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Primera edición digital: septiembre 2019
Campaña de crowdfunding: Equipo de Libros.com
Composición de la cubierta y maquetación: Nerea Aguilera
Corrección: María Luisa Toribio
Revisión: Vanesa Rodríguez

Versión digital realizada por Nerea Aguilera

© 2019 Gorka Fernández Mínguez
© 2019 Libros.com

editorial@libros.com

ISBN digital: 978-84-17993-11-5

Gorka Fernández Mínguez

Aprende y disfruta

Prólogo de Pedro María Sánchez

A Elena Jiménez Flores, con quien cada día aprendo y disfruto.

A Candela y Mikel Fernández Jiménez, porque me apasiona veros crecer.

A la memoria de Salvador Pérez Guantes. Se te echa de menos, compañero.

«Hemos construido nuestros sistemas de educación bajo el modelo de la comida rápida. Hay dos modelos de calidad en el servicio de comida. Uno es el de comida rápida, donde todo está estandarizado. El otro es como los restaurantes Zagat y Mi­che­lin, donde nada es estandarizado, están adaptados a las circunstancias locales. Hemos comprado el modelo de comida rápida para la educación y esto empobrece nuestro espíritu y nues­tras energías tanto como la comida rápida está agotando nuestros cuerpos físicos».

 

Ken Robinson

 

 

«No solo la inteligencia se construye en interacción con el otro: también los retos, los proyectos, los anhelos de nuestra vida se tejen en la relación con personas que se hacen relevantes para la existencia, vivir en definitiva una vida plena en comunidad».

 

Javier Tamarit

Índice

 

  1. Portada
  2. Créditos
  3. Aprende y disfruta
  4. Prólogo, por Pedro María Sánchez
  5. Introducción
  6. La lectura
  7. Ser padre de un adolescente
  8. Cibercomunidades de aprendizaje
  9. Cuando las decisiones en un centro las toma la comunidad educativa
  10. La escuela rural
  11. Creatividad en la escuela
  12. Aprendizaje a distancia
  13. Coaching educativo
  14. Saraos educativos
  15. Utilidad de la tecnología en la diversidad
  16. Visual Thinking
  17. La muerte en Educación
  18. Consume con sumo cuidado
  19. Educación Infantil: esa etapa singular
  20. Religión en la escuela
  21. Tutoría, esa incomprendida
  22. LGTBIQ+ en el aula
  23. Acoso entre iguales
  24. Podcasting educativo
  25. Flamenco en Infantil
  26. Cuestión de género
  27. Diferencia y desigualdad en la escuela
  28. Identidad digital
  29. Comunicación oral
  30. Viaje de estudios al Sáhara
  31. Experiencia docente en Estados Unidos
  32. Pedagogías activas
  33. Educación emocional
  34. ¡Música, maestra!
  35. La clase invertida
  36. Metarrecreo
  37. Robótica
  38. Tabletas, móviles y apps
  39. Autismo
  40. Innovación en las escuelas del mundo
  41. Proyectos colaborativos
  42. La creatividad
  43. Purpos/ed[ES]. Buscando el propósito de la educación
  44. El papel de la Dirección en el centro
  45. Ciudadanía para la Educación
  46. Agradecimientos
  47. Mecenas
  48. Contraportada

Prólogo

 

Conocí a Gorka en el verano de 2016. Ya nos conocíamos de antes, pero en ese momento nos hicimos mutuamente algo muy curioso que hace pocos años no existía: nos desvirtualizamos. Lo hicimos en el Ciaboga, un bar-restaurante del exilio veraniego de los vascos en Noja (Cantabria), donde la memoria me dice que tomamos un café los tres. Él y yo, pero también el preadolescente que tenía por hijo: Guillermo. Aludo a la memoria porque seguro que lo de Guillermo fue un mosto y porque es extraño que, como vascos, al menos los adultos no nos tomáramos un pote. Pero creo que la hora no era la adecuada.

Guiller y yo nos llevó hasta allí. El podcast que hijo y padre grabábamos, y que fue una extraordinaria herramienta conversacional en esa edad tan compleja en la que se terminan de sentar las bases de una relación paternofilial con o sin diálogo fluido y confiado. Meses antes, Gorka se había fijado en nuestras charlas podcasteras y yo era oyente de su podcast del mundo educativo El recreo. Ese conocimiento virtual nos llevó al programa de Gorka, que se interesó por nuestra experiencia de un hijo de doce años y un padre que charlaban de cara al público.

Quién me iba a decir a mí que mi propia experiencia podcastera me llevaría tan lejos como para crear y consolidar una red de podcasting independiente y que Gorka, un par de años más tarde, se incorporaría a ella por partida doble, primero con la dirección por encargo de un podcast preexistente (Edukando) y después con su precioso y útil El timbre del desarrollo personal, que, a la postre, en las Navidades de 2018 fuera seleccionado por Apple Podcasts como uno de los doce podcast imprescindibles de ese año.

Cuando un amigo te pide que prologues su libro, tienes tres alegrías en una: tienes un amigo, tu amigo te siente como la persona idónea para que prologues a su hijo de tinta (una suerte de padrinazgo bautismal laico y literario) y, por último, pero no menos importante, tu amigo tiene un libro que está a punto de nacer.

Según fui leyendo los capítulos que Gorka me iba enlazando, me di cuenta de que este libro era muy Gorka. Están en él aquellas cuestiones que, en su larga trayectoria profesional como psicólogo y educador, así como en su propia vida, le han ido asaltando en la vereda. Y escribo esto y me doy cuenta de lo sólido que es el puente que une su vida personal y profesional. Me da la sensación, siempre me lo ha parecido desde que le conozco, que Gorka es de esas personas que tratan de vivir de acuerdo a lo que sienten, a lo que necesitan, a lo que les apasiona. Y que eso es algo que hace tanto en lo personal como en lo profesional.

Gorka es una persona entusiasta, con empuje, con capacidad de atraer a sus reflexiones y proyectos a un nutrido grupo de personas. Con facilidad para eso que los modernos llaman networking y que, en el ámbito de los trabajadores sociales que estudiamos la profesión a finales de los 80, se conoce más como red o comunidad. Por eso no es extraño que haya conseguido financiar este libro que tienes en tus manos con microaportaciones colectivas.

Tampoco es extraño que su libro y su ya amplio podcasting o su actividad en las radios comunitarias tengan tanta continuidad entre ellos. Como esos ecosistemas tecnológicos en los que puedes comenzar un trabajo en una tableta, proseguirlo en el ordenador mientras atiendes una llamada telefónica a través del mismo o comienzas a contestar un correo que acabas enviando desde el móvil… así, pero más sosegado, es el cuerpo intelectual de Gorka. Llega desde su voz, cada mañana de lunes a viernes en las ondas del podcasting independiente más valorado, hasta este libro, pasando por una conversación de verano frente a una playa de su amado Cantábrico.

Un vasco por nacimiento y sentimiento, hijo de la inmigración interior y padre del amor viajero hacia el sur. Un mestizaje personal, sentimental, político o lingüístico con el que guardo tantas similitudes y conexiones. Esas múltiples pertenencias que tanto enriquecen la forma de ver la vida y que en Gorka se presienten con la lógica de lo irremediable. Porque, como dice el bueno de Pau Donés, «la pureza está en la mezcla, en la mezcla de lo puro, que antes que puro, fue mezcla».

Así es este libro también. Un vete y ven de asuntos. La adolescencia, la lectura, el autismo, la religión en la escuela, la muerte, la creatividad o la escuela rural. Pero no un «nahaste borraste», que decimos en euskara. No una mezcla caótica sin sentido o desordenada, sino una variedad de cuestiones con dos hilos conductores: la educación (en la familia, la escuela o la sociedad en su conjunto) y, sobre todo, la vida. Porque si algo distingue a Gorka y a sus obras es que están llenas de vida. Y ya se sabe: por sus obras los conoceréis. Y al autor de esta obra se le conoce por, y aún mejor, se le reconoce en esta obra.

¿Es este un libro que ayuda a entender mejor a la escuela? Sí. ¿Ofrece pistas para relacionarnos mejor con nuestros niños y jóvenes? Sin duda. ¿Permite comprender mejor la diversidad y asumir que todas las personas somos diferentes? Por supuesto. Pero es ante todo un libro con reflexiones útiles para la vida. Son el pensamiento y las inquietudes de su autor en estado puro. Sin más intermediario que la tinta y la hoja en blanco sobre la que se leen las letras y palabras que ha juntado Gorka para compartir un buen pedazo de su vida con todas las personas que hemos decidido y necesitado leerlo.

Ilusión, entusiasmo, perseverancia, valentía y vida que encontramos en un libro que el autor ha utilizado para poner la lupa de su intelecto y su corazón sobre esa parte de la realidad que tanto le ha ocupado en los últimos años y que le ha preocupado, probablemente, desde su propia adolescencia, desde donde las proyecta de forma solvente y amena, con naturalidad, como en una conversación de podcast o ante un café frente al mar, como educador, coach, psicólogo y padre.

Pedro María Sánchez
@elojoqueves

Introducción

 

Comencé a escribir este libro un 5 de mayo; me gustaría tener la sistematicidad de Isabel Allende, que inicia su libro anual cada 8 de enero. Tengo cuarenta y cuatro años, mi listado rondaría la treintena si hubiese mantenido la pauta de la sobrina de Salvador Allende. Pero aquí estoy con mi primer libro, a punto de completar la manida trilogía atribuida a José Martí: «Hay tres cosas que cada persona debería hacer durante su vida: plantar un árbol, tener un hijo y escribir un libro».

Un libro no viene de repente, como si de una caída de camino a Damasco se tratase. Va rumiándose, diferentes ideas se van alineando hasta darte cuenta de que un día no puedes conciliar el sueño porque estás pensando hasta en cómo será su presentación. En mi caso, este apilamiento de conceptos sobre un libro se concentró en los primeros días de mayo. Escuché en un podcast a Ana Nieto hablar sobre cómo editar un libro. Simultáneamente, el libro El mundo, de Juan José Millás, reposaba en mi mesilla. En él, el autor se sinceraba sobre su rutina de escritura, que se concretaba en levantarse a las seis de la madrugada y, en ayunas, dar rienda suelta a su pulsión escritora. Llevaba meses buscando una excusa para levantarme antes, la encontré al dar forma a la idea de escribir este libro; no lo conseguí a la primera, me costó. Por mucho que lea que Richard Branson, Michelle Obama, Jack Dorsey o personalidades de éxito se levanten antes de las seis de la madrugada, a mí me cuesta, quizá mi cronotipo sea más búho que alondra. Me costó coger el hábito. Sumado a lo que escuché a Nieto y leí a Millás, revisando la aplicación de RTVE en el iPad encontré que Fernando Sánchez Dragó tenía un programa en la segunda cadena de TVE llamado Libros con uasabi. Este escritor me evoca sensaciones encontradas, me parece un intelectual con unos rasgos ególatras y vanidosos que empañan esa erudición. Haciendo gala de esa egolatría y vanidad, en el último programa de su segunda temporada hablaba de su propio libro Gárgoris y Habidis. El programa completo, una hora sobre su libro. Las colaboradoras de Sánchez Dragó, entre ellas su propia hija, lo entrevistaban y todo ese episodio versaba sobre este libro publicado hace cuarenta años. La pasión y orgullo con la que Dragó hablaba sobre su creación me dio que pensar. Me vi dentro de cuarenta años releyendo este mi primer libro e incluso me di cuenta de que un libro apasionante me rondaba. Apasionante porque el tema que se dibujaba en mi cabeza era un tema que me encanta, me moviliza. Todas esas coincidencias escuchando, leyendo y viendo, emulsionaron en una idea: escribir un libro sobre educación a través de las múltiples conversaciones que he mantenido en los diversos podcasts que he realizado. Conjugaba la vanidad de Dragó, la estructuración de una rutina matinal de Millás y la concreción de Nieto.

Pensé inmediatamente en el recreo, asocié el clima de conexión que se da en estos recesos colegiales con la reflexión que había tenido en mis días de radio. Me di cuenta de que había dirigido, producido y editado multitud de episodios en podcasts como El recreo, Nadie es perfecto (en Educación), Purposedes Comunitaria, EducaconTIC, AprendeINTEF en podcast en directo y, últimamente, Edukando. En mi disco duro se había acumulado una cantidad importante de conversaciones potentes sobre educación, había que dejar constancia. Además, el trabajo realizado durante los últimos cinco años plasmaba aspectos fundamentales del mundo educativo, tenía ante mí una radiografía de lo que estaba pasando en la escuela, en casa, en los patios… y había que sacarlo a la luz.

Estas hojas pretenden ser un legado de una pasión conjugada por dos puntales: comunicación y educación, lo que se ha venido a llamar educomunicación.

Aún recuerdo cuando empecé con los micrófonos, fue en San Francisco, uno de los barrios más difíciles de Bilbao. En una modesta emisora realicé Palabras mayores, un programa sobre tercera edad con personas mayores de la residencia en la que trabajaba como psicólogo. Aquellas charlas en las que la experiencia de vida acariciaba las ondas herzianas llegaban poco más allá del barrio en cuestión. Nunca he pinchado una canción con tanto sentido como Cambalache de Enrique Santos Discépolo justo cuando terminaba aquel siglo XX con su «despliegue de maldad insolente». De aquellos momentos en el ocaso del siglo pasado a estos en los que la tecnología me ha llevado a enmascarar la herencia analógica de las radios comunitarias en las que locuté. En estos días en los que hago radio en casa, muchas estrategias de comunicación han cambiado, pero, como escribió Blas de Otero, queda la palabra… y la conversación, y el diálogo distendido, como el que se da en un recreo.

La Algaba (Sevilla)
18 de febrero de 2019

La lectura

 

«¡Leer es un asco!».

Candela Fernández Jiménez, alumna de Primaria

A lo largo de estos años de entrevistas, el tema de la lectura ha sido tratado desde diversas perspectivas y enfoques: biblioteca, lectura en pantallas, familias lectoras, animación a la lectura, lectura de clásicos…

Personalmente no me preocupa dejar un libro a medias, quizás el que más me pesa sea La montaña mágica. Puede ser que mi itinerario lector no haya sido el adecuado para llegar hasta a Mann o Joyce, de momento. Pennac me absolvió de esa lectura inacabada en su libro Como una novela, cuando escribía: «… pero está claro que no es culpa de Thomas Mann que yo no haya podido, hasta ahora, alcanzar la cumbre de su montaña mágica. […] Entonces tenemos dos opciones: o pensar que la culpa es nuestra, que nos falta una casilla, que albergamos una parte irreductible de estupidez, o hurgar del lado de la noción muy controvertida de gusto e intentar descubrir el mapa de los nuestros».

El concepto de itinerario lector se lo escuché a Lucas Ramada Prieto, que participa en el grupo de investigación GRETEL. Me sorprendió su determinación para dedicarse al mundo de los libros, aun estando prematriculado en Medicina. En el último momento se decantó por Filología Hispánica y una especialización en Literatura Infantil y Juvenil (LIJ). Todos hemos tenido o tenemos un itinerario lector, las últimas etapas de un itinerario al uso pueden ser autores como Thomas Mann con La montaña mágica o James Joyce con su Ulises.

Los que seguimos a Lucas pudimos contemplar el proceso de elaboración de su tesis. Hoy por hoy ya es doctor con calificación magna cum laude. Su erudición y pasión por la LIJ son patentes. Le planteé que no me quedaba claro cuándo empieza la literatura senior y termina la LIJ; las fronteras son difusas, apostilló, e incorporó un concepto interesante: literatura ganada. Esos libros que, sin tener en mente al lector en formación, se lo ganan. Se trata de autores como Salgari, Stevenson, Verne…

Hay estudios que plantean que los jóvenes leen más en otros países porque las lecturas que se les proponen son más divertidas. Por ejemplo, entre los cien libros recomendados de Gran Bretaña está V de Vendetta, que es una novela gráfica. Sin duda los clásicos son importantes, no en vano acumulan patrimonio cultural humano, pero si queremos un progreso lector adecuado este deberá progresar. Cada vez leer más e interpretar con más profundidad, sin perder de vista lo que plantean los británicos: el disfrute (aprender y disfrutar). Este progreso se puede representar con el concepto de escalera, teniendo cuidado especial en los escalones y saltos que planteamos.

Maru Domenech explicó en otra conversación que los clásicos se pueden tratar de otras formas, no de la forma tradicional. El proyecto colaborativo Quijote News en el 400 aniversario de la publicación de la segunda parte del Quijote consistía en leer el libro, o parte del mismo, y elaborar una revista, periódico o publicación digital en la que se tratasen acontecimientos que se daban en el clásico de los clásicos. Participaron en él un total de mil quinientos alumnos y alumnas con elaboraciones muy creativas. No solo leían el libro enganchándose a él, también trabajaban el currículum en las aulas.

El académico Arturo Pérez-Reverte plantea que hay que obligar a la lectura del Quijote. La obligación hizo que mi hija Candela, una tarde de domingo, pronunciase contundentemente esta frase que preside este capítulo: «¡Leer es un asco!». Maru demostró que los clásicos se pueden acercar a la realidad de los jóvenes y terminó diciendo que «si pretendemos una lectura de los clásicos a la manera clásica, no llegaremos a ellos».

Lucas introdujo otro tema, las pantallas; planteó que existen otro tipo de narrativas que son fundamentales y criticó que no existiese una canalización institucional de los inputs audiovisuales: son una realidad en su vida y no están presentes. Parecerá mentira a los ojos de lectores nacidos en el siglo XX, pero el videojuego puede ser interesante para el desarrollo literario del lector. En estos tiempos hay realizadores independientes que están produciendo unos juegos muy interesantes y útiles para que el alumno interiorice la narrativa.

No hay dos chavales iguales, pero lo que está claro es que cuando se llega a Secundaria es muy probable que dejen de leer, por diversas cuestiones. Acusan más esta deserción lectora los chicos. Una de las razones que pueden influir son los tabúes: decirle a alguien «eso no lo tienes que leer porque es muy fácil». La autoimagen lectora es fundamental. No podemos quitarles de leer Gerónimo Stilton aunque sea un fenómeno paraliterario. Lo importante es tender puentes de esa lectura a otras, en este caso por ejemplo a Roald Dahl.

Otro aspecto esencial, continúa Lucas, es que, sin referentes, no se da progreso. Si en casa no se lee o no se es amante de la literatura, difícilmente tendrán un modelo que les invite a leer. Verdad de Perogrullo. Pero no es una verdad absoluta. Víctor Moreno plantea que puede darse la circunstancia de que un joven se convierta en lector sin que en su casa lo sean, y lo más dramático, la opción inversa, que de una familia con metros cúbicos de libros salga un no lector. La causalidad en este caso hace aguas. Arenas movedizas.

El escritor navarro huye del hecho de que la lectura nazca de una insatisfacción, de una búsqueda de lo que la persona carece. Esgrime que es una trampa cuando autores como Mario Vargas Llosa plantean que «solo los tontos son felices», no dejan de ser falacias sin confrontar con la realidad. Cada persona lee por muchas razones, hay una gran variedad. ¿Tú por qué lees? Víctor me aseguraba que la escuela primaria no hace lectores, su responsabilidad es hacer lectores competentes. La decisión de hacerse lector es voluntaria, es de cada uno. Como planteaba más arriba, en familias en las que se lea mucho pueden darse casos de descendientes que no lean, también tenemos el hecho de que, siendo lector competente, no se llegue a ser lector. No se puede establecer de forma dogmática el proceso de hacerse lector, muy en relación con el concepto de itinerario o progreso lector que me descubrió Lucas: «Pretender que la lectura es el destino de toda adolescencia es un error de cálculo».

En este punto surge la pregunta: ¿qué tenemos que hacer familias o profesorado antes de darles un libro? Víctor plantea que se podría solucionar diciendo que lo mejor que le puede pasar a un niño es que sus mayores les doten de palabras, vivan en el mundo de la palabra, den sentido de la realidad con la palabra. Si no hay relación con la cultura, libros, palabra… estarán abocados a la desidia.

Otra cuestión importante es que lean para sí mismos, en la línea de lo que sostenía Gianni Rodari, y no para la institución: que encuentren su propia identidad como lectores. Tengo un primo cuyo hijo tiene catorce años y devora libros. Mi primo está preocupado porque lo ve en verano en la piscina abstraído en la lectura olvidándose de amigos, se zambulle en la lectura sin flotador; por la noche tiene que decirle: «Vamos, hijo, a la cama; mañana sigues…». Samuel, así se llama el chaval, ha encontrado su identidad como lector, su género, no se lo han impuesto, ha sido por elección propia. Da gusto verlo leer en el sofá con una manta entre él y el mundo que en ese momento le toca visitar.

Samuel me recordó la entrevista que realicé a José Luis Sánchez, bibliotecario de profesión en Peñaranda de Bracamonte. Me contó que cuando era joven su biblioteca era su mundo privado. La utilizó mucho, él no veía la tele, leía y al igual que Samuel se perdía en la fantasía: navegaba con Huckleberry Finn o Tom Sawyer por el Mississippi, paseaba por Maracaibo con Sandokán o jugueteaba con los hijos del capitán Grant… José Luis cree que hay un momento crítico en el que los muchachos dejan la lectura; antes había un retorno, pero ahora es más difícil porque hay otros estímulos audiovisuales (quizás otras formas de leer, como me comentó Estrella López). Contrario a lo audiovisual fue Juan José Téllez, director del Centro Andaluz de las Letras, que me recordaba lo que dijo Umberto Eco: «Los medios audiovisuales no permiten conjugar oraciones yuxtapuestas y estas son las que permiten enunciar un pensamiento complejo, lo que se necesita en esta sociedad es saber pensar, escribir y leer». Téllez me habló de los cuatrocientos treinta clubs de lectura que había en Andalucía cuando lo entrevisté en el 2013. Todo un instrumento de animación a la lectura compartir reflexiones con otras personas.

Entre tecnología sí, tecnología no, entrevisté a Inés Andrés sobre el proyecto Kuentalibros, un magnífico proyecto que consistía en subir vídeos recomendando libros cuando aún no estaba de moda el movimiento booktuber; en él participaron muchos colegios con mayores y pequeños expresando las virtudes de los libros que habían leído. Aún está en la red, puedes echarle un vistazo. Destaco aquí el movimiento booktrailers y booktubers que han socializado la animación a la lectura en YouTube.

La enriquecedora charla con Víctor Moreno concluyó asegurando que la lectura no cotiza en la bolsa de la sociedad y que debemos tener cuidado con los mensajes grandilocuentes sobre que leer es algo que nos hará libres o más grandes, pues en realidad nadie se hace más razonable leyendo. La razón llega hablando con los demás, son los otros los que nos construyen como personas, no la lectura.

Lucas Ramada concluía diciendo: «Esencial es que sin referentes, no se da progreso».

En enero de 2012 entrevisté a Ana Condioso, bibliotecaria en el CEIP Menéndez y Pelayo de Valverde del Camino, y Salvador Pérez Guantes, amigo de la red que murió en mayo de 2016. Ambos volvían del Congreso de Familias Lectoras en Red y destacaron que, para que la lectura adquiera su importancia, hemos de tener en cuenta que actualmente las bibliotecas de los centros educativos aparentemente son una esquina y no la plaza. Se hace difícil contagiar la lectura porque transmitimos a los pequeños nuestras prisas, a través de muchas actividades… La familia debe implicarse y desde la biblioteca del centro intentan formar a padres y madres para que lleven a cabo la tarea de animación a la lectura. Concluía Salva diciendo que «el amor hacia la lectura es un trabajo en la familia. Recuerdo leer a mi pequeña la Canción del pirata. En casa es donde se puede inculcar las ganas de leer, siendo una labor a largo plazo; cada familia y cada niño es distinto, pero el objetivo es que disfrute».

Disculpa, pero voy terminando este primer capítulo. Se me hace tarde. He de leer con mi hija, esa misma que dice que leer es un asco, pero que no puede dejar que concluya el día sin que unas letras se deslicen entre sus sábanas.