüenza o espanto, sino de orgullo. Recordemos también al pasar que los más prestigiosos profesores y teóricos de las relaciones internacionales –Nicholas Spykman, Hans Morgenthau, Zbigniew Brzezinski, Samuel Huntington, Joseph Nye, Graham Allison o Henry Kissinger, entre otros– fueron todos ellos asiduos visitantes de la “cocina” del poder.

Por ello –por la intrínseca relación existente entre la academia y el poder en Estados Unidos–, una de las tareas primordiales de los intelectuales de las regiones subordinadas, entre ellos los profesores de relaciones internacionales, debería consistir en “desentrañar las ideologías de los sistemas centrales, en cuanto ellas representan fuerzas e instrumentos de dominación. Pero la realización cabal de esta tarea presupone, a su vez, la construcción y el uso de un instrumento adecuado: necesitamos, pues, de una nueva ciencia del pensar, esto es, una epistemología propia” (Chávez, 2012: 168). Se desprende, entonces, que necesitamos un corpus epistémico que permita dar cuenta de nuestra perspectiva, pero preciso es advertir que los corpus epistémicos no se prestan ni se alquilan: se construyen.

Por otra parte, importa resaltar que la necesidad de la elaboración de una teoría crítica de las relaciones internacionales encuentra también su razón de ser en que las teorías concebidas en los grandes centros de excelencia del mundo anglosajón –del realismo al idealismo, del estructuralismo a la teoría de la interdependencia, del neorrealismo a la teoría del sistema-mundo– no dan cuenta cabalmente de lo que hoy constituye el principal actor de las relaciones internacionales: la oligarquía financiera internacional, conformada por los miembros con vocación de poder que integran el capital financiero internacional y que, movidos por el instinto político, actúan, de forma directa o indirecta, coordinando tácita o expresamente sus acciones en el sistema internacional para manipularlo a fin de que favorezca de forma permanente y exclusiva sus intereses.

Hay que enfatizar que errar en la identificación de los actores determinantes del sistema internacional es errar en todo, pues ese error de base en lo que constituye la primera premisa de cualquier razonamiento lleva inexorablemente a un análisis completamente equivocado de la realidad internacional, pues sin la identificación exacta de los actores decisivos es imposible analizar correctamente esa realidad, analizar adecuadamente las estructuras y analizar cabalmente los procesos de interacción que se producen en el sistema internacional mismo.

Por ello resulta curioso que en la mayoría de los textos con los cuales se forman los alumnos de relaciones internacionales de todo el orbe, de Nueva York a Buenos Aires y de Lisboa a Pekín, se mencionen como actores no estatales del escenario internacional a las organizaciones internacionales gubernamentales, a las organizaciones internacionales no gubernamentales, a las colectividades locales y regionales, a las redes terroristas, a las organizaciones criminales internacionales y a las empresas multinacionales, pero se omita al actor no estatal más importante y decisivo del sistema internacional: la oligarquía financiera internacional.

Se ha producido en el sistema internacional un cambio fundamental, el mismo que lleva a la inexorable necesidad de elaborar una nueva teoría crítica de las relaciones internacionales.

El cambio axial más relevante para comprender la arquitectura actual del poder mundial y el orden internacional mismo es que existen mecanismos de dominación que permiten, ahora más que nunca antes, que la oligarquía financiera internacional pueda subordinar a sus intereses, en determinadas circunstancias históricas, no solo a las naciones débiles sino también a las medianas y grandes potencias del sistema.

Estamos viviendo tiempos interesantes, tan interesantes que al lograr la oligarquía financiera internacional subordinar a los mismos países centrales, estos comienzan a padecer males semejantes a los que se manifiestan en los llamados Estados periféricos, dependientes o subdesarrollados.

Estamos viviendo tiempos interesantes también porque, al haberse convertido el proceso de integración de Europa luego de la creación del euro en un proceso de “integración satelizante”, vemos aparecer dentro de Europa misma Estados subordinantes y Estados subordinados. Vemos deslizarse, lentamente, a Portugal, Italia, Grecia, España y a la mismísima Francia hacia una situación de subordinación con respecto a Alemania, que parecería irreversible. Pero a su vez Alemania misma parecería estar completamente subordinada a la oligarquía financiera internacional y a la petrooligarquía islámica.

De esa forma, nuestro esfuerzo en elaborar una nueva teoría crítica de las relaciones internacionales que comenzamos intuitivamente de la mano de Alberto Methol Ferré y Helio Jaguaribe hace ya trece años –con la publicación de nuestro primer libro, Argentina-Brasil: la gran oportunidad– y que imaginábamos tendría como destinatarios principales a los alumnos y estudiosos de las relaciones internacionales de los países periféricos, a hombres y mujeres de los Estados subordinados de América del Sur, quizá ahora sea también de gran utilidad para hombres y mujeres de los nuevos Estados subordinados de Europa y también para el propio pueblo de Estados Unidos que lucha, instintivamente, hoy en día, por liberarse del dominio de la oligarquía financiera internacional.

 

CAPÍTULO 1
Los problemas básicos de las relaciones internacionales como disciplina de estudio

 

 

 

1. El problema del origen

Auguste Comte sostenía que, para conocer una ciencia, había que conocer su origen e historia, rastrear su ascendencia. “No se conoce una ciencia si no se conoce su historia” (citado por Balzacq y Ramel, 2013: 37). Por este motivo resulta relevante destacar que así como la ciencia política puede rastrear su ascendencia hasta Platón y Aristóteles, las relaciones internacionales pueden rastrear la propia hasta Tucídides (460 a.C.-395 a.C.) y Polibio de Megalópolis (200 a.C.-118 a.C.) y, luego, en los viejos maestros de la geopolítica: Friedrich Ratzel (1844-1904), Alfred Mahan (1840-1914), Rudolf Kjellén (1864-1922), Halford MacKinder (1861-1947) y Karl Haushofer (1869-1946). Sin duda alguna, con todos sus errores y limitaciones, la geopolítica puede ser considerada la fuente moderna en la que abrevaron las relaciones internacionales como disciplina de estudio y los Estados más poderosos para delinear las grandes líneas estratégicas de acción de sus respectivas políticas exteriores (Peltzer, 1994: 47). Pero ese importante hecho no será reconocido porque la geopolítica se transformó, después de 1945, en una especie de “disciplina maldita”, a pesar de que todas las grandes potencias, después de la Segunda Guerra Mundial, han seguido en gran medida fundando sus afanes hegemónicos en supuestos de indiscutible naturaleza geopolítica (Trías, 1973: 7).

Importa destacar además, porque es un hecho totalmente desconocido por los académicos europeos y norteamericanos y aun por muchos o más bien la mayoría de los latinoamericanos, que las relaciones internacionales pueden rastrear también su ascendencia en el pensamiento de algunos de los más importantes hombres de la generación latinoamericana del 900, integrada entre otros por el uruguayo José Enrique Rodó (1871-1917), el mexicano José Vasconcelos (1882-1959) y los argentinos Manuel Ugarte (1875-1951) y José Ingenieros (1877-1925) (Bernal Meza, 2013).

Hijos intelectuales de la generación del 900 son, entre otros, el político e intelectual peruano Víctor Raúl Haya de la Torre (1895-1979) (Gullo, 2013a) y el pensador uruguayo Alberto Methol Ferré (1929-2009), creador de la teoría de los Estados continentales y de notable influencia en el pensamiento geopolítico del papa Francisco (Gullo, 2013c).

Explicitada, entonces, la ascendencia de las relaciones internacionales como disciplina académica, conviene precisar que nacieron en el viejo continente. Formalmente, surgen en Gran Bretaña como una consecuencia del terrible trauma que había provocado en la sociedad europea la Primera Guerra Mundial y, en sustancia, por la necesidad de la elite inglesa de reflexionar sobre cómo detener el notorio declive del poder británico que había necesitado, para derrotar al desafiante Imperio Alemán, de la imprescindible participación de Estados Unidos en la Gran Guerra. Es precisamente entonces al fin de la Primera Guerra Mundial cuando las relaciones internacionales nacen como disciplina científica autónoma.

La primera cátedra de Relaciones Internacionales se creó en Aberystwyth, Gales, en 1919, y su profesor titular fue sir Alfred Eckhard Zimmern. Al poco tiempo la Universidad de Oxford y la London School of Economics fundaron sus respectivas cátedras. La de Aberystwyth fue financiada por lord David Davies, un importante industrial galés, y las de Oxford y de la London School of Economics, por Montague Burton, un reconocido comerciante de Londres. Las tres cátedras británicas –y el entonces recientemente creado Royal Institute of International Affaires– estaban imbuidas del mismo objetivo: entender los cambios que se estaban produciendo en el sistema internacional y saber, en consecuencia, qué debía hacer Gran Bretaña para recuperar y mantener su poder en el nuevo escenario internacional (Attiná, 2001: 19).

Por otra parte, la necesidad de formar cuadros político-diplomáticos –el funcionariado internacional– para la recientemente creada Sociedad de Naciones –que los políticos e intelectuales más liberales imaginaban como el embrión de un futuro gobierno mundial– llevó a la creación, en Suiza, del primer instituto universitario consagrado plenamente al estudio de las relaciones internacionales: el Institut Universitaire de Hautes Études Internationales (IUHEI) fundado, en 1927 por iniciativa del rector de la Universidad de Ginebra, el profesor de Historia Económica William Rappard (1883-1958). El IUHEI nace apadrinado políticamente por el presidente Wilson, en estrecha relación institucional con la Sociedad de Naciones y financiado por la Fundación Rockefeller. Su primer director fue el profesor Paul Mantoux (1877-1956), especializado en historia económica.

Los intelectuales liberales más destacados de Europa fueron los primeros profesores del IUHEI, entre ellos, el historiador Guglielmo Ferrero (1871-1942), el gran jurista Hans Kelsen (1881-1973) y el economista Ludwig von Mises (1881-1973).

El primer cuerpo de profesores del IUHEI creyó encontrar, por entonces, en la creación de los organismos internacionales, en la formación de un funcionariado internacional cosmopolita y en el establecimiento del libre comercio a nivel mundial las condiciones que hicieran por fin posible el establecimiento de una paz universal durable. El libre comercio era, para la mayoría de los profesores de este instituto, la mejor herramienta para garantizar la paz mundial.

Con el paso del tiempo, cuatro miembros del cuerpo de profesores del IUHEI recibirían el premio Nobel de economía: Gunnar Myrdal, Friedrich von Hayek, Maurice Allais y Robert Mundell. Dictaron cursos allí los más eminentes intelectuales de la época: Raymond Aron, René Cassin, Luigi Einaudi, John Kenneth Galbraith, George Peabody Gooch, Gottfried Haberler, Friedrich von Hayek, Hersch Lauterpacht, lord Arnold McNair, Gunnar Myrdal, Harold Nicolson, Philip Noel Baker, Pierre Renouvin, Lionel Robbins, Jean de Salis, Carlo Sforza y Jacob Viner. Importa destacar que Hans Morgenthau (1904-1980) –a quien puede considerarse junto con Raymond Aron (1905-1983) como el padre fundador de las relaciones internacionales como disciplina científica (Peltzer, 1994: 33)– durante su permanencia en Ginebra no fue profesor del IUHEI pero estuvo ligado íntimamente al Instituto y dejó en él una impronta imborrable (Balzacq y Ramel, 2013: 221).

No deja de ser interesante –y relevante– destacar la creación, en la República Argentina, más precisamente en la ciudad de Rosario el 17 de agosto de 1920, de la Licenciatura en Diplomacia en la Facultad de Ciencias Económicas, Comerciales y Políticas (FCECP). Será también la FCECP de Rosario, a partir de 1927, la primera facultad en Latinoamérica en expedir el título de doctor en Diplomacia. La primera colación de grado se realizó el 21 de septiembre de 1932 (De Marco, 2015). Resulta políticamente relevante destacar que la Licenciatura en Diplomacia y el Doctorado en Diplomacia fueron creados en la ciudad de Rosario y no en Buenos Aires, capital de la República.1

2. El problema del “segundo nacimiento”

El estallido de la Segunda Guerra Mundial congeló el desarrollo de las relaciones internacionales en el viejo continente y estas, cruzando el Atlántico, no bien finalizada la guerra, tendrán un segundo nacimiento en Estados Unidos, tan deslumbrante –por el grado de desarrollo y profundidad alcanzado en el estudio– que hará olvidar el primero, europeo. Por eso, siguiendo a Stanley Hoffmann, comúnmente suele considerarse a las relaciones internacionales como una ciencia social norteamericana.

Al renacer en Estados Unidos el estudio de las relaciones internacionales, este adquirirá características que lo acompañarán hasta nuestros días: 1) el exagerado énfasis puesto en los saberes que tratan solo sobre el presente; 2) el deficiente conocimiento de la historia universal, y 3) la carencia de investigaciones suficientes sobre la relación entre los fuertes y los débiles. Por otra parte, este segundo nacimiento, explosivo y deslumbrante, y el enorme y bien logrado prestigio de sus universidades provocaron seis consecuencias en el resto del mundo:

  1. Que la producción teórica norteamericana reinara de forma absoluta en el universo académico internacional y que, por lógica consecuencia, en la mayoría de las universidades del mundo las relaciones internacionales fuesen analizadas mediante el uso de las teorías producidas en las altas casas de excelencia de Estados Unidos.
  2. Que los textos que se utilizan en la mayoría de carreras de Relaciones Internacionales en todas las universidades del mundo, sobre todo en materia de teoría, salvo contadas excepciones, sean los de los grandes estudiosos norteamericanos o europeos residentes en Estados Unidos, que concibieron sus ensayos a partir de mediados del siglo XX.
  3. Que Estados Unidos se convirtiera en una gran meca para quienes buscaban formarse –y especializarse– en el estudio de las relaciones internacionales.
  4. Que los estudiantes extranjeros que regresaban a sus respectivos países de origen –luego de haberse formado y especializado en las universidades norteamericanas– llevasen consigo la peculiar forma estadounidense de concebir las relaciones internacionales, concepción según la cual estudiarlas es casi un sinónimo de estudiar teoría de las relaciones internacionales.
  5. Que se produjera un seguimiento irreflexivo, por parte de los académicos residentes fuera de Estados Unidos, de debates y categorías en boga producidos en las prestigiosas universidades norteamericanas.
  6. Que el inglés se convirtiera en la lengua franca de las relaciones internacionales.

En su brillante estudio Jano y Minerva. Ensayos sobre la guerra y la paz Stanley Hoffmann advierte claramente que una de las características problemáticas que afligen a las relaciones internacionales –íntimamente ligada no a su naturaleza, sino al hecho de que la disciplina renació en Estados Unidos y tiene, todavía, allí su principal residencia– consiste en el exagerado acento puesto sobre el presente.2