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En busca del contentamiento

“El contentamiento no tiene por qué ser tan escurridizo como pensamos. El entusiasmo de Erik Raymond por explicar los textos bíblicos sobre el contentamiento queda patente a lo largo de todo el libro. Tanto si te sientes agotado por haber intentado exprimir el contentamiento del mundo, como si estás feliz con tu situación, En busca del contentamiento revitalizará tu perspectiva a la vez que te maravillas ante el gozo soberano de Jesús”.

Gloria Furman, autora de Missional Motherhood [Maternidad misional] y Alive in Him [Viva en él].

“Nuestra búsqueda del contentamiento nos lleva, demasiado a menudo, a fuentes incapaces de aguantar el peso de nuestros deseos. Confiamos en el dinero, las relaciones y las circunstancias solo para acabar descubriendo que estamos cada vez más insatisfechos. Este libro nos ayuda a tener un entendimiento más claro sobre el contentamiento, además de redirigir nuestras esperanzas hacia Aquel que es capaz de ofrecernos un gozo duradero. Raymond combina la sabiduría de los Padres de la Iglesia con reflexiones y ejemplos modernos, lo que hace que este libro sea ameno, vigente y necesario”.

Melissa Kruger, coordinadora del ministerio de mujeres en Uptown Church, Charlotte, Carolina del Norte; autora de The Envy of Eve [La envidia de Eva].

“Prácticamente cada día, me levanto y leo las reflexiones de Erik Raymond sobre el ministerio pastoral, el discipulado y la vida diaria del cristiano. Siempre me reta a amar a Jesús y a confiar en que su obra en la cruz es suficiente. Debido a que soy una persona a la que le cuesta estar satisfecha, necesito su sabio consejo para andar con Cristo en libertad y gozo”.

Collin Hansen, director editorial de The Gospel Coalition; autor de Blind Spots [Puntos ciegos].

“En este libro, mi amigo Erik Raymond no nos dice nada nuevo, sino que nos recuerda cierta sabiduría antigua que ha sido ignorada y silenciada en nuestro mundo insatisfecho. Partiendo de los profetas, los puritanos y su propia experiencia personal, Erik hurga en nuestro malestar y nos ofrece la medicina del evangelio. Necesito la verdad contenida en este libro y estoy seguro de que tú también”.

Robert H. Thune, pastor principal de Coram Deo Church, Omaha, Nebraska.

“Erik Raymond es la persona adecuada para escribir el libro En busca del contentamiento. Su excelente trabajo me retó y bendijo inmensamente, como también te pasará a ti, una vez que lo hayas leído y puesto en práctica”.

Jason Allen, presidente del Midwestern Baptist Theological Seminary and College.

“¿Hay alguna expresión que defina mejor nuestra cultura que ‘en busca de’? ¿Existe alguna palabra que describa mejor lo que hace falta en nuestra cultura que ‘contentamiento’? Al unir estas palabras aparentemente contradictorias, Erik nos llama a terminar nuestra búsqueda de querer tener más y empezar a desarrollar la práctica de querer tener lo suficiente. Lee esta exploración motivadora y agradable sobre el contentamiento cristiano y decide, como hice yo, que este cambio merece la pena”.

David Murray, profesor de Antiguo Testamento en el Puritan Reformed Theological Seminary; pastor de Grand Rapids Free Reformed Church, Grand Rapids, Michigan; autor de Jesus on Every Page [Jesús a cada página] y The Happy Christian [El cristiano feliz].

“Erik Raymond es uno de mis autores preferidos. El descontentamiento es algo contra lo que lucho frecuentemente. Es por ello por lo que es todo un gozo tener a este autor utilizando unas palabras tan sabias, pastorales y basadas en la Biblia para hablar del valor, la importancia y la búsqueda del contentamiento. Si te cuesta tanto como a mí sentirte satisfecho, encontrarás, en las páginas de este libro y, por encima de todo, en el Libro de los libros al que apunta, la ayuda y la esperanza que anhelas”.

Tim Challies, blogger, Challies.com.

“Durante décadas, cuando alguien me pedía que le recomendara un libro sobre el contentamiento cristiano, tenía que recomendar libros escritos por puritanos como Burroughs y Watson. No conocía un solo libro moderno sólido sobre este tema... hasta ahora. En busca del contentamiento es el libro moderno que he anhelado leer y usar. Este libro contiene la sabiduría y los pensamientos de las imperecederas obras puritanas a la vez que muestra una sensibilidad pastoral culturalmente pertinente, lo que lo convertirá en el libro por excelencia sobre este tema. Es una obra totalmente bíblica e increíblemente práctica. Recomiendo encarecidamente este libro y al hombre fiel que lo escribió”.

Brian Croft, pastor principal de Auburndale Baptist Church; fundador de Practical Shepherding; profesor emérito de Church Revitalization Center, The Southern Baptist Theological Seminary.











Para el Señor Jesucristo,

quien nos trae de vuelta a Dios

1 Pedro 3:18

Índice

Prólogo a la serie

Prefacio

Introducción

Primera parte: Definir el contentamiento

Capítulo 1 ¿Qué es el contentamiento?

CAPÍTULO 2 El Dios que está satisfecho

SEGUNDA parte: APRENDER el contentamiento

Capítulo 3 Más de lo que merezco

Capítulo 4 Izquierda, derecha, izquierda...

Capítulo 5 Más allá del envoltorio brillante

Capítulo 6 ¡Simplemente, di no!

Capítulo 7 Quedaos quietos y reconoced

Capítulo 8 La esposa fiel

Capítulo 9 Todavía no estamos en casa

Conclusión

Prólogo a la serie

Un sermón hay que prepararlo con la Biblia en una mano y el periódico en la otra.

Esta frase, atribuida al teólogo suizo Karl Barth, describe muy gráficamente una condición importante para la proclamación del mensaje cristiano: nuestra comunicación ha de ser relevante. Ya sea desde el púlpito o en la conversación personal hemos de buscar llegar al auditorio, conectar con la persona que tenemos delante. Sin duda, la Palabra de Dios tiene poder en sí misma (Hebreos 4:12) y el Espíritu Santo es el que produce convicción de pecado (Juan 16:8), pero ello no nos exime de nuestra responsabilidad que es transmitir el mensaje de Cristo de la forma más adecuada según el momento, el lugar y las circunstancias.

John Stott, predicador y teólogo inglés, describe esta misma necesidad con el concepto de la doble escucha. En su libro El Cristiano contemporáneo dice: Somos llamados a la difícil e incluso dolorosa tarea de la doble escucha. Es decir, hemos de escuchar con cuidado (aunque por supuesto con grados distintos de respeto) tanto a la antigua Palabra como al mundo moderno. (…). Es mi convicción firme que solo en la medida en que sepamos desarrollar esta doble escucha podremos evitar los errores contrapuestos de la falta de fidelidad a la Palabra o la irrelevancia.

La necesidad de la “doble escucha” no es, por tanto, un asunto menor. De hecho tiene una clara base bíblica. Podríamos citar numerosos ejemplos, desde el relevante mensaje de los profetas en el Antiguo Testamento -siempre encarnado en la vida real- hasta nuestro gran modelo el Señor Jesús, maestro supremo en llegar al fondo del corazón humano. Jesús podía responder a los problemas, las preguntas y las necesidades de la gente porque antes sabía lo que había en su interior. Por supuesto, nosotros no poseemos este grado divino de discernimiento, pero somos llamados a imitarle en el principio de fondo: cuanto más conozcamos a nuestro interlocutor, más relevante será la comunicación de nuestro mensaje.

La predicación del apóstol Pablo en el Areópago (Hechos 17) constituye en este sentido un ejemplo formidable de relevancia cultural y de interacción con “la plaza pública”. Su discurso no es solo una obra maestra de evangelización a un auditorio culto, sino que refleja esta preocupación por llegar a los oyentes de la forma más adecuada posible. Esta es precisamente la razón por la que esta serie lleva por nombre Ágora, en alusión a la plaza pública de Atenas donde Pablo nos legó un modelo y un reto a la vez.

¿Cómo podemos ser relevantes hoy? El modelo de Pablo en el ágora revela dos actitudes que fueron una constante en su ministerio: la disposición a conocer y a escuchar. Desde un punto de vista humano (aparte del papel indispensable del E.S.), estas dos cualidades jugaron un papel clave en los éxitos misioneros del apóstol. ¿Por qué? Hay una forma de identificación con el mundo que es buena y necesaria por cuanto nos permite tender puentes. El mismo Pablo lo expresa de forma inequívoca precisamente en un contexto de testimonio y predicación: A todos me he hecho todo, para que de todos modos salve a algunos. Y esto hago por causa del Evangelio (1 Corintios 9:22-23). Es una identificación que busca ahondar en el mundo del otro, conocer qué piensa y por qué, cómo ha llegado hasta aquí tanto en lo personal (su biografía) como en lo cultural (su cosmovisión). Pablo era un profundo conocedor de los valores, las creencias, los ídolos, la historia, la literatura, en una palabra, la cultura de los atenienses. Sabía cómo pensaban y sentían, entendía su forma de ser (Romanos 12:2). Tal conocimiento le permitía evitar la dimensión negativa de la identificación como es el conformarse (amoldarse), el hacerse como ellos (en palabras de Jesús, Mateo 6:8); pero a la vez tender puentes de contacto con aquel auditorio tan intelectual como pagano.

Un análisis cuidadoso del discurso en el Areópago nos muestra cómo Pablo practica la “doble escucha” de forma admirable en cuatro aspectos. Son pasos progresivos e interdependientes: habla su lenguaje, vence sus prejuicios, atrae su atención y tiende puentes de diálogo. Luego, una vez ha logrado encontrar un terreno común, les confronta con la luz del Evangelio con tanta claridad como antes se ha referido a sus poetas y a sus creencias. Finalmente provoca una reacción, ya sea positiva o de rechazo, reacción que es respuesta natural a una predicación relevante.

Pablo era, además, un buen escuchador, como se desprende de su intensa actividad apologética en Corinto (Hechos 18:4) o en Éfeso (Hechos 19:8-9). Para “discutir” y “persuadir” se requiere saber escuchar. La escucha es una capacidad profundamente humana. De hecho es el rasgo distintivo que diferencia al ser humano de los animales en la comunicación. Un animal puede oír, pero no escuchar; puede comunicarse a través de sonidos más o menos elaborados, pero no tiene la reflexión que requiere la escucha. El escuchar nos hace humanos, genuinamente humanos, porque potencia lo más singular en la comunicación entre las personas. Por ello hablamos de la “doble escucha” como una actitud imprescindible en una presentación relevante del Evangelio.

Así pues, la lectura de la Palabra de Dios debe ir acompañada de una lectura atenta de la realidad en el mundo con los ojos de Dios. Esta doble lectura (escucha) no es un lujo ni un pasatiempo reservado a unos pocos intelectuales. Es el deber de todo creyente que se toma en serio la exhortación de ser sal y luz en este mundo corrompido y que anda a tientas en medio de mucha oscuridad. La lectura de la realidad, sin embargo, no se logra solo por la simple observación, sino también con la reflexión de textos elaborados por autores expertos. Por ello y para ello se ha ideado esta serie. Los diferentes volúmenes de Ágora van destinados a toda la iglesia, empezando por sus líderes. Con esta serie de libros queremos conocer nuestra cultura, escucharla y entenderla, reconocer, celebrar y potenciar los puntos que tenemos en común a fin de que el Evangelio ilumine las zonas oscuras, alejadas de la luz de Cristo.

Es mi deseo y mi oración que el esfuerzo de Editorial Andamio con este proyecto se vea correspondido por una amplia acogida y, sobre todo, un profundo provecho de parte del pueblo evangélico de habla hispana. Estamos convencidos de que la Palabra antigua sigue siendo vigente para el mundo moderno. Ágora es una excelente ayuda para testificar con la Biblia en una mano y “el periódico” en la otra.

Pablo Martínez Vila

Prefacio

Detrás de cada libro hay una historia. La de este libro es extraordinariamente dulce. Hace un par de años, estaba pasando por una etapa especialmente difícil de mi vida. Parecía como si Dios hubiera permitido que la aflicción rondara sobre mí como si se tratase de una nube de lluvia. El ministerio pastoral era particularmente duro y tuve que hacer frente a una serie de nuevos problemas de salud. Esto, junto con el usual caminar contracorriente que es vivir en este mundo caído, me dejó agotado.

Sin embargo, estaba más que agotado. Estaba inquieto y, después de darle vueltas, me di cuenta de que estaba descontento. Por la providencia de Dios, en aquella época estaba predicando sobre el libro de Hebreos. Los densos y oscuros nubarrones de aflicción arrojaron una sombra sobre mis estudios y, por desgracia, sobre mis predicaciones. Cuando recuerdo aquella etapa de mi vida, me viene a la mente el himno de William Cowper “Dios se mueve de manera misteriosa”:

Santos temerosos, cobrad nuevo valor;
las nubes que tanto teméis
están hinchadas de misericordia y se abrirán
con bendiciones sobre vuestras cabezas.

No juzguéis al Señor con vuestros 
débiles sentidos,
sino confiad en su gracia;
detrás de una providencia de ceño fruncido
él esconde un rostro sonriente.1

Un día, al abrir la Biblia para realizar un estudio, las nubes se rompieron y se convirtieron en bendiciones. Ante mí, tenía el capítulo 13 de Hebreos:

(…) Contentaos con lo que tenéis, porque Dios ha dicho:

“Nunca te dejaré;
    jamás te abandonaré”.

Así que podemos decir con toda confianza:

“El Señor es quien me ayuda; no temeré.
    ¿Qué me puede hacer un simple mortal?”.

Hebreos 13:5-6

A través de estos versículos, Dios empezó a recordarme de nuevo que, a pesar de todo, puedo (y debo) contentarme en Dios. Él es la fuente de mi contentamiento, no mis circunstancias. Por consiguiente, mi contentamiento será alimentado con la Palabra de Dios.

Esto me llevó a anotar algunas preguntas, pensamientos, confesiones y nuevos descubrimientos sobre la gracia. A lo largo de las siguientes semanas, medité sobre este texto y sobre el tema del contentamiento. Prediqué, escribí y hablé con algunos miembros de mi congregación. Dios nos estaba enseñando acerca del contentamiento, sobre quién es él y cómo solo podemos encontrar el contentamiento en él. Ciertamente, detrás del ceño fruncido se esconde una cara sonriente, y ver esta cara a través de los ojos de la fe nos ayuda a crear y sustentar el contentamiento.

Este libro explica lo que es el contentamiento y presenta varias maneras de cómo aprender a encontrarlo. Es fundamental entender que el contentamiento está anclado en el Dios que está satisfecho en sí mismo. ¿Qué mejor regalo puede dar Dios a personas como nosotros, que estamos hambrientos y sufrimos, que él mismo? Nos invita a la sala de banquetes para que nuestras almas se satisfagan en él. El contentamiento es el “Amén” imperecedero de nuestro gozo. Sin embargo, necesitamos saber más sobre lo que es el contentamiento y sobre cómo podemos alcanzarlo y ponerlo en práctica. En Filipenses 4:11, Pablo afirma que él aprendió a estar satisfecho. Entonces, ¿cómo podemos aprenderlo nosotros? En la segunda parte del libro, comparto algunas maneras prácticas para aprender a estar satisfecho.

Estoy agradecido a Dios porque, en el tiempo que estuve escribiendo este libro, él contestó mis oraciones y me ayudó a estar satisfecho en él. Como era de esperar, lo hizo mediante una serie de pruebas y tuve el privilegio de poner en práctica en tiempo real lo que estaba escribiendo. También pude escribir sobre lo que estaba viviendo. En otras palabras: jamás llegamos a graduarnos en la universidad del contentamiento, sino que somos estudiantes de por vida. Tanto si estás escribiendo o leyendo un libro sobre este tema, Dios proveerá, en su gracia y fidelidad, en aquellas áreas donde puedas aprender a estar satisfecho. En este sentido, todos somos partícipes de una búsqueda perpetua del contentamiento, incluso cuando sabemos algo sobre ello y sobre cómo identificar sus huellas en nuestra vida. Oro para que este libro profundice tu estudio en la universidad del contentamiento.

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Doy las gracias a todos aquellos que me han ayudado en este proyecto. Gracias a todos los que trabajáis en Crossway, por vuestro servicio lleno de gozo en la publicación de libros que edifican a la iglesia. En especial, doy las gracias a Justin Taylor, Dave DeWit, Thom Notaro, Amy Kruis, Lauren Harvey y Josh Dennis.

Doy las gracias a mi antiguo jefe y pastor, Pat Abendroth, por animarme desde el principio a escribir. En aquel momento me pareció extraño, pero, por la providencia de Dios, me has bendecido profundamente al guiarme en esta dirección, hermano. Gracias, Emmaus Bible Church, la iglesia en la que tengo el privilegio de servir como pastor. Vuestras oraciones, comentarios y ánimos me han servido más de lo que jamás llegaréis a saber.

También doy las gracias a Matt Fudge, un querido amigo y anciano de mi iglesia, por las conversaciones profundas sobre la Trinidad y el contentamiento. Gracias, Luke Gorsett, por tantos debates útiles sobre el tema mientras entrenábamos en el gimnasio.

También quiero dar las gracias a mis hijos, Bryce, Luke, Alaynah, Alexis, Zoë y Bo: sois un ramillete de gracia para mí. Finalmente, doy las gracias a mi amada esposa, Christie, por sus recordatorios persistentes para buscar las cosas de arriba, donde mora Cristo (Col 3:1-4), y por sus ánimos desde el principio para que escribiera este libro. Realmente eres una esposa excelente, mi mejor amiga y mi querida hermana. Ha sido un privilegio caminar hacia la tierra de Emanuel asido de tu mano.


1. William Cowper, “God Moves in a Mysterious Way” [Dios se mueve de manera misteriosa], 1774.

Introducción

Si pasas en coche por los diferentes pueblos de Nueva Inglaterra, te darás cuenta del elevado número de muros de piedra que hay. Al principio, hace centenares de años, estos muros se usaban como marcadores de propiedad y, debido a que fueron bien construidos, muchos todavía existen actualmente. Sin embargo, el arte de construir muros de piedra se ha extinguido casi por completo. Ahora quedan muy pocos artesanos que los construyan, a pesar de haber sido muchos en el pasado.

Hace algunos años, mi padre, que vive en Nueva Inglaterra, quería que le construyesen una pared en su propiedad que reflejara parte de este arte antiguo. Cuando empezó a indagar quién podría construirla, vio que la lista de candidatos era notablemente corta. Cuando el albañil seleccionado llegó, fue como si acabara de salir de una máquina del tiempo. Sus herramientas, su ética del trabajo e, incluso, la manera en la que hablaba sobre el muro eran como si pertenecieran a otro tiempo. Representaba parte del arte olvidado de la albañilería.

Me pregunto si alguna vez has experimentado algo así cuando has leído biografías cristianas u obras teológicas antiguas, donde queda reflejado un grado de profundidad y devoción que hoy en día no es muy común. Me he dado cuenta de ello al leer las obras de algunos puritanos. Un tema del que hablan con regularidad y de manera exhaustiva es el contentamiento. A veces, mientras leo sus sermones y libros, es como si oyera voces procedentes de otro mundo.

¿Es el contentamiento un arte perdido? ¿Es, simplemente, un producto del cristianismo del pasado? ¿Quedan solo unos pocos “artesanos” que lo practiquen? Y, si es así, ¿le parece bien a Dios?

Creo que no. De hecho, estoy seguro de que no es así. En Hebreos 13:5, se nos exhorta a contentarnos con lo que tenemos, y el apóstol Pablo demuestra su propio contentamiento personal en su carta a la iglesia en Filipos: “No digo esto porque esté necesitado, pues he aprendido a estar satisfecho en cualquier situación en que me encuentre. Sé lo que es vivir en la pobreza, y lo que es vivir en la abundancia. He aprendido a vivir en todas y cada una de las circunstancias, tanto a quedar saciado como a pasar hambre, a tener de sobra como a sufrir escasez” (Flp 4:11-12). Deberíamos recordar que el autor de la carta a los hebreos, al dar su exhortación, se estaba dirigiendo a una iglesia, así como Pablo también estaba escribiendo una carta a una iglesia local cuando habló de la práctica del contentamiento como una prioridad. En otras palabras: el contentamiento es para la iglesia y esto nos incluye también a los cristianos de hoy. En vez de pertenecer a un tiempo pasado, el contentamiento debería ser una prioridad para todos los cristianos.

Es posible que, cuando piensas en el contentamiento, te sientas culpable e, incluso, desanimado, pero deja que te anime a no quedarte aquí. ¿Te diste cuenta de la esperanzadora frase en Filipenses 4:12, “he aprendido”? El apóstol Pablo mismo tuvo que aprender a estar satisfecho, pues tampoco era algo natural para él. Aprender a estar satisfecho es un proceso para todos los creyentes. Además, debería animarte el hecho de que lo consiguió. En otras palabras: es posible. Mientras estaba en la cárcel, pudo examinar su vida y decir que había aprendido el arte de estar satisfecho y que sabía que había encontrado el secreto del contentamiento en cualquier situación. Aunque te sientas desanimado al darte cuenta de que estás descontento, el hecho de que el contentamiento es algo que puede conseguirse debería darte ánimos. Además, Dios nos exhorta a estar satisfechos y nos da la gracia para poder experimentarlo.

En este libro, quiero ayudarte a encontrar el contentamiento. No lo he escrito desde el punto de vista de alguien que ha tenido un gran éxito con ello. Como muchos otros cristianos, he tenido épocas en las que he estado más cerca de conseguirlo que en otras. Continúo aprendiendo, como todos. De hecho, hace un par de años pasé una época en la que Dios me enseñó específicamente a cómo estar satisfecho en él. En aquel tiempo, estaba predicando una serie de sermones basados en Hebreos. Cuando llegué al capítulo 13, lo que leí me cautivó:

Manteneos libres del amor al dinero, y contentaos con lo que tenéis, porque Dios ha dicho:

“Nunca te dejaré;
jamás te abandonaré”.

Así que podemos decir con toda confianza:

“El Señor es quien me ayuda; no temeré.
¿Qué me puede hacer un simple mortal?”.

Hebreos 13:5-6

Aquí, el autor exhorta a los creyentes a contentarse con lo que tienen, les recuerda la providencia divina, reitera las promesas de Dios y fija su mirada hacia el futuro, al final de los tiempos. Todo ello aparece en un libro que exalta gloriosamente la supremacía y la suficiencia de Cristo. Si a esto le añadimos la carga y las dificultades personales que estaba experimentando respecto al contentamiento en aquel tiempo, tenemos un terreno perfectamente labrado y a punto para que empiece a trabajar el jardinero divino. Él trabajó y yo estudié, leí, oré, hablé y prediqué. Durante semanas, viví en una burbuja de contentamiento. Mucho de lo que prediqué en mi iglesia aparece en este libro. Todo el proceso fue beneficioso para mí. Sin embargo, si miro hacia atrás, me doy cuenta de que todavía estoy aprendiendo a estar satisfecho junto con el resto de la congregación.

Mientras estudiaba este tema, hice un par de amigos que me ayudaron mucho. Son algo así como artesanos del viejo mundo. El primero fue el puritano inglés Jeremiah Burroughs (1599-1646). Burroughs, que era pastor y escritor, escribió la obra clásica El contentamiento cristiano… Una joya rara.1 El segundo fue Thomas Watson (1620-1686), también un puritano inglés, pastor y escritor. Su obra El arte del contentamiento divino2 es una apología del contentamiento bíblico. Partiendo de un punto de vista muy parecido al de Burroughs, Watson acicala sus enseñanzas con metáforas e imágenes para argumentar que los cristianos deben ir en busca del contentamiento en Cristo. Tanto Burroughs como Watson encontraron oposición en el ministerio, incluyendo pobreza, rechazo y, en el caso de Watson, encarcelamiento. Ambos pasaron por tiempos difíciles, pero fue en medio de la adversidad cuando escribieron sus obras. En sus libros quedaron plasmados sus almas y corazones y, a través de sus plumas, podemos ver que el testimonio imperecedero de la suficiencia de Dios permanece hasta el día de hoy.

A lo largo del libro me basaré en ambos escritores. A menudo los citaré, conversaré con ellos y actualizaré su vocabulario. Sin embargo, su huella sobrepasa las citas y mucho de lo que escribo es resultado de disponer mucho tiempo leyendo y contemplando lo que ellos escribieron. Doy gracias a Dios por la influencia ineludible de estos dos hombres.

Oro para que, al leer este libro y profundizar en el tema del contentamiento, te sientas atraído hacia Dios como la fuente y el sustentador de tu contentamiento.

PREGUNTAS PARA LA REFLEXIÓN

_ Antes de leer esta introducción, ¿pensabas en el contentamiento como algo realista o idealista? ¿Por qué?

_ ¿Te atrae la idea de aprender a tener contentamiento o te desconcierta? Explica tu respuesta.

_ En el pasado, ¿de qué manera ha influenciado en tu vida cristiana el ejemplo de los santos de la historia de la Iglesia?


1. Jeremiah Burroughs, El contentamiento cristiano... Una joya rara, Iglesia Bautista de la Gracia, México, 1997.

2. Thomas Watson, El arte del contentamiento divino: Una exposición de Filipenses 4:11, Publicaciones Unrema.