Mi pequeña guerra

 

 

 

Este libro ha sido publicado con el apoyo de Flanders Literature (wwww.flandersliterature.be).

 

 

Título original:

Mijn kleine oorlog

 

De esta edición:

© De Conatus Publicaciones S. L.

Casado del Alisal, 10

28014 Madrid

www.deconatus.com

 

Copyright © 1947/2002 The Estate of Louis Paul Boon

Original title Mijn kleine oorlog

First published in 1947 by Em. Querido´s uitgeverij B.V., Amsterdam

 

© De la traducción: Ronald Brouwer

Primera edición: Marzo de 2019

 

Diseño de la colección: Álvaro Reyero Pita

 

ISBN: 978-84-17375-23-2

 

 

Todos los derechos reservados.

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Prólogo

Mi pequeña guerra: no puedes dejar de leerla. Porque no dejas de asombrarte.

Te tropiezas con el lenguaje y al desconcertarte se te abren los ojos ante la subversiva elocuencia que posee.

Quieres poner interrogantes por la incongruencia formal, temática y de perspectiva, que hace desiguales las historias y sus comentarios añadidos, pero cuando tratas de verbalizar tus dudas su carácter directo, su autenticidad y su originalidad los convierten en exclamaciones.

Te escandaliza la psicología en blanco y negro, la visión sesgada del colaboracionismo, la resistencia y la represión, y la ceguera ante las tendencias positivas. Esa molestia se repliega cuando descubres detrás de la apariencia de ingenuidad el pensamiento y la acción complejos, los infinitos matices que invierten esa visión y, sobre todo, la infatigable esperanza de un mundo mejor.

Así empieza un vasto estudio dedicado a Mi pequeña guerra[1], y no sabríamos expresarlo mejor. Mucho se podría escribir sobre este libro en su contexto literario –se suele señalar la influencia de Céline y Dos Passos– y en relación al complejo panorama histórico de un país que ya estaba dividido y que por segunda vez se tuvo que enfrentar a una invasión y posterior ocupación. Pero en estas palabras previas nos dedicaremos principalmente a presentar al autor y a describir el devenir de este texto, del que existen tres versiones con diferencias sustanciales.

 

De Louis Paul Boon, una de las voces flamencas más significativas de la literatura del siglo xx, se conocen en España solo dos títulos: El camino de la capillita[2], publicado en 1979 por la editorial Destino, que ya únicamente se encuentra en librerías de viejo, y Daens, la película de Stijn Coninx a partir de su novela Pieter Daens[3]. Ambos libros, en los que late el despertar del movimiento obrero del siglo xix, transcurren en la ciudad natal del autor, Aalst (en español: Alost), una localidad a treinta kilómetros de Bruselas con una importante industria textil, junto a otras fábricas, p. ej. de glucosa y de cerveza.

Allí nació Boon, en 1912, en el seno de una familia humilde. Aunque vivían lejos del frente, la Primera Guerra Mundial marcó su niñez, como testimonia en su Retrato de juventud hecho trizas[4], que rememora el temor que le contagiaba su madre, la incomprensión, pero también la sensación de que «solo la gente de nuestra calle era gente de verdad, mientras que el resto del mundo era algo así como un telón de fondo».

Fue buen alumno, especialmente en Lengua, aunque le costaba aceptar la autoridad. Le echaron del instituto por haber sacado libros de una biblioteca no católica, compartiéndolos con sus compañeros. Empezó la carrera de Bellas Artes, pero la prolongada enfermedad de su padre le obligó a abandonarla y a trabajar como pintor de brocha gorda. Uno de sus primeros empleos fue en una fábrica de coches cerca de Bruselas, donde le despidieron por cantar la Internacional, según contó el propio Boon con su tendencia a la mistificación.

En 1936 se casó con Jeanneke de Wolf, una costurera que llevaba una pequeña tienda de ropa para niños. Entonces, en septiembre de 1939, seis meses después de nacer su hijo Jo, ante la amenaza de una nueva guerra Boon fue llamado a filas; y tras un periodo de relativa calma, en mayo de 1940 estalló efectivamente la guerra. En la defensa del Canal Alberto, en un pueblo fronterizo cerca de Maastricht, los alemanes le hicieron prisionero; tuvo que ir caminando hasta Aquisgrán y de allí le llevaron en un camión para transporte de animales al campo de detención de Fallingbostel, en el norte de Alemania, cerca de Hannover. En agosto, en el marco de la Flamenpolitik[5], pudo regresar a Alost, que entre medias había sido tomada por los alemanes. Sus vivencias junto al Canal Alberto y en el lager quedan reflejadas en Mi pequeña guerra, que por lo demás retrata más bien la cara no directamente bélica de la guerra, es decir, la vida cotidiana en una ciudad ocupada.

Para superar la depresión, fruto de la experiencia traumática, a su regreso a casa se volcó con mayor ahínco que antes en la escritura y el dibujo, mientras seguía ganándose la vida, muy a su pesar, subido a escaleras y andamios pintando fachadas o arreglando canalones y cristales rotos. En 1943 recibió por su primer libro, El suburbio crece[6], el Premio Leo J. Kryn. A los que no hemos vivido ninguna guerra nos extraña que en plena ocupación y en tiempos de precariedad se entregasen premios literarios, e incluso con dotación económica, pero esta paradoja concuerda precisamente con lo que transmite Mi pequeña guerra: la vida se altera, pero continúa.

El debut de Boon retrata la vida en una calle del extrarradio de la ciudad en la época de entreguerras, una hilera de casas obreras y sus habitantes. De hecho, más que las figuras que aparecen en El suburbio crece, la protagonista es la propia calle, dejando traslucir motivos como la lucha de clases y el deseo sexual, un «cementerio de ilusiones», como dice la contraportada de una reedición reciente.

 

Tras la publicación de su segunda novela, Abel Gholaerts, sobre un pintor incomprendido con rasgos de Van Gogh y del propio autor, en el mes de noviembre de 1944 Bélgica fue completamente liberada, aunque después todavía hubo una inesperada ofensiva de los nazis en las Ardenas. Invitado a escribir una serie de crónicas de guerra para el nuevo semanario Zondagspost, Boon presentó algunas a modo de prueba, redactadas a partir de apuntes sueltos que desde la primavera había ido anotando en un cuadernillo. La respuesta fue muy positiva: era justo lo que esperaban de él. «No hace falta que las crónicas sigan un orden. Mézclalas, y así podrás intercalar de vez en cuando una que transcurra en el presente», respondió su redactor[7].

Estas colaboraciones bajo el título genérico de Mi pequeña guerra empezaron con «Noche roja» (24 de diciembre de 1944, en el primer número de Zondagspost) y terminaron con «Objetivo F-I-8» (12 de agosto de 1945, pocos días después del ataque atómico sobre Nagasaki). Eran relatos de temor y hambre, afán de supervivencia, colaboracionismo con el alemán, falta de entendimiento entre flamencos y valones, y esperanza de crear un mundo más justo cuando acabara la guerra. En total fueron 33 crónicas, siendo cada una un flujo impetuoso de palabras y digresiones, sin dividir párrafos, con giros dialectales y saltos entre pretérito y presente, entre primera, segunda y tercera persona, utilizando a menudo el polisíndeton (casos como «duda y furor y desesperación y amor inoportuno») o al contrario prescindiendo de conjunciones o comas, creando así una sensación de espontaneidad y urgencia por compartir estas historias.

Más tarde, Boon juntó estos textos para publicarlos en forma de libro, cambió el título de algunos de ellos y los reordenó siguiendo, ahora sí, la cronología. Aunque al leerlo no salta a la vista, el resultado es bastante equilibrado: el libro abre con una doble declaración de intenciones: «escribes tu “pequeña guerra”», que no formaba parte de la publicación en Zondagspost, y «El libro de la guerra», que originalmente se publicó en mayo, ya muy avanzado el ciclo, cuando varios amigos de Boon volvieron de los campos de concentración; y termina con «Self-defense», también de mayo. De esta manera, Boon dotó al libro de un comienzo y un cierre programáticos. Y dentro de este marco hay tres capítulos que relatan la invasión, la derrota y el cautiverio; luego quince sobre la supervivencia en el día a día de la ocupación; casi en el centro están los capítulos «Albertine spaens» y «La primera hora» que aluden respectivamente al desembarco de los aliados en Normandía y a la retirada de los alemanes de Alost; y después hay otros diez dedicados a los primeros meses de posguerra (la persecución de los colaboracionistas, el desarme de la resistencia, el regreso de los supervivientes de los campos…). No se incluyó, posiblemente por olvido a causa de la premura, la crónica «Reencuentro con Ostende», que aquí adjuntamos como apéndice.

Boon no solo reordenó los textos, también los retocó. Fue aún más osado que en la versión original en los exabruptos, la omisión de mayúsculas y una puntuación anárquica. Cambió algunos nombres propios o los sustituyó por dingen («fulano»), tal vez para evitar que figuras reales se molestaran al reconocerse. Además, añadió a cada episodio unos párrafos en cursiva, sin apenas conexión con el texto que les precedía y rompiendo con la cronología. Para algunos de estos comentarios, resúmenes de anécdotas con escaso desarrollo, reubicó pasajes de otras crónicas, concretamente de una que suprimió, «Feria heroica», pero en su mayoría fueron nuevos, a partir de sus apuntes previos. La edición, que vio la luz en 1947, contó con un texto de presentación de la mano de Willem Elsschot[8].

De cara a la nueva publicación por una editorial de Ámsterdam, en 1960, Boon suavizó las expresiones más provocadoras, puso bastantes más puntos, comas y mayúsculas –sin llegar al uso estándar– y sustituyó por equivalentes algunas palabras flamencas que el lector holandés probablemente no entendería. Suprimió el capítulo «Premios» y tras el último añadió dos textos nuevos: «Quince años más tarde» y «Palabra final».

Tanto la edición de 1947 como la de 1960, concluyen con una frase lapidaria, respectivamente: «Da patadas a la gente hasta que tenga conciencia» y «¿Qué sentido tiene todo?». El paso de la primera, más esperanzadora, a la segunda, más escéptica, parece un indicio de la evolución de Boon en ese intervalo, que va en paralelo con la de la sociedad: tras la mezcla de ilusión e ira de los años de la Reconstrucción, el nihilismo de la Guerra Fría.

En una distendida entrevista posterior[9], Boon justificó las modificaciones de la siguiente manera:

 

No fue mi intención escribir un libro bonito o hacer literatura, mi intención era dar patadas hasta que la gente tuviera conciencia. Lo conseguí en cinco o seis personas, pero mi objetivo era conseguirlo en seis mil o seis millones de personas. Entonces se planteó una reedición y me pregunté: ¿qué hago? ¿Me presento otra vez como el hombre que rompió el muro de las palabras malsonantes o tengo el valor de suprimir algunas de ellas, procurando así que el libro llegue a todas partes, que lo lea todo el mundo y me permita dar patadas a toda esa gente hasta que tenga conciencia? Esto me pareció lo más importante y por eso suprimí esas palabras malsonantes. Sigo siendo el mismo, pero no puedes estar dando patadas siempre porque al final los zapatos se desgastan. No me he ablandado, solo es que ahora sé relativizarlo.

 

Aunque la edición de 1960 fue la última versión del autor, tras consultar con la editorial que publica sus obras completas hemos optado aquí por traducir la edición de 1947, más genuina, más impulsiva, que complementamos con los dos textos añadidos a modo de apéndices[10].

 

A partir de la guerra, Boon colaboró con diferentes revistas de izquierdas, moviéndose entre anarquismo, comunismo y socialismo, y en la mayoría de sus libros se percibe una reivindicación de la justicia social, mientras que otra línea que atraviesa su escritura es el erotismo. De entre sus numerosas obras posteriores cabe destacar: El camino de la capillita y su continuación, Verano en Ter-Muren; Minué, que junto a El camino de la capillita es su novela más traducida y ha sido adaptada para teatro y cine; y El libro de los mendigos, publicación póstuma, que evoca la rebelión flamenca contra el dominio español, liderada por los geuzen («mendigos»)[11]. También siguió activo en las artes plásticas; se estima que realizó un total de más de mil obras, con técnicas tan diversas como el dibujo a lápiz y al carboncillo, la pintura al óleo, el linograbado, el collage y la escultura.

Boon falleció en 1979 a causa de un ataque cardiaco.

 

Terminamos este prólogo con un comentario que hizo Jonathan Coe[12] tras leer El camino de la capillita, que en buena medida se puede aplicar también a Mi pequeña guerra:

 

Lo que más me atrae en El camino de la capillita es algo que, según he visto a lo largo de los años, asusta a la mayoría de los lectores potenciales. Si he de resumir ese rasgo en una sola palabra, lo llamaría «duda». A juzgar por esta novela, Boon me parece uno de los principales promotores de la duda estética, moral y política de la literatura europea. [...] Nos regala uno de los halagos más grandes que un libro puede dar a su lector: nos invita a ser personas comprometidas y pensantes. Con eso no digo que sea una lectura laboriosa. Boon nunca olvida ese otro deber del novelista, cuyo incumplimiento es uno de los pecados capitales para un escritor: el de proporcionar placer al lector. A través de su prosa corre un flujo de humor, que es un humor provocador, tentativo: una y otra vez te da la sensación de que el humor está ahí para combatir la desesperación del autor, y de la humanidad, que no para de emerger.

 

Ronald Brouwer


[1] Bert Vanheste, ‘Want uw vijand wie is dat?’ Mijn kleine oorlog: Louis Paul Boon als ongelovige dromer («Pues ¿quién es tu enemigo?» Mi pequeña guerra: Louis Paul Boon como soñador incrédulo), Querido, Ámsterdam, 1989.

[2] Título original: De Kapellekensbaan (1953).

[3] Título completo: Pieter Daens of Hoe in de negentiende eeuw de arbeiders van Aalst vochten tegen armoede en onrecht (Pieter Daens o Cómo en el siglo xix los obreros de Alost lucharon contra la miseria y la injusticia). Publicada en 1971 y galardonada con cuatro premios, entre ellos el Premio Nacional de Narrativa.

[4] Verscheurd jeugdportret (1975).

[5] Término alemán, «política proflamenca», que se refiere a cierta tendencia a privilegiar, desde el afán pangermanista, a los flamencos y así distanciarlos de los valones.

[6] De voorstad groeit.

[7] Carta de Gust van Hecke a Boon, 5 de diciembre de 1944. En: Louis Paul Boon, Mijn kleine oorlog (Mi pequeña guerra), Querido, Ámsterdam, 2002.

[8] Escritor flamenco ya consolidado por entonces, que fue miembro del jurado que concedió el Premio Leo J. Kryn a Boon. En España se le conoce por su emblemática novela Kaas (Queso, Losada, Madrid, 2004).

[9] Joos Florquin, volumen 8 de la colección Ten huize van... (En Casa De...), Davidsfonds, Lovaina / Orion-Desclée de Brouwer, Brujas, 1972.

[10] Hemos trabajado a partir de la edición mencionada en la nota 7 de página 14, que incluye íntegramente las tres versiones de Mi pequeña guerra así como los apuntes previos.

[11] Títulos originales: Zomer te Ter-Muren (1956), Menuet (1955), Het Geuzenboek (1979).

[12] Marginal Notes, Doubtful Statements (Notas al margen, declaraciones dudosas), Penguin Books, Londres, 2013.

 

Presentación

Leo J. Krijn fue uno de mis amigos de la infancia y cuando su viuda en 1941 o 1942 decidió conceder un premio literario en memoria de su marido[13], no pude negarme a ser por primera vez en mi vida miembro del jurado que determinaría quién había presentado el mejor panecillo.

Tuve que digerir bastantes manuscritos sobre el amor, la muerte y otras peripecias, largos y cortos, escritos a máquina o a mano, de autores mayores y jóvenes, hombres y mujeres. Todos eran para mí desconocidos: esperanzadas personas anónimas, repartidas por todo el territorio flamenco, que en pueblos y ciudades aguardaban con un pálpito en el corazón la noticia de que «su relato se había llevado la palma».

Fue una tarea ardua, porque para mí es siempre una tortura tener que tragarme un relato entero cuando ya en la primera página se ve que quien habla al lector no es una personalidad, alguien que tenga algo que decir. No tanto algo que no haya sido dicho anteriormente, porque todo ya ha sido dicho en algún momento, sino más bien algo que no se ha contado de esa manera, con ese acento. Y todos esos relatos me aburrían, me ponían enfermo. El último se titulaba El suburbio crece y era, por desgracia, tres veces más voluminoso que el más gordo de los tediosos escritos que ya había engullido en esa semana de dolores. Estaba a punto de dejar de lado ese brontosaurio sin leerlo, cuando mi conciencia se opuso. Eso no podía ser, no podía fallar un juicio hasta que me hubiera ocupado de aquel último mamotreto. Así que me puse a ello con la resignación con la que suelo empezar las extensas novelas de nuestro colega Dostoyevski, en las que todo el rato compruebo si todavía no voy por la mitad y que sin embargo leo hasta la última página porque no puedo remediarlo.

Empecé a las ocho y media de la noche y recuerdo que no lo dejé hasta que mi mujer me llamó desde la cama para decir que ya eran las dos y media. Me sacudí, hice el recuento y vi que iba casi por la mitad. Sin leer la otra mitad escribí rápidamente al jurado que, por mí, podían dar el premio al tal L.P. Boon, pues así se llamaba el desconocido. Resultó que mis compañeros opinaban exactamente lo mismo.

Mi pequeña guerra es con la misma fuerza que El suburbio crece y Abel Gholaerts

Estimado lector, no lea este libro con los ojos del crítico literario, no busque dónde sobra o falta o falla la puntuación, ni las expresiones que se alejan del lenguaje estándar o los galicismos; léalo con el corazón, con una chispa del gran sentimiento humano con el que Boon lo escribió. Despertará en usted la más profunda dignidad humana y a lo mejor usted ayudará al autor a aplastar esos miles de millones de larvas que nos asedian a cada uno de nosotros en su propia pequeña fortificación idealista, esas larvas que impiden la Gran Fraternidad, la fraternidad entre blancos y negros, entre británicos, alemanes y rusos, la fraternidad que al menos ha de acabar con la mayor atrocidad colectiva: la guerra. Pónganse bajo la bandera de Boon, porque su «pequeña guerra» no es otra cosa que la «guerra a la guerra».

 

Willem Elsschot

Amberes, 31 de marzo de 1946


[13] Leo Jan-Baptist Krijn (también escrito como Kryn) había sido escritor y editor. El primero en ganar este premio, en 1942, fue Boon. (Todas las notas son del traductor, salvo cuando se indique lo contrario.)