decesoprogramado.jpg

Sinopsis y biografía

¿Será capaz la humanidad de controlar la población a un nivel aceptable para el planeta sin guerras ni desastres naturales masivos? Las respuestas (o algunas de las alternativas) se encuentran en Deceso programado. Novela terriblemente posible, de gran carga científica y legal, que la hace tan aterradora como potencial y de futurible realidad... no obstante, novela de ciencia ficción. Y así, según esta narración, pasado el 2030 verá la luz la Ley Orgánica de Deceso Programado gracias a la cual se podrá decidir morir a cambio de un módico precio optando por alguna de las modalidades que ofrece el texto legal. Sin embargo, esta mórbida situación no es más que el envoltorio de la laberíntica trama que se inicia con un posible rebrote de la Gripe Aviar en 2045 y que hace converger a los diferentes protagonistas en el epicentro de una maquinación política y farmacéutica a gran escala.

Compendio bien balanceado entre el género distópico y negro cuya acción se acelera de manera progresiva para explotar sin dejar cabos sueltos.

© Ilustración de portada: Tomás Mora, 2018

miguelangeltororiu.jpg

Miguel Ángel Toro Riu. Nacido en Lleida (1971), residente de la forma más esporádica posible en Tamarite (Huesca) y viviendo a caballo entre Aragón y Cataluña, para cursar estudios de Derecho, Criminología, Pericia Caligráfica, y bla, bla, bla... Ha ejercido como abogado, letrado de la Administración de Justicia, fiscal, director de... bla, bla... En palabras del autor: “He trabajado de todo menos de chapero; todo se andará”.

En cuanto a publicaciones ha cosechado premios (digamos menores) en concursos de relato breve y tuvo la posibilidad de escribir mensualmente artículos de opinión en una revista comarcal de cuyo nombre no quiere acordarse, durante dos años aproximadamente. Por fin, en 2018 vio la luz la primera de sus novelas que consideró decente; y es que el ser autodidacta es lo que tiene: debes darte de bruces con más ahínco para llegar a nada, si es que llegas. Ahora con esta segunda edición de Deceso programado y su consolidación como autor publicado, espera poder continuar ofreciendo más títulos ya preparados, aunque alejados de la temática que aborda en este su bautismo como novelista.

Portada

portadelladecesoprogramado.jpg

Créditos

emilenio.tif

es una colección de libros digitales de Editorial Milenio

Este libro fue publicado por primera vez

el año 2018 por Tres Inviernos

© del texto: Miguel Ángel Toro Riu, 2019

© de esta edición: Milenio Publicaciones S L, 2019

Sant Salvador, 8 - 25005 Lleida (España)

editorial@edmilenio.com

www.edmilenio.com

Primera edición: octubre de 2020

ISBN: 978-84-9743-881-0

DL: L 881-2019

Impreso en Arts Gràfiques Bobalà, SL

www.bobala.cat

Printed in Spain

© de la edición digital: Milenio Publicaciones, S L, 2020

Primera edición digital: abril de 2020

ISBN epub: 978-84-9743-905-3

Conversión digital: Arts Gràfiques Bobalà, S L

www.bobala.cat

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, <www.cedro.org>) si necesita fotocopiar, escanear o hacer copias digitales de algún fragmento de esta obra. Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, <www.cedro.org>) si necesita fotocopiar, escanear o hacer copias digitales de algún fragmento de esta obra.

Dedicatoria

A Cristina Alba, mi más tenaz crítica de todo lo que escribo.

Y a Minerva Gallofré, por hacer realidad mi sueño.

Prólogo

Prólogo, prólogo... Me lo ha pedido Minerva y nunca le negaría tal minucia a la persona que ha hecho posible en última y definitiva instancia cumplir mi sueño; lógicamente es mi primer prólogo y se supone que en los prólogos debería de haber algo que aportar a lo que precede. Ahí voy.

Cuando comencé a dar forma a Deceso programado pensé que sería buena idea incorporar algunos artículos de una norma creada para dar visos de normalidad a una situación que ahora mismo se antoja un tanto marciana. Aunque creo que se trata más bien de una barrera moral asociada a la corrección política y a cierta hipocresía respecto del valor de la vida; está claro que ese valor se le da según dónde, según cómo, según quién y a según quién.

Utilicé como base la Ley 41/2002, de 14 de noviembre, básica reguladora de la autonomía del paciente y de derechos y obligaciones en materia de información y documentación clínica... Resulta paradójico, como apreciarás si pasas de estas líneas. Su inclusión, pensaba también, podría ser uno de los motivos por los cuales la novela jamás sería publicada (la autoedición me tentó, debo confesar). Pasadas bastantes intentonas fallidas, y a pesar de ellas, cada vez tenía más claro que esas disposiciones legales creadas al objeto le daban un punto de terrible verosimilitud a mi relato.

¿Y si además de eso fuese capaz de cruzar una base argumental que sí llegamos a tocar? Otra terrible historia... o teoría conspirativa. No soy capaz de rememorar cómo surgió la idea de introducir la crisis de la fiebre aviar, pero el caso es que tal evento retrasó la terminación de la novela en, aproximadamente, un año.

Verás por qué.

Soy de letras. Imagina, lector, cómo un tipo que suspendía matemáticas en todas y cada una de las convocatorias de su etapa escolar, hasta que las perdió de vista, pudo llegar a comprender procesos de recombinación vírica. En este momento, pasados varios años, sería incapaz de recapitular la forma en que puedo explicarlas en la novela. La magia de la sociedad de la información, supongo. Seguro que, si algún científico llega a leerla, podrá encontrar más de una imprecisión, pero puedo jurar que me dejé la piel en el intento de explicar tales procesos de forma inteligible para profanos.

Tanto la base científica como la base legal se acercan a lo que objetivamente podría llegar a ser. Nos acercaremos, no me cabe duda, y quizás tú lo veas. Deseo que disfrutes con la lectura y al mismo tiempo sientas la angustia ante la posibilidad... sin tener clara mi preferencia.

Cita

«A medida que crece la población el valor de una vida no solamente declina, sino que al final desaparece. Ya no importa si alguien muere. Cuanta más gente hay menos importa cada individuo».

Isaac Asimov

El karma del mundo

Las previsiones hablaban de que las primeras misiones tripuladas a Marte serían una realidad en 2050. Sin embargo, no fue hasta el 2040 cuando se pudo hablar de una base permanente en la Luna, elemento esencial para ir más allá. El logro tenía que ver más con los intereses comerciales de empresas privadas que con el espíritu aventurero propio de los expedicionarios que volcaban su esfuerzo jugándose la vida en el intento. Un conglomerado de empresas apátridas consiguió lo que ni americanos, ni chinos, ni indios fueron capaces de financiar.

Luna Gaia, desde un punto de vista cenital, dibujaba una T. Desplegada en el interior de un cráter lunar en su polo norte, trataba de relativizar los efectos de la radiación solar. Estaba compuesta de seis módulos hinchables cilíndricos (dos en cada brazo y dos en la jamba) de 15 metros de diámetro, interconectados por pasillos de 6 metros de diámetro y otros seis de longitud con sistemas de sellado en ambos extremos. Además del módulo destinado a dependencias de astronautas y de los dos que contenían diverso material científico, incluían cuatro para invernaderos que proporcionaban parte del sustento a sus habitantes. El último de los segmentos contenía una planta potabilizadora de agua, otra que convertía el dióxido de carbono en oxígeno y una tercera que reciclaba los detritos. La base lunar funcionaba con luz solar y era autosuficiente en un 95%.

Un gran logro.

Mientras, la tierra, había visto incrementada su temperatura media en un grado y en 2015 ya habíamos superado el punto de no retorno en virtud del cual, gracias a las emisiones de gases de efecto invernadero y la degradación medioambiental general, el planeta jamás podría volver a llamarse azul. La subida de la temperatura tenía muchas y variadas consecuencias.

Las líneas de calor del Ecuador se habían desplazado sesenta y cuatro kilómetros en dos direcciones. El desierto del Sahara se había extendido ochenta kilómetros al norte. La masa helada del Ártico se vio reducida en un 80%. Los glaciares de Sierra Nevada (California), Groenlandia, Himalaya y otros ya estaban derretidos o a punto de hacerlo. Las nieves del Kilimanjaro eran tan solo el título de una película clásica desde varios lustros atrás. El nivel del mar ascendió, provocando inundaciones regulares en las zonas costeras y marejadas ciclónicas desastrosas. Por ejemplo, el delta del Nilo estaba inundado de forma permanente. Diferentes islas del pacífico estaban sumergidas y Bangladesh tenía un serio problema en ese sentido. Los grandes arrecifes coralinos murieron. Los afluentes del Amazonas, amén de contaminados con materiales pesados, se estaban secando.

Por el contrario, sin poder interpretarse como el equilibrio de la balanza, Gran Bretaña era una importante productora vinícola y de aceite de oliva. La tundra canadiense era un bosque y el resto del país un vergel. Las playas escandinavas se habían convertido en la nueva Costa Dorada.

La obstinación de la raza humana por superpoblar el planeta logró hacinar a nueve mil millones de personas en el mundo, de las cuales el setenta por ciento habitaba las conocidas como megaciudades (de más de diez millones de habitantes).

Grandes logros también.

El equilibrio de las fuerzas políticas en el mundo y de sus sinergias era irreconocible respecto de la situación en las primeras décadas del siglo xxi, aunque en un sentido diferente al previsto gracias a una roca llamada Esquisto bajo la cual permanecían almacenadas ingentes cantidades del llamado gas pizarra y petróleo que el estado de la técnica anterior no fue capaz de explotar. El fracking (o fractura hidráulica) consistía en una novedosa técnica que, junto a la que permitía descender hasta 5.000 metros hacia el corazón del planeta, lo hacía posible y rentable. Altamente contaminante, eso sí. En 2035 EE. UU. devino el primer productor de crudo mundial superan-do a Venezuela, Arabia Saudí o Rusia y, lo más importante, autosuficiente.

Ya no había necesidad de desarrollar energías renovables en términos crematísticos. EE. UU., inusitadamente, comprendió la necesidad de no juzgar la idoneidad de proyectos políticos ajenos, en concreto de países con reservas de petróleo o gas. China adquirió esa conciencia en su lugar.

La Unión Europea, en 2036, se convirtió oficialmente en la Unión Federal Europea y las viejas monarquías se derrumbaron como un castillo de naipes bajo el peso de la lógica. La unificación política y fiscal no evitó que la clase media casi se extinguiera como cualquier otra especie animal, solo que en su caso nadie pretendía echarle un cabo. España alcanzó su Tercera República en 2038, siendo a partir de ese momento un estado constitucional, presidencial y federal. Curiosamente, los Borbones continuaron durante generaciones sin tener un trabajo conocido, al igual que la mayoría de dinastías europeas.

África tarareaba, sin levantar cabeza, las mismas estrofas sangrientas y míseras que antaño sin solución de continuidad ni visos de enmienda.

Rusia continuó desgranándose, a pesar de sus riquezas naturales, ante su inoperancia para superar la podredumbre del antiguo sistema comunista tan alejado en el tiempo, languideciendo bajo mohosos anhelos de nostalgia imperial.

Keynes fue capaz de ver, a principios del siglo xx, que sobre 2030 sería posible implantar la jornada laboral de quince horas debido al progreso tecnológico, con el consecuente incremento del tiempo dedicado al ocio. Lo que no tuvo tan presente es que nadie paga más por menos y que, más que una elección, principiaría el arrastre de una gran parte de la población mundial al abismo de la miseria.

Los ricos seguían enriqueciéndose gracias a los pobres. Un logro mantenido y que nada ni nadie era capaz de alterar.

La mayoría de vehículos de uso común funcionaban con electricidad, sin embargo, seguían sin volar... El futuro se reveló, una vez más, tan gris como el pasado: el karma del mundo.

SUB 20.3.

Ley Orgánica Europea de Asistencia al Deceso Programado de 06/07/2030 (LOEAD)

TÍTULO II. DERECHOS DE LAS PERSONAS ANTE EL PROCESO.

Artículo 6. Derecho a la información sobre el proceso.

1. Las personas que se encuentren en el proceso objeto de la presente o que afronten decisiones relacionadas con el mismo tienen derecho a recibir información en los términos que establecen los artículos 4 y 5 del Reglamento Europeo de Deceso Programado (RED en adelante).

2. Cuando, a pesar del explícito ofrecimiento de información por los profesionales implicados en la atención del inducido, este rechace voluntariamente el ser informado, deberá, al menos, recibir en cualquier soporte que permita la fehaciencia de su recepción, la información de la Sinopsis Validada que se aprobará durante el periodo de vacatio legis de la presente, dejando constancia documental de tal renuncia.

Artículo 7. Derecho a la toma de decisiones y al consentimiento informado.

1. Las personas en proceso de sometimiento voluntario a deceso programado o que afronten decisiones relacionadas con dicho proceso tienen derecho a tomar decisiones respecto a las intervenciones sanitarias que les afecten dentro del marco de la presente y reglamentos de desarrollo.

2. Toda intervención en este ámbito requiere el previo consentimiento libre y voluntario una vez que se haya recibido la información prevista en los artículos del RED.

3. El consentimiento será en todo caso documentado, bien mediante acta notarial o procedimientos de grabación con idénticas garantías, no considerándose válidos los consentimientos otorgados sin la información recogida en los artículos RED y nunca antes de un año desde que se iniciaren las tareas de asesoramiento a través de las entidades habilitadas salvo en los casos que expresamente recogerá el reglamento de desarrollo.

Zaragoza. Noviembre. 2044

La decisión estaba tomada. Cuanto antes mejor, a Eduardo se le estaba acabando el tiempo y el proceso tardaría, como poco, un año. Y eso yendo todo rodado. No podía demorarlo más, cuanto más tardase, menos dinero obtendría. Había que hacerlo ya.

El apartamento permanecía en silencio a pesar de estar en la zona residencial de Pinares I, barata y atestada. Tan solo se escuchaba el sonido del inductor de aire a la par que el extractor que, de tan habituales, ni se percibían. Los bloques subterráneos ofrecían quietud y bajos precios. Sus apartamentos resultaban más económicos que comprar el terreno para una fosa. Aunque ya no se estilaba, todavía quedaban nostálgicos y jamás había dejado de haber ricos. De hecho, nada más parecido a una tumba que un subbloque. El terreno edificable no daba para más y cuanto más profundo, más barato. Los subbloques o rascasuelos, normalmente, formaban parte de los megabloques que agrupaban edificaciones de sesenta, setenta, ochenta metros y más alturas bajo las cuales se extendía como un iceberg. En otras ocasiones, se utilizaban para aprovechar el subsuelo de superficies públicas imposibles de recrecer. Los servicios (agua, luz, oxígeno, alcantarillado) discurrían por la cara externa y cada diez pisos, en espacios comunes. La vegetación de interior, dispuesta vertical y horizontalmente, trataba de conferir cierta naturalidad al mastodonte subterráneo.

La ventana virtual mostraba un paisaje urbano de principios del xxi: la plaza del Pilar vista desde un ático, aproximadamente una cuarta planta, en un día soleado de invierno a las 16.00 horas que iba evolucionando en función de la realidad de la superficie. A decir verdad, ahí arriba hacía años que no se diferenciaba una estación de otra con demasiada nitidez. Se encontraba en el nivel SUB 20. En lugar de mecerse en la visión reconfortante aunque artificiosa de la imagen, Eduardo hubiese podido elegir asomarse al abismo que continuaba otros treinta pisos más abajo, mucho más impresionante. Sin embargo, le producía vértigo.

Se acercó a la mesa de trabajo en la que aguardaba su tableta personal. Ya estaba en marcha y conectada a la página de BYE Corporation.

«Bien, vamos allá», se dijo Eduardo.

—Buenos días —saludó Ramona, irrumpiendo con pesadez la puerta del dormitorio.

—Buenos días, cariño. ¿Has dormido bien?

—Sí, gracias. ¿Y tú?

—Hace horas que me he despertado, son las cuatro. Ya sabes que no es bueno que estés tanto en la cama. —Asomaba cierta reprimenda condescendiente en su contestación.

Ramona, sin replicar, se dejó caer en el sofá y se quedó allí plantada mirando a un punto por encima de la pantalla de grafeno que colgaba como una manta en la pared.

—Cuando termine lo que estoy haciendo, saldremos a dar un paseo, te vendrá bien... Nos vendrá bien.

Ella siguió sin contestar y Eduardo la miró durante unos segundos con ternura.

Aunque desde hacía tiempo su mujer no prestaba atención a lo que pasaba a su alrededor, Eduardo prefirió utilizar el modo táctil en lugar de su voz para cumplimentar la solicitud. La página inicial de BYE Corporation se presentaba en colores cálidos tornasolados cambiantes, con su anagrama a modo de camino que se estrecha progresivamente en un punto sobre el nombre comercial. Sonaba una tenue música relajante de fondo. En el extremo inferior derecho aparecía el acceso a los servicios gracias a un desplegable. Eligió la opción Preinscripción.

Eduardo tecleó su código base: ECR40726. Después, su fecha de nacimiento: 06/08/1980. Para terminar, pasó el cristal holográfico insertado en la base de su dedo índice por el lector de la tableta ubicado en la parte superior derecha.

Buenas tardes, Sr. Clavero, bienvenido a la aplicación de BYE Corporation. Según nuestra base de datos es la primera vez que tiene contacto con nuestra corporación. Por tanto, según la Ley Orgánica Europea de Asistencia al Deceso Programado de 6 de Julio de 2030 (en adelante LOEAD), desarrollada por el Reglamento Europeo de Deceso Programado de 25 de Diciembre de 2030 (en adelante RED), tenemos la obligación de informarle de su contenido, al menos resumido, a través de la Sinopsis Validada de 6 de Septiembre de 2030 (en adelante SIV 6/30/L). Confirme si:

A. Va a acceder a las disposiciones completas.

B. Va a acceder a la SIV 6/30/L.

C. Prefiere cita concertada en nuestras instalaciones para ser asesorado por uno de nuestros técnicos.

Pulsó la opción B.

Confirme que ha seleccionado B, previa advertencia legal que exime de las responsabilidades de cualquier tipo a BYE Corporation por las consecuencias del desconocimiento de los extremos no contenidos en la Sinopsis Validada. En cualquier momento puede acceder a cualquiera de las otras opciones desechadas pulsando Esc.

Confirmó la opción B.

Eduardo conocía someramente el contenido de las normas al respecto, era inevitable. Al menos, durante su fase de debate y primeros años de aplicación se produjo un aluvión de noticias y campañas informativas... y por supuesto, movilizaciones sociales en contra.

De pronto, una ventana emergente interrumpió la aplicación: una llamada.

—Buenas tardes, hija, ¿qué se te ofrece?

—Hola papá, ¿todo bien? ¿Cómo anda mamá?

—Aquí seguimos, estaba... consultando las noticias y estábamos a punto de salir a pasear. Ramona, saluda a tu hija —ordenó animado.

Ramona salió de su letargo con una sonrisa:

—Hola, cariño, ¿cómo va el trabajo?

—Oh, vamos, mamá, hace un mes que estoy parada, ya te lo dije.

—Perdona, estos días ando un poco...

—Dispersa —añadió Eduardo.

—Sí, dispersa, esa es la palabra, gracias pero ya me habría salido —contestó Ramona con agrio reproche.

—Bueno, haya paz, solo llamaba para saber un poco de vosotros.

—Pues igual, cariño, sigo esperando que me llamen de algún laboratorio. La cosa pinta fatal, en pocos meses se me termina la prestación por desempleo y no sé si con la asistencia mínima podremos tirar. A pesar de todo saldremos adelante, no hay que desesperar —respondió Eduardo sin demasiada convicción.

—Sí, pero es injusto. A ver si os puedo ayudar un poco, seguro que sale algo. —El tono de Rosa tampoco era convincente.

—Ya sabes que nunca he reprobado lo que haces cariño, no obstante... seguir asociada al movimiento Integridad no te debe de beneficiar mucho. Y siento decirlo, creo que, de rebote, a mí tampoco.

—No empieces otra vez, por favor. Yo me las apañaré, como siempre. Tu problema es otro, desde lo del 2006...

—Te refieres a tu gestación y crianza. Sí, la verdad es que a tu madre y a mí nos has dado bastantes dolores de cabeza.

—Oh, vamos que estoy hablando en serio.

—Ya, ya, gracias por recordármelo. No puedo hacer nada, es una parte de mi pasado que no puedo borrar, sin embargo tú...

—Está claro que con este Gobierno no puedes hacer nada, que con este Sistema no puedes hacer nada. ¡Ay, papá! Demasiado viejo para el rock and roll. Yo sí puedo intentar cambiar eso y no pienso quedarme de brazos cruzados.

—Bien, vale. Tengamos la fiesta en paz, no quiero discutir. Además, el rock ya no se lleva. No te preocupes, que algo saldrá.

—Está bien, a ver si quedamos un día de estos para comer o lo que sea.

—OK, cariño, cuídate.

—Adiós, mamá.

Ramona despertó de nuevo de su mórbida ensoñación:

—Hasta pronto, cariño, y que te vaya bien en el trabajo.

Eduardo no pudo evitar un resuello, para recomponerse de inmediato.

La página de BYE Corporation volvió a aparecer, esta vez Eduardo pensó que podría esperar a otro momento, quizás debería acudir personalmente y ser informado de primera mano y resolver las dudas que pudieran surgirle, amén de grabar la conversación, por si las moscas.

Ayudó a su mujer a vestirse y, como era habitual, no fue tarea sencilla. Siempre había pensado que su tarrito de la paciencia no se agotaría jamás, aunque en ocasiones se le hacía muy cuesta arriba. Y aunque la situación empeoraba poco a poco, todo era susceptible de oscurecerse más: sin subsidio alguno por la enfermedad de Ramona, casi agotado el suyo propio y con los ahorros dilapidados con el tratamiento de inyección de células madre que al parecer retrasaba el deterioro cognitivo... La medicina regenerativa no estaba cubierta por el Sistema de Salud. Trató de no pensar y disfrutar de un ligero paseo por los alrededores. Comprobó la batería del localizador de su mujer asido de su muñeca como un estigma. La Seguridad Social contaba con sistemas más discretos, sin embargo había que pagar por ellos un dinero del que carecía. El Estado había dejado de invertir en tullidos y ancianidades de larga duración mucho tiempo atrás.

Caminarían por el Paseo Reyes de Aragón, que ahora cubría el Canal Imperial, en dirección sur y seguirían por el mismo paseo girando a la izquierda hasta alcanzar Vía Ibérica para buscar la Ronda de La Hispanidad y regresar al punto de origen... como tantas otras veces, en un vano intento de que Ramona pudiese recordar el camino a casa por si fuera necesario.

La zona residencial Pinares, en cada una de sus tres fases, había sido construida sobre (y debajo) del único pulmón natural de Zaragoza. Los Pinares de Venecia fueron talados por decisión gubernativa durante el verano del 2030 aunque, a nivel práctico, habían sido progresivamente esquilmados por las necesidades urbanísticas circundantes, mermándolos en sus extremos para, como miserables furtivos, privarles de la capacidad de reivindicarse como zona verde de cierta entidad. Por otra parte, los pinos, desde que se vieron cercados por los bloques de metal y hormigón, comenzaron a sufrir una extraña enfermedad que los consumía desde dentro y terminaba por convertirlos en figuras esqueléticas de serrín ennegrecido. Los ecologistas aseveraban que los modernos materiales utilizados envenenaban el subsuelo de forma irreparable. En opinión de Eduardo, los árboles languidecieron de pena sin más.

Pinares I se encontraba en la parte más al oeste de la antigua pineda. Pinares II fue ubicada sobre el cementerio de Torrero, y a los descendientes de los que seguían allí o bien se les indemnizó, o accedieron al traslado a un cementerio nuevo en el Parque Metropolitano del Agua, donde pagarían cantidades indecentes por seguir ocupando espacio: un cementerio de alto copete. Los cadáveres de los que no se trasladaron fueron incinerados a costa de los promotores de la operación, recibiendo un aluvión de denuncias ante la sospecha de que las cremaciones no se realizaron individualizadamente y nadie tenía claro que las cenizas que contenían los receptáculos fueran las de sus parientes. Nada que no pudiese solucionar una gran cantidad de dinero. Pinares III se encargó de eliminar el bosque más al este.

Decidió subir por las escaleras en otro intento de que Ramona se moviese un poco más, sin embargo a la altura del Sub 13 ella se cerró en banda como una chiquilla mal criada y tomaron el ascensor. Conforme pasaban los días cada vez quedaba menos de aquella preciosa mujer, segura de sí misma e hiperactiva, aunque en nada había decrecido el amor que sentía; moriría por ella, y no era tan solo una forma de hablar.

6.477 Millones de personas

Noviembre de 2005, Goa (India)

Eduardo descubrió el Bar de Tom de la misma forma que el resto de cosas durante aquel viaje. Se había dejado arrastrar perezosamente por la marea de sucesos que gustoso aceptaba como parte de la aventura y había terminado allí, sin ningún esfuerzo ni resistencia, siguiendo las indicaciones del italiano loco.

Piero trabajaba en una heladería en Munich durante tres meses, de julio a septiembre, malvivía en la habitación más barata que podía encontrar, trapicheaba un poco y el resto del año se lo pasaba dando vueltas por la India rebuscando en los recovecos del país y buceando, cada vez con más ahínco, en su cultura. Así venía viviendo seis años, aunque tan solo conseguía farfullar algunas palabras comunes de los muchos dialectos indis. Eso sí, dominaba el alemán, el inglés y aproximadamente el español. Llevaba un tatuaje de Shiva en el brazo derecho. Shiva, el Destructor, con una cobra alrededor del cuello, un tridente y un tercer ojo en la frente que tanta risa estulta provocaba a Eduardo. Piero se sentía en verdad hindú, y al intentar explicar a Eduardo el batiburrillo de dioses y sus reencarnaciones, este solo conseguía frustrarse por no encontrar el sentido espiritual de todo aquello, amén de olvidar los nombres de todos ellos a cada minuto.

Piero facilitó a Eduardo (no a Ramona, que dijo no sentirse con ganas) el viaje psicotrópico más salvaje de su vida gracias al banglasee, bebida legal a todos los efectos hasta que se le añadían unos hongos que se encontraban en las montañas cerca de Ninbim. Allí se conocieron y Eduardo decidió seguir su consejo y acudir a Calangute, en el estado de Goa, y preguntar por el Bar de Tom. Si tenía suerte podría conseguir una habitación, la única, que solo alquilaba a conocidos pues carecía de licencia gubernamental. Al acudir de parte de Piero, ya era conocido.

—Es lo mejor para relajarte unos días después de tanto tren y tanta mierda. —Ese era el parecer de Piero.

—Está bien, tenemos que visitar algún sitio más y después... ¿Estarás allí?

—Todo es posible, ma nada e seguro en la India, my friend.

Eduardo y Ramona llegaron a Calangute dos semanas antes de terminar sus vacaciones, con los huesos molidos y llenos de mugre después de pasar casi veinticuatro horas en el trayecto desde algún lugar al norte de Mumbai. Podría haber sido más cómodo, no obstante prefirieron rodearse de autóctonos y viajeros intrépidos durante el trayecto y no aislarse en las cabinas de cuatro camas y aire acondicionado separadas del resto del pasaje. Eligieron sleeper class y todo lo que conllevaba sin quejas... sin demasiadas quejas, comiendo las exquisiteces que los lugareños de cada estación ofrecían al subirse al tren dando voces por los estrechos pasillos, una y otra vez, arriba y abajo, hasta que conseguían vender toda su mercancía o el maquinista decidía poner en marcha el convoy. Sus estómagos no se quejaban y hasta la suciedad de los baños había dejado de asombrarles. Consiguieron no solo viajar a través de la India y sobrevivir, sino recibirla con naturalidad. Y la India les devolvió con creces su buena disposición.

Bajaron del tren y, curiosamente, tuvieron que ir en pos de un rickshaw; nadie se ofreció, al contrario que en la parte norte del país, donde tuvieron que ponerse muchas veces de mal humor para quitarse moscones de encima. El conductor, un chico que no debía pasar de los catorce, se levantó tranquilo y sonriente de la parte de asientos de los pasajeros en la que con placidez practicaba la espera.

Where are you from? —preguntó mientras cogía la mochila de Ramona.

Spain —respondió esta.

—Hola, hola, Coca-Cola —dijo Eduardo, adelantándose a su tópica intención.

—De puta madre —respondió el chaval. Y se echó a reír.

Tan solo tuvieron que indicarle que se dirigían al Bar de Tom y preguntarle cuánto costaría la carrera. Subieron, sin regatear, y al llegar, como el precio les pareció bien y no intentó llevarles al hotel de su primo (por ejemplo), recibió unas rupias de propina que se sumaron a las que, a buen seguro, debió obtener del propio Tom. Atravesaron un pueblo atestado y jaranero, como cualquiera del país, eso sí, mucho más limpio. Llegaron al lugar salvando un palmeral que recogía del bullicio aquel insospechado rincón.

Tom era bajito, rechoncho, de aspecto robusto, con un bigotillo salpicado de gris y una sonrisa contagiosa.

I’m Tom and that’s my restaurant. You’re welcome.

Piero has told me that you’ve got some rooms. —Eduardo no quería perder demasiado tiempo allí, caso de no ser aceptados. Estaba anocheciendo y los precios, con prisas en la India, podían convertirse en auténticas tomaduras de pelo.

Tom se dio la vuelta y gritó:

Piero, have you got any room?

A lo que Piero, emergiendo desde el fondo de una hamaca, contestó:

A fasri fottere gli spagnoli.

Lo primero fue conocer a María, mujer de Tom, a su hijo Tom y su hija María, y por último a Jack, el cocinero, que no dejaba de ser uno más, quizás para cubrir el hueco de su tercer hijo que había emigrado, como muchos, a Kuwait, para formar parte de los ejércitos de mano de obra barata pagados con petrodólares. Eduardo y Ramona quedaron sorprendidos al ver que todos ellos eran católicos practicantes.

El restaurante no era más que un suelo hormigonado, con un árbol de mango en cada esquina y otro en el centro desde los que se extendía un tupido techo de grandes hojas de palmera. Seis mesas para, al menos, cuatro personas, un par de neveras (cerveza y resto de bebidas) y una barra al final desde la que se podían ver las evoluciones del cocinero. Jack tenía el catre debajo de la barra. Detrás estaba la casa de la familia, en la que Piero tenía una habitación. A un lado, unas escaleras metálicas llevaban a la única habitación para clientes como tal, pintada en cal blanca, con una cama inmensa, un pequeño baño particular y un ventanal alargado desde el que se veía la playa. Tan limpia que resultaba chocante. Perfecta.

Los días pasaron plácidos, comiendo pescado fresco y bebiendo zumos naturales recién hechos en cualquier momento; horas de playa y sol. Por las noches, junto a Piero, Tom y algunos vecinos que se acercaban intentaban traducir chistes al inglés con diferente fortuna. Terminaban siempre borrachos alternando King Fisher con un licor aguardentoso de una fruta similar a la pera. No obstante, con lo que más disfrutaba Eduardo era con su caminata matutina, de unos seis kilómetros ida y vuelta, hasta un buque embarrancado a unos cincuenta metros de la línea de costa. Un hotel de lujo con zona exclusiva permitía utilizar sus tumbonas mientras se consumiera a precios astronómicos. No importaba, la visión del cascarón de hierro no tenía precio: cien metros de eslora herrumbrosa, con la proa apuntando a tierra y unos quince metros desde el agua a la cubierta esquelética, vacía. Las autoridades consideraban que era un atractivo más y lo dejaron pudrirse a su antojo. Sin embargo, estaba prohibido acercarse a menos de veinticinco metros. En el hotel podías comprar algún periódico extranjero.

—Eduardo, ¿de verdad que esta vez sí que nos vamos a tomar por el culo?

Espetó Ramona sin miramientos, sacándolo del semiletargo alcohólico en el que llevaba sumido casi toda la semana.

—Es que cada vez que miro la prensa me pongo más nerviosa. Mira, otra vez: «Vicente Fox anuncia un presupuesto de 6.000 millones de pesos para producir y almacenar Tamiflu». ¡Joder, eso es mucho dinero! Bueno, tal vez no tanto, ... Mira: «El gobierno de Lula Da Silva ha manifestado estar dispuesto a ignorar las leyes de patente de la droga antiviral Tamiflu en caso de una epidemia». Esto pinta fatal, dime la verdad —apremió finalmente.

—Puede ser —contestó sin inmutarse y con la voz pastosa.

Eduardo miraba a Ramona a través de las gafas de sol que ocultaban el profundo contraste de sensaciones que le provocaba. A pesar de no ser nada nuevo, de vez en cuando procedía a un chequeo general. Se sentía muy afortunado de caminar al lado de esa larguirucha, inteligente y agitada compañera. Lo alongado de sus facciones y miembros le confería un porte distinguido que de partida reducía las expectativas de cualquier depredador. Ese parapeto aristocrático se venía abajo en cuanto sonreía y su visaje perfecto trasmutaba en una caricatura de niña silvestre. En ese momento, su mirada dura e inteligente desaparecía por efecto de una extrema contracción facial. Sí, era adorable... tanto como deseable. Su larga melena ondulada aterrizaba muy cerca del coxis o tapaba sus pequeños pechos, según la ocasión. Lo primero no tenía por qué significar nada, mas lo segundo contenía una explícita invitación. Perdido en ideaciones lúbricas, Eduardo debía recordar a qué había venido todo aquello: ¿de dónde había sacado esa lengua tan sucia dentro de un conjunto tan armonioso? No importaba. Bien mirado, era parte de su inmenso encanto.

—¿Estás segura que tanto sol es bueno para tus pezones? —continuó ágilmente intentando esquivar la conversación que asomaba.

—No te preocupes tanto por mis pezones y responde cualquier cosa que no me haga pensar que comparto hipoteca con un psicópata.

Intento fallido.

Lo cierto es que Eduardo siempre había tenido la sensación, o más bien la certeza, de que poseía genuinos rasgos psicopáticos. Así lo confirmó durante las prácticas de empresa durante su carrera. Resultó que el químico encargado de que aprendiese algo solo pretendía cubrir el expediente y no le hacía ningún caso. Pensaba que Eduardo era otro zoquete adinerado que solo aspiraba a que le extendiesen un informe favorable para completar créditos. Ni era un zoquete ni adinerado ni tampoco tenía forma normal de reconducir la situación en el escaso periodo de prácticas. Trató de hacerlo entrar en razón con argumentos tipo «Estoy seguro de que puedo aprender mucho de usted» y terminar con «Es su obligación», que no resultaron. Decidió llamar a dos conocidos con los que se sacaba un dinero enseñándoles cómo mezclar productos para el diseño de drogas. Su tutor recibió el recado y un golpe con una barra de hierro en los muslos. Suficiente. Eduardo no se sintió ni avergonzado ni arrepentido; no se sintió, punto. Aprendió mucho. Esa fue la primera vez que escuchó las voces de los habitantes del lugar sangriento, como él mismo los bautizó. No lo consideró motivo de alarma, tan solo un extraño incidente interno.

—No sé si te va a gustar lo que te voy a decir —contestó aparcando las gafas de sol sobre la mesilla playera al mismo tiempo que se incorporaba en la tumbona en ademán un tanto teatral.

—Nunca ha sido un problema para ti. —Ramona sonrió desde su posición reclinada—. Lo prefiero así. Por eso, entre otras cosas, estamos juntos. Bueno, ahora además tienes pasta.

A pesar de su corta edad, obtuvo una beca para completar sus estudios en el Centro Médico Universitario Erasmo de Rotterdam, y más tarde se incorporó como adjunto del virólogo jefe, Ron Fouchier, en un estudio sobre el H5N1 y su potencial evolución, todo ello financiado por el Instituto Nacional de Salud de los Estados Unidos. Bastante dinero para un tipo de veinticinco años que pasó a convertirse en la mano derecha de su mentor.

—Pues... —Eduardo se aclaró la garganta—. Me importa muy poco donde pueda terminar todo esto. Siempre te he comentado que soy partidario de la extinción de la raza humana y siempre ha sonado excéntrico, soy consciente. En realidad es lo que pienso. Me da igual que esto sea un cataclismo... En el fondo así lo espero, desde luego será menos dramático que una guerra. Y ya ves, aquí estamos en nuestras primeras vacaciones decentes desde que nos conocemos. De alguna forma, gracias a este follón que tanto te inquieta.

—¡Ja! Valiente capullo. Sé perfectamente que te gustaría hacer una purga planetaria. A veces, cuando te escucho disertar sobre el tema, hasta me entran ganas a mí. Pues claro que lo sé, aunque sí que es cierto que los demás piensan que se te va un poco la olla. Aunque creen que es culpa de los litros de vino que te bebes.

—No esperaba menos.

—Es que ya llevamos unos años y nos hacemos previsibles. Sé que no te gusta hablar de tu trabajo, no te pido detalles, y sigues sin responder a mi pregunta: ¿nos vamos ya a la mierda?

Eduardo volvió a colocarse las gafas. La arena de la playa quemaba en las plantas, de modo que comenzó a caminar alrededor de su zona exclusiva.

—Podría ser —respondió.

—Podría ser, podría ser, ¡me cago en la hostia! Contéstame algo, ¡pero ya!

—Vale, vale. —Eduardo estaba más que acostumbrado a estos arranques y comenzó a hablar sin darle más importancia—. En realidad, la alarma sobre la pandemia es un invento, un cuento chino. Lo que ocurre es que decir eso suena a teoría de la conspiración y negaré ante cualquiera haberlo dicho. Después de todo... aquí estamos, repito. No me gusta morder la mano que me da de comer.

—Entonces, no hay peligro.

—Sí lo hay, y al mismo tiempo la teoría de la conspiración no es tan descabellada. Para ser más exacto, las dos afirmaciones van de la mano.

—Explícate.

—Según nuestros datos hasta el momento, el virus H5N1 se ha propagado entre aves y animales, además ha infectado, así, por encima, a cien personas de las que han muerto muy pocas y muchas tenían otros problemas de salud asociados.

—La prensa dice que hasta el momento han muerto treinta y seis.

—Pues eso. La cuestión es que todos los virus de la gripe del tipo A (como es el caso) carecen de mecanismos de corrección de pruebas...

—Alto, no empieces con tecnicismos... Para que yo lo entienda...

—Para que tú lo entiendas además me salto alguna parte. El caso es que los virus de la gripe, todos, van cambiando según se contagia, y lo hacen constantemente. Por eso, las vacunas de un año no sirven para el siguiente, ni siquiera para el mismo al cien por cien. De momento, el de la gripe aviar, que es un subtipo hiperpatógeno (jodido, en tus propios términos, querida), solo se transmite de algunos tipos de aves a humanos, y por contacto reiterado y directo, pero no de humanos a humanos. Sin embargo la anárquica replicación podría suponer que, en alguno de los contagios, la composición genética del virus variara y pudiera contagiarse entre mamíferos, incluyendo humanos. Es una fea costumbre adaptativa que tienen los virus. Eso sería el principio de un problema de verdad.

—Entonces, ¿dónde está el cuento chino?

—Pues donde siempre, y esto ya es cosecha propia. —Eduardo tomó asiento de nuevo y se acercó a Ramona en disposición conspirativa—. El dinero, mi amor, el dinero. Veamos, ¿con qué arma se cuenta para luchar contra esta hipotética pandemia?

—Aquí dice Tamiflu —contestó Ramona mostrando una de las noticias relacionadas.

—Todos los gobiernos están haciendo pedidos, como has podido leer, cantidades astronómicas. ¿Cómo es posible que una enfermedad, que desde que la conocemos solo ha matado a treinta y seis personas, según la prensa, haya sido transformada en uno de los mayores peligros para la humanidad? Hay enfermedades infecciosas mucho más dañinas, por ejemplo: el paludismo causa más de dos millones de muertes cada año, sin embargo solo afecta a países pobres. ¿Dónde está el negocio?

—Pero... —A estas alturas de la conversación Ramona se había incorporado.

—Espera, que ahora esto empieza a parecerse a un documental de los de Michael Moore. ¿Te suenan los laboratorios Roche?

—Famosos en el mundo entero... ¿quién coño son esos?

—Son los que tienen la patente del Tamiflu.

—Ah, ¿y?

—Pues si no los conoces, menos conocerás a Gilead Sciences.

—Venga, dale que se enfría.

—Uno de los fármacos utilizados para la gripe, tipos A y B, es el oseltamivir, llamado comercialmente Tamiflu, el cual fue patentado por los laboratorios Gilead Sciences. Hace unos años, esta empresa cede la patente a los otros, después de ciertos flecos legales (que de eso entiendes más que yo) Roche le ha de pagar una pasta a Gilead en concepto de indemnización o lo que sea.

Royalties, bonito.

—Pues eso. Donald Rumsfeld sí sabes quién es.

Ramona asintió:

—Uno de los graciosos de la guerra de Irak, un tipo con gran imaginación. Lo digo por el invento de las armas de destrucción masiva.

—Caliente, caliente.

—Ahora mismo, no —respondió Ramona con picardía.

—Atiende: Rumsfeld es el principal accionista de Gilead. Vemos que además es un experto en montar mentiras de esas que cuestan dinero... y vidas, si fuera menester. Y ahora la pregunta del millón, que si la aciertas te hago un trabajito fino, fino. Si no, me lo haces tú a mí.

—Pero qué cerdo eres —dijo ella entre risas.

—Ya... ¿hay trato?

—Está bien: la pregunta del millón.

—¿Cuál es el país que más Tamiflu compra en el mundo?

—Es fácil, amigo, te va a tocar: Estados Unidos.

—Te lo haría gratis. La gracia de todo esto es que el Tamiflu ni siquiera es garantía contra el virus, a la vista está.

—Entonces, ¿tu trabajo?

—Sí, paradoja, son los mismos americanos los que me encargan el trabajo porque no confían en el Tamiflu.

—Tú nos salvarás, ¿a que sí?

—Bien, eso es otra paradoja porque, en este caso, para crear una defensa eficaz primero hay que crear el arma. No hay tratamiento eficaz contra la gripe, ni contra los virus en general, solo cabe vacunarse, y para crear la vacuna antes debe existir el virus adecuado. Lo que hacemos, en resumen, es perseverar en las mutaciones del virus para crear el más mortífero de todos. Es la misma insensatez que la escalada armamentística, con matices. Con la salvedad de que ahora el oponente ni tiene estado, ni cara y encima no piensa en el peligro de la represalia, es más, le pone cachondo la reacción... Terrorismo biológico. Si descubrimos pronto el virus total, antes podremos protegernos de quien pueda crearlo, sin embargo... ya estará creado.

—¡Pero bueno! He de entender que lo del tsunami de hace dos años sería una broma. Aunque se me ocurre, como has dicho, que hay virus más mortíferos, no sé, el ántrax, el ébola... Al menos eso se ve en las películas.

—Pues sí. Por otro lado, su propia virulencia los hace morir de éxito. La gripe se ha instalado entre nosotros desde hace muchos años y no hay forma de erradicarla. Un dato que la hace especialmente exitosa es que, por lo que sabemos, el periodo de incubación puede ser superior a los dos o tres días de la fiebre estacional, hasta diecisiete días para la aviar, por lo que el poder de propagación es de un potencial muy amplio y, una vez se manifiesta, puede ser muy letal. Te daré un dato histórico para que te hagas una idea de lo que puede significar una gripe exitosa. Creo que, en 1918, a punto de finalizar la Gran Guerra, se propagó por todo el mundo una cepa de gripe llamada gripe española que afectó a alrededor de quinientos millones de personas y que a la postre supuso unos cincuenta millones de muertos en Francia, Inglaterra, Italia, España y Estados Unidos. Se dice que la cifra podría ser el doble, eran otros tiempos. Si bien existe cierto consenso en que el origen pudo estar en Estados Unidos, el hecho de que España no participase en la Gran Guerra pudo tener algo que ver con el nombre. A pesar de todo... vista y no vista, tal como vino, se fue en dieciocho meses. Ahora, piensa en algo así con la movilidad actual. Sí, tenemos más medicamentos, pero imagínate que aparece en Mumbai. Resulta que hace unos años la cepa fue reconstruida en Estados Unidos, nada que ver con la virulencia de lo que tenemos entre manos si alguien que no sean los buenos consigue mutarlo. Por no hablar de que puede llegar de una forma natural. En opinión de quien me paga, el verdadero peligro es no hacer nada. Hay que adelantarse. Ya ves que hay mucho dinero de por medio y eso siempre es una mala señal.

Ramona se había quedado muda y evidenciaba preocupación. Eduardo no había reparado en el interés creciente de ella al respecto, hasta este momento, y acudió a él como una epifanía. Recapitulando, cayó en la cuenta de que Ramona, desde hacía semanas, le pedía detalles sobre las noticias a las que tenía acceso referidas a la gripe aviar. Él se los había negado escudándose en el secreto profesional. El alcohol y el hecho de no entrar en el tema durante casi un mes le habían hecho bajar las defensas. Es posible que hubiera cometido una indiscreción.

—Por cierto, ¿a qué viene tanto interés? ¿Dónde ha quedado eso de vive deprisa y muere joven?

—Me temo que habrá que irlo olvidando. ¿Cuánto hace que no me ves intoxicarme?

—Nunca has sido una gran...

—Pues hace bastantes meses que ni me acerco —afirmó, rotunda, sin dejarlo terminar.

—¿Y eso? Que no me parece mal, vamos...

—Estoy preñada, ¿me pasas el San Francisco?