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Portada

 

 

 

 

 

 

Representación gráfica de espacios y territorios

 

Teoría y práctica de una cartografía social en el área de influencia del Campo Escuela Colorado

 

 

 

 

 

Ruth Zárate Rueda

Juan Felipe Rueda Arenas

Diana Alexandra Rodríguez Quiñónez

 

 

 

Universidad Industrial de Santander

Facultad de Ciencias Humanas

Escuela de Trabajo Social

Bucaramanga, 2018

Página legal

 

 

 

 

 

Representación gráfica de espacios y territorios

Teoría y práctica de una cartografía social en el área de influencia del Campo Escuela Colorado

 

Autores: Ruth Zárate Rueda

Juan Felipe Rueda Arenas

Diana Alexandra Rodríguez Quiñónez

 

© 2018

Universidad Industrial de Santander

Reservados todos los derechos

 

Primera edición: abril de 2018

ISBN: 978-958-8956-72-5

 

Diseño, diagramación e impresión:

División de Publicaciones UIS

Carrera 27 calle 9, ciudad universitaria

Bucaramanga, Colombia

Tel: 634 4000, ext. 1602

ediciones@uis.edu.co

 

Prohibida la reproducción parcial o total de esta obra,por cualquier medio, sin autorización escrita de la UIS.

Impreso en Colombia

Presentación

La elección de una perspectiva de participación comunitaria como iniciativa de desarrollo local y rural en el marco de un proyecto social es una herramienta para facilitarles a las comunidades elementos de análisis de su propia realidad. A partir de esta perspectiva, es posible crear sentido de pertenencia y conformar iniciativas desde las bases comunitarias, que proveen mecanismos para la búsqueda de cambios sociales.

Desde esta óptica, el presente libro da cuenta de la creación de un proceso de participación comunitaria orientada al desarrollo local. La propuesta surgió a partir de la articulación de procesos de investigación y de extensión; es decir, cumple con uno de los objetivos misionales de la Universidad, contemplados en el Proyecto Educativo Institucional (PEI); esta alianza se ejecutó en el área de influencia (AI)1 del Campo Escuela Colorado (CEC)2 de la Universidad Industrial de Santander (UIS). El ejercicio es una experiencia exitosa que conjuga el trabajo en equipo y el compromiso comunitario fundamentados en la Responsabilidad Social Universitaria (RSU).

Para contribuir a la formación de una sociedad más igualitaria y justa, el individuo debe reconocer a otros sujetos con una conciencia de alteridad, es decir, pensar, sentir y vivir como esos otros, de modo que mediante la sensibilidad humana se brinden soluciones efectivas a problemas y conflictos presentados en los territorios. Pero, ¿cómo pueden escenificarse las dinámicas espaciales en un territorio sin conocerlo ni representarlo?

La cartografía social como metodología juega el papel fundamental de reflejar contextos espacio-temporales al facilitar el encuentro de distintos lenguajes, representaciones y deseos colectivos. En su implementación, el territorio es sometido a la observación con el fin de indicar, comprender y explicar representaciones e imaginarios comunes del entorno bajo la construcción de mapas producto del intercambio de saberes desde distintas miradas.

Esta metodología se desprende de un proceso participativo de investigación cualitativa3, que consolida la recolección de información desde la perspectiva del actor. La cartografía social permite crear conocimiento colectivo mediante procesos de comunicación entre personas de ambos sexos, varios rangos de edad y diversas culturas, para crear una visión temporal y espacial de las relaciones tejidas en comunidad. De esta manera, se presenta la posibilidad de actuar sobre su entorno, con miras a la generación de insumos para una adecuada atención e intervención de poblaciones afectadas por la estructura socio-histórica (Piza, 2009).

Como se mencionó anteriormente, esta metodología estimula el diálogo fluido entre sujetos sociales, a fin de experimentar el intercambio de pensamientos y percepciones, por medio de talleres de participación en los que se proyectan referentes simbólicos. De tal manera, se rescata y se crean la memoria y los imaginarios colectivos del territorio. En otras palabras, desde la cartografía se proyecta la realidad de manera libre, por medio de consentimientos plasmados en un mapa espacial participativo, en el cual se hacen evidentes las relaciones diversas en un espacio social que parte de los mapas mentales de los actores. De ahí se desarrolla una metodología de automapeo territorial en el marco de diferentes expresiones y representaciones espaciales de las comunidades.

El libro cuenta con tres capítulos. Los dos primeros son estrictamente teóricos y académicos; mientras que el tercero es de carácter práctico y participativo. En el primer capítulo, “Entre lo tradicional y lo nuevo: los mapas y el cambio de paradigmas”, se expone una teoría del conocimiento que muestra la evolución histórica y filosófica de áreas como la cartografía y la geografía y que permite comprender componentes espaciales como los mapas y los territorios. Resulta fundamental conocer parte de la evolución de categorías analíticas relacionadas con el entendimiento de la representación gráfica del espacio, su contexto histórico y los paradigmas originados en distintas épocas. El saber histórico del avance de los mapas devela los intereses detrás de las técnicas y conceptos de las cartografías. En el segundo capítulo, “Teoría crítica, cartografía social y territorio”, se muestra el aporte de pensadores de la escuela de Fráncfort en el conocimiento del mundo social para lograr investigarlo. Así mismo, se explican aspectos fundamentales que definen la cartografía social como una herramienta de participación, la cual genera un cambio político en los discursos e imágenes elaborados tradicionalmente con las comunidades. También se busca clarificar conceptos como territorio, territorialidades y desarrollo local y rural, a fin de enlazar enfoque, metodología y teoría con la praxis del trabajo participativo.

Las metodologías participativas responden a un problema vigente: las comunidades no logran identificarse con representaciones gráficas de sus entornos. Por lo tanto, si se investiga para transformar la historia, también es necesario cambiar las imágenes de la misma escenificada a través de los mapas. En ese sentido, la cartografía social es un medio de cambio de las concepciones de los espacios y territorios donde las personas con sus símbolos, lenguajes y discursos levantan de manera identitaria nuevos mapas. Así mismo, este proceso se cimentó epistemológicamente a partir de los postulados de la teoría crítica, y tomó como referencia intereses noéticos, cognoscitivos y políticos, lo que respalda cualquier práctica investigativa. Por esta razón, se inicia con una propuesta articuladora de conocimiento e interés desde la concepción de tres tipos de ciencias: empírico-analítica, histórico-hermenéutica y crítico-social. Según el profesor Carlos Vasco (1994), con el propósito de asumir una postura epistemológica, desde la escuela de Fráncfort se parte de una discusión del positivismo en consideración a los estilos de investigación en las ciencias sociales. Así, el origen de este pluralismo, derivado de las distintas disciplinas que se abordan en el mundo sobre el hombre y la sociedad, depende de la orientación y la intencionalidad que adopte el investigador en la producción del conocimiento. Es aquí donde surgen las bases teórico-conceptuales, desde la descripción, compresión y explicación, que fundamentan la reflexión sobre fenómenos sociales y humanos, así como la metodología necesaria para el diseño del proyecto de investigación.

El tercer capítulo, “Cartografía social en la praxis: corregimiento de Yarima y veredas Los Colorados, La Ye y Rancho Chile”, demuestra la realidad que vive la población del AI del CEC. Se procuró realizar una breve explicación histórica de la conformación de algunos poblados y espacios habitados en zonas del Magdalena medio santandereano, en la que se destaca la importancia que tiene Barrancabermeja como enclave de explotación petrolera. Así mismo, algunos componentes históricos de dinámicas sociales de San Vicente de Chucurí (corregimiento de Yarima y la vereda Los Colorados) y El Carmen de Chucurí (las veredas Rancho Chile y La Ye). En estos lugares se presentaron periodos de colonización de baldíos desde finales del siglo XIX, así como migraciones y desplazamientos forzados en diferentes periodos del siglo XX, como en los años de la llamada Violencia y del actual conflicto armado interno. Resulta fundamental comprender la llegada de la empresa Tropical Oil Company a Santander, que transformó la dinámica social de la región. La extracción de hidrocarburos en la zona por parte de esta empresa es el preludio del trabajo realizado por la Empresa Colombiana de Petróleos, Ecopetrol.

Los anteriores procesos enlazan la historia pasada con la actual de los pobladores de la zona. Los mapas levantados con la comunidad demuestran las condiciones de las poblaciones del corregimiento de Yarima, de las veredas Los Colorados, Rancho Chile y La Ye. Por ejemplo, se observaron deficiencias comunes en acueducto, alcantarillado, servicio de energía, gas, así como la falta de cobertura de señal de internet y celular. Las vías de estos lugares se encuentran en inadecuado estado lo que dificulta el acceso. La salud, la educación y la vivienda son precarias, no están a la altura de una realidad histórica contemporánea y muestran espacios de años de atraso. Es un escenario que contrasta con la capacidad económica con la que cuenta la vereda los Colorados en la extracción de recursos energéticos de la zona. La población carece de actividades lúdicas y la organización comunitaria parte de redes políticas consolidadas años atrás. Este conocimiento se logró gracias a la interacción con la población, que a su vez funciona como una herramienta política para exponer la realidad, tal como la viven y la sienten los pobladores a través de los mapas sociales.

En conclusión, el presente libro de cartografía social pone de manifiesto una metodología inserta en la investigación cualitativa desde la Investigación Acción Participativa (IAP), fundamentada en la concepción del territorio como elemento de identidad y desarrollo social. De igual forma, en los postulados de la escuela de Fráncfort se cimienta la crítica del presente libro y se desenvuelve un proceso de participación comunitaria orientada desde el automapeo territorial de las comunidades del AI del CEC. La construcción teórico-práctica del texto complementa la visión académica con la visión comunitaria expresada en un conocimiento dialógico y holístico en la búsqueda de un derrotero para una real transformación social.

El libro surge en el marco del proyecto “Promoción y exigibilidad de los derechos humanos de los pobladores del área de influencia de Campo Escuela Colorado; una respuesta de responsabilidad social desde la UIS”, elaborado por la línea de Responsabilidad e Innovación Social del grupo de investigación Innotec y adscrito con código 8238 a la Vicerrectoría de Investigación y Extensión de la Universidad Industrial de Santander (UIS).


1 El Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible, junto con la Autoridad Nacional de Licencias Ambientales (ANLA), define el área de influencia como aquella en la que se manifiestan los impactos ambientales ocasionados por el desarrollo del proyecto, obra o actividad, sobre los medios abiótico, biótico y socioeconómico, en componentes tales como aire, agua y suelo. La manifestación de dichos impactos debe ser objetiva y medible. Esta área puede incluir, entre otros, las cuencas atmosféricas o hidrográficas (superficiales o subterráneas), los ecosistemas y las unidades territoriales (corregimientos, municipios, departamentos, etc.) o los territorios de las comunidades étnicas.

2 La Universidad Industrial Santander celebra un convenio interadministrativo con la Empresa Colombiana del Petróleo (Ecopetrol), que toma el nombre de Campo Escuela Colorado, el cual se constituye en la primera experiencia nacional en materia de interacción academia-industria del sector hidrocarburos con fines científicos y tecnológicos. Esta alianza se celebró el 25 de enero de 2006. El Campo se encuentra ubicado en las veredas Los Colorados, Rancho Chile y La Ye, en el corregimiento de Yarima, en los municipios de San Vicente de Chucurí y El Carmen de Chucurí del departamento de Santander, Colombia.

3 La cartografía social hizo parte de una fase del proyecto: “Promoción y exigibilidad de derechos humanos de los pobladores del área de Influencia de influencia de Campo Escuela Colorado (CEC): una respuesta de responsabilidad social desde la Universidad Industrial de Santander”.

Entre lo tradicional y lo nuevo: los mapas y el cambio de paradigmas

Un mapa es una proyección de datos, por lo general tomados de la Tierra, de un cuerpo celeste, o de un mundo imaginario, en una representación sobre un plano; esta puede ser en formato papel o en formato digital, como en un ordenador. Por lo general, los mapas se crean mediante la transformación de datos del mundo real a una superficie esférica o elipsoidal, y finalmente a un plano. Una característica fundamental de esa superficie esférica o elipsoidal es que los ángulos, las distancias o las superficies medidas en ella son proporcionales a las medidas en la Tierra real. La transformación de una superficie curva a un plano se conoce como proyección cartográfica y puede asumir gran variedad de formas; todas ellas implican de una manera u otra distorsión de áreas, ángulos, o distancias. Los tipos de distorsión pueden controlarse con el fin de preservar determinadas características específicas, pero, con ello, las proyecciones de mapas distorsionarán otras características de los objetos representados. El principal problema en la cartografía es que no es posible proyectar/transformar, sin distorsiones, una superficie esférica o elipsoidal sobre un plano. Solo un globo esférico o con forma elipsoidal puede representar las características de la Tierra redonda o de un cuerpo celeste tal y como son (Miljenko Lapaine y E. Lynn Usery, 2017).

Introducción

Según Kuhn (2004), los paradigmas son «realizaciones científicas universalmente reconocidas que, durante cierto tiempo, proporcionan modelos de problemas y soluciones a una comunidad científica» (p. 13). Al considerarse el paradigma como un enfoque de la realidad, si este cambia, por ende, el mundo del conocimiento se transforma; así evoluciona la ciencia, se consolida una nueva visión cuando la comunidad académica logra consensos, es decir, cuando comparte teorías, genera métodos afines y soluciona problemáticas de manera similar. En ese momento, debido a una acumulación de conocimientos, la ciencia busca aceptación social y legitimación. La llegada de un nuevo modelo genera, en principio, resistencias en los académicos. De tal manera, al enfrentarse dos modelos, se presentan nociones y explicaciones distintas de un mismo fenómeno, es decir, dos visiones del mundo social o natural. Al demostrarse los vacíos del modelo antiguo, se impone el nuevo como consecuencia de esta revolución científico-académica llamada paradigma (Kuhn, 2004).

Con el paso del tiempo, se generaron diferentes visiones del mundo, del espacio y del entorno de los seres humanos. Estas perspectivas han sido graficadas a través de mapas, los cuales fungen como representaciones del espacio. Algunos momentos coyunturales marcaron modelos que perduraron en el tiempo, lucharon por su supremacía ante otras formas de concebir el espacio y lograron formar parte de nuevos conocimientos presentados por filósofos, exploradores o la comunidad académica. Así mismo, la preponderancia del uso del método cuantitativo o cualitativo en una investigación puede hacer parte de la tensión entre paradigmas, dado que se pretende legitimar una u otra disposición de observar, describir y analizar fenómenos en aras de crear conocimiento.

Estos debates en las ciencias humanas y sociales son producto de la comprensión del espacio, la concepción del territorio y de la identificación de los pobladores con los lugares. Por lo tanto, se quiere presentar someramente la creación de herramientas como los mapas, que fueron necesarios para que los seres humanos conocieran su entorno acorde con los contextos históricos.

En ese sentido, el presente capítulo, «Entre lo tradicional y lo nuevo: el cambio de paradigmas», se ha estructurado en dos partes. El primer subcapítulo, «La concepción del espacio: la cartografía desde una mirada tradicional», evidencia algunos mapas antiguos, producto de las representaciones mentales de culturas antiguas. Asimismo, se muestra el conocimiento del espacio por los griegos, quienes desarrollaron la geometría, la astronomía, la geografía y también definieron la cartografía. El espacio estuvo ligado a la comprensión de la Tierra como centro en el sistema planetario. La teoría geocéntrica fue el modelo de las concepciones tradicionales de la filosofía de la ciencia hasta la revolución copernicana. Si bien fue una era de avances geográficos y cartográficos, el paradigma copernicano afectó el desarrollo del conocimiento en todos los campos. A esto se le sumó una coyuntura de exploraciones y conquistas de nuevas tierras impulsadas por europeos, lo que hizo posible el desencadenamiento de evoluciones cartográficas. También se mostraron algunos avances cartográficos de otras culturas consideradas periféricas por los europeos.

En el siglo XIX se institucionalizaron la geografía y la cartografía, y se reconoció el territorio como concepto. La representación del espacio hizo parte principalmente de la construcción de mapas originados por el surgimiento de los Estados nacionales. Además, existió un objetivo imperial y nacionalista de explicar las características territoriales, su composición histórica, la concepción de las regiones y las fronteras de delimitación de los países. Todo se realizó con una mirada elitista, en la que no hubo posibilidades para que sectores medios y bajos de la sociedad participaran en la representación gráfica del mundo.

Si bien desde corrientes contracapitalistas —como era el marxismo tradicional— hubo críticas, estas no encontraron el impulso necesario para desarrollar conocimiento geográfico y cartográfico diferente al promocionado por los seguidores de los principales centros académicos de las escuelas geográficas europeas. Por ejemplo, otras escuelas, como la hermenéutica, realizaron una crítica a la filosofía positivista, pero sus bases conceptuales no influyeron del todo la geografía de la época, y por ello no se logró cambiar el paradigma positivista.

El segundo subcapítulo, «Las nuevas concepciones del espacio», describe que luego de las guerras mundiales, el conocimiento espacial y terrestre experimenta un cambio de paradigma, así como fueron transformándose varias ciencias. Luego de un periodo en el que, en las ciencias humanas y sociales, la hermenéutica le restó protagonismo a la nomotética4, la búsqueda de leyes físicas y el saber matemático volvieron a cobrar relevancia. En medio de la Guerra Fría5, a través de la escuela norteamericana, la nueva geografía trajo consigo la precisión geométrica y matemática en el estudio de los espacios. Esto generó como consecuencia avances tecnológicos en el conocimiento de los territorios, lo que conllevó a la vinculación de herramientas computacionales de altas tecnologías para la creación de mapas.Fue el preludio de desarrollos como el Global Positioning System (GPS) y el Google Earth. La excesiva cuantificación en los mapas llevaba a consagrar la exactitud en los espacios trazados mediante la implementación de técnicas de medición para conquistar espacios antes desconocidos. Esto se alejaba aún más de la participación comunitaria para la edificación de los mapas.

En contrapartida, otra ciencia renovada fue la geografía radical. Solo hasta el periodo comprendido entre los años setenta y ochenta del siglo XX, como parte de una lucha política y académica expuesta en varios lugares, el marxismo retomó fuerza y permeó los nuevos estudios del urbanismo, del desarrollo territorial y del espacio. La Guerra Fría estaba en su punto candente y los movimientos sociales en el mundo protestaban por la utilización de los seres humanos para fines bélicos y netamente económicos. La economía en función de los mercados libres y no de los pueblos se encaminó hacia el neoliberalismo y la globalización. En este contexto, surgen corrientes en investigación, que buscan dar una participación efectiva a las comunidades marginales en la creación del saber y por ende en la representación del mundo, imaginado tiempo atrás por académicos que servían a intereses particulares. Si bien las nuevas corrientes de la geografía y cartografía radical no consintieron del todo la participación de estos sectores sociales en la representación gráfica de los lugares, sí contribuyeron a la comprensión del espacio y de la construcción de los mapas como parte de una estructura del poder elitista tradicional que contribuía a generar exclusión e injusticia social. Por otro lado, los novísimos estudios, por la década de 1980, vincularon el estudio del espacio con fines ecológicos para los seres humanos y el medio ambiente, es decir, una ciencia preocupada por el medio ambiente y las nuevas concepciones de comprensión de los entornos de los seres vivos.

En síntesis, el primer capítulo expone al lector el reconocimiento de la trascendencia histórica de corrientes de pensamiento preocupadas por explicar el mundo, comprender el espacio, reconocer intereses en la elaboración de mapas y la aparición de nuevos paradigmas. Así, mostrar la participación de distintos poderes para diseñar cartografías, implementar un conocimiento preciso del espacio, hacer parte de una ideología, mover intereses económico-políticos o estar al servicio de las realidades vividas por sociedades y comunidades oprimidas y marginadas. Este último propósito haría parte de un nuevo paradigma que debiera edificarse alrededor de la cartografía social no solo como metodología, sino como enfoque-método y área de conocimiento espacial.

Concepción del espacio: la cartografía desde una mirada tradicional

La preocupación por la compresión del espacio ha sido un aliciente para que los seres humanos observen, describan y analicen el mundo que los rodea. La representación gráfica del entorno contribuye a la definición de la relación de las personas con el espacio físico. Se entiende la cartografía como una técnica racional e intelectual, que no solo avanza y profundiza en sus conceptos, métodos de construcción y representación gráfica como mapas, diagramas, cartogramas, sino que trasciende el uso del vocabulario no científico para adoptar una terminología especializada (Instituto Geográfico Agustín Codazzi-IGAC, 1998).

En este sentido, a través de la geografía como estudio del espacio organizado por la sociedad y de la cartografía como su representación gráfica, el ser humano entiende el mundo, lo simboliza y lo valoriza, lo que le permite crear imaginarios a lo largo del tiempo. No obstante, en la comprensión del espacio geográfico, han predominado los intereses de quienes han ostentado la riqueza o el poder político. Las altas esferas de la sociedad han definido las representaciones de territorios y lugares en los mapas, y han explicado relaciones sociales, hábitats y trayectos transitados; en general, han creado la imagen del mundo conocido y también desconocido para mayorías y minorías de diversas culturas.

De esta manera, las sociedades han estado condicionadas por ideas dominantes en diferentes épocas, sin lugar a contraponerlas; más bien las han aceptado como verdades reveladas. En este caso, se quiere dar un breve repaso de cada época en la que se fueron desarrollando conocimientos espaciales, geográficos y cartográficos hasta la misma revolución paradigmática de los estudios tradicionales. Así, en la contemporaneidad, las mayorías marginales y quienes han asumido en la historia actitudes pasivas en cuanto al reconocimiento del mundo, su descripción y transformación, pueden participar en la redefinición de los textos gráficos, mediante la creación de mapas con la cartografía social. Una nueva visión de los entornos para conocer y representar en aras de resignificar y cambiar el mundo socialmente edificado con el tradicionalismo científico.

En este subcapítulo se procura explicar el progreso de la cartografía como materia de sustento de la geografía, desde la Antigüedad hasta la Segunda Guerra Mundial. El impulso de la epistemología se presentó con la confrontación entre paradigmas que legitimaban unas concepciones y unos ideales del mundo. Resulta trascendental saber cómo la sociedad occidental fundamentó el conocimiento tradicional sobre el espacio, el territorio y la relación entre seres humanos y entorno, lo que valió cimentar estudios geográficos y cartográficos. La evolución epistemológica de los estudios espaciales y territoriales admite comprender los contextos sociopolíticos que marcan a pensadores de cada época para generar conocimiento. De tal manera, mediante la representación gráfica del espacio, se ha pretendido entender la realidad y proyectar los ideales políticos, económicos, sociales y culturales de cada época, es decir, su historia.

Espacio y mapas desde tiempos antiguos

A través del tiempo, el ser humano ha necesitado ubicarse, orientarse, movilizarse, crear y recrear su espacio. De tal manera, el primer mapa que hace parte del conocimiento del hombre es mental. Se trata de una imagen formada por la concepción cognitiva de los sujetos en cuanto al mundo social y natural. Este se dio a partir del hombre primitivo, antes de que existiera cualquier pictograma de los territorios habitados o recurridos. Las nociones elementales de supervivencia como la vivienda, la alimentación, el abrigo y el refugio permitieron a los primeros humanos transmitir sus conocimientos (Mora y Jaramillo, 2004).

La relación entre emisor, mensaje y receptor ha resultado escenificada en la producción que hacen los sujetos de imágenes y la trasmisión de estas mediante códigos, símbolos, señales y otras formas de lenguaje. Así, los mapas facilitan este proceso de comunicación primitivo, al transmitir visualmente la información y dejar el legado para futuras generaciones. Por tal razón, los mapas como medios informativos tienden a legitimar la realidad, a pesar de sus distorsiones. Se legitima al querer presentar una idea propia del espacio y el territorio para buscar la aceptación política y social. En ese sentido, al proyectar particulares formas de comprensión de la realidad, quienes realizan mapas condicionan sus representaciones de manera que, según la perspectiva adoptada, la gráfica será deformada. Así, las cartografías son herramientas del saber-poder, son parte de la construcción espacio-temporal de las sociedades futuras.

En comunidades primitivas, se escenificó la percepción del espacio con dibujos y gráficas. En varios lugares, los mapas fueron anteriores a la escritura y a las matemáticas. En 1963, en una excavación arqueológica en la antigua Çatal Höyük (actual Turquía), de seis mil años antes de nuestra era (a. n. e.), se encontró un mapa que al parecer representa un poblado neolítico donde se trazan las calles y las viviendas del lugar. Su estructura tenía cierta correspondencia con algunos trazados de mapas modernos, pero al estar dibujado dentro de un santuario, científicos contemporáneos contextualizaron su creación de manera religiosa, lo que redujo su trascendencia política (Harley, 1991).

Entre los pueblos sin escritura se destaca el mapa de Bedolina, al norte de la actual Italia, como ejemplo de cartografía prehistórica. Este mapa de un antiguo asentamiento humano fue grabado en varias fases a lo largo de la Edad de Bronce y la Edad de Hierro (Thrower, 2002). Asimismo, otros gráficos pertenecientes al arte rupestre encontrados en áreas de África, Asia y Europa se incluyeron en estudios de las ciencias sociales (Harley, 1991).

Figura 1. Mapa de Bedolina.

Fuente: Historia de la planimetría (18/4/2014). Recuperado de http://www.rcg.cat/articles.php?id=316

Esta división entre lo aceptado y lo no aceptado ha sido parte del debate de las ciencias en toda la historia. El establecimiento de diferentes paradigmas ha marcado la epistemología del espacio terrestre en medio de contextos históricos, políticos, económicos y culturales que modifican los imaginarios de cada época, además llevan a crear y reproducir las ideas dominantes en la sociedad. La imaginación posibilitó graficar el mundo y esto se realizó en varias culturas. Antes de que los griegos consideraran a la tierra esférica (siglo VI a. n. e.), los aztecas creían en un mundo compuesto de cinco cuadriláteros, los incas imaginaban el mundo como una caja y los egipcios y chinos pensaban que el planeta tenía forma de huevo (Delano-Smith, 1991).

En la Antigüedad, el espacio se concebía como la distancia entre dos puntos recorridos en unidades de tiempo, donde incidían los medios para moverse y la naturaleza del lugar (García, 2008). Desde Grecia, Euclides (siglo III a. n. e.), considerado el padre de la geometría, desarrolló nociones espaciales como la distancia euclídea. Sus observaciones estaban emparentadas con concepciones platónicas y pitagóricas, es decir, con el estudio cuantitativo del espacio (Valles, 1999). Hasta entrado el siglo XIX, la geografía fue una disciplina orientada a las ciencias físico-matemáticas.

Entre los componentes de la geografía antigua, se consideraba a la cosmología, que trata sobre el origen y el funcionamiento del cosmos, en relación con la mitología griega. Por tal razón, a partir del avance de la cosmogonía, se dio el nacimiento de la astronomía. Esta disciplina comprendió la dinámica de movimiento de los astros, en la cual se destaca la descripción de Hiparco de Nicea en el siglo II a. n. e. La geografía astronómica ligada a la matemática nació de explicar a la Tierra como astro, en cuanto a su forma, tamaño y movimientos. Además de una correspondencia con la representación gráfica de la Tierra, es decir, con la cartografía (Vila, 1982).

Los mapas en la Antigüedad reconocieron la trascendencia del sujeto dentro del plano que se quería proyectar. De igual manera, se graficaban los territorios y los lugares en relación con los centros de poder como lo era Grecia. Así, para los griegos, el territorio se refería a los espacios conquistados por cuenta del orden militar y político donde regía la polis. Anaximandro, desde el siglo VI a. n. e., ya había trazado una gráfica de la realidad que tenía como centro el mar Egeo y alrededor de él se encontraba el mundo conocido, y se privilegiaba a Grecia por encima de otros lugares (Montoya, 2007). Según De Souza (1991), la construcción de mapas se lleva a cabo con la creación de un centro que resulta fundamental para la comprensión de la dinámica espacial de las sociedades. La relación centro-periferia escenifica la valoración de unos lugares por encima de otros. Esta situación se plantea por razones técnicas, ideológicas y políticas, que dan preeminencia para que los individuos o grupos imaginen y dibujen lugares representados para sus propios fines e intereses. De esta misma forma actúa el cerebro, con la creación de la realidad imaginada del espacio en tanto comprensión y ubicación de los entornos mediante mapas mentales.

Otro de los geógrafos y astrónomos de trascendencia en el estudio del espacio fue Eratóstenes (siglo III a. n. e.), quien midió la circunferencia de la esfera terrestre. Eratóstenes hizo un mapa del mundo conocido en el que incluyó lugares como Gran Bretaña, la desembocadura del Ganges y la actual Libia (Montoya, 2007). Aunque la relación astronomía, geografía y cartografía era evidente, la cartografía nació de una separación artificiosa que se genera entre estas áreas del conocimiento y que le dan el impulso a la construcción de los mapas.

En Alejandría nace la geografía física y aparecen observaciones y especulaciones sobre los continentes, los mares, el relieve y las condiciones climáticas, entre otras. En esta misma línea, la cartografía se desarrolla con la tendencia de describir regiones y países (Vila, 1982). Estrabón (siglo I), en su obra Los prolegómenos, dio a conocer la finalidad práctica de los estudios geográficos, principalmente en la afirmación de los propósitos de los Estados (Luna, 2010). Asimismo, realizó estudios de los rasgos sociales y naturales de las tierras. Tal forma singularizada del estudio del espacio tuvo un progreso en la geografía moderna con la geografía regional. La región fue entendida como unidad espacial, dinámica, variable y posible de ser individualizada en su carácter propio (Álvarez, 2000).

Por otra parte, Tolomeo (siglo II) dio preponderancia a la concepción que aceptaba al hombre como centro del espacio y graficó el planeta Tierra como centro del universo finito y al Sol, la Luna y los planetas conocidos como cuerpos celestes que giraban a su alrededor. Escribió la obra cartográfica más influyente de la época en occidente: la Geografía, en la que se evidencian varias imprecisiones en cuanto a las distancias y tamaños de las placas continentales. No obstante, sus mapas ya trazaban una división imaginaria de líneas con rumbo de oriente a occidente y de norte a sur, conocidas como meridianos y paralelos.

Por otro lado, para los romanos el espacio tuvo una concepción territorial de impulso de las condiciones imperiales del poder y dominación ejercida sobre otros pueblos. La cartografía acentuaba el poder político del imperio expandiendo las fronteras, así los mapas representaban gráficamente las conquistas del mundo dominado por Roma (Montoya, 2007). Luego de la caída del Imperio romano, la importancia de la cartografía recae sobre asuntos teológicos, y a partir de esto se trazan mapas con especial interés en Jerusalén como centro de poder mundial.

Fuera del mundo occidental, los árabes, por intermedio del comercio por el Mediterráneo, desarrollaron mapas que hoy se valoran por la precisión con que se construyeron. El mundo islámico, si bien tuvo contacto con las concepciones griegas expuestas por Tolomeo, impuso sus formas particulares de representar sus entornos, lo que trajo una evolución cartográfica en la que confluyeron las dos visiones del mundo: la griega y la árabe. China también logró un avance importante en la cartografía con el desarrollo de cuadrículas y aspectos matemáticos del trazado de los mapas, la creación de convenciones regulares y curvas de nivel, metodologías propias de las cartografías modernas. Al reconocer estos progresos, los europeos le dieron mayor relevancia al saber geográfico oriental. Con una visión eurocentrista, Occidente solo se interesaba por los mapas de las periferias cuando estas tenían elementos comunes con Europa, mientras que los imaginarios de otras culturas eran desechados (Harvey, 1991).

Hay que destacar que entre los siglos XIII y XIV se crearon las cartas portulanas, base de las cartografías de la actualidad. Estos mapas se caracterizaron por el uso de la brújula, así como la utilización de trazados reticulares que marcaban orientaciones según la rosa de los vientos. Tres tipos de estas cartas fueron reconocidas: la de los principados italianos (principalmente genovesa), la catalana de Palma de Mallorca y la portuguesa. Se resalta que las cartas portulanas promovieron el avance técnico de la navegación marítima; entre ellas se reconocen como máximos exponentes la carta de Piscana (1290) y el mapa catalán (1375) de Cresques Abraham (Capdevila, 2002b).

El conocimiento de la Geografía de Tolomeo por navegantes italianos y portugueses permitió el mejoramiento de los detalles en las proyecciones cartográficas. Las exploraciones de nuevas rutas y especialmente el descubrimiento europeo de América estimularon el desarrollo de la cartografía. Algunas producciones que se destacan son las siguientes: el manuscrito de Martin Behaim de Núremberg (1492), en el que se describe gráficamente el mundo antes del viaje de Colón; la carta de Juan de la Cosa (1500), en la que se representan los territorios encontrados en el nuevo continente; el mapa de Cantino (1502), que resulta del Tratado de Tordesillas6; y el mapa de Contarini (1506), primer mapa impreso con nuevos descubrimientos (Capdevila, 2002b).

Para finalizar, hay que reconocer que el paradigma de la teoría geocéntrica dominó el conocimiento del espacio hasta finales del siglo XVI, cuando se llevó a cabo la revolución copernicana. El paradigma geocéntrico demostró también el egocentrismo de las culturas, cimentado en una tendencia unipolar, con el ser humano como centro del planeta (Thrower, 2002), noción que señalará el eurocentrismo durante los siglos posteriores.

La primera gran revolución

El progreso imponente de la cartografía fue de la mano con el impulso de la astronomía. Nicolás Copérnico (1473-1543), a través de observaciones astronómicas y cálculos geométricos, consideró en sus obras al Sol como centro del universo y a la Tierra y los otros planetas girando a su alrededor. Según Horkheimer (2003), esta teoría, denominada heliocéntrica, tendría un impacto trascendental en el conocimiento científico de la época. El pensamiento copernicano fue una fuerza revolucionaria, parte del proceso histórico que situaba el paradigma mecanicista en posiciones dominantes. El conocimiento científico en diversos ámbitos se desarrolló con la matemática, la física y las leyes naturales (Mardones, 1991). No obstante los cambios producidos en la ciencia moderna, el entendimiento del espacio en textos de geografía y cosmografía se daba con las concepciones tolemaicas, localizando topónimos funcionales a astrónomos y navegantes para la descripción de las características de la tierra, de las costumbres y la organización social de los países (Capel, 1977). Esta situación de resistencia a lo nuevo denota el control, poder y dominio de ciertos grupos tradicionales que no aceptan los cambios sociales. A pesar de que exista un nuevo paradigma aceptado como válido, los rasgos de anteriores modelos siguen presentes.

De esa manera, el avance de la cartografía se dio en mayor medida a partir del siglo XVI, pero los mapas de esta época han soportado críticas por las distorsiones en las formas, en las extensiones territoriales y por las expansiones de grandes poderes (Habegger y Mancila, 2006). En 1569 el matemático y cartógrafo Gerardus Mercator propuso una proyección del planeta a los navegantes europeos al trazar las rutas de rumbo con líneas rectas. Por tal razón, la representación del mapa se realizó con base en una figura cilíndrica que luego era dibujada en un planisferio. La proyección resultante (llamada cilíndrica) produce necesariamente distorsiones (como cualquier otra proyección, pues es imposible matemáticamente representar sin ellas una superficie esférica sobre un plano). De esta suerte, la isla de Groenlandia aparece a la vista como de mayor tamaño que Suramérica, por ejemplo. Por tener ciertas ventajas para la navegación, la proyección cilíndrica continuó siendo útil hasta la aparición de los modernos sistemas satelitales.

Figura 2. Proyección de Mercator en la actualidad.

Fuente: La proyección de Mercator versus la proyección de Gall-Peters (25/4/2014). Recuperado de https://thetuzaro.files.wordpress.com/2011/03/400px-mercator-projection.jpg

Arno Peters (1991) criticó las versiones cartográficas de Mercator, al plantear que este mapa tiene una desproporción de los territorios de Escandinavia dibujados tres veces más grandes en comparación con la península arábiga o la India. Peters afirmaba la presencia de un eurocentrismo producto de la representación de la dominación sociocultural que perdura hasta nuestros días. Él propuso un mapa conocido como la proyección cartográfica de Peters, proveniente del cartógrafo James Gall (1856), en donde se conservan las áreas, mas no los ángulos ni las distancias. Según Braceras (2012), la Unesco ha adoptado esta cartografía como la más cercana a la realidad, es decir, la políticamente correcta.

Figura 3. La proyección de Peters en la actualidad.

Fuente: La proyección de Mercator versus la proyección de Gall-Peters (25/4/2014). Recuperado de http://www.unabrevehistoria.com/2008/02/proyeccin-peters-el-mundo-en-su.html

Las distorsiones y ambigüedades continúan en el tiempo, al ubicar a Europa y Norteamérica en la parte superior de los mapas se demuestra el poder de los centros metropolitanos, mientras que África, Asia y Latinoamérica se grafican en la parte inferior para representar su condición de periferias coloniales. En culturas africanas, se han encontrado mapas donde Madagascar y la actual Sudáfrica están graficadas en la parte superior del mapa. La idea de superioridad ha buscado la legitimación del imaginario etnocéntrico plasmado en las cartografías. El racismo fue parte de la representación del espacio que territorializó tal superioridad a partir de la disminución de las dimensiones de países periféricos y el aumento de las dimensiones de países metropolitanos.

4 Conocimiento científico capaz de formular leyes de validez universal.

5 A partir de 1917, con la Revolución rusa, se implantó la idea de que el socialismo no era solo una utopía, y la expansión del comunismo se extendió a varios países, en primer lugar, los europeos. A partir de 1945, el mundo de la posguerra estaba dividido entre capitalismo y socialismo, cuestión que generaba conflictos internos en diferentes países. En Latinoamérica, el surgimiento de guerrillas comunistas buscaba revoluciones que pretendían subvertir el poder político asumido por oligarquías que desde el siglo XIX habían controlado el poder de las naciones. En este periodo se llevó a cabo la denominada Guerra Fría, confrontación entre las dos grandes potencias mundiales: Estados Unidos y la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), que no desencadenó en una confrontación armada directa por una neutralización conjunta debido al poderío militar de ambos países. No obstante, esta nueva modalidad de guerra presentó una lucha por la supremacía mundial en los campos económico, político, social, científico-tecnológico, cultural e incluso deportivo. Gran cantidad de países se alinearon con uno u otro sistema, lo que originó divisiones políticas y conflictos armados internos (Hobsbawm, 1992).

6 Este tratado especificó cuáles territorios en América le correspondían a la corona española y cuáles a la portuguesa.