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Primera edición digital: enero 2020

Campaña de crowdfunding: Equipo de Libros.com
Imagen de la cubierta: Ludovic Fremondiere | Unsplash
Maquetación: Álvaro López
Corrección: María Luisa Toribio
Revisión: Verónica Sarria

Versión digital realizada por Nerea Aguilera

© 2020 Mimi Mrazikova y Daniel Anguita
© 2020 Libros.com

editorial@libros.com

ISBN digital: 978-84-17993-26-9

Mimi Mrazikova y Daniel Anguita

Slow travel

El arte de viajar despacito

 

Prólogos de Norma. Maddox. D. y Beatriz Luzón

Índice

 

  1. Portada
  2. Créditos
  3. Slow travel
  4. Dedicatoria
  5. Cita inicial
  6. Prólogo, Norma. Maddox. D.
  7. Prólogo, Beatriz Luzón
  8. Introducción
  9. ¿Qué es slow travel?
  10. Primera parte. Vivir viajando
  11. 1. El cómo o el movimiento constante como manera de vivir
  12. 2. El viaje hacia uno mismo
  13. 3. Factor suerte
  14. 4. La mente del viajero slow y la magia del camino
  15. 5. El viaje más importante: volver a casa
  16. Segunda parte. Viajar viviendo
  17. 1. Incredible India
  18. 2. Dubái, o cómo ser mochilero en tierra de ricos
  19. 3 Islas Maldivas, el paraíso turquesa
  20. 4. Sri Lanka
  21. 5. Malasia
  22. 6. Tailandia. Aventuras en el mar de Andamán
  23. 7. Retorno a Malasia. La llamada de la naturaleza
  24. 8. De vuelta a Sri Lanka: la ruta de la costa sur
  25. 9. Perú
  26. 10. Australia
  27. 11. Italia
  28. Anexo fotográfico
  29. Mecenas
  30. Contraportada

A nuestras familias, por darnos alas para volar y raíces para tener los pies en el suelo.

A todos los amigos y amigas que encontramos en el camino, por regalarnos trocitos de sabiduría y un universo de coloridas memorias.

A la buena gente que ha arrimado el hombro para que esta etapa de nuestras vidas quede plasmada en palabras para siempre.

«Me di cuenta rápidamente que no hay viajes que nos lleven lejos a menos que se recorra la misma distancia en nuestro mundo interno que en el exterior».

Lillian Smith

 

«En mi caso, no viajo para ir a un lugar en particular, sino por ir. Viajo por el placer de viajar. La cuestión es movernos».

Robert Louis Stevenson

Prólogo

 

Escribir sobre los lugares y los gustos que se descubrían en los viajes durante el siglo XIX era algo normal. Por aquel entonces, viajar era un ejercicio de valentía y los relatos describían mundos nuevos y lejanos. Hoy, viajar a cualquier parte del mundo es fácil. Desde tu smartphone puedes abrir blogs de viaje, leer recomendaciones, comprarte un billete de avión y preparar una visita a los llamados «paraísos en la tierra» por catálogo y al gusto del consumidor occidental.

Dani y Mimi nos traen una visión fresca de cómo hacer esto de viajar, con una lectura entretenida, llena de anécdotas sencillas y humanas. Mezclando el espíritu de los exploradores antiguos con la consciencia del viajero moderno, sin caer en los vicios del mochilero occidental.

Así son ellos y así es su libro. Una visión neonómada del mundo y sus gentes con una idea utópica en la cabeza: Vivir una vida diferente en un mundo diferente. Explorar el planeta, disolver el materialismo para dar paso a una convivencia abierta y sana, compartir el conocimiento y cultura con un único destino: viajar y vivir despacito. Sin duda, sinónimo de felicidad.

Norma. Maddox. D.
Freelancer

Prólogo

 

Conocí a Mimi en 2011, cuando me apunté a clases de eslovaco en la UGR. Fue mi profesora durante un año, en el cual me enseñó a pedir zmrzlina como una local de Bratislava más y en el que redescubrí Eslovaquia y su cultura. Después nos mantuvimos en contacto por Facebook.

Durante estos años la he visto viajar a la India, a Australia y a Ucrania (entre otros destinos) junto a Dani y me preguntaba cómo era posible. ¿Acaso Mimi había alcanzado el sueño universitario de convertirse en millonaria mágicamente al terminar sus estudios? ¿Era Dani (a quien no conozco en persona aún) un acaudalado noble andaluz que vivía de las ayudas de la Unión Europea? ¿Habían encontrado el ancestral secreto de cómo viajar gratis por el mundo que solo poseen los influencers de Instagram? Todo eran preguntas sin respuestas hasta que crearon su página de Mimi meets Dani y empezaron a hablar de la filosofía del slow travel.

La idea para este libro surgió después de que les preguntase a Mimi y a Dani por e-mail si querían escribir una guía en papel sobre su viaje por la Toscana recorriendo a pie la Vía Francígena, con consejos y lugares recomendados. Me dijeron que no, que tenían una idea mejor. Nos reunimos por Skype y me contaron que preferían explicar qué es el slow travel y porqué es tan necesario en una sociedad que va corriendo a todas partes. Querían contarte, a ti lector/a, su experiencia viajando despacito y su modo de vida.

Si eres una persona que necesita que le den empujones muy fuertes para salir de su zona de confort (como yo), lo que cuentan Mimi y Dani sobre el slow travel te hará replantearte cómo viajas.

Detrás de este libro no solo hay viajes y risas sino también muchísimo trabajo y noches en vela, tanto para recaudar el dinero y hacer posible su publicación como para escribirlo. Personalmente, me siento muy orgullosa de este libro (y eso que no lo he escrito yo). Tienes en tus manos, mecenas, el resultado de todo el esfuerzo que han hecho Mimi y Dani durante estos meses, y espero que lo disfrutes (y si es viajando despacito, mejor).

Ahoy!

Beatriz Luzón

Introducción

 

Empezar una guía de viajes que en realidad no es una guía de viajes, sino un diario de las peripecias de una pareja y de cómo, cuándo y con quién las han llevado a cabo, no es tarea fácil.

Esta es nuestra historia. Somos Mimi y Dani. Además de haber vivido y trabajado en India y Australia, hemos viajado con un presupuesto de risa alrededor de decenas de distintos países. Hemos andado miles de lugares diferentes y conocido a tropecientas personas de todo tipo, de las que muchas forman ya parte de nuestros corazones nómadas. Ahora se nos ha presentado la oportunidad de compartir nuestros relatos, nuestra forma de viajar y de pensar y nuestra visión personal del mundo.

Si lo que buscabas era una guía de viaje detallada en la que se expone punto por punto cómo viajar por este o aquel país para ver todo lo que se pueda en diez días, este libro te va a decepcionar. Aquí es improbable que encuentres consejos de viaje, y si los encontrases, nos gustaría que no se siguieran como un faro en la noche, puesto que cada uno es de su padre y de su madre (que dirían los vecinos de mi pueblo), cada lugar es diferente y cada momento exhuma ese aire de particularidad y cada experiencia es exclusiva y personalmente única.

Nuestro objetivo es mostraros nuestra filosofía de vida, nuestra forma de pensar y actuar y dejar constancia de cómo un viaje puede convertirse en todo un aprendizaje sobre uno mismo y el mundo que nos rodea. Un modo de viajar donde te vuelves maestro y aprendiz. Un camino hacia el autodescubrimiento, donde el camino es un reto y a la vez una terapia; donde viajar en pareja significa trabajar en equipo.

Así, esperamos que las vivencias que os vamos a relatar abran mil y una puertas hacia un mundo que no se puede contar en documentales, ni en noticiarios, ni en reportajes, ni en guías, ni siquiera en este libro, un mundo que solo puedes descubrir con tus pies, tus manos, tu mismísimo ser.

Si estás dispuesto a abrir tus sentidos, quizá descubras una nueva manera de viajar y al explorador que hay en ti. ¿Comenzamos el camino?

¿Qué es slow travel?

 

«El viajar sin rumbo restablece la armonía original que alguna vez existió entre el hombre y el Universo».

Anatole France

No sabemos cuál fue el momento exacto en que nos convertimos en viajeros con calma o slow travellers. Fue algo muy progresivo: un viaje aquí, un café allá; demasiada prisa, y de repente decidimos que para hacer algo, mejor hacerlo bien, sin apresurarnos y saboreando el momento. No solo viajar: también comer, trabajar, pasear o charlar. Vivir a nuestro ritmo.

No te vamos a engañar: nosotros también hemos intentado visitar cinco ciudades en una semana y hemos hecho una lista para ver todo lo que te recomiendan las tres mejores guías de viajes, aún conservamos alguna por casa. Por esta misma razón, porque lo hemos vivido e interiorizado, nos creemos fieles defensores del slow travel y de la vida tranquila en general.

El bienestar y la calidad de vida de nuestra cultura están, o más bien estaban, basados en una vida tranquila; con trabajo duro, eso sí. Cuando hablamos con nuestros abuelos, todos tenían tiempo para todo y en especial para compartir con los demás y hacerlo con ganas. Esto ha cambiado bastante en nuestros días.

Desde luego, ni las cosas del pasado son las mejores, ni lo que tenemos hoy y nos espera en el futuro es una tragedia. Todo tiene sus pros y sus contras. Hay que escoger lo bueno que hay en cada momento y lugar. Y para nosotros, slow travel es lo mejor en cuestión de viajar.

El concepto surgió en Roma en los años ochenta. Una gran empresa americana de fast food llegó a Italia, y con ella, toda una serie de cambios en los hábitos gastronómicos del país. Un tal Carlo Petrini cayó en la cuenta de que no eran unos simples restaurantes, sino una forma de comer y vivir que era contraria a una cultura tan rica y profunda como la italiana.

Por eso, en respuesta, entre amigos del sector crearon el slow food, que se convirtió en un movimiento gastronómico y social que perdura hoy en día. Sus bases son el respeto a lo local, el tiempo tranquilo en la mesa y la pasión por comer bien. Se trata, pues, de dar prioridad al producto autóctono, de tomarse el tiempo necesario en preparar la comida a fuego lento, de sentarse a la mesa para disfrutar de un vino exquisito, un delicioso almuerzo y buena compañía; en definitiva, de comer despacio como una manera de proteger la forma de vivir en Italia.

Con el tiempo, la corriente slow se ha ido expandiendo a otros ámbitos. Por ejemplo, slow fashion, donde se da importancia tanto al origen de los materiales utilizados como a la manera en que se producen las prendas. En definitiva, tomar conciencia de lo que consumes, evitando ser arrastrado por las modas y hacerlo con sentido y responsabilidad. También existen escuelas slow, agricultura slow e incluso dinero slow.

En el ámbito del turismo aparecen el slow travel y las città slow, del italiano (pueblos o ciudades lentas), donde viajar y los destinos toman una perspectiva diferente, abogando por un ritmo de vida más pausado, cuidando el medio ambiente y preservando las tradiciones que los distinguen, pero sin renunciar a los avances tecnológicos.

Hoy en día existe toda una red de pueblos y ciudades lentas alrededor del mundo que comparten estas características. En España ya existen ocho destinos slow oficiales.

Si piensas que son lugares donde se paró el tiempo y que al visitarlos vuelves al pasado, tienes una idea equivocada. Son pueblos muy bien organizados y modernos. Tienen sus propias fiestas, eventos cargados de creatividad tanto para los locales como para los visitantes. Siempre están abiertos a la integración, pero en ellos se evitan la masificación o las modas que pongan en riesgo la originalidad del lugar. El disfrute de la vida en comunidad, la posibilidad de comprar en los mercadillos semanales con productores locales y el apoyo (y muchas veces incluso la financiación) por parte del ayuntamiento de las actividades, pasatiempos y hobbies de sus gentes son algunas de las características de estos lugares, de estos pueblos o ciudades pequeñas en los que se puede ver y experimentar cómo es la vida local. En definitiva, no son sitios para desconectar, al contrario: se trata de lugares para conectarse con lo local y lo auténtico.

En un mundo globalizado donde triunfan las grandes superficies y restaurantes abiertos siete días a la semana y veinticuatro horas al día, donde tienes una hamburguesa en dos minutos y donde rellenas tu vaso de refresco tantas veces como desees mientras disfrutas de wifi gratuito, en un sitio lleno de gente que entra y sale del local que incluso se sirven y se limpian la mesa ellos mismos… en esos sitios me vienen a la cabeza los domingos en casa de la abuela, donde se empieza a cocinar temprano, con la chimenea calentando la casa, el olor de los productos frescos de la tierra y el ruido de la olla bullendo a fuego lento y emanando un aroma que inunda cada rincón. Sentarse a la mesa, charlar, reír, disfrutar sin prisa de un sabor característico que pasará a la historia como el exclusivo guiso de la abuela; el postre, el café, los dulces y la siesta. Creo que puede verse claramente a qué nos referimos con la idea de slow…

Slow significa despacio. En una sociedad donde lo rápido apremia, es, de vez en cuando, difícil entender por qué de repente deberíamos frenar. Palabras como rápido, más y mucho son las que marcan el ritmo en nuestra sociedad de hoy día. Si eres lento, pierdes.

Slow travel no es una guerra contra el turista común, haciendo todo lo contrario y evitando cualquier atracción, los sitios más visitados o las diez cosas que hacer en esta o aquella ciudad. Es más bien decidir cómo hacerlo, y sobre todo visitar los sitios a tu manera. Nosotros lo vemos como una experiencia más personal, intensa y profunda, en la que dedicas todo tu tiempo, ganas y atención no simplemente a disfrutar, sino a sumergirte en la experiencia, a tomarte el tiempo necesario para saborear cada instante, sin acortar ningún camino ni tratar de llegar antes. Sencillamente nos adaptamos al destino y nos deleitamos con todo lo que nos rodea, en especial con las pequeñas cosas, sea el monumento más popular o una bonita calle perdida en un pueblo de montaña.

En resumen, viajar lento es una experiencia más completa y, sobre todas las cosas, a tu propio ritmo. Es una actitud, una manera de pensar en la que tú eliges y decides cómo manejar tu tiempo, tu dinero y tus experiencias.

Primera parte

Vivir viajando

«No todos los que viajan sin rumbo están perdidos».

J.R.R. Tolkien

1. El cómo o el movimiento constante como manera de vivir

 

Ya hace varios meses que estamos en casa. Mimi está al sol, un rato de relax después de un poco de trabajo en la huerta. Yo, desde el porche, la observo; no solo a ella, a todo el jardín. ¡Qué día más bonito hace hoy!, el primero después de un invierno largo y frío. Estoy leyendo a Paul Theroux, uno de los grandes escritores de viajes de todos los tiempos. Habla sobre «las felices islas de Oceanía», qué ganas de explorar me están entrado.

Intento concentrarme en mi lectura. «¡Ya está bien!», me digo, «te prometiste a ti mismo que este iba a ser el año de las oposiciones, de centrarse, de buscar un trabajo serio y una casa…».

Sigo leyendo, y en las palabras de Paul encuentro un espejo de mis propios pensamientos. Mi brújula interior empieza a latir con fuerza, apunta al sur. ¿Dónde?, ¿a mi pueblo? Más al sur, mucho más, apunta a un destino nuevo, desconocido. «Lo que te gusta complicarte la vida, ¿eh?», continúo con mis pensamientos.

Mimi se acerca. Me ve la cara, sabe lo que quiero, ella quiere lo mismo. La casa, el coche y el perro, ¿y qué? ¡Al carajo con eso! Si nosotros somos nómadas, ¿qué hacemos que no estamos izando velas?

Miramos debajo del colchón, nos quedan algunos ahorrillos. ¿Serán suficientes? No sé, ya veremos, lo mismo tenemos que echar unos meses de trabajo antes de irnos. Pero ¿a dónde vamos? Al sur, ya pensaremos por el camino. ¿Y cómo nos las apañamos económicamente? Eso también lo averiguaremos: hostelería, construcción, si hace falta hacemos camas y cocinamos, por lo menos tendremos comida y donde dormir. Nos reímos, ¡qué locos estamos, por Dios!

Esa misma tarde ya tenemos un billete de avión para el continente asiático. Si es que no tenemos remedio, ¿qué pasa con nuestro futuro? Bueno, eso en el futuro lo sabremos. Ahora toca decírselo a nuestros padres, otra vez. No les va a gustar, pero creo que ya se van acostumbrando…

Ambos compartimos una característica: no aguantamos la rutina. Cuando nos sentimos ya demasiado cómodos, necesitamos el cambio para poder respirar libremente otra vez.

Son ya seis años, hace tiempo que se convirtió en una forma de vida, y la pregunta es siempre la misma: ¿cómo lo hacéis? Pues supongo que simplemente nos apasiona.

Hay que vaciarse la cabeza de ideas preconcebidas, estar preparado para lo que venga y tener claro que vivir viajando no es un sendero de lujo, paz y tranquilidad. La mayoría del tiempo es de lucha, esfuerzo, inquietud… pero recompensados con momentos únicos e irrepetibles. Tantos, que al final nuestro rincón de la memoria es como un gran videoclub en el que puedes elegir revivir esas bonitas sensaciones y experiencias una y otra vez. Por así decirlo, nos hemos vuelto coleccionistas de momentazos. Y claro, en esos días de bajón, siempre tiene uno de donde sacar una sonrisa.

Luego está el buscar el momento y el sitio adecuados, la oportunidad. No es lo mismo irse a las playas de Málaga el 15 de agosto que el 20 de octubre. Que puede que te llueva, pues claro, pero ¿y lo bonita y tranquila que está la playa cuando se pueden oír las gotas golpeando la arena en vez de guiris gritando? Pues esto de viajar por el mundo es lo mismo. Tenemos la suerte de que, desde Cristóbal Colón en adelante, todo está documentado, y es muy fácil elegir cuándo y dónde ir para no cruzarte con turistas.

Al fin y a la postre, nuestro objetivo no es evitar el mainstream o los sitios de moda, es más bien redescubrir los rincones auténticos, probar los sabores originales, conocer a seres humanos reales y volver a casa para contarlo.

2. El viaje hacia uno mismo

 

Viajar siempre es apasionante, da igual el modo en el que lo hagas. Tanto si es un fin de semana para desconectar como si se trata de ocho meses de mochilero perdidos en el Amazonas, a todos nos gusta la sensación de ver algo nuevo, de probar algo diferente.

Nosotros, como viajeros, no siempre hemos tenido las cosas tan claras, no hemos sido mochileros desde niños (aunque sí tenemos el gen de la curiosidad). Cientos de veces hemos acabado corriendo para ver todos los sitios importantes en una ciudad, hemos pagado por tours costosos y, en definitiva, hemos sido turistas de manual. Esto del slow travel ha sido más bien un descubrimiento que hemos ido adquiriendo con cada viaje, y hemos mejorado, permíteme la expresión, con cada cagada.

Slow travel, como ya hemos visto, es un término para designar una manera de viajar. Nunca nos hemos llamado a nosotros mismos slow travellers y mucho menos hemos tenido el objetivo de convertirnos en eso, en mochileros o como quiera que sea que lo queramos llamar. Como lo vemos nosotros, slow travel es un término para describir una pasión que compartimos con otros viajeros.

Todos tenemos habilidades que nos hacen diferentes de los demás, algo que nos hace especiales. Como la mayoría de los mortales, nosotros no tenemos un don extraordinario: no sabemos componer sinfonías, somos horribles en matemáticas, no tenemos mucho sentido de la responsabilidad y no hemos nacido con esa predisposición para ser personas exitosas en el siglo XXI. Quizá por eso no nos costó mucho embarcarnos en una vida nómada y transitar de aquí para allá con poco dinero y menos planificación.

Así es donde empieza nuestra historia, primero como pareja, y, más importante, como equipo.

Digamos que todo empezó el día que conocí a Mimi por tercera vez. Sí, me había encontrado con ella otras dos veces anteriormente, pero, como ya he dicho, soy un desastre y seguramente había oferta en jarras de cerveza en esos días. Bueno, vayamos al grano. Quizás algún día incluiremos cómo empezó nuestra relación en una publicación sobre nuestras memorias. Por ahora, hablemos sobre nuestras aventuras.

Pues allí estaba ella, era invierno, paseaba por Granada y tenía las manos congeladas. Suerte que recordé que había dejado una bufanda en casa de una amiga que vivía justo donde me encontraba y, casualidades de la vida, Mimi estaba allí y tenía mi bufanda puesta. Fue muy gracioso, porque cuando le dije que era mía (la bufanda, no ella), se puso roja como un tomate.

La cosa es que así empezó nuestra amistad. Ella estaba hablando sobre un proyecto en la India, y lo que en principio iba a ser un paseo por la ciudad acabó siendo el inicio de una aventura apasionante. Escuché sin perder detalle y fuimos a tomar algo.

Poco después empezamos nuestra relación y Mimi cambió Europa por las lejanas Indias. La lógica nos dijo que diéramos por terminado ese amor fugaz y poner los pies en la tierra. Ella se iba por un año a Asia y yo tenía comprado el vuelo para trabajar durante el verano en Mallorca.

Ella se marchó y a las pocas semanas, muy temprano por la mañana, recibí su llamada. Aún recuerdo su voz emocionada y sus palabras: «Dani, hay una oferta para dar clases de español en el colegio donde estoy, estarían encantados de contar con un profesor nativo, vamos a hacer que suceda».

La decisión fue instantánea, podría decirse que impulsiva, pero hubo una parte que salió directamente del corazón, que me marcaba una sola dirección: ¡Me voy a India!

Por supuesto, no era tan fácil. Debía pasar dos entrevistas en inglés y demostrar que era el candidato adecuado. Ahí aprendí algo muy valioso sobre mí mismo que todavía hoy considero entre mis habilidades: si se quiere, se puede y cuando haces las cosas con el corazón es imposible que salgan mal, además de la importancia de trabajar en equipo: mi inglés era muy básico y durante dos semanas Mimi y yo ensayamos una y otra vez posibles preguntas de entrevistas.

¿Cuál es la razón de que te contemos esto? Pues muy sencillo: sin saber inglés pasé las entrevistas. En la primera de ellas me dijeron que mi dominio de ese idioma no era suficiente y les abrí mi corazón. Les dije que si me daban esa oportunidad lograría alcanzar el nivel requerido lo antes posible y que tenía todas las cualidades y motivación para suplir mi carencia con muchas ganas de aprender. Y así fue. Unos meses después, con mucho trabajo y a base de equivocarme y pasar momentos embarazosos, alcancé un nivel aceptable. Desde entonces, sé que los límites se los pone uno mismo y que nunca se puede llegar tan lejos solo como en equipo.

3. Factor suerte

 

Curiosamente, la suerte es algo que ha ido mejorando según hemos ido aprendiendo. Con suerte me refiero a que todas las cosas que suponemos buenas y agradables, esas, se han multiplicado, mientras que las desagradables han ido desapareciendo.

Hemos caído en la cuenta de que cuanto más conocimiento tenemos, menos cosas quedan al azar. No es casualidad, funciona siempre. La buena suerte ha ido de la mano con el esfuerzo y la actitud positiva. La necesidad de adaptación ha sido casi semanal, y eso nos ha llevado a aprender que quejarse o autocompadecerse solo sirve para que te salgan arrugas y canas.

Nuestra forma de vida tiene poco de sencilla. Debes estar continuamente reinventándote, no hay lugar para la comodidad, no existe el largo plazo y tienes que buscarte la vida cada cierto tiempo, y claro, esto requiere de esfuerzo y automotivación casi diaria. ¿Qué aprendes con esto? Que con esas dos cosas, da igual lo que hagas, lo largo que sea el camino, lo difícil que sea el trabajo, en poco tiempo la buena suerte se pone de tu lado y los nuevos retos se vuelven apasionantes.

Para que te hagas una idea, en los cerca de dieciocho meses que pasamos en Australia vivimos en dos ciudades en tres casas diferentes; viajamos por toda la costa este, el desierto y parte del norte; tuvimos diez trabajos distintos entre los dos y e hicimos una veintena de entrevistas.

Tuvimos momentos de todo tipo, por supuesto; muchas veces nos agobiamos, pero siempre pusimos toda la carne en el asador. Al final la suerte siempre se pone de tu lado.

Como dice John Quincy Adams, «la paciencia y la perseverancia tienen un efecto mágico ante el cual desaparecen las dificultades y los obstáculos».

4. La mente del viajero slow y la magia del camino

 

En los últimos años, la ciencia ha abierto toda una rama de estudio sobre la felicidad, así se ha llegado a la conclusión de que viajar puede incluirse en una de esas pócimas mágicas para ser feliz. No podríamos estar más de acuerdo.

Eso sí, la ciencia suele ser objetiva a la hora de exponer sus resultados y acaban dándote una lista de diez pasos de cómo conseguir el nirvana. Ya te digo yo que lo que funciona para muchos no tiene por qué funcionar para todos y es por eso que mucha gente acaba frustrándose después de meses de pasar penurias, darse una ducha fría cada tres días o subsistir a base de fruta y comida de puestos callejeros que están a cien años de conocer una inspección de Sanidad. Ese no es el ideal de felicidad para todo el mundo, y sin embargo a nosotros nos da esas mariposillas en el estómago. En definitiva, la dicha hay que encontrarla en las cosas que uno hace, y eso que uno hace debe tener un propósito en sí mismo. Para nosotros es aprender y compartir. Toda la dificultad, la dureza y las fatigas del camino acaban por enseñarnos de lo que somos capaces y de lo que se puede aprender con solo tres cosas: caminar, observar y escuchar. Por eso, aunque no tenemos la fórmula universal de la felicidad, os podemos relatar cómo funciona nuestra mente durante cada aventura y cómo cambia, cuál es el resultado de una larga exposición a lo desconocido.

Daniel Kahneman dijo: «Los mejores pensamientos de mi vida los tuve en mis paseos ociosos». Lo bueno de tomarte un largo tiempo con calma, fuera de la rutina y de los estímulos repetitivos del día a día, es que creas el espacio ideal para escuchar con calma las sensaciones y pensamientos de tu propia alma. La psique se transforma con el paso de los días y lo que nos preocupaba en las largas semanas de trabajo, rutina y estrés acaba perdiendo su importancia. Entonces sucede algo maravilloso: se da un aprendizaje continuo, sin esfuerzo. Y la mente se abre de par en par.

5. El viaje más importante: volver a casa

 

«Nadie se da cuenta de lo hermoso que es viajar hasta que vuelve a casa y descansa sobre su almohada vieja y conocida».

Lin Yutang

La próxima semana vuelvo a casa. Estoy contento, excitado, incluso nervioso. Revivo buenos momentos del pasado. «Tengo que llamar a Félix, a Manuel, a mi primo. Estará el Kin en el pueblo?, qué ganas de abrazar a mamá y papá. Y de hacer rabiar a mi hermana. Me apetece tanto un tercio fresquito. Seguro que ya hay cerezas, ¡cuánto hace que no las cato! Y un jollico con aceite y jamón». Contra, ¡si parece que haya estado pasando fatigas! Y no, pero es que como en el pueblo, en ningún lao. El viaje se me pasa volando a pesar de que son más de veinticuatro horas con varias escalas. Eso sí, al llegar, el excepcional sol del sur.

El viaje más apasionante de toda mi vida siempre ha sido el de vuelta a casa. No hay nada más emocionante que regresar a ver las caras de los seres queridos, los viejos amigos y los lugares de siempre.

La primera vez estaba asustado: «¿Qué va a pasar ahora?, ¿y si no encajo?». Cientos de preguntas de este tipo pasaban por mi cabeza.

No os voy a engañar, costó adaptarse, pero el calor del hogar y el afectuoso cariño de la gente de siempre me enseñaron la última lección que todo viajero necesita aprender: el viaje se completa una vez que has vuelto a tus raíces.

Una cosa es cierta, jamás vuelves a ser el mismo, pero tampoco lo son los viejos amigos y conocidos. Aprendes a ver una nueva y bonita parte de todo y de todos.

Segunda parte

Viajar viviendo

«El verdadero viajero encuentra que el aburrimiento es más bien agradable que molesto. Es el símbolo de su libertad —su excesiva libertad—. Él acepta su aburrimiento, cuando viene, no como mero principio filosófico, sino casi con placer».

Aldous Huxley