Juan Aranda Gámiz

 

Carta a un político

 

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Primera edición: octubre de 2019

 

© Grupo Editorial Insólitas

© Juan Aranda Gámiz

 

ISBN: 978-84-17799-12-0

ISBN Digital: 978-84-17799-13-7

 

Difundia Ediciones

Monte Esquinza, 37

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A todos quienes se sintieron frustrados con el resultado de un proceso libre y dinámico de elección popular, tropezando con el mismo perfil de “político”,

que aprendió a ser lo que más se acomoda a unos intereses y lo que menos representa el “dolor social”.

 

A mi esposa, Ana Beatriz, por aceptar mi reclamo, cargado del robo de minutos a su lado y por compartir mi visión del mundo y sus alegatos.

 

PROLOGO

INTRODUCCIÓN

Capítulo 1 Antes de ser tu representado

Capítulo 2 El concepto de “político”

Capítulo 3 El representado y sus representantes

Capítulo 4 La ley de los puntos cardinales

Capítulo 5 ¿Se aprende a ser político?

Capítulo 6 El político, como ser social

Capítulo 7 El político con fe de erratas

Capítulo 9 El hartazgo político del representado

Capítulo 10 El político que yo desearía

Capítulo 11 He aquí la fórmula

EPILOGO

 

 

PROLOGO

Cualquier situación anómala requiere de un contrapeso que ponga equilibrio en su propia razón de ser y en Política, más aún en una Democracia Representativa, a sabiendas de la rugosidad de los actos, debiera ser la norma en la relación biyectiva entre representantes y representados.

A la hora de armar un proyecto, descrito con un simple aplauso, se requiere la sinceridad propia de quien precisa decir la verdad, sin huecos, apuntalando los derrumbes y retirando los escombros con palabras que descubran las medias verdades y frases que hagan referencia a los hechos, que nunca quedaron en el recuerdo más reconfortante y agradecido.

Se acostumbra a vivir arrinconado en un espacio de vida y trabajo, condicionado por tus propias circunstancias, pero cuando te das cuenta que todo viene determinado por las decisiones de quienes dicen llamarse “políticos” y que lo hacen en nombre de “un aparente pueblo de representados”, no resolviendo más allá del acomodo de unos pocos en detrimento del resto, es cuando te brota un dolor consciente y triste desde lo más hondo de tu ser y te rebelas contra la dinámica de la Política.

Por eso he entendido que con algo tan simple como una “Carta a un político” se puede sensibilizar la templanza “ausente” de todo político y despertar en su aura “convencida” un espíritu de superación a favor de la esencia de humanismo, la que debiera rebosarle por todos los costados.

Ser político, al fin y al cabo, no es más que una tarea hecha profesión, en la que existe un filón que algunos se limitan a seguir mientras haya “beta” disponible, pero que atrae e impregna, como si una fiebre de origen desconocido le impulsara a seguir escarbando en la tarea inagotable de vivir un sueño “sin fin”.

Hay que comprender la avaricia que etiqueta a algunos cuando se prueban un traje “a la medida”, porque el aplauso insulso y la vanagloria enfurecida lo acomodan e impulsan.

Sin embargo, cuando al frente se divisa un pueblo cargado de problemas, del que algunos se erigen como “representantes”, cuesta trabajo creer que todo sistema electoral se equivoque tanto en la elección y nunca atine a descubrir la conducta verdadera de un político “convencido y de bien”, que hable y actúe en nombre de sus “representados”.

Estamos acostumbrados a ver más capas que las que tiene una cebolla en la vida de un “político”, impactando tantas improvisaciones y preocupando la multitud de vaivenes a los que someten a las palabras, hasta que las acomodan a los intereses de quienes les zarandean por doquier.

Es preocupante vivir dependiendo de una voz que no representa y sentirse representado por quien es intolerante con la verdad social.

 

Juan Aranda Gámiz

 

 

INTRODUCCIÓN

No hay verdades únicas ni políticos “en promedio”, porque nadie es absoluto en sus principios ni todos suman o restan. Sólo podemos hablar de las apariencias, hasta que las circunstancias se expresen por sí solas y sean la evidencia formal de un descalabro en el actuar de cualquier político.