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HISTORIA DE LOTA
 (1139-2002)

Alfredo Gaete Briseño

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PRIMERA EDICIÓN
Octubre 2019

Editado por Aguja Literaria
Valdepeñas 752
Las Condes - Santiago - Chile
Fono fijo: +56 227896753
E-Mail: contacto@agujaliteraria.com
Sitio web: www.agujaliteraria.com
Facebook: Aguja Literaria
Instagram: @agujaliteraria

ISBN: 9789566039259

DERECHOS RESERVADOS
Nº inscripción: 127.661
Alfredo Gaete Briseño
Historia de Lota

Queda rigurosamente prohibida sin la autorización escrita del autor, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, incluidos la reprografía y el tratamiento informático

IMAGEN DE PORTADA
Colección Museo Histórico Nacional (Chile)

DISEÑO DE TAPAS
Josefina Gaete Silva



ÍNDICE


AGRADECIMIENTOS

PALABRAS DEL AUTOR 

INTRODUCCIÓN

PRIMERA PARTE: DESCRIPCIONES

I EL CARBÓN DE PIEDRA

II ARAUCO Y LA CONQUISTA

III LA FAMILIA COUSIÑO EN CHILE

IV EXPLOTACIÓN MINAS DE CARBÓN

V INDUSTRIAS VARIAS

VI PARQUE DE LOTA ISIDORA COUSIÑO

VII PARA EL ALMA, LA SALUD, EL CONOCIMIENTO

VIII OTROS SERVICIOS PÚBLICOS

IX OTROS LUGARES CON HISTORIA

X PERSONAJES DE LA MINERÍA DEL CARBÓN

XI LITERATURA Y ANÉCDOTAS

XII TERREMOTOS

XIII CENSOS, HUELGAS, REIVINDICACIONES

XIV VOCABLOS MINEROS Y LOTINOS

SEGUNDA PARTE: RESUMEN CRONOLÓGICO

HITOS CRONOLÓGICOS (1139 A 2002)




A los habitantes de Lota

AGRADECIMIENTOS



Muchas personas colaboraron en la investigación que ha permitido el desarrollo de esta obra. Diversos individuos que entregaron su tiempo, cariño, conocimientos, y muchos su valioso testimonio.

Agradezco la generosidad de quienes trabajaban el año 2002 en la Ilustre Municipalidad de Lota, el Circuito Turístico Lota Sorprendente de Fundación Chile, y el Canal Azul de Televisión.

Al alcalde Patricio Marchant, que junto a sus colaboradores Alfonso Montoya y Alejandro Matamala, desde un inicio me abrieron las puertas de la ciudad.

A Marcos Ferrand, cuyo apoyo fue de un valor incalculable para que el proyecto de la primera edición de la novela Confidencias de una ciudad museo viera la luz con una hermosa presentación, acogiéndome posteriormente en una amplia diversidad de oportunidades con su generosa y cálida amistad.

A Jean Jacques Soulat, con quien trabajar fue un placer por su profesionalismo y gran capacidad para facilitar las cosas.
A muchos jóvenes lotinos que me hicieron parte de su realidad, en especial a Mauricio Velásquez, Nelson Concha y Claudio Mardones.

A Raúl Carrera, Jaime Izquierdo y Gerald Cancino, quienes a través de su amistad, me permitieron compartir su mundo y participar en su hermoso proyecto televisivo.

A Esmerita Cisternas y John Hernández, por facilitarme el acceso a diversas personas, y permitirme sentir como en casa.
Al afecto y hospitalidad de mis queridos amigos María Elena Martínez y Eduardo Catalán, junto a sus hijos Felipe, Pedro Ignacio y Eduardo.

A los mineros y guías del Circuito Lota Sorprendente, representados en Évelin Vásquez y José Reyes.

A Omar Gómez, nominado entonces por el Servicio Nacional de Geología y Minería para el premio que se otorgaría al trabajador destacado del año 2001, quien me permitió abrir la primera puerta para entrar al fascinante mundo llamado Lota.

Agradezco además a mi hija y socia Josefina Gaete Silva por su aporte profesional, tanto en la edición de este libro, como en la importante gestión promocional. A través de ella, aprovecho para agradecer la oportunidad que una vez más me da la Agencia Aguja Literaria para situar mi obra a disposición de los lectores en todo el mundo, tanto en la publicación en papel como para dispositivos de lectura digital.

También a Claudia Cuevas Moya, editora de Aguja Literaria, por su apoyo técnico en la última revisión del texto.

PALABRAS DEL AUTOR




El origen de esta obra se remonta a una investigación que hice durante el año 2002, con la finalidad de documentarme para escribir la novela de ficción histórica Confidencias de una ciudad museo, publicada en Santiago de Chile, en agosto del mismo año.
En enero de 2003, y a petición del Circuito Turístico Lota Sorprendente, vieron la luz los libros Lota: La sorprendente historia de la Familia Cousiño, y Lota: Parque Isidora Cousiño, obras correspondientes a dos capítulos extraídos del borrador de dicha investigación.
Transcurridos 14 años desde entonces, he decidido rescatar y publicar la totalidad de los contenidos de aquella investigación.
No debe sorprender al lector que los antecedentes aquí descritos adolezcan de bibliografía, ya que como nunca fue mi intención hacer un libro de historia (no soy historiador), no tuve la prolijidad de anotar las diferentes fuentes. En todo caso, pese a ello, creo que debido a lo poco que se ha escrito al respecto, sería un error irreparable no dar a conocer estos valiosos datos.

INTRODUCCIÓN




A comienzos del siglo XX, Lota gozaba de una inmensa popularidad a nivel nacional, por contar con numerosas mejoras y adelantos sorprendentes para esa época, especialmente en una localidad pequeña y tan apartada de la capital. Entre la importante cantidad de avances, cabe destacar que instaló la primera central hidroeléctrica en Chile y probablemente en Sudamérica; además, fue una de las primeras ciudades en el país que contó con teléfono y agua potable.
A lo anterior, cabe agregar su encantadora geografía: la parte denominada Lota Alto se construyó en un cerro, donde prosperaron diferentes industrias, principalmente la carbonífera, también las instalaciones para confort de los mineros. En la parte inferior creció Lota Bajo, donde se ubicó la zona cívica, el comercio y la actividad pesquera.
Hacia el poniente cuenta con un mar abierto que configura un espectáculo subyugador, tanto si se le observa desde la playa con su muelle artesanal repleto de embarcaciones, como de diferentes partes de Lota Alto, con una vista magnífica que abarca por el norte el golfo de Arauco, al frente la isla Santa María y, por el sur, la bahía que llega hasta Coronel.
Por el oriente se extienden las no menos impresionantes plantaciones de bosques, efectuadas en el siglo XIX, a las que se agrega un cielo limpio y aire puro.
En Chile, un país nuevo, Lota y la zona de Arauco destacan por tener historia propia, desde la resistencia de los indígenas frente a la colonización por parte de los españoles, hasta nuestros días, después de la evolución de la ciudad en manos de una familia que se destacó en el desarrollo de la industria de los combustibles en Chile, y posteriormente, el cierre de aquellas centenarias minas de carbón.
La riqueza natural y cultural existente en el lugar, impacta. Vale la pena mencionar algunas obras que sobresalen: El impresionante parque Isidora Cousiño, con su combinación única de naturaleza, arquitectura y arte plástico; las minas subterráneas que se adentran en el mar, ventiladas por conductos de aire natural y sostenidas a base de fortificaciones construidas por el esfuerzo del hombre, que permiten un turismo aventura impresionante, único en Chile; la sala de huinche, reconstituida, cuya inauguración se llevó a efecto el 16 de julio del año 2002; el recinto de expansión, donde se encuentra la famosa central hidroeléctrica de Chivilingo, la primera construida en Chile para abastecer de luz las minas y parte importante de la población; el museo; el fuerte; las diversas construcciones y mejoras obreras; la parroquia; el cementerio... A esta lista se suma la limpieza general y el paseo de gran cantidad de personas que se observa en sus calles céntricas; su feria libre que abre los 365 días del año; el movimiento artesanal pesquero, incluida la construcción y reparación de embarcaciones y elementos pesqueros a los que se tiene pleno acceso...
A pesar de la riqueza descrita, la fama de Lota tuvo un vuelco, generándose una imagen distorsionada de su población, que ahuyenta a mucha gente. Entre esta, se cuentan empresarios e inversionistas, quienes podrían explotar una serie de rubros con excelentes resultados.
Existe gran cantidad de juventud dispuesta a realizar todo tipo de labores, un costo de vida básico muy bajo (incluso menor a la mitad del capitalino), y seguridad ciudadana, por tener un reducido índice de delincuencia.
A partir de lo anterior, me ha parecido interesante entregar una versión renovada de la condición histórica y cultural de la ciudad, que he dividido en dos partes:
La primera consiste en una descripción ampliada de los hechos, ordenada en categorías, privilegiando las fechas.
La segunda es una compilación que permite ubicar cronológicamente lo ocurrido en la ciudad, la zona y sus raíces.
Es, por tanto, un manual de consulta y al mismo tiempo un ameno relato sobre la historia de Lota: tierra privilegiada por sus suelos, que a través de milenios formaron capas de vegetales, las cuales convertidas en carbón, permitieron a la zona tener una participación de primer nivel en la economía del país, mientras su clima acunó la magistral combinación de plantas, arbustos y árboles autóctonos con otros provenientes de Europa, creando un marco natural que subyuga.
La obra, en su conjunto, permite conocer la procedencia y la huella del apellido Cousiño, que siglos después dejaría gravada una leyenda en la zona y el país. También las primeras incursiones de los españoles conquistadores y la resistencia que encontraron por parte de los indígenas araucanos, y qué fue de todo ello, bajo la panorámica que ofrecen los inicios del siglo XXI.
Espero satisfacer la inquietud de conocimiento y consulta para los miles de turistas nacionales y extranjeros que llegan a la zona a impregnarse de sus maravillas naturales, culturales e históricas; a profesionales del ámbito periodístico que desean mostrar al mundo la verdadera realidad de Lota; a quienes gustan de la historia y por supuesto a los historiadores; a los estudiantes; y sobre todo, a los lotinos de nacimiento que quieren conocer su pasado para proyectarse mejor a través del presente.
Sinceramente, espero que sean muchos los beneficiados.


Alfredo Gaete Briseño
 




PRIMERA PARTE 
DESCRIPCIONES


I 
EL CARBÓN DE PIEDRA



GEOLOGÍA DEL CARBÓN

Lota y sus alrededores, sin duda destacan por su rico aporte a la historia de Chile, tanto en la participación que les correspondió durante la época de la conquista, como por su aporte al desarrollo de la industria de los combustibles, convertida en la principal zona explotadora de carbón de piedra, con sus impresionantes minas subterráneas internándose bajo las aguas del golfo de Arauco.
Resulta interesante analizar su conformación de arenas convertidas en rocas de diversa apariencia, denominadas “tasca”, que sorprenden al recorrer los diversos túneles laberínticos.
Para comprender la naturaleza y composición del carbón de piedra, es necesario remontarse al origen de los materiales que lo conforman, y a las condiciones en que a través de los tiempos geológicos se formaron los mantos de carbón.
Hubo quienes creyeron que el carbón fósil era de origen animal, otros lo consideraron roca eruptiva procedente de la descomposición de los hidrocarburos formados por la reacción del agua a gran presión y alta temperatura sobre el carbono de la fundición de que se suponía formado el núcleo central de la tierra; sin embargo, detenidos estudios revelaron que fue material vegetal el que en un largo proceso, durante varios períodos geológicos, se fue transformando hasta derivar en carbón. Gigantescos bosques que se extendían en enormes pantanos, comúnmente bordeando el mar, se sumergieron en grandes extensiones por hundimiento gradual del terreno, y sus residuos, depositados allí bajo ciertas condiciones de presión y temperatura, entraron en descomposición, formando mantos.
En otros casos, el carbón se origina en enormes masas de residuos vegetales arrastradas por aluviones desde niveles superiores, depositadas en costas poco profundas o lagos interiores, descompuestas bajo el agua u otra substancia que las privó de la acción directa de la atmósfera, o por la acción de bacterias como en el caso de las “tuberas”.
Así, los grandes depósitos de carbón se formaron a orillas de los continentes existentes en aquella edad primitiva.
Las condiciones físicas de la tierra durante el período en que ocurrieron tales transformaciones, desde hace miles de años, fueron muy distintas a las actuales. El extraordinario crecimiento de los bosques, con brotes de dimensiones diez veces superiores a los actuales, tuvo que ser favorecido por circunstancias excepcionales: clima muy cálido y húmedo, además de una atmósfera muy cargada de ácido carbónico.
El mar ha tenido una serie de movimientos de avance y retroceso, de manera que el manto, en ciertos tiempos quedó cerca de la costa, mientras en otros, más al interior, con capas alternadas de arenas y arcillas, según su posición. La repetición de este fenómeno, durante tantos años, formó grandes capas sedimentosas.
Se estima que la altura de un manto de carbón es, aproximadamente, la décima parte del grosor de la capa de tejidos vegetales depositados allí en los inicios del proceso.
Mientras ocurrió esta transformación y los mantos se endurecían, los movimientos de la corteza terrestre, debido al enfriamiento de la tierra, determinaron que las capas tomaran ciertas inclinaciones, provocando quebraderos llamados fallas, que hacían desaparecer la veta en forma brusca, lanzándola, como ha ocurrido en nuestras minas, hacia arriba o hacia abajo, llegando en ocasiones a dejar una distancia de hasta doscientos cincuenta metros entre dos porciones del yacimiento.
La descomposición de la vegetación explica la presencia de grandes cantidades de gases, como el temido grisú.
El hallazgo de plantas carboníferas con características vegetales idénticas, en diversas partes del planeta, implica una similitud en la distribución del calor y de la luz en todas las regiones durante el período de formación del carbón, permitiendo establecer, por el estudio de las especies marinas, que en aquella época la temperatura del agua del mar Ártico no bajaba de 20º C. Además, haber encontrado en las capas marinas chilenas la misma fauna que abunda en el Polo, hasta el grado 83 norte, demuestra que en aquellas lejanas épocas geológicas prevalecieron las mismas condiciones físicas desde el Ecuador hasta los polos.
Del estudio de esas condiciones físicas en la época carbonífera, como de su fauna y su flora, y de las fases relativas al origen y formación de la hulla, se comprende fácilmente por qué esta no es uniforme en su composición ni en sus cualidades.
La diversidad de vegetales y condiciones físicas que intervinieron en su transformación, contribuyó a producir muchas variedades.
De acuerdo a lo anterior, la hulla, cualquiera sea su edad geológica, contiene compuestos orgánicos combustibles de composición química compleja, así como cantidades variables de materias minerales que producen las cenizas y representan los suelos en que crecieron los vegetales. Las diferentes substancias orgánicas cuyo conjunto puede llamarse “carbón”, están compuestas principalmente de carbono, oxígeno, nitrógeno y azufre. En la ceniza quedan las impurezas, que son una gran variedad de óxidos. 
Petrográficamente, el carbón se divide en cuatro componentes principales: vitrita, clarita, durita y fusita.
La vitrita, originaria de cortezas y hojas de árboles, es un carbón brillante y quebradizo, con aspecto parecido a la brea, y proporciona un coque (combustible sólido) esponjoso.
La clarita, constituida por la hullificación de las masas celulósicas y la resina de los vegetales, es un carbón brillante y da un coque de buena calidad.
La durita, de aspecto opaco, formada casi exclusivamente por esporas, es un carbón muy duro que no se esponja ni ofrece buen coque.
La fusita, formada por las fibras muertas de las plantas, es un carbón pulverulento que no proporciona coque. Se encuentra en cantidades apreciables, probablemente generado por el incendio de bosques, lo que constituiría un carbón de leña fósil.
Desde un punto de vista geológico o de sus propiedades y características, los carbones han sido agrupados en tres categorías:
Antracitas: ricos en carbono y pobres en hidrógeno. Se distinguen casi siempre por su contenido muy bajo en cenizas, su carencia de azufre y una combustión limpia y sin humo.
Hulla o carbones grasos (o betuminosos): pueden coquificar y su contenido de carbono es muy alto. Este nombre se aplica a una extensa serie de carbones que arden con llama larga y luminosa, apropiados para quemar en hornos de reverbero; también lo son para uso doméstico, por su fácil combustión. Sirven para fabricar coque metalúrgico y gas.
Lignitos: Se forma por compresión de la turba, convirtiéndose en una sustancia desmenuzable. Su capacidad calorífica es inferior a la del carbón común, debido al gran contenido de agua y bajo de carbono. Son carbones que, según su edad geológica, se subdividen en una extensa serie. Por lo general arden con llama muy larga y están provistos de propiedades coquificantes. Su destilación da una cantidad apreciable de subproductos de valor: petróleo, aceites combustibles, lubricantes, parafina sólida, brea, sulfato de amonio, y otros. Se usan en las calderas y también tienen aplicación metalúrgica.
Entre las antracitas y los carbones grasos, se establece una clasificación intermedia que se denomina carbones semigrasos o hullas magras, que poseen, por regla general, de 15% a 20% de materias volátiles. Arden muy bien con bastante aire, con llama corta y poco humo; es un buen carbón para producir vapor y para coquificar.
El poder calórico de estas diferentes clases de carbones es muy variable: se define por la cantidad de calor generado por la combustión de un gramo de substancia y se expresa en calorías (cantidad de calor necesaria para elevar de 0º C a 1º C la temperatura de un gramo de agua).
El mayor poder calórico se observa en la hulla grasa y le siguen la hulla magra, la antracita y los lignitos.
Es imposible agrupar en un cuadro rígido los carbones de los innumerables yacimientos que existen en el mundo, pero refiriéndonos a los de Lota, deben ser clasificados entre las hullas.
Geológicamente, la corteza del planeta está dividida en épocas primarias, secundarias, terciarias y cuaternarias. El carbón de Chile es de la terciaria; a modo de referencia, el hombre apareció en la tierra muchos miles de años después, en la cuaternaria.
Los carbones de Europa y del oriente de Estados Unidos, son de la primaria; los de China y Australia, de la secundaria; y los de Japón y el oeste de Estados Unidos, igual que los chilenos, de la terciaria.
En Chile, el carbón se presenta en varios mantos intercalados entre capas sucesivas de pizarras y areniscas, y el espesor de ellos varía desde algunos centímetros hasta varios metros; generalmente son explotables los que sobrepasan una altura de sesenta centímetros. En Lota, estos tienen una profundidad variable entre 200 y 1.000 metros. 
El carbón de las minas de Lota tiene la siguiente composición media: humedad 2,7 %; ceniza 4,6% ; materia volátil 40,1% ; carbón fijo 52,6% ; calorías 7.540 ; y coque 57,2%.

PRIMERAS APLICACIONES

En 1557 los soldados de García Hurtado de Mendoza encontraron, en la isla Quiriquina, carbón de piedra que utilizaron como leña, hecho que puede ser considerado el primer descubrimiento de yacimientos de carbón en el país. No dio lugar a explotación alguna, dado el escaso interés que había por los combustibles en aquella época. Solo a comienzos del siglo XIX, con las primeras aplicaciones de las máquinas a vapor, se vio la necesidad de usar, aparte de leña, otras materias que proporcionaran calor intenso a bajo precio. En Chile, la llegada de los primeros vapores fue lo que atrajo las miradas de los hombres progresistas hacia la posibilidad de explotar yacimientos de carbón fósil. Se unieron a ellos los mineros del norte, que también necesitaban combustibles para sus fundiciones. El ferrocarril abrió enseguida un ancho campo a su consumo, y bastante tiempo después fue requerida su utilización en las industrias. 
 

II 
ARAUCO Y LA CONQUISTA




Hasta la llegada de los españoles provenientes de Perú, con hambre de oro y sed de conquista, los habitantes de la zona en que se encontraban los primitivos caseríos denominados “louta” pertenecían a grupos conformados por familias de indígenas pacíficos que comerciaban entre ellos productos, variables según su ubicación.
En 1550, nueve años después de la fundación de Santiago, Pedro de Valdivia trazó en el sitio donde hoy está Penco, la primitiva ciudad de Concepción. Allí estableció su centro de operaciones y avanzó en la conquista de Arauco, enviando expediciones, en general por el camino de la costa.
Durante la primavera de ese año, Jerónimo de Alderete con sesenta hombres a caballo, salieron desde Concepción, atravesaron el río Bío Bío y se apoderaron de las tierras que rodeaban el golfo de Arauco, mientras Juan Bautista Pastene, con dos buques, los protegía por mar. Fue el primer reconocimiento que los conquistadores españoles hicieron de Lota, entonces “el louta” expresión mapuche, cuyo significado indica “pequeño lugarejo”, “caserío insignificante”, “huerto o plantaciones de reducida extensión”, ubicado en la pequeña caleta y en las vegas, a unos tres kilómetros al sur de donde actualmente se alza la ciudad, en la zona de Colcura, antes llamada Andalicán, donde los indígenas se dedicaban a la pesca, la crianza de unas pocas ovejas y al cultivo rudimentario del maíz.
En el verano de 1551, el capitán Pedro de Valdivia cruzó el Bío Bío al mando de ciento sesenta soldados. Recorrió los terrenos vecinos a la costa, también con dirección sur, fundando la ciudad de Imperial a orillas del caudaloso río.
En 1553, siendo el primer gobernador de Chile, fundó el fuerte de Arauco para proteger el camino de la costa entre Concepción e Imperial.
En diciembre del mismo año atravesó el “louta” de Colcura por última vez. Iba con dirección sur, encabezando una expedición de cincuenta jinetes. Se dirigía al recién fundado fuerte de Tucapel, cerca del lugar donde actualmente está la ciudad de Cañete, con el objetivo de someter a los indígenas sublevados; sin embargo, se encontraron con que los araucanos, comandados por Lautaro, habían destruido el fuerte. La resistencia que opusieron fue tan poderosa e inteligente, que el 1º de enero de 1554 los derrotaron. Murió la totalidad de los soldados, incluido Pedro de Valdivia, cuya cabeza fue ensartada en una picana y su corazón comido por los toquis.
Posteriormente, el desastre sufrido por los conquistadores adquirió ribetes aún más dramáticos, pues Francisco de Villagrán, deseoso de vengar la muerte de Pedro de Valdivia y someter a los indígenas, organizó una expedición conformada por ciento ochenta hombres los mejores armados y equipados de todo el ejército, portando incluso seis cañones que poco antes recibiera Pedro de Valdivia enviados desde Perú; era la primera vez que iba a funcionar la artillería en las guerras de Chile. El 20 de febrero de 1554 partieron desde Concepción y, al segundo día, arribaron al fértil valle de Andalicán. Atravesaron el estero de Colcura y cabalgaron hasta las empinadas serranías de Marigüeñu y Laraquete. Luego de escalar la primera montaña, llegada la tarde, acamparon en el valle de Chivilingo.
Al amanecer del día siguiente, subieron el siguiente cerro. Aunque sus senderos eran más accesibles, los esperaba una terrible sorpresa: al llegar a una especie de planicie, una gritería atronadora reveló la amenazante presencia de indígenas, quienes supuestamente comandados por Lautaro, les tendieron una emboscada. A pesar de los cañones manipulados por veinte artilleros que Reinoso hizo avanzar y disparar, permitiendo a Villagrán llegar a la cima con el grueso de sus hombres, la cantidad de indígenas se renovaba una y otra vez más de cinco mil, provistos de un arma desconocida para los españoles: lazos corredizos armados con tallos de enredaderas atados a largas varas, que dirigidos a sus cabezas, eran recogidos de inmediato arrancando a los jinetes de sus caballos para una vez en el suelo matarlos. Otro ejército apareció por las espaldas de los españoles se dice que era una columna formada por mujeres y niños armados de grandes lanzas, que a lo lejos presentaban un aspecto imponente. Ante el peligro en que se encontraban, Villagrán llamó a consejo a sus capitanes. Esa suspensión momentánea del combate permitió a los indios descansar e ingerir alimentos, tras lo cual cargaron con mayores bríos sobre los españoles. Conquistaron los cañones y mataron a algunos artilleros, mientras los restantes se fugaban. Los ánimos de los españoles flaquearon, y temerosos de ver cerrado el único paso por donde podían retirarse, regresaron hacia el valle de Chivilingo, atropellándose unos a otros al descender, mientras los indígenas, por el contrario, más envalentonados aún al verlos retroceder, emprendieron la más tenaz persecución, convirtiéndose la retirada en una desordenada fuga, por lo que llegaron al valle completamente dispersos, perseguidos por todas partes. Treparon por los estrechos y ásperos senderos conducentes a las cercanías del norte, donde los esperaba una segunda y desastrosa batalla, que terminó con una victoria total para los araucanos. Los españoles, presas de una absoluta desorganización, abatidos, dispersos, heridos y atropellados, fueron llegando entrada la noche a orillas del Bío Bío, donde contaron noventa y seis bajas, más de la mitad de la arrogante columna que cuatro días antes había salido de Concepción.
Esos cerros vecinos, que en la actualidad pueden ser vistos desde el parque de Lota, fueron bautizados con el nombre de “Cerros de Villagrán”.
Al mando de Lautaro, los indígenas mantuvieron durante años una valiente y encarnizada resistencia, llegando tan al norte, que casi reconquistaron el valle del Mapocho; sin embargo, Lautaro se aprovechó sin conmiseración de la inocencia, bondad y deseos de paz de los mapuches, y abusando de ellos como un español más, intentó incluso someterlos a su arbitrio. Tal situación truncó sus pretensiones y traicionado por estos, en las cercanías de Curicó, en lugar de ganar una batalla que hubiera cambiado el curso de la historia, encontró una suculenta derrota y la muerte.
A partir de entonces, los españoles tuvieron consecutivas victorias, como en 1578 cuando el gobernador Bernardo Quiroga derrotó a los araucanos en un rudo combate que costó la vida a más de doscientos indígenas, entre ellos varios caudillos; o más adelante, cuando Alonso de Sotomayor obtuvo un triunfo similar.
En 1660, el oficial de marina y gobernador de Chile, Pedro Porter Casanate, encontró en un extremo de la bahía situada poco más al norte de Colcura, condiciones de seguridad que le parecieron satisfactorias para la instalación de un fuerte al lado del cual, muchos años después, se descubriría la existencia de carbón.
En 1661, la necesidad de resguardo contra los ataques indígenas llevaron a Porter Casanate a establecer un fuerte entre Concepción y la plaza de Arauco, considerándola una zona más resistente que la de Colcura, pues de allí era posible vigilar el camino de la costa, sobre todo el sector de Marigüeñu o Villagrán, así como a los numerosos indígenas de la vega de Colcura, sin estar en inmediato contacto con ellos. Además, el hecho de estar a orillas del mar, permitía prever una retirada y recibir auxilio. El punto designado fue el lugar en que actualmente se encuentra la ciudad de Lota, en una ladera situada al sur del pueblo. Sin embargo, andando el tiempo, los gobernadores españoles suprimieron el fuerte de Lota y concentraron en el de Arauco las fuerzas militares encargadas de custodiar la región que circunda al golfo del mismo nombre, lo que ocasionó el abandono casi completo de la localidad. Solo algunos indígenas continuaron en ella.
En septiembre de 1662, Ángel de Peredo, sucesor del Gobernador Porter Casanate, reconoció su acierto para ubicar el fuerte y fundó en el mismo sector la villa “Santa María de Guadalupe”, cuyo nombre se perdió en el tiempo, imponiéndose la voz indígena “louta”, que más tarde derivó en Lota. El 15 de octubre envió al Rey de España una carta, en la cual justificaba su resolución: Esta nueva población, a que se ha dado el nombre de Santa María de Guadalupe, es de tan relevantes cualidades que parece se hizo y se formó de propósito para el intento. La fundación es hermosa, el país agradable y fértil, de grandes conveniencias para los que lo han de habitar, puerto de mar seguro y arrimado a la misma muralla de la población para socorrerla por mar en todo acontecimiento y con suma brevedad. El mar abundante en pescado, mucha madera, agua y yerba para la caballería, con todo lo demás necesario y conveniente para su conservación y aumento.
No imaginó, entonces, que aquella naciente villa tendría un destino muy diferente, pues no fue la abundancia de sus bosques ni la riqueza de sus mares lo que forjó su desarrollo, sino un tesoro oculto bajo la tierra: el carbón. A fines de septiembre, después de trazar la nueva ciudad y sus baluartes, regresó a Concepción, dejando en Lota un tercio de su ejército, compuesto por setecientos soldados españoles y ciento cincuenta indígenas amigos, con buena dotación de artillería, arcabuces y municiones. 
Por casi dos siglos, el fuerte y la población de Lota estuvieron involucrados en la guerra de Arauco, lo cual impidió que el lugar se consolidara económicamente, de manera que durante la Colonia y los albores de la República, fue perdiendo actividad. Los centros poblados importantes pasaron a ser Arauco en el golfo del mismo nombre, y Santa Juana a orillas del Bío Bío, designados más tarde capitales de los departamentos que se crearon luego de la Independencia. La zona de la costa en que actualmente está Lota, en ese período estuvo ocupada solo por caseríos insignificantes.
El acontecimiento que atrajo pobladores e inició una época de actividad interesante en dicha zona, fue el descubrimiento y explotación de los yacimientos carboníferos, de manera incipiente por los Alemparte en 1837, y con un impulso importante a partir de 1852, con la llegada de Matías Cousiño, sus bríos y su instalación de faenas.
 

III 
LA FAMILIA COUSIÑO EN CHILE



ORIGEN DEL APELLIDO COUSIÑO

La historia de la ciudad de Lota se teje, silenciosamente para Chile, desde que Alfonso Enríquez, rey de Portugal, quien vivió entre los años 1139 y 1185, donó a García Rodríguez, uno de sus gentilhombres, como premio por sus abnegados servicios, el Couto de Leomil de Coutiño en Galicia, de donde nació para dicho servidor el apelativo “El Couteiro”, que derivó en el apellido de Coutino en Portugal y Cousiño en Galicia.
La relación entre ambas familias se comprueba, pues tenían el mismo escudo de armas, compuesto por cinco estrellas de gules de ocho puntas, espadas en campo de oro, yelmo de caballero, plumas, lambrequines de oro, y gules. Además, lo avala el hecho histórico de que los Coutinos fueron comendadores de Caldelas, lugar del Consejo de Puente Caldelas en la provincia de Pontevedra, donde los Cousiño tuvieron hasta el siglo pasado su solar señorial: la diferencia de escritura era, por tanto, solo una modalidad de los distintos idiomas.
Ocuparon altos cargos, como el de Mariscal, y fueron condes de Marialva, de Barba y de Redondo, y llegaron a entroncar con las más nobles familias portuguesas, pues Guiomar Cousiño, quinta condesa de Marialva, contrajo matrimonio con el infante Fernando, hijo del rey Manuel.