Las personas que dedican como mínimo una media de tres horas y media semanales a la lectura viven casi dos años más que las que no y, en general, los lectores viven un 20% más que aquellos que no se acercan a un libro.1

 

 

Slow Mountain

Slow Mountain
Monterapia 2

Porque en la montaña el tiempo se detiene

Juanjo Garbizu

 

 

 

Primera edición: noviembre de 2016

 

© Juanjo Garbizu

© Sebastián Álvaro (prólogo)

 

© de esta edición:

Editorial Diéresis, S.L.

Travessera de Les Corts, 171, 5º-1ª

08028 Barcelona

Tel: 93 491 15 60

info@editorialdieresis.com

 

eISBN: 978-84-943627-0-5

 

Todos los derechos reservados.

Queda rigurosamente prohibida, sin la autorización por escrito de los titulares del copyright, bajo las sanciones establecidas por las leyes, la reproducción total o parcial de este libro por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la fotocopia y el tratamiento informático, y su distribución mediante alquiler o préstamo públicos.

 

www.editorialdieresis.com

Twitter: @EdDieresis

 

 

 

 

A Claudia y Pablo

 

 

Las montañas no son estadios donde satisfacer mi ambición deportiva, son catedrales donde practico mi religión… voy a ellas como la gente va a su fe. Desde la altura imposible de sus cimas veo mi pasado, sueño con el futuro y con inusual claridad puedo sentirme en el presente… mi visión se clarifica, mis fuerzas se renuevan. En las montañas celebro la creación. En cada viaje a ellas renazco.

 

Anatoli Bukreev

Alpinista kazajo fallecido en el Annapurna

Epitafio en el campo base

Índice

Introducción
La génesis de este libro

Dicen que la fe mueve montañas. No lo sé, tal vez sea cierto para algunos. En mi caso afirmaría más bien que las montañas mueven a la escritura.

Finalizaba el año 2011 cuando subiendo a una montaña —el Ganbo, en Aralar para más señas— se me ocurrió escribir Monterapia. Hacía honor al que luego sería su subtítulo: Cuesta arriba se piensa mejor. El libro vio la luz en octubre de 2012, encuadernado en unas llamativas tapas de color amarillo y, para gran regocijo mío, aquellas Navidades decoró el escaparate de varias librerías de mi ciudad. Eran momentos de incertidumbre, en los que uno no sabe si su texto conectará con la gente o simplemente pasará desapercibido. O lo que es aún mucho peor, si algún crítico o periodista dirá simplemente que no merece la pena malgastar el tiempo en él.

Afortunadamente el libro gustó y tuvo una buena acogida. Y con el tiempo, más allá del puro placer de haberlo escrito y realizado así una mágica catarsis personal, Monterapia empezó a abrir nuevas facetas en mi vida.

Realicé presentaciones del libro por varias ciudades (Donostia, Bilbao, Pamplona, Vitoria, Madrid y Barcelona), con desigual afluencia de asistentes como es lógico. Pero aquella experiencia me sirvió para expresarme en público y lograr conectar con la gente cara a cara. Porque creo que cuando uno habla con el corazón, intentando compartir sensaciones y experiencias relacionadas con algo tan apasionante como es el mundo de la montaña, se produce una química maravillosa con las personas allí presentes, muchas de las cuales son además lectores tuyos.

Cada charla que impartía me daba mayor confianza a la hora de expresarme. A ello también ayudaron las numerosas entrevistas que me hicieron en diferentes medios de comunicación. El que más te obliga a esmerarte es la radio en directo, porque lo que dices en tiempo real es lo que se emite, mientras que en un diario o en una revista lo que has comentado con el periodista pasa por su tamiz y capacidad de síntesis. En las ondas no hay tiempo para pensar la respuesta. Has de ser ágil, rápido e intentar ser coherente siempre, ya que de lo contrario los malditos podcasts —esos archivos sonoros que quedan para siempre flotando en Internet— pueden ponerte en un compromiso al cabo de los años.

Con el tiempo, aconsejado por un amigo, adapté los contenidos más relevantes del libro a un formato de conferencia. Y descubrí que disfrutaba compartiendo con un auditorio, sin importar su tamaño, la filosofía sobre la vida y la montaña que mi libro alberga. Era una faceta complementaria al mensaje escrito, pero a la vez terriblemente satisfactoria, ya que puedes sentir en directo la reacción del público frente a lo que en ese momento estás diciendo. Y no debía estar haciéndolo demasiado mal, porque me invitaron a participar en un TEDx en mi ciudad, en San Sebastián.

El TED son las siglas de Tecnología, Entretenimiento y Diseño. Consiste en un gran evento anual en forma de conferencia, donde algunos de los pensadores y emprendedores más importantes del mundo comparten lo que más les apasiona. Para ello cada orador dispone de un máximo de 18 minutos para su ponencia y ésta siempre ha de versar sobre un tema que provoque en el público presente nuevas inquietudes o ideas. Y con el propósito de poder difundir las ideas que merecen la pena a un público más amplio, TED creó hace unos años el formato TEDx: un programa de conferencias locales, organizadas de forma independiente, que permite disfrutar de una experiencia similar a las conferencias TED, pero a otra escala. La mía llevaba como título Tómate la vida más Slow. Puedes visualizarla a través de tu móvil, tablet u ordenador al final de este libro.

Cuando escribía Monterapia hace cuatro años, nunca había oído hablar del concepto slow. Y no fue hasta diciembre del 2012 cuando llamó mi atención a raíz de una entrevista que me hicieron en el diario La Vanguardia, concretamente en su sección más leída, La Contra. En ella el periodista Luis Amiguet me presentaba como «pionero del Slow Mountain». Un término que gustó tanto a mi editorial que lo utilizó en la contraportada del libro en ediciones sucesivas. El apelativo también fue de mi agrado, por lo que profundicé más sobre el término slow y acabé descubriendo que encierra toda una filosofía vital. Pero en ese momento quedó archivado en mi mente más como una divertida anécdota que como algo que con el tiempo iría tomando cuerpo.

Las redes sociales, concretamente Facebook, me permitieron además poder tener contacto con lectores de Monterapia. Un contacto muy interesante y enriquecedor con el que conocer de primera mano la opinión que la gente tiene de tu texto, de tu forma de ver y entender la montaña. Y en esta interrelación digital siempre aparecía, tarde o temprano, la pregunta de «¿Para cuándo tu segundo libro?».

Escribir Monterapia fue un impulso, un arrebato, que si lo hubiese racionalizado demasiado tal vez nunca lo hubiese llevado a cabo. Me dejé llevar por la necesidad de compartir una pasión —la montaña— desde el punto de vista de un montañero medio, de alguien que disfruta muchos fines de semana por los montes de su tierra y que de vez en cuando da un salto al Pirineo, que muy de vez en cuando se encarama a los Alpes y que en contadas ocasiones se ha atrevido con alguna cumbre de renombre, pero no con el Himalaya, esa cordillera que en una sociedad de etiquetas como la actual rápidamente te sitúa en otra liga. Por ello cuando terminé mi libro y tuve la gran suerte de verlo publicado no entraba en mis planes, al menos a corto plazo, volver a escribir otro.

Entonces, ¿qué me hizo cambiar de idea? Seguramente un artículo que escribí en noviembre del pasado año para el blog de una conocida marca de ropa outdoor. Un artículo titulado Slow Mountain, que gozó de gran aceptación, lo que me sirvió para comprobar que frente a la tendencia actual de ir cada vez más deprisa por la montaña, hay un importante número de personas que comparten la filosofía de realizar un montañismo más tranquilo y relajado.

Semanas más tarde, motivado por la acogida de dicho artículo, publiqué en Facebook un post sobre la misma idea, pero lógicamente condensada. Y una vez más la reacción fue muy positiva, logrando el mayor número de likes que ninguna publicación mía había logrado en esa red social. Es más, la gente comenzó a identificarme como «el del Slow Mountain», etiqueta que aquel periodista de La Vanguardia ya me había puesto años atrás.

Y es llegado a este punto, con lectores que por un lado me demandan un segundo libro y por otro con un concepto slow que hasta ahora no se había argumentado en la montaña, cuando surge la idea de escribir lo que ahora tienes en tus manos.

Me he esforzado para no repetir los contenidos ya expuestos en mi anterior libro y poder generar otros nuevos que vengan a complementar y reforzar la filosofía general que impregna la Monterapia. Porque tal como me dijo un avezado escritor con el que compartí caseta en la 72ª Feria del Libro de Madrid, tal vez sin yo ser consciente de ello había abierto una nueva línea en la literatura de montaña.

Han tenido que pasar unos años para que vuelva a calzarme aquellas botas impregnadas de tinta que dejaron sus huellas por la blancura nívea de la pantalla primero y del papel después. Porque la escritura de un libro, al igual que la práctica de la Slow Mountain, hay que hacerla sin prisas, disfrutando del camino, dando cada paso con seguridad, parándote de vez en cuando para volver la vista atrás y ver lo que has recorrido, pero con un objetivo claro en el horizonte al que quieres llegar.

 

Me gustaría que me acompañaras en este viaje.