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© Del texto: Cristian B. Reche Lillo

© De esta edición: Editorial Sargantana, 2018

Email: info@editorialsargantana.com

www.editorialsargantana.com

 

 

Primera edición: Marzo, 2018

 

 

 

ISBN: 978-84-17731-15-1

 

 

 

 

A los míos, por la paciencia y su empeño en pulir este
material, que a veces brilla, y a menudo no.

A Esther, por su tiempo.

Y a Yanira, por todo, por cada momento, los días de
sol, las noches cerradas y los atardeceres de cuadro.

 

 

 

 

«Sé poco de la vida. Puedo escribir sobre la vida, pero,
cuando se trata de vivir, no tengo ni idea de cómo se hace,
porque esto de vivir es un fenómeno muy extraño.
»

John Banville

 

“It’s a new day
(Why did they follow me home?)”

Karnivool, New Day

 

“Piensa en que nos vimos en algún lugar,
En el cual no existía la realidad.”

Sôber, La Prisión del Placer

 

Prólogo

Según el Evangelio de Juan, «en el principio era el logos», lo que significa que, con anterioridad al logos, no hay nada. Ahí debemos situarnos para hacer este prólogo, en la nada y, por extraño que parezca, esa nada es, precisamente, la razón de ser de La balada del infinito, si es que la nada puede ser una razón para algo. El bueno de Parménides nos diría que ya estamos desvariando. Quizás. Pero puede que en ese desvarío, que es como un deambular campo a través, acabemos encontrando un nuevo sentido a las cosas.

La nada, la falta de sentido, el absurdo, es el infinito contra el que hay que rebelarse. Pero ¿qué se puede hacer? ¿Qué nos puede salvar del vacío? Tal vez Cristian haya dado con la clave en su novela. Vaya. Contra la falta de sentido, hay que cantar. Cantar y amar.

En esta novela vemos un mundo que parece que ha sido abandonado por los dioses, si los hubo alguna vez. Un mundo mecánico, cruel y superficial, que oculta un Submundo, un infierno cargado de sentido que hay que descubrir. Ese mundo es Villaquietud. Pero Villaquietud no es solo un lugar. Es también un momento de la vida. Aquel momento en el que se abandona la ingenuidad de la infancia y la juventud, y se empieza a mirar la realidad con lucidez y, por lo tanto, con tristeza. Tal vez, melancolía. En ese momento vive instalado Tristán, el protagonista de la novela.

Y en Villaquietud pasarán cosas que llevarán a Tristán del infierno a Siberia, del todo a la nada, de la soledad al amor y del absurdo al sentido. No estamos, sin embargo, ante una novela policíaca, un thriller o como quiera que se categorice la literatura en las estanterías y en los bazares online. Estamos ante la expresión de una búsqueda de sentido en medio del absurdo y la consagración de la música y el amor como única salvación. Avanzar con Tristán hacia la búsqueda de respuestas, hacia el éxito, hacia la belleza, es avanzar también hacia el conocimiento de uno mismo, hacia la nota que pone a vibrar el mismo núcleo de nuestras vidas. Y, sin duda, en esta novela, Cristian ha hecho un exigente ejercicio de autoconocimiento.

Cristian, una vez más, nos pone con su obra frente a los límites de la realidad y del pensamiento, nos seduce, nos hace amar, temer y, en mi caso, tener que buscar en Spotify más de una referencia musical, porque, como todo lo que tiene sentido, esta novela tiene banda sonora. Escuchadla con atención hasta el final. Después de La balada del infinito, el silencio será otra cosa.

En Villaquietud, a 28 de noviembre de 2017

 

Felipe Garrido Bernabeu

Profesor de Filosofía

 

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