.

-

-

Ilustraciones: Pablo Motta

© 2020, Susana Cincotta

Hecho el depósito que establece la Ley 11.723

Digitalización: Proyecto451

Prohibida su reproducción total o parcial por cualquier medio de

impresión en forma idéntica sin la autorización expresa de la autora.

Cincotta, Susana

Cuentos para leer sin barbijo 1 : incendio en la sabana y otros cuentos / Susana Cincotta ; ilustrado por Pablo Motta. - 1a ed. - La Plata : Arte editorial Servicop, 2020.

Libro digital, EPUB - (Cuentos para leer sin barbijo ; 1)

Archivo Digital: descarga y online

ISBN 978-987-803-007-4

1. Narrativa Argentina. 2. Cuentos Infantiles. I. Motta, Pablo, ilus. II. Título.

CDD A863.9282

Apenas nacida le leí el Principito.

A partir de allí jugué con las palabras inventando historias para acompañarnos, para compartir.

Hoy vuelan al mundo.

Coronel Suárez, octubre 2020

Incendio en la sabana

La sabana ardía. Un fuego de grandes proporciones tocaba todos los puntos del pueblito: arriba, abajo, a los costados. ¿Qué estaba pasando? Don Rayo se había enfurecido y descargaba sus truenos con luz como si fuera una flecha encendida adueñándose de campos secos y arroyos.

Había llamas por doquier. No había bomberos para que vinieran a ayudar a apagar semejante desastre. Alessandro, el bombero responsable, no estaba ese día. Había ido con su hermana Sofía a visitar a su prima Isabel, en Frankfurt. ¡Justo a él le venían a pasar estas cosas!

Culebras, ratones, batracios, pájaros, jirafas, leones, hienas, pelícanos, todos corrían de aquí para allá tratando de salir de aquel calor insoportable. Pero doña Lechuza, siempre sabia, pensó y pensó cómo remediar esa situación. Y su cabeza hizo plop.

—Al rayo hay que congelarlo. Pero ¿quién puede hacer eso? Hay que mandar a las grullas que vuelen por encima de la tormenta.

-

-

—No, no, no —dijo la Jirafa Teresa—. Por favor, no, ellas les temen a los rayos. Ellas no pueden.

—Se nos tiene que ocurrir algo rápido, porque el pueblito se va a quedar sin ninguna casa —dijo doña Lechuza muy pensativa.

Un gavilán, con el ala medio quemada, contó a todos que venía una tormenta con los rayos más atroces.

—Hay que salir de aquí lo más rápido que podamos —avisó generosamente, a los gritos.

Era casi imposible correr. Las llamas, enardecidas, volaban de aquí para allá, devorando todo a su paso.

¿Por qué don Rayo se había enfurecido tanto? Había que volar alto, alto, para hablar con él y preguntarle qué le estaba pasando. Pero ¿quién podía hacerlo? Perezoso e indeciso, el colibrí se ofreció, tímidamente.

—¿Estás seguro de que quieres ir alto, alto? ¿Realmente puedes? —le preguntó doña Lechuza con mucha agudeza.

—Aquí nos estamos cocinando. Sí, voy a poder —dijo en un acto de confianza extrema.