Introducción
Hernán Lara Zavala
UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO MÉXICO
2012
JUNTO CON JOSÉ JOAQUÍN FERNÁNDEZ DE LIZARDI, JUSTO SIERRA O’REILLY OCUPA UN LUGAR PREPONDERANTE EN LA historia de la literatura mexicana, entre otras razones, por haber sido uno de los introductores de la novela como género literario en nuestro país. El periquillo sarniento fue publicada en el año de 1816, unos cuantos años después de la declaración de la independencia, y acaso por ello su temática y su estilo tienen que ver más con la crítica de costumbres y con el tono picaresco impugnador del estado de las cosas imperante en México. Sierra O’Reilly representa otra vertiente narrativa. Por una parte, como avezado lector de la novela europea del siglo XIX, sus intereses estaban centrados en la emoción y el suspenso que producían las novelas de folletín al estilo Dumas, Sue y Richardson y por consiguiente su primera novela, Un año en el hospital de San Lázaro (1845), escrita en forma epistolar, busca sobre todo interesar al lector a través de la trama y del conflicto psicológico de su personaje principal, un joven de la alta sociedad yucateca que ha contraído lepra y se ve obligado a refugiarse en un leprosario. Por otro lado, Sierra O’Reilly es también el creador en nuestro país de lo que se conoce como novela histórica, género que aprendió merced a sus lecturas de Sir Walter Scott, Bulwer Lytton y Victor Hugo. Su segunda novela, la ya clásica La hija del judío fue dictada por Sierra O’Reilly, con la misma soltura de Stendhal con su famosa Cartuja, aprovechando las largas esperas durante su aciago viaje a Estados Unidos en plena Guerra de Castas. Bien documentada, con profundo conocimiento de la historia de la colonia y de las intrigas entre las principales órdenes religiosas -en especial la pugna entre dominicos y jesuítas- Sierra O’Reilly crea una obra maestra en la cual narra con lujo de detalles las peripecias a que se ve sometida una jovencilla acusada por la Inquisición de ser hija de judíos con objeto de despojarla de su herencia y, además, frustrar su felicidad al impedir su matrimonio con un joven de la mejor sociedad. Pero Sierra tenía otra veta, la de la novela breve o relato que, de algún modo explotó con éxito en los muy diversos periódicos que publicó a lo largo de su corta pero atribulada vida. En este género Sierra O’Reilly ensaya con las leyendas e historias que fueron famosas en la Península de Yucatán. A este género pertenece El filibustero, relato que hoy presentamos y que se hallaba prácticamente inédito en nuestro país.
El filibustero (1841) fue considerada por el propio autor como una novela histórica en razón de que está basada en una leyenda del siglo XVII sobre las famosas piraterías que asolaban a la Península de Yucatán. Esto, que a la luz de hoy puede parecer ingenuidad o falta de creatividad, no era tal en el siglo XIX cuando lo que se pretendía era sobre todo reforzar la autenticidad de la anécdota y darle el tratamiento más realista posible. Por ello esta breve novela posee muchas de las mejores aportaciones de Sierra O’Reilly a la narrativa mexicana. Se trata de la recreación histórica de un personaje renombrado en la imaginación popular, Diego el Mulato, temible por su oficio de filibustero y misterioso por su identidad y destino. El suceso está ambientado en el pasado, como en las novelas de Scott, pero ocurre en nuestro país, en este caso en la muy noble y leal villa de Campeche, en la entonces Capitanía General de Yucatán, lo cual le brinda un interés adicional al relato. Si bien es cierto que hay muchos elementos fechados que le imprimen un toque excesivamente romántico y un tanto melodramático a la narración, también es verdad que la historia posee fuerza e interés sobre todo porque se trata de una historia de amor a la vieja usanza, como las que proponían Byron, Emily Brónte o Victor Hugo, en donde existe de principio una gran disparidad entre el carácter moral de la pareja de enamorados y muchos obstáculos para vencer. El relato contiene así el suspenso folletinesco, el elemento romántico, el anhelo de penetración sicológica y la sorpresa con que suelen concluir este tipo de narraciones.
En este sentido Diego el Mulato es un protagonista muy atractivo en tanto que su caracterización es la de un típico héroe byroniano. Es cruel, valiente, buen mozo, hábil con las armas, altivo, aunque a la larga resulte una víctima del destino en cuanto a que se enamora de la persona menos indicada, pues no sólo se trata de la mujer más bella de Campeche sino también de quien con mayor derecho lo odiaría. El filibustero es, en fin, la historia de una gran pasión, de un amor a primera vista que desconoce sus orígenes y que enfrenta todas las adversidades posibles sin temor a lo que pueda ocurrir. Tanto Diego como Conchita, el objeto de su amor, están dispuestos a arrostrar todas las penalidades que sobrevengan con tal de no prescindir el uno de la otra. La pasión de Diego no conoce límites y Conchita también es capaz de renunciar incluso a su propia sangre con tal de unirse a quien la sedujo con el simple brillo de sus ojos. Como sucede en las novelas decimonónicas, la historia está llena de paradojas, ironías dramáticas y predeterminaciones del destino. Curiosamente las concesiones que hace el novelista no van tan lejos como para llevarnos a un final feliz y esto, en gran medida, es lo que le imprime el carácter trágico y memorable a nuestro relato pionero en las letras mexicanas. Para la presente edición se consideró pertinente modernizar la tipografía y las convenciones editoriales con objeto de hacer más ágil su lectura.
Hernán Lara Zavala
Justo Sierra O'Reilly
...Ahi! dove fuggo?
E dove
Dove fuggir potrai?...
Alfieri-M. Stuarda
¡A LAS ARMAS, VALIENTES CAMPECHANOS! ¡LOS BÁRBAROS VIENEN A ROBAROS, A INSULTAROS, A SAQUEAR VUEStras casas, a violar vuestras hijas y a incendiar la población! ¡El rey!, ¿qué es el rey cuando se trata de conservar el honor y la existencia de lo que tenéis de más caro en la tierra? ¡No!, la causa del rey no es la que vais a defender: es la vuestra, es la causa de Yucatán: es la de la muy noble y leal villa de Campeche.
Era el 11 de agosto de 1633: diez naos piratas se habían presentado enfrente del puerto y todo el vecindario estaba en la mayor consternación y angustia, contemplando aquel aparato hostil. El valiente y resuelto capitán Domingo Galván Romero, de acuerdo con los principales de la villa, daba sus disposiciones y dictaba órdenes para la defensa de la plaza...
A las cinco de la tarde, mientras todos los vecinos estaban reunidos en las casas reales, viose venir a carrera tirada al atalayero de la Eminencia... Llega bañado de sudor, cubierto de polvo... y no puede hacerse entender porque está espantosamente agitado de la fatiga y del terror.