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JORGE L. TIZÓN

EL HUMOR EN LA RELACIÓN ASISTENCIAL

Herder

 

 

Diseño de la cubierta: Arianne Faber

Edición digital: José Toribio Barba

© 2005, Jorge L. Tizón

© 2005, Herder Editorial, S.L., Barcelona

1.ª edición digital, 2015

ISBN: 978-84-254-3790-8

La reproducción total o parcial de esta obra sin el consentimiento expreso de los titulares del Copyright está prohibida al amparo de la legislación vigente.

Herder

www.herdereditorial.com

 

 

A Ramón, que insistió prudentemente durante meses y meses
para que el embrión de este libro viera la luz.

 

ÍNDICE

Presentación

1. SITUAR EL USO SANITARIO DEL HUMOR EN UNA ASISTENCIA SANITARIA CENTRADA EN EL CONSULTANTE

1.1. Un modelo diferente para la medicina y la asistencia sanitaria

1.2. Las enfermedades y su comunicación

1.3. Una noción diferente de la enfermedad y el enfermar

1.4. Emociones, sentimientos y asistencia sanitaria

1.5. El encuadre asistencial

1.6. Contención, salud mental y sentido del humor

1.7. Sistemas psicoterapéuticos para la práctica médica

2. UNA INTRODUCCIÓN A LA PSICOLOGÍA CLÍNICA DEL HUMOR Y LA COMICIDAD

2.1. Sobre la risa

2.2. Una propuesta terminológica

2.3. Sobre la psicología del sentido del humor

3. EL HUMOR EN LA ASISTENCIA SANITARIA

3.1. El humor como «principio activo» en la asistencia

3.1.1. Vértice del consultante

3.1.2. Vértice del consultado

3.1.3. Vértice de la situación

3.2. Aproximación a una propuesta de tipología del humor en la asistencia clínica

3.3. El humor en la asistencia desde el vértice de las organizaciones psicopatológicas

EPÍLOGO. Figuras y tablas

BIBLIOGRAFÍA CITADA

 

PRESENTACIÓN

 

 

Un niño de seis años le dice a su hermanita
de cuatro: «He encontrado un preservativo en la
baranda». Su hermanita: «¿Qué es la baranda?».

Aunque se trate hoy de un vocablo aparentemente extrasanitario, el término «humor» posee amplias resonancias médicas, y no sólo por sus repercusiones sobre la salud y la patología, sino por los siglos de historia de la medicina que le subyacen.

Sin embargo, durante largos períodos la medicina y la psicología científicas han vivido totalmente de espaldas al hecho de que el humor y la comicidad juegan un importante papel en la clínica cotidiana. Con ello, hemos perdido durante decenios o siglos la posibilidad de estudiar su valor médico y psicológico, tanto en la asistencia como en la prevención, y tanto a nivel teórico como a nivel clínico, práctico. Casi la única excepción a este menosprecio eran los terapeutas de orientación psicoanalítica y los psicoanalistas. Últimamente, sin embargo, la actitud de desinterés, cuando no de menosprecio, sobre el tema en las «ciencias oficiales», ha dado lugar a una actitud alternativa: los estudios y trabajos científicos sobre el humor se están multiplicando. Hay cada vez más congresos nacionales e internacionales sobre el tema, el primero, en Cardiff, en 1976, uno de los últimos, la Conferencia Internacional de San Diego (USA), en 2001. Por otra parte, se han difundido las propuestas de diversas terapias mediante la risa, así como seminarios y talleres en este ámbito. Ya existe la Association for Applied and Therapeutic Humor (AATH) y las revistas sobre el tema son cada vez más numerosas: tanto en soporte papel (por ejemplo, el Humor International Journal) como en formato electrónico (por ejemplo,Webalia). El interés médico sobre el asunto está creciendo y es publicitado ingeniosamente, por ejemplo, en el lema de la AATH: «El humor puede ser peligroso para su enfermedad».

En realidad, el término «humor», en su sentido más amplio, hace referencia a cualquiera de los fluidos corporales. Tanto en su acepción actual más común (relacionada con lo cómico, la comicidad), como en esa acepción más general, nuestro concepto del humor hunde sus raíces en una de las teorías fisiológicas que han predominado durante más siglos en nuestras disciplinas. En concreto, su origen es la fisiología hipocrática. Para Hipócrates (y para siglos de medicina occidental después de él) la base de la salud consiste en el delicado equilibrio entre los cuatro humores (o líquidos) fundamentales del cuerpo: sangre, linfa o flema, bilis amarilla y bilis negra o atrabilis. Pero, como en el caso de otros muchos términos médicos, su aplicación en el campo de «lo psíquico», lo mental, ha llevado a diferenciarlos de esa base fisiológica, acentuando los componentes caracteriales y relacionales de cada uno de esos elementos fisiológicos. Se trata de una derivación típica de las concepciones fisiológicas sumerias, griegas y árabes, propiciada por el dualismo judeocristiano. De tal forma, los términos que se refieren a sensaciones globales del sujeto, como el que en indoeuropeo se designaba como angst (sensación de opresión en el pecho, dificultad de respirar) han dado lugar a términos directamente mentales: «angustia» y sus derivados. De forma similar, hablamos de individuos sanguíneos, flemáticos, biliosos o coléricos, atrabiliarios... aunque, a menudo, cuando lo hacemos, no somos conscientes de la base fisiológica de tales conceptos y, menos aún, de su origen en los estudios y especulaciones de una fisiología médica griega concreta: la de la escuela de Cos.

Hoy en día, pues, el término «humor» hace referencia: 1) A cualquier fluido corporal: por ejemplo, el humor vítreo. 2) A una forma de relación entre el sujeto y lo cómico. 3) Al estado de ánimo o afectivo fundamental y más frecuente de cada individuo: así hablamos de humor depresivo, humor colérico, humor eufórico...

La «risa» es la consecuencia externa del humor y su expresión más abierta. También, como veremos, es el comportamiento corporal en el que se fundamentan los efectos fisiológicos del humor y la comicidad, además de los efectos relacionales, en la relación interhumana.

A pesar de lo que se suele creer, el desarrollo del sentido del humor y la recuperación de la importancia que le concedemos hoy son relativamente recientes: ciertamente, la catarsis o expresión de los sentimientos era de fundamental importancia en el drama griego clásico y, en general, en la cultura grecolatina. De ahí el nacimiento de la comedia ya en la Grecia preclásica como vía de expresión del humor, la risa, la ironía... Pero ese papel cultural concedido a las emociones en general como «purgadoras» o liberadoras, como catárticas, parece casi perderse durante los largos siglos de la Edad Media europea. Hasta que primero los prohombres renacentistas y, después, los literatos y las clases cultas inglesas de los siglos XVI y XVII, deciden activamente cultivarlo, valoran su importancia social e incluso médica e intentan exportarlo hacia «el continente». Otras culturas –por ejemplo, la indostánica o la china– llevaban ya siglos proclamando su importancia, algo que en la Europa medieval quedaba reservado para las cortes (los bufones) y el pueblo bajo, e incluso era estigmatizado por la clerecía y la Inquisición como una de la formas de penetración del maligno en los sujetos. Umberto Eco (1985) hace decir al sacerdote integrista español Jorge de Burgos en El nombre de la rosa:

La risa es la debilidad, la corrupción, la insipidez de nuestra carne. Es la distracción del campesino, la licencia del borracho. Incluso la Iglesia, en su sabiduría, ha permitido el momento de la fiesta, del carnaval, de la feria, esa polución diurna que permite descargar los humores y evita que se ceda a otros deseos y a otras ambiciones... [...] La risa libera al aldeano del miedo al diablo, porque en la fiesta de los tontos también el diablo aparece pobre y tonto y, por tanto, controlable. [...] Cuando ríe, mientras el vino gordo gotea en su garganta, el aldeano se siente amo, porque ha invertido las relaciones de dominación. [...] La risa distrae, por unos instantes, al aldeano del miedo. [...] ¿Y qué seríamos nosotros, criaturas pecadoras, sin el miedo, tal vez el más propicio y afectuoso de los dones divinos? [...] El pueblo de Dios se trasformaría en una asamblea de monstruos eructados desde los abismos de la terra incógnita... (U. Eco 1985, pp. 573ss.)

Como puede observarse, el tema posee profundas raigambres culturales, filosóficas y hasta religiosas, pero en este volumen nos vamos a centrar en la segunda acepción del término «humor»: la que lo vincula a lo cómico y la comicidad. Limitándonos más aún, nos ceñiremos a la relación entre el humor, el sentido del humor y la comicidad, por un lado, y la asistencia sanitaria, por el otro.

El objetivo de estas páginas es fundamentalmente didáctico: de ahí las clasificaciones y agrupaciones del humor y del sentido del humor que voy a proponer en ellas. Intento que el personal que trabaja en las relaciones asistenciales, en las relaciones de ayuda profesionalizadas,1 pueda poseer una idea más realista del valor del humor en las mismas, así como una guía al menos mínima para utilizarlo... o abstenerse de hacerlo.

La estructura del libro está vinculada, pues, a esos objetivos: en el primer capítulo intentaré comunicar una perspectiva holística, globalizadora, de la asistencia profesionalizada. Es el contexto en el que naturalmente puede aplicarse el humor y el sentido del humor en la asistencia. A continuación, en el capítulo 2, propondré una perspectiva conceptual y terminológica que puede permitirnos entender las indicaciones y contraindicaciones de este importante «principio activo de al asistencia» a menudo descuidado o menospreciado.

Como puede observarse, intentaré recoger y revalorizar la importancia y utilidad del humor para la relación asistencial, y en todo tipo de relaciones asistenciales (sanitarias, pedagógicas, de trabajo social, de salud mental...). Parto para ello de la observación de que continuamente lo estamos utilizando en la asistencia, tanto dentro de las entrevistas o sesiones, como fuera (con los compañeros). O bien después, cuando en situaciones externas a la asistencia recordamos sucesos, anécdotas o viñetas de la misma, en forma más o menos catártica. Si tanto lo usamos y se usa en medicina desde la más remota antigüedad, está claro que algún valor ha de poseer y, desde luego, que vale la pena estudiarlo.

De ahí que me parezca importante aproximarnos a una definición y a un incipiente «manual de instrucciones» de lo cómico y la comicidad en la asistencia, que es lo que intento en el capítulo 3 y, en general, en el libro que el lector tiene en sus manos.

 

 

1 Entendiendo aquí por relación asistencial (profesionalizada) aquella en la cual una persona que no puede subvenir a sus necesidades con sus medios personales y los que le proporcionan sus núcleos naturales de convivencia, acude a otra organización o persona, calificada como «profesional» o «técnico», en busca de asistencia o ayuda.