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SECCIÓN DE OBRAS DE HISTORIA


RUTAS DE INCERTIDUMBRE

LETICIA MAYER CELIS

Rutas de incertidumbre

IDEAS ALTERNATIVAS SOBRE LA GÉNESIS
DE LA PROBABILIDAD, SIGLOS XVI Y XVII

Fondo de Cultura Económica

Primera edición, 2015
Primera edición electrónica, 2015

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contraportada

ÍNDICE

Portada

 

Prólogo

Introducción

I. Algunas reflexiones sobre la génesis de las ideas de probabilidad y el probabilismo

Arqueología de la probabilidad

El probabilismo

Las universidades europeas y el probabilismo

Otras reflexiones sobre el probabilismo

II. Las misiones en América: la antesala de la incertidumbre

El encuentro entre América y Europa

El problema filosófico y moral del encuentro con el otro

El problema de la Conquista en Europa

Algunos ejemplos de sincretismo en Nueva España o el riesgo de aceptar al otro

El comienzo de la Conquista

Los símbolos occidentales en Tenochtitlan

La cultura ritual de los nahuas

Las primeras aceptaciones

Las fiestas jesuitas

Los otros otros, los orientales

Los símbolos del escudo

III. El segundo gran descubrimiento: las rutas marítimas del Océano Pacífico

La navegación por el Pacífico

Las primeras exploraciones por el Pacífico desde Nueva España

Los agustinos y las rutas del Pacífico

La desastrosa expedición de Ruy López de Villalobos

Andrés de Urdaneta. El fraile marino y el tornaviaje

Los preparativos para la nueva expedición

El tornaviaje

Las misiones a través de la ruta del Pacífico

Los primeros hispanos en Filipinas

Entre soldados y piratas

El gran reino de la China

Las cartas destinadas a América

La conquista militar de China

IV. Las misiones del Lejano Oriente: el espejo de la inferioridad europea

Las misiones jesuitas en Oriente

La postura de los jesuitas en el Lejano Oriente

Las misiones en Japón

El visitador Valignano y el Sumario de las cosas de Japón

Las misiones en China

La acomodación de Mateo Ricci

La razón natural entre los chinos

El tratado del Señor del Cielo

Los jesuitas en Beijing

V. Los enfrentamientos novohispanos por el probabilismo y los ritos chinos

Los acontecimientos en Nueva España

Palafox llega a Nueva España

El obispo y el problema del sincretismo

Palafox y su enfrentamiento con los misioneros

Las nuevas misiones en Oriente a partir de 1633

El dominico Juan Bautista Morales en China

El padre Morales en Macao

El padre Morales en Roma

La problemática en China

La estancia del padre Morales en México

Domingo Fernández de Navarrete

Palafox y la problemática china

Los terribles años de los enfrentamientos en Nueva España: 1647 y 1648

La Inocencia Tercera

VI. El problema de los ritos chinos, el probabilismo y el jansenismo en Europa

El jansenismo: otra discusión europea

La lógica o arte de pensar

Port Royal

Blas Pascal

Escritos sobre probabilidad

Las Cartas provinciales

Otra lectura occidental sobre las misiones en China: Leibniz

 

Reflexiones finales

ANEXOS

Anexo 1: Rutas marítimas con América al centro

Anexo 2: Conformación de redes

 

Bibliografía

Índice analítico

A la memoria de Roberto Varela, el Flaco

PRÓLOGO

Corría el año 8 Conejo en Mesoamérica, que a su vez era el séptimo año del emperador Wanli de la dinastía Ming en China y el año del Señor de 1578 en Occidente. Procedente de Europa navegaba un galeón cargado de reliquias cristianas cuyo destino era América, aunque estos viejos huesos de santos católicos significaran todavía muy poco para los antiguos habitantes de Anáhuac. Las islas Filipinas habían sido arrasadas por el pirata chino Limahon, quien las había atacado con su flota de 62 navíos y más de 2 000 tripulantes, y la plata novohispana, transportada por castellanos, no lograba acabar de recuperar a la destruida Manila. El shogun de la cercana ciudad de Yedo se preguntaba cómo lograr el monopolio del comercio con aquellos salvajes occidentales, y el gran monarca del imperio Ming, desde su trono del dragón, los veía a todos con un dejo de desprecio. En Europa, los grandes imperios navales se disputaban, en el papel y en sus “guerras justas”, el control del mundo. Mientras tanto, en las importantes universidades de Salamanca, Coímbra y el Colegio Romano, jesuitas, agustinos y dominicos discutían los planteamientos del probabilismo.

¿Qué sucedía en aquel mundo que comenzaba a globalizarse? Los sentimientos y las pasiones se mezclaban: el miedo, el odio, el desprecio, la compasión, pero ante todo reinaba la incertidumbre... Esa sensación que implica riesgo. ¿Cómo podían sostenerse aquellos “principios universales” que con tanto cuidado había desarrollado la cultura europea? ¿Cómo podía justificarse la ley natural en un mundo tan diverso?

¿Quiénes eran aquellos hombres que comían la carne de sus enemigos y hacían grandes sacrificios humanos? ¿Quiénes eran aquellos monjes budistas o bonzos que ejercían la sodomía sin ocultarlo, ni vergüenza? ¿Quiénes eran aquellos bárbaros occidentales que adoraban como Dios a un hombre crucificado? Éstas son algunas de las preguntas que se hicieron aquellos habitantes del siglo XVI cuando por primera vez se encontraron cara a cara.

Las redes sociales intercontinentales empezaban a tejer un caprichoso bordado con matices europeos, pinceladas orientales y colores americanos. La interconexión entre personajes que vivían o visitaban diversos puntos del globo nos resulta hoy en día impactante, en particular cuando la vemos representada gráficamente en el denso tejido que se creó con cierta rapidez (véanse redes en anexo 2, en la parte final del libro).

Este libro pretende navegar por diferentes problemas del conocimiento: la otredad, las misiones cristianas, la problemática centro-periferia, la circulación de saberes, no sólo formales y academizados, sino también la circulación de signos y símbolos culturales que fueron cobrando nuevos y diferentes significados. No obstante, es necesario subrayar que el objeto de este estudio es buscar y discutir la génesis de las ideas de probabilidad. Esa ciencia fascinante que se mueve entre complicados teoremas matemáticos, estadísticas aplicadas a diversas ciencias, problemas aleatorios, teoría de las decisiones y probabilidades epistémicas. Por todo lo antes dicho es que el libro que el lector tiene en sus manos no es un estudio monotemático ni fácil de definir. Es necesario tener la mente abierta, como abierta es la mar, para poder acompañar a los diversos personajes en sus peregrinajes de conocimientos: geográficos, científicos, morales, religiosos, culturales e incluso comerciales, para compartir con ellos las sorpresas, los miedos, pero principalmente la incertidumbre que permitió generar la duda, las nociones de riesgo y por consiguiente los orígenes de la probabilidad.

INTRODUCCIÓN

Los actores históricos, en muchos sentidos, representan enigmas: los de sus vidas, sus obras, sus intereses o sus motivaciones; las relaciones entre estos factores nunca son simples. Teniendo en cuenta lo anterior, y en un intento que seguramente rebasa con mucho mis capacidades, seguiré a un grupo de personajes de primer nivel que intervinieron, con conciencia de ello, en uno de los cambios más importantes que ha vivido la humanidad: el primer momento de encuentro entre seres de culturas totalmente diferentes. Ésta fue una alteración radical que implicó muchos cuestionamientos, modificaciones de vida y reflexiones profundas; este hallazgo produjo sensaciones de incertidumbre, riesgo, miedo y, según creemos, introdujo las primeras nociones de probabilidad en el sentido epistémico del término: cómo actuar de manera razonable en escenarios carentes de certeza, en otras palabras, en espacios donde la certidumbre es imposible, por lo que debe confiarse en elementos probables.

El origen de este libro se encuentra inserto en reflexiones sobre el devenir de una ciencia compleja, pero sin la cual no es posible imaginarse el desarrollo de muchos de los conocimientos sociales, económicos y experimentales de hoy: la probabilidad. En 1999 publiqué Entre el infierno de una realidad y el cielo de un imaginario: estadística y comunidad científica en el México de la primera mitad del siglo XIX. Esta experiencia me introdujo a la discusión estadística sobre la manera en que un pensamiento cuantitativo podía llevar a imaginar un “hombre tipo” con características nacionales. En ese estudio se señaló la importancia del texto estadístico como conocimiento del que podían extraerse interpretaciones de tipo social, por ejemplo: si una estadística reportaba baja criminalidad, el dato numérico no sólo señalaba la existencia de pocos delincuentes, sino que significaba que la población era más sana moralmente comparada con la de otros países.

Después de la reflexión estadística, comenzó a rondarme la idea de cavilar sobre la probabilidad, lo que resultaba más complejo, pero empecé a leer sobre el tema. La obra que me sirvió de punto de partida fue el clásico de Ian Hacking: El surgimiento de la probabilidad. Un estudio filosófico de las ideas tempranas acerca de la probabilidad, la inducción y la inferencia estadística. El filósofo plantea como origen de las ideas en torno a la probabilidad la creación de la noción de evidencia interna de la naturaleza, lo cual es, aparentemente, cierto, como se verá en el capítulo I. Sin embargo, el rompecabezas no estaba completo. En su estudio, Hacking menosprecia la corriente moral del probabilismo como uno de los elementos en el origen de las ideas de probabilidad. Desde mi punto de vista, el libro tiene el problema de ser exageradamente eurocéntrico, lo cual no es raro: así es la mayoría de los libros de historia de las ciencias.

Dentro de los estudios históricos hay movimientos renovadores; entre éstos, dos me parecen especialmente significativos: la influencia de la antropología social y el replanteamiento de los problemas centro-periferia, que a la vez nos enfrenta a varios cuestionamientos: después de las historias nacionales ¿se están empezando a construir historias globales o mundiales? En un mundo complejo ¿cómo es que circulan los hombres, las ideas, las mercancías y los artefactos? ¿Cómo interactúan diferentes ciencias o pensamientos para influir unos en otros?

A lo largo de este estudio encontramos que se interrelacionan distintos problemas cognitivos. En nuestro análisis nos topamos con la teología, la jurisprudencia, la interconexión de problemas políticos, religiosos, económicos y conceptuales, todos estrechamente relacionados. Lo que nos enfrenta con una dificultad: podemos caer en un eclecticismo falto de rigor, y mucho me temo que tengo que pedir disculpas en ese sentido. No soy especialista en varias de las ciencias que se tocan en este trabajo: teología, derecho, navegación, entre otras. Sin embargo, me acerco a ellas con mucho respeto por los expertos. No he tenido más remedio que intentar hilvanar conocimientos diversos, pues son saberes que se han manejado como individuales, pero que necesariamente están interconectados en los procesos culturales. No cabe duda de que uno de los primeros cuestionamientos con los que se topa la nueva historiografía es la dificultad de separar los fenómenos.

Los temas a tratar en esta investigación, como se ha podido observar, involucran elementos muy diversos. Por una parte está el problema central de la probabilidad y su posible génesis. En el origen de esta idea encontramos la expansión de Europa y el papel de las misiones en tierras lejanas al mediterráneo. Esto nos lleva a los contactos interculturales y las relaciones entre América, Asia y Europa. Estamos conscientes de que hay varios ausentes en esta narración: India, Medio Oriente, las ínsulas..., ni siquiera podemos abordar la problemática completa de América en los siglos XVI y XVII, ni el mundo africano, que no es el menos importante. Nuevamente nos excusamos, pero resulta inevitable elegir puntos de partida y desarrollo que necesariamente implican omisiones.

La probabilidad replantea la discusión de lo que ha dado en llamarse centro-periferia: elementos significativos de la cultura mediterránea, que se discutieron durante mucho tiempo, ocurrieron también en tierras y sociedades lejanas. Los casuistas y probabilistas europeos bebieron en los escritos de los misioneros de distantes suelos, y eso los llevó a muchas de sus reflexiones.

Por otra parte, una idea clave para entender las ciencias del siglo XXI, tanto naturales como sociales, es la probabilidad, la cual tiene un origen histórico aparentemente muy cercano: los siglos XVI y XVII, y se basa, por lo menos, en una de sus vertientes de desarrollo, en los contactos culturales que cambiaron el mapa del mundo y sus concepciones.

Quiero aclararle al lector que vamos a introducirnos en términos con contenido complejo: probabilismo y probabiliorismo. Ambos pertenecen a una disputa teológica que ocurrió durante los siglos XVI y XVII. Aunque en el capítulo I vamos a tratar con profundidad estos vocablos, creo necesario definirlos aquí.

Probabilismo es la corriente moral que acepta que se puede actuar dentro de escenarios de incertidumbre de acuerdo con las opiniones de hombres probos, y de forma razonable en conformidad con las circunstancias concretas y los espacios geográficos y culturales concretos con los que se interactúa.

Probabiliorismo es la corriente moral que sólo acepta, como forma segura de actuar, lo que está plasmado en las Escrituras y de acuerdo con la opinión de los Padres de la Iglesia. Ésta es una corriente mucho más rígida que se encuentra anclada en el conocimiento de la Edad Media.

A lo largo de este estudio veremos cómo se creó significado al probabilismo y cómo éste se enfrentó al probabiliorismo constantemente a lo largo de los siglos XVI y XVII, aunque bien sabemos que la disputa duró muchos años más.

La hipótesis central del estudio que tenemos entre manos es que, junto con muchos saberes diferentes, el probabilismo empezó a crear significados a las ideas de probabilidad; este término es el que actualmente utilizamos para denominar la ciencia que se mueve entre complicados teoremas matemáticos, la teoría de las decisiones, las estadísticas y los conteos numéricos que suelen aplicarse tanto a las ciencias sociales, como a las económicas y a las experimentales.

La probabilidad tiene que ver con la noción de riesgo, pero el riesgo no es una idea abstracta, está basada en razones prácticas y juicios empíricos que se construyen culturalmente, aceptando algunos aspectos y omitiendo otros. Pensamos, junto con Mary Douglas, que “la estructura de la sociedad y su base moral formarán parte del análisis probabilista”.1 La aceptabilidad del riesgo está en función de los valores sociales y morales que son aprendidos de manera cultural, finalmente “valores comunes conducen a miedos comunes”.2 En efecto, creemos que “se ha dicho poco sobre cómo un determinado conjunto de principios morales afecta a la percepción del riesgo”.3 En ese sentido este libro analizará un riesgo moral muy particular, la posibilidad de perder la vida eterna en el cielo y condenarse en el infierno por los siglos de los siglos. Tal vez es un riesgo que no nos dice mucho moralmente en el siglo XXI, pero en el XVI fue de primordial importancia, de hecho era el riesgo más grande que podía correrse.

Conforme fui redactando el libro me di cuenta de que muchos de los problemas que se discutían, tanto en las misiones como entre los teólogos y filósofos europeos, tenían que ver con el uso de metáforas y metonimias. En este sentido, el libro me remitió nuevamente al problema cultural de la antropología.

En el uso, tanto cotidiano como algunas veces entre los expertos, el término cultura ha venido a representar todo. Se dice que se tiene, o no se tiene, cultura económica, cultura del riesgo, cultura ciudadana, cultura cívica, cultura del ahorro, y así, infinidad de expresiones que nos dejan sin palabras.

Nosotros reduciremos el término cultura al problema de compartir significados. Alguien pertenece a una cultura en la medida que comparte con otros interlocutores sus significados. Por ejemplo, yo puedo leer un artículo sobre béisbol que esté en español. Lo entiendo, pues comprendo el lenguaje en el que está escrito, sin embargo no me significa nada, yo no comparto la cultura de ese deporte. En cierta medida fue lo que sucedió en los primeros encuentros que tuvieron los habitantes de Europa cuando se hallaron con los residentes de otras partes del mundo. Unos y otros no sólo no hablaban la misma lengua, sino que tampoco compartían los significados. Tal vez los conquistadores españoles, en la gran Tenochtitlan, se daban cuenta de que se estaba desarrollando un ritual, pero no sabían lo que implicaban los elementos que se conjugaban. Al pasar de los años, ambas culturas fueron descubriendo significados y, lo que es más importante, creando elementos de aceptación nuevos.

A lo largo de los encuentros, desencuentros y reencuentros que vamos a analizar en este libro, apareció un elemento nuevo: nos dimos cuenta de que se estaban empleando actos metafóricos como si fueran metonimias, en términos del análisis simbólico de la antropología social.

En el sentido en que lo utiliza Edmund Leach,4 la metonimia es un indicador natural, A se asocia a B por naturaleza: el humo es indicador de fuego, o el aliento es signo de vida. Por su parte, la metáfora es una asociación arbitraria entre A y B.5 Por ejemplo, en la tradición judeocristiana, la serpiente se interpreta como símbolo del mal o del demonio. Otro ejemplo lo tenemos en el ámbito de la economía: un billete de 500 pesos es símbolo de una utilidad monetaria. En el caso concreto de un centenario, o moneda de oro, unimos la metáfora y la metonimia. La moneda de oro tiene una eficacia simbólica, pero al mismo tiempo posee un valor real de acuerdo al peso del dorado metal.

Sin embargo, son muy pocas las muestras de este tipo que podemos encontrar en las diversas sociedades. Por regla general, lo que vamos a tener son metáforas —asociaciones arbitrarias— que con el correr del tiempo terminan percibiéndose como metonimias —indicadores naturales—, como algo que se sigue de forma franca y no por una asociación arbitraria. Estas transformaciones representan los procesos más importantes, en ellas es que encontramos el corazón mismo de las misivas culturales.

Por ejemplo, a lo largo del libro vamos a analizar cómo se entendió el mensaje occidental de Cristo como Dios: en el caso de Mesoamérica, durante el siglo XVI, fue necesario suprimir la imagen antropomórfica de la cruz, pues el significado mismo del sacrificio obsesionó a los habitantes de Anáhuac,6 quienes se identificaron con la inmolación, por decirlo de alguna manera. Por su parte, en China los misioneros tuvieron que quitar los crucifijos de los altares, pues la oblación producía rechazo. La cruz, con el Cristo crucificado, en Occidente es representación del Dios (con mayúscula) del Nuevo Testamento, y se interpreta como una metonimia, cuando, antropológicamente, es la metáfora del dios (con minúscula) que queremos representar. Estas interpretaciones y empleos de metáforas como si se tratara de metonimias causaron problemas y enfrentamientos muy serios dependiendo de los espacios culturales en los que se les quisieran encontrar los significados.

A lo largo de este libro veremos cómo se fueron transformando los mensajes culturales a través, principalmente, de las formas rituales. En el caso de Mesoamérica, la sangrienta conquista y la larga colonización cedieron a los grupos indígenas algunas negociaciones simbólicas. En el caso de Japón, pero principalmente de China, el poderío del Imperio del Centro sólo permitió a los misioneros los usos simbólicos y rituales, marginándolos de decisiones de peso político o económico. Tanto en un caso como en el otro tenemos que la mayor parte de las negociaciones se ciñeron al ámbito ritual y simbólico. En los sucesos en América, porque los nativos estuvieron marginados, y, en el caso de Oriente, fueron los misioneros los que no tuvieron un campo de acción amplio.

Por lo antes dicho parece que invitamos al lector a entrar en un libro de alienados, o bien, que se desplace por las puertas del país de Alicia para introducirse a un mundo de maravillas que, en muchos sentidos, parecen incoherentes. Pero no es así; de acuerdo a como el lector siga el argumento podrá ir tejiendo los contenidos que en este primer momento parecen tan disímbolos.

Ahora veamos las partes que componen esta obra. En el primer capítulo discutimos con el filósofo Ian Hacking sobre sus planteamientos en cuanto a la arqueología o génesis de las ideas de probabilidad. También nos adentramos en el problema del probabilismo y su desarrollo histórico. En este apartado planteamos las hipótesis principales y las preguntas que van guiando los demás capítulos. Desde luego, hacemos la presentación de los primeros personajes que nos acompañarán en nuestro recorrido. Apuntamos el impacto del descubrimiento de América y las repercusiones que tuvo en la Universidad de Salamanca, principalmente entre los primeros probabilistas.

En los capítulos II a VI haremos un largo recorrido, el cual parte del encuentro con el otro y la manera en que Europa le fue creando significado, ya fuera americano u oriental. Concretamente en el capítulo II nos instalamos en la antesala de la incertidumbre, el problema filosófico y moral que significó ese encuentro con el otro, la conquista de la gran Tenochtitlan. En este punto —y como ya hemos indicado anteriormente— es necesario señalar que, a nuestro pesar, tenemos que partir de un sitio geográfico, y éste es México, si lo vemos actualmente, o Nueva España en el momento colonial. Estoy segura de que muchos de los problemas que vamos a ver en este espacio simbólico los podemos encontrar en otros ámbitos, como en Perú u otras partes de América Latina, pero nos vemos precisados a reducirnos a lo que sucedió en la geografía de Mesoamérica. En ese capítulo II identificamos a los principales misioneros y sus obras, además de la polémica que provocaron en Europa. Posteriormente, entraremos al sincretismo que empezó a ocurrir en Nueva España y la manera en que los indios negociaron la reaparición de sus principales símbolos, dentro del contexto del probabilismo y la aceptación de discursos y actos heterodoxos antes rechazados por la cultura occidental.

En el capítulo III nos adentraremos en lo que consideramos el segundo gran descubrimiento geográfico: las rutas marítimas del Océano Pacífico y los primeros encuentros de españoles con filipinos y chinos. Seguimos a fray Andrés de Urdaneta y el tornaviaje. Los hallazgos de los agustinos marineros, la exploración pionera de españoles en China y los primeros planteamientos sobre la ley natural y las costumbres en Oriente.

En el capítulo IV llegaremos a las misiones en el Lejano Oriente, principalmente las de jesuitas tanto en Japón como en China. Podremos observar cómo la comunicación humana se realizó por medio de acciones rituales que fueron más allá de las expresiones verbales. Nos meteremos al problema de los ritos chinos y malabares que tanta polémica causaron en Europa; en otras palabras, el probabilismo en su máxima expresión.

En el capítulo V regresaremos a Nueva España para analizar un caso concreto de discusión sobre los ritos chinos y el probabilismo: el del obispo de Puebla, Juan de Palafox a través de sus escritos al papa inocencio X, principalmente la carta tercera, que fue llevada a Europa, donde circuló muy rápidamente por varios países y tuvo serias repercusiones, particularmente en los conflictos entre jesuitas y jansenistas.

En el último capítulo, el VI, analizaremos cómo se desarrolló la discusión del probabilismo en Europa y el enfrentamiento que tuvo con el jansenismo, esto a partir principalmente de las Cartas provinciales de Pascal, así como la influencia que tuvieron los escritos de los misioneros de Asia en Europa. Tomamos como caso especial el de Leibniz.

El libro termina con el momento en que “oficialmente” comenzaron las ideas de probabilidad con la correspondencia entre Fermat y Pascal. Una de las ideas es demostrar que este paso a la probabilidad aleatoria no se hubiera dado sin la existencia de una construcción sociocultural anterior. Las misiones fuera de Europa habían dado sentido a la incertidumbre profunda, a la noción de riesgo y a la probabilidad epistémica o teoría de las decisiones. El campo del pensamiento y de los conocimientos estaba arado y abonado para que pudieran darse las ideas aleatorias de probabilidad.